La par­ti­ci­pa­ción de la mujer viet­na­mi­ta en la libe­ra­ción nacio­nal y el socia­lis­mo- Adria­na Nove­lo Vignal

La mujer en la revolución

El movi­mien­to de libe­ra­ción de la mujer en Viet­nam está indi­so­lu­ble­men­te liga­do a las tareas gene­ra­les de eman­ci­pa­ción nacio­nal y cons­truc­ción del socia­lis­mo. El impor­tan­te papel que tie­ne actual­men­te la mujer en la socie­dad viet­na­mi­ta, fue logra­do en gran par­te por la con­ti­nui­dad de tra­di­cio­nes popu­la­res y con­di­cio­nes his­tó­ri­cas que han for­ja­do la capa­ci­dad de lucha y par­ti­ci­pa­ción feme­ni­na en la edi­fi­ca­ción y defen­sa del país.

Duran­te siglos, a lo lar­go del desa­rro­llo y deca­den­cia del sis­te­ma patriar­cal, del feu­da­lis­mo y del con­fu­cia­nis­mo, las muje­res viet­na­mi­tas habían per­ma­ne­ci­do ence­rra­da­sen el ámbi­to domés­ti­co-fami­liar, sin acce­so a la edu­ca­ción, menos­pre­cia­das por la socie­dad, mien­tras que su con­tri­bu­ción a la pro­duc­ción agrí­co­la y arte­sa­nal era dura­men­te explo­ta­da y subvaluada.

Ho Chi Minh, fun­da­dor del Par­ti­do Comu­nis­ta Indo­chino (PCI), fue el pri­mer revo­lu­cio­na­rio que mos­tró a las muje­res de Viet­nam una nue­va alter­na­ti­va para su libe­ra­ción. El reha­bi­li­tar a la mujer en su papel his­tó­ri­co y des­per­tar su toma de con­cien­cia y mili­tan­cia cons­ti­tu­yó así una de las misio­nes bási­cas de los mar­xis­tas viet­na­mi­tas. El pro­gra­ma polí­ti­co del PCI, dado a cono­cer en 1930, incor­po­ró la igual­dad entre el hom­bre y la mujer como uno de sus 10 pun­tos prin­ci­pa­les. Este docu­men­to regis­tra, por pri­me­ra vez en la his­to­ria de la lucha por la inde­pen­den­cia de Viet­nam, un lla­ma­do patrió­ti­co que está diri­gi­do tam­bién a las muje­res y que abor­da la cues­tión de la igual­dad de los sexos, lo cual no habían hecho los par­ti­dos nacio­na­lis­tas de la peque­ña bur­gue­sía duran­te la épo­ca colonial.


La revo­lu­ción demo­crá­ti­ca y nacio­nal que pro­po­nía el PCI alcan­za­ba a todas las capas de la pobla­ción, ya que los obje­ti­vos de su lucha eran comu­nes a todo el pue­blo: derro­car el colo­nia­lis­mo, aca­bar con el feu­da­lis­mo, recon­quis­tar la inde­pen­den­cia y abo­lir las des­igual­da­des socia­les. El pro­gra­ma del PCI ana­li­zó tam­bién las con­di­cio­nes de vida de las tra­ba­ja­do­ras, obre­ras y cam­pe­si­nas y des­ta­có su rico poten­cial revo­lu­cio­na­rio, el cual cali­fi­ca­ba como una de las fuer­zas esen­cia­les del movi­mien­to de eman­ci­pa­ción nacio­nal. Así pues, una de las prin­ci­pa­les tareas de la revo­lu­ción nacio­nal viet­na­mi­ta fue la de des­per­tar la con­cien­cia polí­ti­ca de las muje­res y fomen­tar su par­ti­ci­pa­ción acti­va. Esta era una con­cep­ción nue­va para la épo­ca, ya que la mayo­ría de los mili­tan­tes esta­ban toda­vía fuer­te­men­te influi­dos por el feu­da­lis­mo y no acep­ta­ban con faci­li­dad el nue­vo rol asig­na­do a las mujeres.


Ade­más, muchos pre­jui­cios con­tra las muje­res se basa­ban en el hecho real de su fal­ta de pre­pa­ra­ción, ya que la mayo­ría no había reci­bi­do ins­truc­ción y la casi tota­li­dad de las cam­pe­si­nas eran anal­fa­be­tas. Por ello, fue más acce­si­ble la asi­mi­la­ción de las muje­res de las cla­ses pri­vi­le­gia­das que habían teni­do acce­so a la edu­ca­ción y apren­dían más rápi­da­men­te que las cam­pe­si­nas, las nue­vas ideas de cam­bio. Al prin­ci­pio, fue­ron, por lo tan­to, pocas las muje­res obre­ras y cam­pe­si­nas que se inte­gra­ron al movi­mien­to revo­lu­cio­na­rio. Pero el PCI insis­tió en el carác­ter de masas que debía tener la revo­lu­ción demo­crá­ti­ca-nacio­nal y bus­có el apo­yo de todos los tra­ba­ja­do­res, dado que la lucha de eman­ci­pa­ción nacio­nal incum­bía a todo el pue­blo, sin dis­tin­ción de sexos. El PCI advir­tió asi­mis­mo, cómo el obje­ti­vo de la movi­li­za­ción feme­ni­na den­tro de bur­gués, pues que­ría ali­viar no sólo su opre­sión más inme­dia­ta, sino dar­le una edu­ca­ción polí­ti­ca seria que des­per­ta­ra su con­cien­cia de cla­se y la hicie­ra adhe­rir­se a las orga­ni­za­cio­nes de la cla­se obre­ra. En todos los orga­nis­mos diri­gen­tes del Par­ti­do, a la esca­la cen­tral y regio­nal, se creó una comi­sión feme­ni­na encar­ga­da del tra­ba­jo polí­ti­co entre las muje­res y de su incor­po­ra­ción a las aso­cia­cio­nes cam­pe­si­nas y los sindicatos.


Se debía luchar enton­ces por rei­vin­di­ca­cio­nes feme­ni­nas con­cre­tas, tales como la prohi­bi­ción de emplear muje­res en las jor­na­das noc­tur­nas o los tra­ba­jos peli­gro­sos, sala­rio igual al del hom­bre, pres­ta­cio­nes de mater­ni­dad, etc. Para reu­nir a todas estas muje­res, des­de la fun­da­ción del PCI, se creó tam­bién la Aso­cia­ción de Muje­res por la Eman­ci­pa­ción, lla­ma­da más tar­de Aso­cia­ción de Muje­res Anti­co­lo­nia­lis­tas, la cual se dedi­có al tra­ba­jo de pro­pa­gan­da y par­ti­ci­pó acti­va­men­te en las revuel­tas obre­ras y cam­pe­si­nas de 1930 – 1931. Ante la repre­sión fran­ce­sa, el PCI sub­ra­yó nue­va­men­te el carác­ter pro­le­ta­rio que debía tener la orga­ni­za­ción feme­ni­na. Duran­te esta déca­da, la Aso­cia­ción de Muje­res Anti­co­lo­nia­lis­tas par­ti­ci­pó en las acti­vi­da­des clan­des­ti­nas revo­lu­cio­na­rias y aumen­tó su mem­bre­cía, diri­gien­do su tra­ba­jo de edu­ca­ción polí­ti­ca prin­ci­pal­men­te a las muje­res trabajadoras.


En 1935, duran­te un Con­gre­so de la Inter­na­cio­nal cele­bra­do en Mos­cú,Ngu­yen Thi Minh Khai, una de las pio­ne­ras de la cau­sa feme­ni­na, pre­sen­tó a los dele­ga­dos comu­nis­tas un repor­te vivi­do del des­per­tar de la mujer vietnamita:

«Por pri­me­ra vez en la his­to­ria de nues­tro movi­mien­to de libe­ra­ción nacio­nal, por pri­me­ra vez des­pués de la fun­da­ción de nues­tro par­ti­do comu­nis­ta, una mujer, miem­bro del PCI, tie­ne el honor no sola­men­te de par­ti­ci­par en un Con­gre­so, sino tam­bién de anun­ciar, des­de esta tri­bu­na, a los obre­ros del mun­do ente­ro que las obre­ras y cam­pe­si­nas de los paí­ses del Extre­mo Oriente,de los paí­ses colo­nia­les y semi­co­lo­nia­les, de muje­res mil veces más opri­mi­das que nues­tras cama­ra­das occi­den­ta­les, han toma­do el camino de la lucha revo­lu­cio­na­ria… Las obre­ras y cam­pe­si­nas de Indo­chi­na se han con­ver­ti­do en una fuer­za real den­tro de los ran­gos revo­lu­cio­na­rios… Duran­te cien­tos de años, la moral y las cos­tum­bres feu­da­les trans­for­ma­ron a las muje­res del Extre­mo Orien­te en escla­vas silen­cio­sas y dóci­les de sus padres y espo­sos. Esta moral ha para­li­za­do su volun­tad, com­pri­mi­do su alma. ¡Cama­ra­das!, al tomar la vía revo­lu­cio­na­ria nos des­ha­ce­mos de esta moral. Jun­to con los obre­ros y cam­pe­si­nos de nues­tro país, lucha­mos por obte­ner un sala­rio igual al del hom­bre por un tra­ba­jo igual, lucha­mos con­tra los colo­nia­lis­tas que nos opri­men por la inde­pen­den­cia total de nues­tro país…»

