Publicamos este artículo del año 2001 por su importancia y porque es de total actualidad; además, ya que publicaremos todo lo que el autor ha escrito, o pueda escribir, sobre el tema, consideramos interesante saber lo que dice al respecto en cada momento. (Nota de Boltxe.)
Los acontecimientos acaecidos a raíz de la invasión del gaztetxe de Gasteiz por la policía regionalista y la prohibición posterior de la manifestación de protesta por semejante comportamiento, aun siendo muy graves por cuanto muestran crudamente la verdadera situación que padece la juventud vasca, aún así, son sólo las puntas del iceberg del pavoroso poder adulto que asfixia a los jóvenes. Del mismo modo, el que estos hechos aparentemente coincidan con las felicitaciones públicas del poder español a esta policía no es en modo alguno una casualidad. Ambos, represión interna y aplausos extranjeros, pertenecen al funcionamiento normal del poder adulto, es decir, del poder global que las personas mayores ejercen contra la infancia y la juventud. Digo bien: contra. Es decir, el poder adulto actúa contra la enorme potencialidad creativa, emancipadora y crítica que palpita y late embrionariamente en la transitoria fase juvenil de la especie humana. Oficialmente, los órdenes y sistemas familiares, religiosos, educativos, sanitarios, formación profesional, universitarios, etc., tienen la función de preparar a la adolescencia para su inserción en la sociedad adulta. Prácticamente, intervienen desde el primer día de vida, e incluso antes por cuanto el contexto social influye en la persona no nata mediante el estado psicosomático de la madre, para cortar de cuajo todo posible surgimiento de una personalidad revolucionaria.
El poder adulto no es en modo alguno neutral. No existe ni puede existir nunca ningún poder neutral, y menos cuando su función estratégica es la de asegurar, por un lado, la creación industrial y en serie de robots llamados «humanos», y, por otro lado, condenar a la marginación, represión directa o indirecta mediante el orden psiquiátrico, a las mercancías defectuosas, a los robots fallidos, o sea, a la juventud crítica que ha logrado sobrevivir al proceso de producción capitalista de estructuras psíquicas alienadas, las premiadas con el sello de calidad de adultas. La importancia estratégica del poder adulto para la burguesía radica precisamente en lo vital de su función y por ello mismo, por sus profundas conexiones con la opresión humana y su alienación, tiene una irrompible simbiosis con el sistema patriarcal. Mientras que otros poderes más o menos pequeños, visibles o invisibles funcionan en sus áreas concretas, desde las disciplinas y castigos inherentes a la explotación salarial hasta las industrias de la imposición dictatorial del consumismo compulsivo, pasando por las industrias político-mediáticas, etc., en una interrelación que no podemos analizar aquí, el poder adulto, y con él el patriarcal, interviene masiva y estructuralmente sobre la totalidad de la especie humana que se encuentra en su fase de formación personal, e incluso, y esto es muy importante, después de su fabricación como robot para mantener y reciclar su capacidad productiva y su programación sadomasoquista, cruel con los de abajo y obediente con el de arriba.
La fuerza temible del poder adulto nace tanto del poder delegado que le otorga la burguesía como del egoísmo inherente al sistema patriarco-familiar, egoísmo consustancial al proceso entero que va desde la preparación del matrimonio hasta el reparto de la reducida herencia familiar. Aunque los padres no sean conscientes subjetivamente de su egoísmo en la inmensa mayoría de los casos, éste existe objetivamente porque responde a la ciega lógica del beneficio capitalista, lógica grabada a fuego en la estructura psíquica alienada de las masas trabajadoras. Ambas razones, que nos remiten al proceso histórico de formación y expansión capitalista, se refuerzan en la práctica mediante múltiples instancias que lubrican y refuerzan el proceso entero de producción de obediencia, sumisión e infelicidad humana. En este contexto objetivo, el egoísmo subjetivo del poder adulto aparece como una implacable y totalitaria trituradora de la mínima veleidad no ya de potenciar la libertad práctica y autoorganizada de la juventud, sino ni siquiera de respetar pasivamente su derecho a la libre información, que es lo mínimo. La razón hay que buscarla en un hecho muy simple cual es el que en la inmensa mayoría de los casos, los hijos y sobre todo las hijas, se tienen, se educan y se usan para aumentar el capital simbólico-material -«salud, dinero y amor»- familiar. Cuando, por lo que sea, la hija y/o el hijo se revelan contra semejante ataque a la autodeterminación humana, se activan inmediatamente todos los instrumentos de presión económica, chantaje afectivo y emocional, amenaza de expulsión y hasta violencia familiar. El poder adulto no permite emancipaciones y a lo sumo tolera con disgusto los famosos «pecados de juventud».
