“Todo sistema histórico determinado de política penal lleva la marca de los intereses de clase que lo ha realizado”
Evgeni B. Pasukanis
La terminología con la que se difunden ciertas noticias tiene una gran importancia. No es casual que, por ejemplo, cuando hace casi dos décadas los trabajadores agrícolas que prestaban servicio en el poniente de Almería, mayoritariamente inmigrantes, hicieron una huelga para que se les abonara el salario conforme al convenio colectivo de aplicación, la prensa oficial lo presentara como “conflicto” y no como legítima reivindicación laboral. Los apelativos “conflicto” y “disturbio” (por no hablar de vandalismo), se utilizan con profusión cuando se hace referencia a movilizaciones que exceden de un mero paseo colectivo. Tales calificativos han sido usados en el pasado para definir las luchas de los trabajadores de la industria naval y de la minería, y se esgrimen ahora para estigmatizar las movilizaciones de El Gamonal en Burgos, y recientemente de Valladolid y limpieza viaria de Alcorcón.
Los sucesos ocurridos en el pasado mes de enero en Kiev y en el conjunto de Ucrania, en el que, como se ha podido ver por los medios de comunicación audiovisual, miles de personas armadas con todo tipo de instrumentos, incluidas armas de fuego, se enfrentaban con notable éxito a la policía, destruían mobiliario urbano, derribaban edificios, rodeaban centrales nucleares y ocupaban edificios gubernamentales, han sido tildados por los medios de comunicación como movilizaciones populares y se ha puesto el énfasis en la preocupación por los derechos de los propios manifestantes. A ello ha contribuido muy decisivamente, como cooperador necesario, el enviado especial de RTVE a Kiev, Carlos Franganillo, cuyas crónicas nos han presentado a manifestantes legítimamente armados frente a malvados policías.
Se echa de menos al Sr. Franganillo en movilizaciones como las de El Gamonal y Alcorcón, o cuando el pasado año en Barcelona una manifestante perdió un ojo debido a la acción de la policía, ya que, de haber estado presente en esos momentos y lugares, su natural empatía hacia los manifestantes hubieran contribuido sobremanera a resaltar lo legítimo de las justas reivindicaciones de vecinos y trabajadores y la vandálica actuación de los antidisturbios. El tratamiento periodístico de estos sucesos ocurridos en estas más cercanas tierras hubiera sido seguramente diferente gracias a la aportación de tan intrépido reportero.
Me pregunto que medidas se tomarían en el Estado Español de haber una movilización popular similar a las de Ucrania. ¿Ofrecería Rajoy su cargo? ¿Se preocuparían los gobiernos de Estados Unidos y la Unión Europea por preservar la integridad de los manifestantes?
Claro, la ensoñación acaba en este punto, los insurrectos de Ucrania están reclamando entre otras cosas la entrada de su país en la Unión Europea, algo que para las gentes de aquí, al igual que para el resto de pueblos del arco mediterráneo no tiene nada de apasionante, y no es lo mismo remar a favor de los intereses del capitalismo y el imperialismo que en contra, como no se le escapa al sagaz lector.
La visita a Ucrania de Catherine Ashton, alta representante de la UE para Asuntos Exteriores y política de Seguridad, a fines del pasado mes de enero de 2014, tuvo como objetivo declarado forzar un cambio de política económica en ese país, acorde con sus intereses, que coinciden sustancialmente con los de los manifestantes.
Es irrelevante a estos efectos (o tal vez sea una ventaja) que el máximo líder de la oposición Arseniy Yatsenyuk sea un ultraconservador, cristiano ortodoxo y enemigo declarado de la homosexualidad; lo importante es que se trata de un acérrimo defensor de la OTAN y la UE, lo que le otorga patente de corso para todo tipo de actos violentos en pro de los intereses de estos organismos.
Y no es que quien escribe estas líneas tenga especial fascinación por la Rusia de Putin, como torticeramente podría interpretarse por cierta pseudo-izquierda local, sino que no parece que la entrada de Ucrania en dichos organismos vaya a significar para el pueblo trabajador de ese país una garantía en cuanto a sus derechos sociales (a sus derechos humanos tampoco).
En cualquier caso de todo esto se puede sacar una lectura positiva, la constatación de que también en Europa es posible levantar una lucha que derribe gobiernos y políticas. Ojalá en estas tierras se levante un movimiento similar, obviamente con otros objetivos, que acabe con la perversidad de un sistema que está sumiendo a nuestros pueblos a unos intolerables niveles de miseria y sufrimiento.
Francisco García Cediel.