Este repor­te de Minh Khai refle­ja una nue­va situa­ción sur­gi­da en Viet­nam a raíz de que el PCI tomó la direc­ción de la lucha por la libe­ra­ción nacio­nal, incor­po­ran­do ple­na­men­te en ella a la mujer. Las pri­me­ras mili­tan­tes de este movi­mien­to tuvie­ron el méri­to de esti­mu­lar con sus accio­nes heroi­cas la par­ti­ci­pa­ción de otras muje­res. Duran­te los años de ope­ra­cio­nes clan­des­ti­nas, algu­nas viet­na­mi­tas des­ta­ca­ron por su efi­cien­te cola­bo­ra­ción como agen­tes de enla­ce, por la pro­tec­ción y ayu­da que brin­da­ron a los gue­rri­lle­ros, a pesar de los enor­mes ries­gos que corrían debi­do a la repre­sión colo­nia­lis­ta y a la incom­pren­sión de sus fami­lias ante la mili­tan­cia polí­ti­ca. Una de las medi­das bási­cas que tuvo que adop­tar­se, por ejem­plo, para que las muje­res casa­das pudie­ran incor­po­rar­se a la lucha, fue la orga­ni­za­ción de gru­pos de sim­pa­ti­zan­tes que se encar­ga­ban de cui­dar a sus hijos mien­tras las madres salían en misión y se dedi­ca­ban ple­na­men­te a la cau­sa revo­lu­cio­na­ria, orga­ni­zan­do míti­nes y huelgas.


La revo­lu­ción pudo, pues, reco­ger las tra­di­cio­nes de patrio­tis­mo y lucha de la mujer viet­na­mi­ta, dán­do­le aho­ra una ideo­lo­gía nue­va que apo­ya­ba su ple­na inte­gra­ción a la socie­dad y garan­ti­za­ba su igual­dad con los hom­bres. Algu­nas muje­res, des­pués de varios años de mili­tan­cia en el PCI, se con­vir­tie­ron en cua­dros diri­gen­tes, miem­bros de los comi­tés de orga­ni­za­ción en la pro­vin­cia, y en gue­rri­lle­ras o agen­tes de enla­ce que ayu­da­ron a la crea­ción de bases revo­lu­cio­na­rias. E n esta épo­ca sur­gie­ron las his­to­rias de la pri­me­ra serie de heroí­nas viet­na­mi­tas con­tem­po­rá­neas, comoMinh Khai, Nong Thi Trung y Ngu­yen Thi Hung, a las cua­les habría de aña­dir­se más tar­de las de las heroí­nas de la gue­rra con­tra la reocu­pa­ción fran­ce­sa y con­tra los norteamericanos.

La inva­sión japo­ne­sa apor­tó las pre­mi­sas favo­ra­bles para una insu­rrec­ción nacio­nal, la cual abri­ría una nue­va eta­pa en la his­to­ria de Viet­nam, eta­pa que ten­drá como una de sus carac­te­rís­ti­cas prin­ci­pa­les, la reha­bi­li­ta­ción de la mujer y su par­ti­ci­pa­ción masi­va en la sociedad.

En febre­ro de 1941, poco des­pués de la inva­sión japo­ne­sa, Ho Chi Minh creó una amplia alian­za

nacio­na­lis­ta cono­ci­da como el Viet­minh, y enton­ces la orga­ni­za­ción feme­ni­na adop­tó el nom­bre de Aso­cia­ción de Muje­res por la Libe­ra­ción Nacio­nal para iden­ti­fi­car­se con la nue­va situación.

En 1943, duran­te la reu­nión del Comi­té Cen­tral del PCI para pre­pa­rar la insu­rrec­ción, se des­ta­có otra vez la indis­pen­sa­bi­li­dad de la par­ti­ci­pa­ción de las muje­res en el movi­mien­to y se pidió alen­tar el incre­men­to de su men­bre­cía en la Aso­cia­ción de Muje­res, sobre todo entre las muje­res obre­ras y cita­di­nas, y ayu­dar a su poli­ti­za­ción a tra­vés de la orga­ni­za­ción de coope­ra­ti­vas de con­su­mo, cla­ses de alfa­be­ti­za­ción, etc.

La con­tri­bu­ción de la mujer al triun­fo de la «Revo­lu­ción de Agos­to» de 1945 fue pues deci­si­va. Entre fina­les­de 1944 y prin­ci­pios de 1945, una terri­ble ham­bru­na mató alre­de­dor de dos millo­nes de per­so­nas en el nor­te de Viet­nam, lle­gan­do a su máxi­mo la pau­pe­ri­za­ción del cam­pe­si­na­do viet­na­mi­ta. E l 9 de mar­zo de 1945, los japo­ne­ses des­co­no­cie­ron el poder colo­nial fran­cés en Viet­nam, des­atán­do­se enton­ces el movi­mien­to de insu­rrec­ción gene­ral, en el que la mujer par­ti­ci­pa­ra activamente.


El 17 de agos­to de 1945, el pri­mer comu­ni­ca­do que el Viet­minh diri­gió al pue­blo de Hanoi, fue leí­do por una

mujer, Ngu­yen Hoa Dieu Hong, afir­man­do el nue­vo carác­ter de la revo­lu­ción libe­ra­do­ra. E l2 de sep­tiem­bre, Ho Chi Minh decla­ró la inde­pen­den­cia de su país y se comen­za­ron a sen­tar las bases del régi­men revolucionario.En 1946 se pro­mul­gó la Cons­ti­tu­ción de la Repú­bli­ca Demo­crá­ti­ca de Viet­nam (RDV). Esta Cons­ti­tu­ción pre­ci­só los dere­chos de la mujer:

«La mujer en la RDV es igual al hom­bre en dere­chos, des­de los pun­tos de vis­ta, polí­ti­co, eco­nó­mi­co, cul­tu­ral, social y fami­liar. Por un tra­ba­jo igual, la mujer tie­ne dere­cho a un sala­rio igual al del hom­bre. El Esta­do garan­ti­za a las muje­res obre­ras y fun­cio­na­rías el des­can­so paga­do por mater­ni­dad antes y des­pués del par­to, pro­te­ge los dere­chos de la madre y el niño y pro­te­ge el matri­mo­nio y la familia».


Se reco­no­ció ade­más el dere­cho de la mujer al voto y a ser elec­ta para pues­tos popu­la­res, per­mi­tien­do la par­ti­ci­pa­ción de las viet­na­mi­tas en las elec­cio­nes nacio­na­les de 1946.

Así, des­pués de 15 años de lucha, la libe­ra­ción nacio­nal otor­ga­ba a las muje­res de Viet­nam el dis­fru­te legal de sus dere­chos, aun­que la heren­cia del anti­guo orden pesa­ba mucho toda­vía sobre el com­por­ta­mien­to de la población.

Una de las accio­nes prio­ri­ta­rias de la nacien­te repú­bli­ca demo­crá­ti­ca fue la for­ma­ción de cua­dros feme­ni­nos y la ele­va­ción de la edu­ca­ción polí­ti­ca de las muje­res, al igual que la intro­duc­ción de medi­das ten­dien­tes a mejo­rar su nivel de vida. En el cam­po, las pri­me­ras dis­tri­bu­cio­nes de tie­rra bene­fi­cia­ron a todos los cam­pe­si­nos, sin dis­tin­ción de sexo, con­tras­tan­do fuer­te­men­te con la situa­ción ante­rior en que la mujer no tenía dere­cho a ser pro­pie­ta­ria. Las cam­pa­ñas de alfa­be­ti­za­ción y lucha con­tra la ham­bru­na con­ta­ron ade­más con la par­ti­ci­pa­ción mayo­ri­ta­ria de las muje­res, ya que éstas eran las más afec­ta­das y necesitadas.

Pero muy pron­to la RDV tuvo que afron­tar la ame­na­za de la reim­plan­ta­ción colo­nia­lis­ta. La resis­ten­cia con­tra la agre­sión fran­ce­sa comen­zó a fina­les de 1945, pro­lon­gan­do la gue­rra patrió­ti­ca que no ter­mi­na­rá has­ta 1954. Por lo tan­to, a pesar de que toda­vía no se había logra­do ple­na­men­te erra­di­car los rema­nen­tes del régi­men feu­dal y con­fu­ciano, las con­tra­dic­cio­nes inter­nas de Viet­nam ten­drán que pasar a un segun­do plano de impor­tan­cia ante los peli­gros que enfren­ta­ba la inde­pen­den­cia nacional.

