Después de haberles forzado a dar explicaciones, las autoridades españolas y los cuerpos de seguridad fronterizos de Ceuta, han admitido el uso de material antidisturbios, balas de goma, balas de fogueo y gases, contra un grupo de inmigrantes. Según sus declaraciones, por mostrar actitudes violentas.
Claro. Gente que huye de sus países por la hambruna, falta de perspectivas o por persecuciones políticas y situaciones de guerra, de esa guerra que igual se realiza con sofisticadas armas que te matan a distancia o aquellas otras afiladas que cercenan miembros hasta dejar los cuerpos irreconocibles y las almas solitarias, vagando sobre todas nuestras conciencias. Gente que se desplaza miles de kilómetros buscando una oportunidad para vivir. Gente a la que les llegan los ecos de una sociedad opulenta, que aún en la peor de las coyunturas económicas, políticas y sociales, gozan de grifos para el agua, incluso la caliente, de televisiones de plasma, de una cierta libertad para decir lo que les venga en gana o reunirse para luchar contra los desafíos de las dictaduras europeas, que fingen ser democracias. Comparados estos páramos sociales con la agreste desdicha absoluta de su vida, les parecen un edén. El edén que proclamamos mediante las novedosas y pudientes marcas internacionales, las empresariales y las nacionales, como Coca Cola o España o Endesa, todas esas que proclaman a los cuatro vientos que son el sostén y la proa del progreso, aunque tal progreso sólo beneficie a cuatro canallas.
Debe ser por eso, por la acumulación de kilómetros de huída, por el anhelo de encontrar paz y sustento, que una vez enfrentados a una sofisticada centuria de hombres bien pertrechados, con órdenes precisas de impedir un solo paso adelante, a un palmo de su sueño, estos parias, tal vez extremistas simulados e itinerantes, como pocos, se muestran “especialmente violentos”. Yo quisiera ver a nuestro religioso ministro del interior, huyendo de cualquier situación de vida o muerte, después de atravesar desiertos, poblados y ciudades, asediado por el frío, el calor, el hambre y la necesidad. Cargado de titulaciones académicas, sabiendo que deja atrás mujer, hijos, padres y ancestros, corriendo hasta dejar los pulmones exhaustos sobre la arena de la playa, a unos centímetros de la costa española. Pidiendo, por caridad teresiana que, puesto que lo necesita perentoriamente, lo dejen pasar. A esos rígidos cumplidores de la ley, vestidos de kevlar.
Pero no les basta con la agresión física. Ponen puertas al campo, verjas cada día más altas, trampas desgarradoras y cortantes, cámaras de infrarrojos infrahumanas, cornetín y visera. Déjalos que lleguen sin fuerzas, acalambrados sus músculos, que ya si eso con las balas de goma y todo aquello de que dispongamos, les daremos el último empujón.
De momento trece personas de piel oscura y deshidratada no dirán ni mu. Ya no se trata de negarles auxilio, sino de hundirlos en la mar hasta que exhalen la última bocanada de esperanza. Luego aparecen como delfines varados, entre rocas, alambradas y arena y llegan los golpes de pecho de toda una sociedad que permite con su voto y su actitud que gente de esta calaña nos guíe. Marca España. Vergonzosa, asesina, Marca Apéndice Europeo, ya saben… la del rapto, la deseada, la carolingia Europa de la que tanto nos podemos sentir orgullosos.
Si a Dios no se le vio el pelo en Auschwitz, en las playas ceutíes el brazo incorrupto de Santa Teresa bien que tiraba de gatillo. A los supervivientes esto no les interesa. Lo que desesperadamente quieren es llegar. Y llegarán. Pasarán sobre las cuchillas aceradas, sobre las arenas y las aguas. Sobre nuestras menguantes conciencias las mujeres y los hombres necesitados llegarán y lucharan por su futuro más que nosotros, mejor y con dignidad. La humanidad dicen que llegó desde el Sur, tendremos que aprender a apretar los dientes como ellos si queremos llegar a alguna parte, a dignificar con la lucha este anfiteatro con forma de parlamento y actos dictatoriales.
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