La Revolución de octubre significó un avance sin precedentes en la lucha por la emancipación de la mujer. En la Rusia zarista las mujeres eran una propiedad del hombre, del marido o del padre. Los matrimonios solían ser concertados, y una vez casada la mujer dejaba de pertenecer al padre para ser una posesión del marido. La mujer era invisible en la vida pública, al igual que sucedía en toda Europa.
La Revolución de Octubre abrió la posibilidad a avances sociales y con mayor o menor éxito, sí que se intentó establecer una igualdad efectiva entre hombres y mujeres. Mención especial merece Aleksandra Kollontai, quien al frente del Comisariado para la Asistencia pública, se encargó de ejecutar las leyes del nuevo régimen y que supusieron un avance.
Aleksandra Kollontai, feminista y revolucionaria |
Desde el siglo XXI nos pueden parecer medidas muy corrientes, pero en 1917 estas medidas fueron pioneras a nivel mundial, abriendo el camino a conquistas en otros países. Destacan leyes como el establecimiento de igual salario por igual trabajo, algo revolucionario en la época. Se estableció un permiso retribuido por maternidad y embarazo, se estableció el matrimonio civil (hasta entonces sólo tenía validez el matrimonio ante la iglesia), se estableció el procedimiento de divorcio, se acaba con la distinción legal entre hijos legítimos e ilegítimos, se establecieron jardines de infancia y comedores, se permitieron días de descanso mensuales para las mujeres, y se legalizó por primera vez en el mundo el derecho al aborto, que se realizaba en los hospitales de forma gratuita.
Antes de la revolución, casi nueve de cada diez mujeres era analfabeta. El gobierno de Lenin entendió la alfabetización como una condición prioritaria para la emancipación de la mujer. El aula, hasta entonces reservada a los varones, se abría a las chicas.
La incorporación de las mujeres al mundo laboral se produjo en todos los sectores. A lo largo de la época soviética, hubo retrocesos y adelantos en lo que se refiere a estas medidas. La invasión nazi de 1941, fue repelida por los pueblos soviéticos, en donde las mujeres jugaron un papel fundamental, demostrando al mundo que también en el campo militar son igual de valiosas que los hombres.
En la década de los 70, ya había un mayor número de mujeres en la economía productiva que de hombres. El 70% de mujeres trabajaba en el sector industrial, desempeñando funciones cualificadas, lo que demuestra un gran avance en la lucha por acabar con la división sexual del trabajo. Un 10% de las empresas soviéticas en 1970 eran dirigidas por mujeres, un porcentaje bajo para lo deseado pero que aún en 2014 no ha sido superado.
La insercción de las mujeres al mundo laboral se produjo en todos los sectores. El 68% del personal médico o el 72% del profesorado era femenino. A nivel educativo, ser mujer dejó de ser un obstáculo. De cada 10 alumnos de educación superior, 6 eran mujeres.
Con mayor o menor éxito, se intentó que las mujeres formaran parte de los espacios públicos de decisión. A nivel político las mujeres suponían un 50% de los soviets locales, un 40% en los soviets de Repúblicas y un 32% en el Soviet Supremo de la URSS. El 37% de los jueces populares elegidos eran mujeres, mientras que en los tribunales populares suponían un 55%.
Si bien se podrían haber conseguido mejores resultados en la igualdad efectiva entre sexos, no hay que olvidar que la URSS supuso un ejemplo importante y un espejo en el que fijarse para los avances en otros países. Siempre fue una tarea prioritaria para el Estado soviético acabar con la discriminación de la mujer.