Nue­va­men­te, las muje­res serán una fuer­za deci­si­va en esta gue­rra popu­lar. Mien­tras los hom­bres par­tían masi­va­men­te al fren­te de bata­lla, las viet­na­mi­tas los rem­pla­za­ron en sus labo­res, for­man­do una reta­guar­dia que pro­ba­rá ser indis­pen­sa­ble para el éxi­to de la resis­ten­cia. Las muje­res tuvie­ron ade­más que hacer­se car­go ente­ra­men­te de las fami­lias, rom­pien­do, sin embar­go, los lími­tes de lo domés­ti­co al ver­se obli­ga­das a asu­mir todo tipo de acti­tu­des pro­duc­ti­vas fue­ra del hogar, favo­re­cien­do así el desa­rro­llo de su per­so­na­li­dad y capacidad.



En esta épo­ca, la Unión de Muje­res Viet­na­mi­tas que fue­ra crea­da en 1946, reafir­mó la nece­si­dad de con­tar con la cola­bo­ra­ción de la mujer, prin­ci­pal­men­te en las tareas de pro­duc­ción y abas­te­ci­mien­to del ejér­ci­to. Al mis­mo tiem­po, se con­ti­nuó con la labor de edu­ca­ción feme­ni­na, la cual alcan­zó gran­des éxi­tos en poco tiem­po, incre­men­tan­do el nivel de ins­truc­ción y de cons­cien­ti­za­ción polí­ti­ca de las muje­res. La gue­rra patrió­ti­ca movi­li­zó tam­bién a la mujer en la lucha arma­da, espe­cial­men­te como defen­so­ras de las aldeas, guar­dia­nas de las cose­chas y de las vías de comu­ni­ca­ción, opo­si­to­ras de las cam­pa­ñas de levan­ta­mien­to de las cose­chas por par­te de los sol­da­dos enemi­gos, etc., aun­que tam­bién muchas muje­res se incor­po­ra­ron direc­ta­men­te a la gue­rra de gue­rri­llas, ase­gu­ran­do el enla­ce entre los dife­ren­tes pues­tos, escon­dien­do y ali­men­tan­do a los gue­rri­lle­ros y lle­van­do a cabo muchas otras acti­vi­da­des de apo­yo para la lucha. Sur­gie­ron en este perio­do muchas his­to­rias de heroí­nas viet­na­mi­tas, cuyo valien­te com­por­ta­mien­to y capa­ci­dad de sacri­fi­cio por la sal­va­ción de la patria, ha sido exal­ta­do como valio­so ejem­plo a seguir por toda la población.


Cabe des­ta­car aquí la par­ti­ci­pa­ción de las muje­res vie­jas, de las famo­sas abue­las viet­na­mi­tas, que han pres­ta­do una con­si­de­ra­ble ayu­da a las varias gue­rras de sal­va­ción nacio­nal que ha teni­do que enfren­tar Viet­nam. Muchas abue­li­tas se con­vir­tie­ron en las «madri­nas» de los jóve­nes sol­da­dos com­ba­tien­tes, pro­te­gién­do­los en sus casas, curan­do sus heri­das y pro­por­cio­nán­do­les en gene­ral una atmós­fe­ra de fami­lia­ri­dad que segu­ra­men­te cons­ti­tu­yó un ele­men­to impor­tan­te de la capa­ci­dad de resis­ten­cia del Viet­minh. La ayu­da de la mujer per­mi­tió pues el desa­rro­llo de una ver­da­de­ra gue­rra popu­lar, de una «gue­rra del pue­blo», ya que los com­ba­tien­tes del ejér­ci­to popu­lar, en su mayo­ría cam­pe­si­nos, encon­tra­ban en el pue­blo mis­mo su mejor res­pal­do. Una gran par­te de las fami­lias viet­na­mi­tas tenían al menos a uno de sus miem­bros, invo­lu­cra­do direc­ta­men­te en la defen­sa, y por ello cola­bo­ra­ban de múl­ti­ples mane­ras a hacer más fácil la vida de los sol­da­dos. La con­tri­bu­ción de la mujer a la resis­ten­cia patrió­ti­ca ele­vó su posi­ción social y afir­mó la igual­dad entre los sexos, con­quis­ta­da en la revo­lu­ción. La impor­tan­cia de la lucha con­tra la agre­sión fran­ce­sa puso al orden del día los pro­ble­mas con­cer­nien­tes a las muje­res, y el gobierno se esfor­za­rá así por lle­var a cabo una serie de medi­das ten­dien­tes a ayu­dar a la mujer a alcan­zar el nivel de las exi­gen­cias del momento.


Uno de los pri­me­ros obs­tácu­los que encon­tra­ban las muje­res cua­dros, seguía sien­do el cui­da­do de sus hijos.

Por ello, la Unión de Muje­res comen­zó a orga­ni­zar guar­de­rías para los hijos de estas muje­res. Ade­más, la Unión logró aumen­tar su fuer­za en 1950, al con­sa­grar­se, des­pués, de la fusión con la Aso­cia­ción de Muje­res por la Libe­ra­ción Nacio­nal, como la úni­ca orga­ni­za­ción feme­ni­na encar­ga­da de la defen­sa de los dere­chos de la mujer y de su incor­po­ra­ción en las agru­pa­cio­nes obre­ras y campesinas.

Al mis­mo tiem­po, se pro­si­guió la lucha con­tra las ideas feu­da­les y bur­gue­sas que entor­pe­cían la eman­ci­pa­ción de la mujer.

En 1952, el Día Inter­na­cio­nal de la Mujer, Ho Chi Minh decla­ró así res­pec­to a la igual­dad de los sexos que:
«Mucha gen­te cree que la igual­dad de los sexos es un pro­ble­ma sim­ple. Hoy el mari­do pre­pa­ra la comi­da, lava los pla­tos, barre la casa, y maña­na la mujer barre­rá la casa, pre­pa­ra­rá la comi­da y lava­rá los pla­tos. ¡Esa es la igualdad!
Gra­ve error.

En la reali­dad, la igual­dad es una pro­fun­da y difí­cil revo­lu­ción por­que el menos­pre­cio de la mujer es un hábi­to mile­na­rio. Está pro­fun­da­men­te enrai­za­do en el cere­bro de cada uno, en la vida fami­liar, en el seno de todas las capas socia­les. Uno no pue­de com­ba­tir­lo por la fuer­za… La ampli­tud de esta revo­lu­ción resi­de en un pro­gre­so gene­ral sobre los pla­nos polí­ti­cos, eco­nó­mi­cos, cul­tu­ra­les y jurí­di­cos. Esta revo­lu­ción debe cum­plir­se en el inte­rior de cada uno y exten­der­se al pue­blo entero»


La refor­ma agra­ria de 1953 – 1956, fue un fac­tor de pri­mor­dial impor­tan­cia en esta lucha con­tra la heren­cia del feu­da­lis­mo, al alte­rar pro­fun­da­men­te las rela­cio­nes de pro­duc­ción feu­dal. La ley de la refor­ma agra­ria con­sa­gró el dere­cho de la mujer a la pro­pie­dad, y fue en este perio­do de gran movi­li­za­ción cam­pe­si­na cuan­do se for­ma­ron muchas muje­res cua­dros que asu­mie­ron pues­tos de direc­ción en las aldeas, aun­que en su mayo­ría enpa­pe­les secundarios.

La resis­ten­cia nacio­nal, triun­fan­te en 1954, ace­le­ró el pro­ce­so de eman­ci­pa­ción de la mujer viet­na­mi­ta que había ini­cia­do la revo­lu­ción de 1945. Pero a pesar de haber derro­ta­do a los fran­ce­ses, Viet­nam que­dó divi­di­do y comen­zó por lo tan­to otra nue­va lucha con­tra la inter­ven­ción extran­je­ra, esta vez nor­te­ame­ri­ca­na, y por la libe­ra­ción del sur. La reuni­fi­ca­ción del país y la cons­truc­ción del socia­lis­mo se con­vir­tie­ron, enton­ces, en las prin­ci­pa­les tareas de los revo­lu­cio­na­rios viet­na­mi­tas de esta épo­ca, que dura­ría has­ta los años 1973 – 1975.

Con la divi­sión de Viet­nam, muchas fami­lias tuvie­ron que sepa­rar­se al decre­tar­se la reagru­pa­ción de las fuer­zas del Viet­minh en el nor­te, mien­tras que en el sur la admi­nis­tra­ción de Ngo Dinh Diem des­ató la repre­sión con­tra todos los gru­pos nacio­na­lis­tas y sim­pa­ti­zan­tes de las fuer­zas revo­lu­cio­na­rias, afec­tan­do todo ello pro­fun­da­men­te la vida del pue­blo viet­na­mi­ta en general.

En el sur, la pobla­ción per­dió los logros con­quis­ta­dos en la revo­lu­ción, acen­tuan­do el recha­zo popu­lar fren­te al nue­vo régi­men. Asi­mis­mo, la pre­sión psi­co­ló­gi­ca para que las muje­res rene­ga­ran de sus mari­dos y sus fami­lia­res com­ba­tien­tes con­du­ci­rá a muchas muje­res sure­ñas a unir­se a la lucha revo­lu­cio­na­ria y a par­ti­ci­par acti­va­men­te en la defen­sa del país, creán­do­se los pri­me­ros gru­pos de gue­rri­lle­ras. Las abue­las que no podían tomar las armas esti­mu­la­ron por lo gene­ral, a sus hijos y nie­tos a unir­se a la lucha y par­ti­ci­pa­ron, tal y como lo hicie­ran en el nor­te, en nume­ro­sas acti­vi­da­des de refuer­zo. Se creó de esta mane­ra, en el sur, el famo­so «ejér­ci­to de los cabe­llos lar­gos», que a tra­vés de los ocho años de gue­rra lle­ga­rá a con­tar con cer­ca de 2 millo­nes de com­ba­tien­tes, dan­do un ejem­plo pocas veces vis­to en el mun­do, de par­ti­ci­pa­ción masi­va feme­ni­na en las gue­rras de libe­ra­ción. Este ejér­ci­to gozó amplia­men­te de la ayu­da del pue­blo para cui­dar a sus hijos, ase­gu­rar­les ali­men­to y pro­por­cio­nar­les refugio.

La polí­ti­ca de des­truc­ción sis­te­má­ti­ca del cam­po y de crea­ción de «aldeas estra­té­gi­cas» para ale­jar al pue­blo de los revo­lu­cio­na­rios, tam­bién afec­tó seve­ra­men­te al cam­pe­si­na­do sud­viet­na­mi­ta. Cer­ca de 10 millo­nes de cam­pe­si­nos fue­ron des­alo­ja­dos de sus aldeas. Solas, las muje­res tuvie­ron que hacer fren­te a la situa­ción y defen­der sus tie­rras y a sus hijos, opo­nién­do­se de diver­sas mane­ras a la repre­sión guber­na­men­tal, orga­ni­zan­do fre­cuen­tes mani­fes­ta­cio­nes de pro­tes­ta con­tra los abu­sos del gobierno y del ejér­ci­to y desa­rro­llan­do una inten­sa acti­vi­dad política.



En 1965, ante el avan­ce con­ti­nuo de los gue­rri­lle­ros que fue­ran cono­ci­dos como«Viet­cong», Washing­ton

decla­ró la gue­rra local e ini­ció la esca­la­da del con­flic­to, des­em­bar­can­do medio millón de sol­da­dos en Viet­nam del Sur y expan­dien­do sus ope­ra­cio­nes a los veci­nos paí­ses de Laos y Cam­bo­dia. Comen­zó enton­ces el enfren­ta­mien­to direc­to del pue­blo sure­ño con el ejér­ci­to inva­sor. De nue­va cuen­ta, la his­to­ria ha reco­gi­do las haza­ñas de cien­tos de humil­des heroí­nas que lucha­ron en con­di­cio­nes suma­men­te difí­ci­les con­tra los bom­bar­deos nor­te­ame­ri­ca­nos, el enve­ne­na­mien­to de sus tie­rras, la desin­te­gra­ción de las fami­lias, apor­tan­do ade­más su valio­sa con­tri­bu­ción a la lucha arma­da y lle­van­do a cabo una impor­tan­te labor de pro­pa­gan­da polí­ti­ca a favor de la libe­ra­ción nacio­nal. Ut Tích, la heroí­na más famo­sa del Viet­cong sim­bo­li­za a esta gene­ra­ción de muje­res que cons­ti­tu­ye­ron uno de los pila­res de la lucha de liberación.

Más aún, la pre­sen­cia de las tro­pas nor­te­ame­ri­ca­nas en Viet­nam sig­ni­fi­có una agre­sión espe­cial con­tra las muje­res, las cua­les fue­ron obli­ga­das en gran­des núme­ros a dedi­car­se a la pros­ti­tu­ción y a la ser­vi­dum­bre, para satis­fa­cer las nece­si­da­des de los sol­da­dos yan­quis, ante el bene­plá­ci­to de las auto­ri­da­des deS­ai­gón. Para­le­la­men­te, las muje­res sure­ñas fue­ron suje­tas a una polí­ti­ca sis­te­má­ti­ca de estu­pro por par­te de las tro­pas esta­dou­ni­den­ses, las cua­les des­fo­ga­ban su mie­do y cora­je ante el «enemi­go invi­si­ble» matan­do y vio­lan­do a las viet­na­mi­tas de las aldeas que iban arra­san­do. Para pro­te­ger­se, las muje­res for­ma­ron diver­sas aso­cia­cio­nes para sal­va­guar­dar su dig­ni­dad y su dere­cho a la vida, enmar­ca­das den­tro de la Unión de Muje­res para la Libe­ra­ción de Viet­nam del Sur, crea­da en 1961, la cual incor­po­ró entre sus miem­bros tan­to a las muje­res de la ciu­dad como del cam­po, que lucha­ban con­tra la inter­ven­ción nor­te­ame­ri­ca­na en su

país y con­tra la des­truc­ción de su cul­tu­ra nacional.

La mujer en la edi­fi­ca­ción del socialismo

Des­pués de la vic­to­ria con­tra los fran­ce­ses, la revo­lu­ción nacio­nal y demo­crá­ti­ca se dio por cum­pli­da en la RDV , y el país entró enton­ces en una nue­va eta­pa his­tó­ri­ca: la tran­si­ción gra­dual al socialismo.

La edi­fi­ca­ción del socia­lis­mo abrió para la mujer viet­na­mi­ta la posi­bi­li­dad de ejer­cer ple­na­men­te su dere­cho al tra­ba­jo, base capi­tal de su dig­ni­dad social. Median­te su par­ti­ci­pa­ción en el tra­ba­jo colec­ti­vo, la mujer podrá ganar su inde­pen­den­cia eco­nó­mi­ca, garan­ti­zan­do su eman­ci­pa­ción del encie­rro domés­ti­co y su autén­ti­ca igual­dad con el hom­bre en todas las esfe­ras de la vida social.

Una vez fina­li­za­da la guerra.entre 1955 y 1960, pudie­ron sen­tar­se las bases de la socia­li­za­ción de la eco­no­mía de Viet­nam del Nor­te, prin­ci­pal­men­te median­te la trans­for­ma­ción radi­cal de la peque­ña pro­duc­ción indi­vi­dual en una pro­duc­ción de tipo colec­ti­vis­ta de mayor enver­ga­du­ra, y de la crea­ción de coope­ra­ti­vas en todas las ramas de la acti­vi­dad económica.

A tra­vés de su incor­po­ra­ción a las coope­ra­ti­vas agrí­co­las, las cam­pe­si­nas viet­na­mi­tas, que cons­ti­tu­yen el 90% de la fuer­za de tra­ba­jo rural, logra­rán su eman­ci­pa­ción eco­nó­mi­ca y adqui­ri­rán cre­cien­tes res­pon­sa­bi­li­da­des, mejo­ran­do enor­me­men­te su sta­tus den­tro de la fami­lia y de la socie­dad. La obre­ra, por su orga­ni­za­ción sin­di­cal, adqui­ri­rá tam­bién una nue­va pre­sen­cia den­tro de la cla­se pro­le­ta­ria, esfor­zán­do­se por ele­var su capa­ci­dad pro­fe­sio­nal y téc­ni­ca y par­ti­ci­pan­do en las acti­vi­da­des polí­ti­cas y socia­les de la comunidad.

Pero la libe­ra­ción-de la mujer viet­na­mi­ta seguía enfren­tan­do los obs­tácu­los que per­ma­ne­cen en un país bási­ca­men­te agrí­co­la y atra­sa­do, emer­gen­te ape­nas del régi­men semi­feu­dal y colo­nial. Había que hacer efec­ti­vo el dere­cho de la mujer al tra­ba­jo, sacán­do­la de su igno­ran­cia tra­di­cio­nal y edu­cán­do­la para sus nue­vas tareas eco­nó­mi­cas, polí­ti­cas y sociales.

En 1959, un con­gre­so de la agru­pa­ción polí­ti­ca suce­so­ra del PCI, el Par­ti­do de los Tra­ba­ja­do­res de Viet­nam (PTV), acer­ca del tra­ba­jo polí­ti­co entre las muje­res, decla­ró que el pro­ble­ma de la libe­ra­ción feme­ni­na tenía que exa­mi­nar­se des­de la pers­pec­ti­va de la cla­se pro­le­ta­ria. La mujer for­ma­ba la par­te más explo­ta­da de la cla­se tra­ba­ja­do­ra, y por ello, ella era la pri­me­ra a la que se tenía que libe­rar­la eman­ci­pa­ción de la mujer debía pues ini­ciar­se den­tro de la cla­se pro­le­ta­ria, ya que la igual­dad de los sexos no se logrark real­men­te, sino has­ta que la mujer mis­ma toma­ra con­cien­cia de su nue­vo papel den­tro de la admi­nis­tra­ción del país y de la pro­duc­ción eco­nó­mi­ca. La revo­lu­ción ideo­ló­gi­ca fue así de pri­me­ra impor­tan­cia entre las muje­res para ayu­dar­las a adop­tar una posi­ción de cla­se con­cre­ta­ba par­ti­ci­par en la vida colec­ti­va y a libe­rar­se de las vie­jas ideas con­fu­cia­nas, abar­can­do por ello la pro­pa­gan­da polí­ti­ca prin­ci­pal­men­te a las muje­res obre­ras y campesinas.

Los decre­tos y las leyes debían por su par­te sen­tar las bases y las con­di­cio­nes para la apli­ca­bi­li­dad del prin­ci­pio de la igual­dad sexual. A fina­les de 1959, el Comi­té Cen­tral del PTV con­vo­có a un con­gre­so para estu­diar la ley sobre el matri­mo­nio y la fami­lia, pie­za cen­tral de esta nue­va legis­la­ción socialista. 

El Pre­si­den­te Ho Chi Minh se diri­gió a los con­gre­sis­tas con estas palabras:

«La ley sobre el Matri­mo­nio y la fami­lia que vamos a pre­sen­tar ante la Asam­blea Gene­ral es una revo­lu­ción, una par­te inte­gran­te de la revo­lu­ción socia­lis­ta. Es por ello que debe ser exa­mi­na­da des­de el pun­to de vis­ta de la cla­se pro­le­ta­ria. Con el pun­to de vis­ta feu­dal, o bur­gués o peque­ño bur­gués, uno no podría com­pren­der esta ley. Esta ley bus­ca la eman­ci­pa­ción de la mujer, es decir, la eman­ci­pa­ción de la mitad de la socie­dad. Es nece­sa­rio libe­rar a las muje­res, pero hace fal­ta tam­bién des­truir las ideo­lo­gías feu­da­les y bur­gue­sas den­tro del hom­bre. Res­pec­to a las muje­res mis­mas, ellas no deben espe­rar pasi­va­men­te los decre­tos del Gobierno o del Par­ti­do. Ellas deben luchar.

De la ela­bo­ra­ción a la pro­mul­ga­ción y apli­ca­ción de esta Ley, den­tro de la cam­pa­ña, el Par­ti­do debe ase­gu­rar su direc­ción, pues­to que es una revo­lu­ción. La direc­ción del Par­ti­do se mani­fies­ta en el ejem­plo de los cua­dros y de los miem­bros del Par­ti­do, y en la reso­lu­ción de apli­car­la en orga­ni­za­cio­nes como las de la Juven­tud, la Unión de Muje­res…».

La Ley sobre el Matri­mo­nio y la Fami­lia fue pro­mul­ga­da a prin­ci­pios de 1960. Está basa­da en cua­tro prin­ci­pios: la libre elec­ción de la pare­ja; el matri­mo­nio mono­gá­mi­co; la igual­dad de los sexos y la pro­tec­ción de los dere­chos de la mujer y el niño.

El régi­men de la fami­lia patriar­cal, con­sa­gra­do por el Códi­go de Hong Duc del siglo XV , había per­ma­ne­ci­do casi inal­te­ra­do has­ta los días de la revo­lu­ción nacio­nal. La tran­si­ción a una nue­va eta­pa his­tó­ri­ca, al socia­lis­mo, no podía hacer­se sin antes supe­rar las limi­ta­cio­nes que ata­ban a la mitad de la pobla­ción, impi­dién­do­le su par­ti­ci­pa­ción acti­va y cons­cien­te en el pro­ce­so. La ley sobre el Matri­mo­nio y la Fami­lia res­ti­tuía pues a la mujer viet­na­mi­ta, antes que nada, su dere­cho a la pro­pia feli­ci­dad, per­mi­tién­do­le esco­ger a su mari­do, vol­ver a casar­se en caso de viu­dez, asu­mir social­men­te las res­pon­sa­bi­li­da­des sobre sus hijos; prac­ti­car la igual­dad de dere­chos entre los espo­sos, ele­gir una pro­fe­sión y tra­ba­jar para ganar­se inde­pen­dien­te­men­te la vida.

Ade­más, salién­do­se de la tra­di­ción de otros par­ti­dos comu­nis­tas, la ley con­si­de­ra­ba que el tra­ba­jo domés­ti­co tenía un valor como labor socia­lis­ta. Así, reco­no­cía que el tra­ba­jo domés­ti­co de la espo­sa tenía una impor­tan­cia igual al tra­ba­jo del mari­do, y por lo tan­to debía ser con­ta­bi­li­za­do como equi­va­len­te al tra­ba­jo de pro­duc­ción. La ley pro­te­gía tam­bién a los hijos ile­gí­ti­mos que ante­rior­men­te eran recha­za­dos por la socie­dad, y per­mi­tía el divor­cio y el aborto.

La juven­tud y gran par­te de la pobla­ción aco­gie­ron gus­to­sa­men­te esta ley, pero su apli­ca­ción real encontró
nume­ro­sas difi­cul­ta­des, sobre todo en el cam­po, don­de toda­vía per­ma­ne­cían vigen­tes las vie­jas cos­tum­bres feu­da­les, mos­tran­do cla­ra­men­te el peso que la heren­cia del pasa­do tie­ne sobre los pro­ce­sos de tran­si­ción al socia­lis­mo en paí­ses con una lar­ga his­to­ria mile­na­ria, como Viet­nam y Chi­na. Muchas espo­sas seguían sien­do mal­tra­ta­das sin atre­ver­se a pre­sen­tir una que­ja; los cam­pe­si­nos seguían for­zan­do a sus hijas a con­traer matri­mo­nios pre­co­ces arre­gla­dos, y en gene­ral ‚el hom­bre con­fu­ciano acep­ta­ba de mala gana la pér­di­da de su supre­ma­cía fami­liar y la igual­dad con su mujer.

La Unión de Muje­res tuvo que lle­var a cabo una enor­me labor de pro­pa­gan­da para expli­car los cam­bios y los nue­vos valo­res y hacer efec­ti­vos los dere­chos de las muje­res. Nue­va­men­te, lo más urgen­te era la crea­ción de esta­ble­ci­mien­tos que ayu­da­ran a las muje­res a libe­rar­se de las tareas domés­ti­cas, base de su opre­sión fami­liar, ase­gu­rán­do­les así las con­di­cio­nes favo­ra­bles para que se dedi­ca­ran al estu­dio, la for­ma­ción pro­fe­sio­nal y el tra­ba­jo social pro­duc­ti­vo. La eco­no­mía nacio­nal, recién sali­da de dos gue­rras, no podía satis­fa­cer todas las nece­si­da­des del pue­blo. Por ello, se esti­mu­ló la crea­ción por par­te de las comu­ni­da­des de guar­de­rías, come­do­res popu­la­res, cla­ses para los niños peque­ños, etc., lo cual repre­sen­tó un ver­da­de­ro acon­te­ci­mien­to en la vida de los cam­pe­si­nos viet­na­mi­tas que se ini­cia­ban en la cam­pa­ña de colectivización.

Para fina­les de la déca­da 1960, el anal­fa­be­tis­mo había sido prác­ti­ca­men­te eli­mi­na­do en Viet­nam del Nor­te, y
muchas muje­res empe­za­ron a tomar cur­sos com­ple­men­ta­rios de edu­ca­ción pri­ma­ria y secun­da­ria, otor­ga­dos en un pri­mer momen­to por las cole­gia­las de las ciu­da­des que cum­plían, de esta mane­ra, con los nue­vos pro­gra­mas de la edu­ca­ción socia­lis­ta que com­bi­na el estu­dio con el trabajo.

La mujer viet­na­mi­ta logró pues afir­mar su nue­va per­so­na­li­dad fun­da­men­tal­men­te a tra­vés del tra­ba­jo y la
capa­ci­ta­ción, con­tri­bu­yen­do en for­ma efi­caz a la trans­for­ma­ción eco­nó­mi­ca de su país. Las cam­pe­si­nas, que cons­ti­tu­yen entre el 60 y el 90% de la fuer­za de tra­ba­jo agrí­co­la según las pro­vin­cias, y la par­te mayo­ri­ta­ria de la masa feme­ni­na, fue­ron por lo tan­to un fac­tor deter­mi­nan­te en la adop­ción del socia­lis­mo en el cam­po vietnamita.

El núme­ro de obre­ras, de emplea­das cali­fi­ca­das, de muje­res fun­cio­na­rías en las fábri­cas y los orga­nis­mos del
Esta­do se acre­cen­tó tam­bién rápi­da­men­te. En 1960, for­ma­ban el 20% del total. Las muje­res comen­za­ron asi­mis­mo a for­mar una par­te impor­tan­te de la pobla­ción estu­dian­til, aún en los nive­les supe­rio­res, Refor­zan­do los cua­dros cien­tí­fi­cos y téc­ni­cos nece­sa­rios para la cons­truc­ción del socia­lis­mo E l auge del movi­mien­to feme­nino y de la trans­for­ma­ción eco­nó­mi­ca, hicie­ron resur­gir las capa­ci­da­des de ges­tión y orga­ni­za­ción de la mujer así como la nece­si­dad abso­lu­ta de con­tar con su cola­bo­ra­ción en todos los aspec­tos de la vida nacional.

En sep­tiem­bre de 1960, el PTV cele­bró su III Con­gre­so Nacio­nal. La reso­lu­ción de dicho Con­gre­so con res­pec­to a las muje­res, esti­pu­la­ba que el Partido:

«… asu­me una gran res­pon­sa­bi­li­dad en cuan­to a su a su eman­ci­pa­ción y al flo­re­ci­mien­to de sus capa­ci­da­des en vis­ta de la edi­fi­ca­ción de la nue­va socie­dad. Es impor­tan­te hacer­las avan­zar des­de el pun­to de vis­ta ideo­ló­gi­co, ele­var su nivel polí­ti­co y cul­tu­ral, ayu­dar­las a ali­ge­rar un poco el far­do de las car­gas fami­lia­res a fin de que ellas pue­dan par­ti­ci­par en la pro­duc­ción y en las acti­vi­da­des socia­les. Es impor­tan­te uti­li­zar racio­nal­men­te su fuer­za de tra­ba­jo para poder así incre­men­tar con­ti­nua­men­te su papel den­tro de la pro­duc­ción y den­tro de la ges­tión del Esta­do. La Unión de Muje­res viet­na­mi­tas debe seguir agru­pan­do a las
muje­res de diver­sas capas socia­les, edu­cán­do­las y esti­mu­lán­do­las a con­tri­buir con su esfuer­zo a la obra revolucionaria»

Aho­ra bien, debe seña­lar­se que a pesar de todos los ade­lan­tos logra­dos en el movi­mien­to de eman­ci­pa­ción de la mujer, los ves­ti­gios del anti­guo orden seguían entor­pe­cien­do la incor­po­ra­ción ple­na de las viet­na­mi­tas a su socie­dad. El poten­cial revo­lu­cio­na­rio de las muje­res no esta­ba toda­vía com­ple­ta­men­te desa­rro­lla­do y con­ti­nua­ba impe­ran­do un menos­pre­cio hacia la mujer que se mani­fes­ta­ba de muy diver­sas mane­ras; mien­tras que su pre­sen­cia en los pues­tos de direc­ción seguía sien­do poco nume­ro­sa y gene­ral­men­te en posi­cio­nes secun­da­rias, sin corres­pon­der real­men­te a la impor­tan­cia de la con­tri­bu­ción feme­ni­na al tra­ba­jo productivo.

En 1961, la RDV ini­ció la edi­fi­ca­ción de las bases téc­ni­cas y mate­ria­les del socia­lis­mo con el pri­mer plan
esta­tal 1961 – 1965. Con este plan, se acen­tuó la pro­mo­ción de la mujer en la pro­duc­ción, dán­do­se espe­cial aten­ción a la for­ma­ción rápi­da de cua­dros feme­ni­nos y al mejo­ra­mien­to del nivel téc­ni­co y cul­tu­ral de las obre­ras y cam­pe­si­nas. Se le dio tam­bién prio­ri­dad a la mujer en las fun­cio­nes que se con­si­de­ra­ban más aptas para ellas, como la medi­ci­na, la edu­ca­ción, el comer­cio y la indus­tria lige­ra, prin­ci­pal­men­te la textil.

En cada orga­nis­mo, fábri­ca, empre­sa y coope­ra­ti­va se creó una comi­sión feme­ni­na encar­ga­da de hacer res­pe­tar los dere­chos de la mujer, apo­ya­da por la Unión de Mujeres.

Se amplió tam­bién la red de guar­de­rías y casas de cuna esta­ble­ci­das por el Esta­do, y se lle­va­ron a cabo cam­pa­ñas de pue­ri­cul­tu­ra y pla­ni­fi­ca­ción fami­liar. Por otra par­te, tam­bién se puso énfa­sis en la par­ti­ci­pa­ción de la mujer en la lucha por la reuni­fi­ca­ción nacio­nal lo cual requi­rió de otra labor de expli­ca­ción sobre las estre­chas ligas que exis­tían entre la defen­sa y cons­truc­ción del socia­lis­mo en el nor­te y la libe­ra­ción del sur. La prin­ci­pal con­tri­bu­ción de la mujer a esta lucha será el aumen­to con­ti­nuo de la producción.

El III Con­gre­so de la Unión de Muje­res lan­zó, en 1961, un lla­ma­do a las nor­viet­na­mi­tas, exhor­tán­do­las a ejer­cer su patrio­tis­mo y expan­dir sus capa­ci­da­des laten­tes en la edi­fi­ca­ción del socia­lis­mo, ya que median­te su par­ti­ci­pa­ción acti­va en la revo­lu­ción logra­rían su ver­da­de­ra eman­ci­pa­ción. Se ini­ció enton­ces un movi­mien­to de emu­la­ción para las muje­res, defi­ni­do por 5 obje­ti­vos, lla­ma­dos los «Cin­co Bue­nos»: buen tra­ba­jo; buen estu­dio; bue­na par­ti­ci­pa­ción en la ges­tión; bue­na obser­va­ción de las leyes y polí­ti­cas del Esta­do; bue­na con­duc­ta en socie­dad y en fami­lia y bue­na edu­ca­ción para los hijos.

Este movi­mien­to de los «Cin­co Bue­nos» esti­mu­la­ba a la mujer a cum­plir ple­na­men­te su deber de ciudadana,
asu­mien­do en pri­mer lugar su tra­ba­jo pro­duc­ti­vo, pero sin que esto impli­ca­ra que las viet­na­mi­tas deja­ran de ser «bue­nas» espo­sas y madres. Pue­de des­ta­car­se aquí, cómo la pro­ble­má­ti­ca de la mujer siem­pre vie­ne apa­re­ja­da a la de los niños y a la de fami­lia en gene­ral. En este sen­ti­do, la RDV siem­pre ha teni­do como una de sus polí­ti­cas socia­les bási­cas, la de pro­te­ger las ins­ti­tu­cio­nes del matri­mo­nio y de la fami­lia, mejo­ran­do el sta­tus de la mujer den­tro de ellas. Reco­no­ce ade­más que la mujer tie­ne carac­te­rís­ti­cas espe­cia­les y enfren­ta difi­cul­ta­des par­ti­cu­la­res, y por ello se pone gran aten­ción a su salud y a la edu­ca­ción de los niños por par­te del Estado.


La cons­truc­ción del socia­lis­mo abrió pues un amplio cam­po de acti­vi­da­des para la mujer, per­mi­tién­do­le un mayor acce­so a pues­tos de direc­ción, refle­jan­do así la nue­va igual­dad social den­tro de la socie­dad. Esto sig­ni­fi­ca­ba para los viet­na­mi­tas una ver­da­de­ra revo­lu­ción que tras­to­ca­ba el anti­guo orden social fun­da­do sobre la hege­mo­nía del hom­bre y la infe­rio­ri­dad de la mujer. Pero como aca­ba­mos de seña­lar, el nue­vo rol social de la mujer den­tro de la socie­dad socia­lis­ta no debe­ría entor­pe­cer sus fun­cio­nes de madre de fami­lia, sino que se le pide a la mujer viet­na­mi­ta que con­ci­lie sus nue­vas tareas con sus res­pon­sa­bi­li­da­des den­tro del hogar, sobre todo como edu­ca­do­ra de los hijos. Y como Viet­nam ha vivi­do duran­te varias déca­das una situa­ción de gue­rra casi per­ma­nen­te, han sido muchas las muje­res viet­na­mi­tas que han teni­do que afron­tar solas la doble res­pon­sa­bi­li­dad de la pro­duc­ción eco­nó­mi­ca para ali­men­tar al ejér­ci­to y a la pobla­ción, ocu­pán­do­se ade­más ente­ra­men­te de edu­car a los hijos, y de man­te­ner las tra­di­cio­nes familiares.

Res­pec­to a la fami­lia, debe seña­lar­se que en Viet­nam, a pesar de todos los cam­bios socio-eco­nó­mi­cos e ideo­ló­gi­cos intro­du­ci­dos por la revo­lu­ción socia­lis­ta, que efec­ti­va­men­te han con­du­ci­do a trans­for­ma­cio­nes pro­fun­das de muchas estruc­tu­ras antes vigen­tes, las ins­ti­tu­cio­nes socia­les fun­da­men­ta­les han mos­tra­do ser aque­llas don­de las vie­jas cos­tum­bres son más difí­ci­les de modi­fi­car. Es decir, en esen­cia, la fami­lia viet­na­mi­ta sigue sien­do muy tra­di­cio­nal y con­ser­va­do­ra, obs­ta­cu­li­zan­do de cier­ta mane­ra el desa­rro­llo que la mujer sí ha podi­do lograr en otros ámbi­tos, como el de la pro­duc­ción. La per­ma­nen­cia de un patrón de con­duc­ta rígi­do y puri­tano de tipo con­fu­ciano ha con­du­ci­do en Viet­nam a que cues­tio­nes como el de la sexua­li­dad no se haya resuel­to toda­vía den­tro de la nue­va socie­dad. En todo lo rela­cio­na­do al amor, el cor­te­jo, el sexo, la pare­ja, etc., a la mujer viet­na­mi­ta se le sigue exi­gien­do una acti­tud pru­den­te abne­ga­da sumi­sa y fiel.

Se le repri­me el mos­trar abier­ta­men­te su coque­te­ría, sin poder­se enton­ces maqui­llar ni usar ropas que se dis­tin­gan de las de los demás. Se cri­ti­can los noviaz­gos pre­ma­tu­ros las rela­cio­nes fue­ra del matri­mo­nio las madres sol­te­ras, y aun­que el abor­to es legal, éste prác­ti­ca­men­te sólo es acce­si­ble sin pro­ble­mas para las muje­res casa­das. Den­tro del hogar el padre sigue sien­do la auto­ri­dad máxi­ma aun­que debe reco­no­cer­se que los hom­bres viet­na­mi­tas cola­bo­ran bas­tan­te actual­men­te en las labo­res domés­ti­cas y el cui­da­do de los niños.

Asi­mis­mo, para la vigen­cia de la «gran fami­lia» que reúne bajo el mis­mo techo a abue­los, padres e hijos, tan­to por cues­tio­nes de tra­di­ción como de fal­ta de vivien­das, es toda­vía la mujer viet­na­mi­ta la que gene­ral­men­te tie­ne que dejar a sus parien­tes para irse a vivir con la fami­lia del espo­so. Otro fac­tor que segu­ra­men­te ha afec­ta­do la evo­lu­ción de una atmós­fe­ra fami­liar pro­fun­da­men­te dife­ren­te en Viet­nam del Nor­te, ha sido la con­ti­nua sepa­ra­ción, por lar­gos perio­dos, de los espo­sos, de los padres y los hijos, lo cual les ha impo­si­bi­li­ta­do adap­tar­se jun­tos a las nue­vas circunstancias.

Empe­ro, a pesar de todas las limi­ta­cio­nes que pue­dan toda­vía exis­tir, el pro­gre­so de la situa­ción de la mujer en Viet­nam ha sido noto­rio, espe­cial­men­te en el cam­po, don­de las muje­res for­man la gran mayo­ría del cam­pe­si­na­do. Las cam­pe­si­nas se adap­ta­ron sin gran­des difi­cul­ta­des al modo de vida socia­lis­ta gra­cias a la lar­ga tra­di­ción de vida comu­nal exis­ten­te en su país. Estas muje­res logra­ron incre­men­tar poco a poco la pro­duc­ción y las más des­ta­ca­das de entre ellas, lle­ga­ron a asu­mir pues­tos de direc­ción en coope­ra­ti­vas aldea­nas, en los con­se­jos popu­la­res; como jefas de los comi­tés de ins­pec­ción, de las bri­ga­das de pro­duc­ción, como cua­dros polí­ti­cos, etc., ayu­da­das por un espí­ri­tu pre­va­le­cien­te de ayu­da mutua y de res­pon­sa­bi­li­dad compartida.

Las muje­res jóve­nes fue­ron una fuer­za de cho­que impor­tan­te en la revo­lu­ción cien­tí­fi­co-tec­no­ló­gi­ca ini­cia­da en el cam­po de Viet­nam, al ser ellas las pri­me­ras en demos­trar a los cam­pe­si­nos vie­jos, hom­bres y mujeres,
que las jóve­nes tam­bién eran capa­ces de mane­jar el ara­do, las máqui­nas para irri­gar y pro­ce­sar el arroz, de apren­der nue­vas téc­ni­cas, lo cual mucha gen­te ponía en duda pues la mujer viet­na­mi­ta nun­ca antes se había avo­ca­do a estas tareas.

Pero la comu­na aldea­na incor­po­ró con difi­cul­ta­des al prin­ci­pio la alte­ra­ción de pape­les socia­les, pues aún cos­ta­ba tra­ba­jo acep­tar a las muje­res en los pues­tos de direc­ción. Estos cam­bios for­ma­ban par­te de la lucha de cla­ses en el plano ideo­ló­gi­co, ata­can­do direc­ta­men­te las vie­jas cos­tum­bres y creen­cias que habían fun­da­men­ta­do la socie­dad con­fu­cia­na. Pero el Esta­do y el PTV apo­ya­ron deci­di­da­men­te la revo­lu­ción cul­tu­ral, dan­do un gran res­pal­do a las muje­res y esti­mu­lan­do su supera­ción cul­tu­ral y pro­fe­sio­nal. Sin embar­go, para 1965, antes de que comen­za­ra la agre­sión esta­dou­ni­den­se no había podi­do lograr­se la capa­ci­ta­ción pla­nea­da de un 30% de cua­dros feme­ni­nos den­tro del Par­ti­do, debi­do a que toda­vía eran pocas las muje­res que se atre­vían a lan­zar­se abier­ta­men­te a una nue­va vida polí­ti­ca. Gra­dual­men­te, con la labor ejem­plar y hones­ta de las pri­me­ras muje­res diri­gen­tes, estas fue­ron acep­ta­das en pie de igual­dad con los hom­bres des­pués de haber demos­tra­do que las muje­res podían cum­plir satis­fac­to­ria­men­te con todas las labo­res que se les enco­men­da­ban.Y el mie­do de los hom­bres de que las muje­res aban­do­na­rían sus res­pon­sa­bi­li­da­des fami­lia­res y sus vir­tu­des feme­ni­nas, fue­ron tam­bién pau­la­ti­na­men­te des­apa­re­cien­do al rea­li­zar la mujer con efi­ca­cia sus nue­vas fun­cio­nes, pero man­te­nien­do su papel cen­tral en la fami­lia, así como sus valo­res tra­di­cio­na­les de fide­li­dad, amor patrio y sacri­fi­cio por el bien­es­tar fami­liar. La revo­lu­ción ideo­ló­gi­ca pro­mo­vió ade­más acti­va­men­te las nue­vas con­cep­cio­nes res­pec­to a la fami­lia, basa­das en la unión libre de las pare­jas, la igual­dad, el afec­to mutuo y la res­pon­sa­bi­li­dad com­par­ti­da entre los cón­yu­ges. Pero es la mujer viet­na­mi­ta la que avan­za en este sen­ti­do más rápi­da­men­te que el hom­bre, quien no que­ría aban­do­nar sus ideas patriarcales.

A par­tir de fina­les de 1964, la edi­fi­ca­ción pací­fi­ca del socia­lis­mo en la RDV tuvo que hacer fren­te a la situa­ción crea­da por los ata­ques nor­te­ame­ri­ca­nos, decre­tán­do­se enton­ces la movi­li­za­ción gene­ral de la pobla­ción para la defen­sa nacional.


Esta movi­li­za­ción béli­ca ayu­da­rá a ace­le­rar la par­ti­ci­pa­ción ínte­gra de la mujer en la socie­dad. Otra vez los

hom­bres par­ti­rán masi­va­men­te como sol­da­dos, mien­tras que el PTV pedi­rá aho­ra a las muje­res apo­yar a sus

hom­bres y lle­var a cabo con entu­sias­mo sus dos tareas prin­ci­pa­les: la pro­duc­ción y la defensa.

En mar­zo de 1965, la Unión de Muje­res lan­zó el movi­mien­to de las «Tres Tomas de Res­pon­sa­bi­li­dad», orga­ni­zan­do la movi­li­za­ción de la mujer para: rem­pla­zar al hom­bre en la pro­duc­ción y los ser­vi­cios; tomar la

direc­ción de los asun­tos fami­lia­res, alen­tan­do a los hom­bres a unir­se al ejér­ci­to y para sos­te­ner y ayu­dar en el combate.

La gue­rra exi­gió, por otra par­te, una redis­tri­bu­ción de las fuer­zas de pro­duc­ción y de defen­sa, y el desarrollo

ace­le­ra­do del ejér­ci­to, con las miles de bri­ga­das de jóve­nes volun­ta­rios que incor­po­ra­ron a la mayor par­te de la juven­tud. Esto per­mi­tió a una nue­va gene­ra­ción de muje­res entre­nar­se en los pues­tos de direc­ción eco­nó­mi­ca y admi­nis­tra­ti­va. Ade­más, las muje­res toma­ron el lugar de los hom­bres en todos los sec­to­res de la pro­duc­ción, inclu­so en los con­si­de­ra­dos como duros y difí­ci­les, tales como la cons­truc­ción, el trans­por­te, las obras de irri­ga­ción, etc., depen­dien­do asi­mis­mo ente­ra­men­te de ellas duran­te los años de la gue­rra, la pro­duc­ción agrícola.

Obre­ras y cam­pe­si­nas asu­mie­ron tam­bién valien­te­men­te la defen­sa de sus uni­da­des de pro­duc­ción, par­ti­ci­pan­do acti­va­men­te en la lucha y man­te­nien­do en pie la eco­no­mía nacio­nal, a pesar de las difi­cul­ta­des impues­tas por la eva­cua­ción de cien­tos de cen­tros de tra­ba­jo y estu­dio de las ciu­da­des al cam­po. Las muje­res repre­sen­ta­ban ya enton­ces el 60% del per­so­nal sani­ta­rio y 52% del edu­ca­ti­vo, encar­gán­do­se fun­da­men­tal­men­te de estos ser­vi­cios en esta épo­ca. Las obre­ras cons­ti­tuían el 32 % de los cua­dros cali­fi­ca­dos, con­tri­bu­yen­do a man­te­ner la cons­truc­ción del socia­lis­mo, sobre todo en la indus­tria lige­ra. Y se favo­re­ció más la entra­da de la mujer a todas las pro­fe­sio­nes, inclu­yen­do inge­nie­ría, mate­má­ti­cas, etc., antes con­si­de­ra­das como poco favo­ra­bles para la mujer.


Así pues, las prin­ci­pa­les tareas de la reta­guar­dia duran­te la gue­rra, como la pro­duc­ción, ser­vi­cios, salud, ense­ñan­za, etc., fue­ron mayo­ri­ta­ria­men­te rea­li­za­das por las muje­res, sin dejar por ello de con­tri­buir a la defen­sa arma­da, revi­vien­do una vez más las tra­di­cio­nes de heroís­mo y resis­ten­cia de las muje­res combatientes.


La his­to­ria de Viet­nam nun­ca había vis­to sur­gir tan­tas heroí­nas como en esta lucha con­tra los nor­te­ame­ri­ca­nos, en la que las muje­res del nor­te y del sur tuvie­ron que hacer fren­te a un enemi­go suma­men­te poderoso.

Le Duan, Secre­ta­rio Gene­ral del PTV decla­ró así en 1971 que:

«Las muje­res viet­na­mi­tas asu­men no sola­men­te sus tareas fami­lia­res sino que ellas par­ti­ci­pan asi­mis­mo en la lucha por la sal­va­ción nacio­nal … En Viet­nam, no están sola­men­te los hom­bres para defen­der a la Patria: las muje­res tam­bién toman par­te en esta lucha. Por ello, decir que la mujer viet­na­mi­ta jue­ga el papel de pilar de la nación, es una apre­cia­ción jus­ta a todo lo lar­go de nues­tra his­to­ria, des­de los pri­me­ros tiem­pos has­ta nues­tros días»


El movi­mien­to de las «Tres Tomas de Res­pon­sa­bi­li­dad» mejo­ró pues la edu­ca­ción polí­ti­ca de la mujer así como su entre­na­mien­to para lle­var a la prác­ti­ca correc­ta­men­te su nue­va fun­ción de pro­duc­to­ra, abar­can­do a todas las muje­res y ayu­dán­do­las a des­ha­cer­se de los resa­bios del con­fu­cia­nis­mo, ya que la gue­rra hizo resal­tar aún más la nece­si­dad vital de con­tar con ia par­ti­ci­pa­ción de las muje­res en la defen­sa de la cons­truc­ción de la nación.


La mujer había rele­va­do al hom­bre en todos los cam­pos: agrí­co­la, indus­trial, cien­tí­fi­co, téc­ni­co y admi­nis­tra­ti­vo, no sin encon­trar pro­ble­mas deri­va­dos de su edu­ca­ción toda­vía insu­fi­cien­te. Pero el movi­mien­to de las tres res­pon­sa­bi­li­da­des creó escue­las para ace­le­rar el entre­na­mien­to de cua­dros feme­ni­nos en todas las áreas. Asi­mis­mo, las muje­res logra­ron cum­plir exi­to­sa­men­te todas las nue­vas tareas, no obs­tan­te la difi­cul­tad que impli­ca­ba el tener que enfren­tar solas las labo­res de pro­duc­ción y del hogar, sin poder con­tar con la cola­bo­ra­ción de sus mari­dos y otros parien­tes. La fuer­za de tra­ba­jo feme­ni­na para la déca­da 1960, era ya de 5 millo­nes, y su con­tri­bu­ción al pro­gre­so eco­nó­mi­co res­pal­dó el mejo­ra­mien­to sen­si­ble de su posi­ción social.


La esca­la­da de la gue­rra ace­le­ró tam­bién la crea­ción de ser­vi­cios como escue­las, guar­de­rías y come­do­res popu­la­res que per­mi­tie­ron a la mujer libe­rar­se de muchas tareas domés­ti­cas; y pro­pi­ció la exten­sión de los ser­vi­cios médi­cos así como la divul­ga­ción de la pla­nea­ción fami­liar, cuya meta actual es, que cada fami­lia viet­na­mi­ta ten­ga un máxi­mo de dos niños, para que éstos pue­dan reci­bir la aten­ción y edu­ca­ción más apropiada.

Sin embar­go, pue­de decir­se que las viet­na­mi­tas no son aún las ver­da­de­ras «due­ñas» del país, pues a pesar del gran núme­ro de muje­res que ocu­pan ya pues­tos direc­ti­vos en el sec­tor pro­duc­ti­vo, toda­vía la mayo­ría acce­de úni­ca­men­te a pues­tos de segun­da impor­tan­cia. La par­ti­ci­pa­ción de la mujer es así prio­ri­ta­ria en aque­llas acti­vi­da­des cul­tu­ra­les y socia­les como la salud y la edu­ca­ción, en la agri­cul­tu­ra y la indus­tria lige­ra, don­de se con­si­de­ra que la mujer pue­de desa­rro­llar mejor sus poten­cia­li­da­des. La per­sis­ten­cia de ideas con­fu­cia­nas, que toda­vía se nie­gan a acep­tar la com­ple­ta igual­dad de la mujer, se mani­fies­ta en su pre­sen­cia míni­ma o nula en los altos pues­tos de direc­ción del Esta­do y del Par­ti­do y de la ges­tión esta­tal de la eco­no­mía, al igual que en la toma de deci­sio­nes polí­ti­co­mi­li­ta­res estra­té­gi­cas. Pero esta rela­ti­va infe­rio­ri­dad no podrá supe­rar­se ple­na­men­te has­ta que la mujer no ele­ve fun­da­men­tal­men­te su edu­ca­ción superior.

La vic­to­ria final de Viet­nam, en 1975, se debió pues en gran par­te a la inva­lua­ble coope­ra­ción apor­ta­da por sus muje­res duran­te los lar­gos y difí­ci­les años de la gue­rra. Sin duda algu­na, las viet­na­mi­tas con­tem­po­rá­neas se ins­pi­ra­ron en la lar­ga tra­di­ción de lucha y tra­ba­jo de sus ante­ce­so­ras, quie­nes varias veces antes en la his­to­ria habían teni­do que enfren­tar a un inva­sor extran­je­ro y ocu­par­se com­ple­ta­men­te de las labo­res agrí­co­las y domés­ti­cas, toman­do ade­más las armas para defen­der sus aldeas. Con la reuni­fi­ca­ción, Viet­nam entra a una nue­va eta­pa, en la que todo el país es ya socia­lis­ta e inde­pen­dien­te, abrien­do mejo­res pers­pec­ti­vas para el desa­rro­llo inte­gral de su socie­dad y su eco­no­mía, lo cual segu­ra­men­te esti­mu­la­rá en el futu­ro la cre­cien­te par­ti­ci­pa­ción de la mujer en todos los aspec­tos de la vida nacional.

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