En determinadas circunstancias históricas, el poder adulto sufre debilidades internas provenientes de la crisis estructural del sistema dominante. En Euskal Herria, estas debilidades tienen su origen sobre todo en el ahondamiento de la deslegitimación y rechazo de la dominación española y francesa, poderes decisivos para el triunfo económico, político, militar y cultural del capitalismo. Brevemente expuesto, esto explica la continua y creciente insurgencia de juventud vasca autodeterminada en su vida personal e independiente en su quehacer político. Contra semejante tendencia histórica ascendente, el poder adulto no hace diferencias entre regionalismo y galo-españolismo, sino que busca los intereses clasistas y patriarcales comunes a ambos. Recordemos que desde finales de la década de 1980, el gobiernillo vascongado multiplicó las presiones contra la juventud, mejorando la estrategia elaborada por el gobierno del PSOE en Madrid desde finales de 1982. Podríamos seguir puntualmente el aumento en intensidad y en extensión tanto de las relaciones entre el poder adulto y los restante poderes en su ataque a la juventud vasca como, ya específicamente, el reforzamiento del poder adulto desde el poder político para lograr que los padres se movilicen en la cotidianeidad familiar contra la juventud en general, sobre todo contra la abertzale. Mucho más cuando esa juventud se ha emancipado en algo tan insoportable al poder adulto como es el lugar de vida y trabajo, información y contrastación, debate y pensamiento crítico, teoría y práctica, afectividad y sexualidad, y, no lo olvidemos, cuando encima ese lugar es una conquista material sobre el irracional e inhumano derecho burgués a su propiedad privada de edificios, casas, instalaciones, es decir, sobre uno de los dogmas sacrosantos de la civilización burguesa.
Las bases e intereses comunes ‑adultos, patriarcales y burgueses- al regionalismo y a las potencias extranjeras están, por tanto, en la raíz de la invasión del gaztetxe gasteiztarra. El que se haya producido en un ayuntamiento por ahora bajo alcaldía española es un factor secundario porque agresiones así se han producido en otros muchos sitios con alcaldías regionalistas. Lo esencial y definitorio es la identidad sustantiva entre el poder adulto y el poder global. También es esta identidad la que nos explica la ferocidad represiva. Desde antiguo y mucho más desde que la crítica teórica izquierdista integra partes del psicoanálisis, de la psicología y de la psiquiatría, se sabe que suelen existir tendencias autoritarias y dependencias psicológicas hacia el poder más o menos desarrolladas entre las fuerzas represivas. Es tal la brutalidad creciente de las múltiples policías en todo el mundo para contener los efectos sociales de la desestructuración del capitalismo mundial, que sus departamentos de propaganda e imagen gastan sumas inmensas en campañas mentirosas, especialmente en la televisión. También en EITB.
Iñaki Gil de San Vicente
Los acontecimientos acaecidos a raíz de la invasión del gaztetxe de Gasteiz por la policía regionalista y la prohibición posterior de la manifestación de protesta por semejante comportamiento, aun siendo muy graves por cuanto muestran crudamente la verdadera situación que padece la juventud vasca, aún así, son sólo las puntas del iceberg del pavoroso poder adulto que asfixia a los jóvenes. Del mismo modo, el que estos hechos aparentemente coincidan con las felicitaciones públicas del poder español a esta policía no es en modo alguno una casualidad. Ambos, represión interna y aplausos extranjeros, pertenecen al funcionamiento normal del poder adulto, es decir, del poder global que las personas mayores ejercen contra la infancia y la juventud. Digo bien: contra. Es decir, el poder adulto actúa contra la enorme potencialidad creativa, emancipadora y crítica que palpita y late embrionariamente en la transitoria fase juvenil de la especie humana. Oficialmente, los órdenes y sistemas familiares, religiosos, educativos, sanitarios, formación profesional, universitarios, etc., tienen la función de preparar a la adolescencia para su inserción en la sociedad adulta. Prácticamente, intervienen desde el primer día de vida, e incluso antes por cuanto el contexto social influye en la persona no nata mediante el estado psicosomático de la madre, para cortar de cuajo todo posible surgimiento de una personalidad revolucionaria.
El poder adulto no es en modo alguno neutral. No existe ni puede existir nunca ningún poder neutral, y menos cuando su función estratégica es la de asegurar, por un lado, la creación industrial y en serie de robots llamados «humanos», y, por otro lado, condenar a la marginación, represión directa o indirecta mediante el orden psiquiátrico, a las mercancías defectuosas, a los robots fallidos, o sea, a la juventud crítica que ha logrado sobrevivir al proceso de producción capitalista de estructuras psíquicas alienadas, las premiadas con el sello de calidad de adultas. La importancia estratégica del poder adulto para la burguesía radica precisamente en lo vital de su función y por ello mismo, por sus profundas conexiones con la opresión humana y su alienación, tiene una irrompible simbiosis con el sistema patriarcal. Mientras que otros poderes más o menos pequeños, visibles o invisibles funcionan en sus áreas concretas, desde las disciplinas y castigos inherentes a la explotación salarial hasta las industrias de la imposición dictatorial del consumismo compulsivo, pasando por las industrias político-mediáticas, etc., en una interrelación que no podemos analizar aquí, el poder adulto, y con él el patriarcal, interviene masiva y estructuralmente sobre la totalidad de la especie humana que se encuentra en su fase de formación personal, e incluso, y esto es muy importante, después de su fabricación como robot para mantener y reciclar su capacidad productiva y su programación sadomasoquista, cruel con los de abajo y obediente con el de arriba.
La fuerza temible del poder adulto nace tanto del poder delegado que le otorga la burguesía como del egoísmo inherente al sistema patriarco-familiar, egoísmo consustancial al proceso entero que va desde la preparación del matrimonio hasta el reparto de la reducida herencia familiar. Aunque los padres no sean conscientes subjetivamente de su egoísmo en la inmensa mayoría de los casos, éste existe objetivamente porque responde a la ciega lógica del beneficio capitalista, lógica grabada a fuego en la estructura psíquica alienada de las masas trabajadoras. Ambas razones, que nos remiten al proceso histórico de formación y expansión capitalista, se refuerzan en la práctica mediante múltiples instancias que lubrican y refuerzan el proceso entero de producción de obediencia, sumisión e infelicidad humana. En este contexto objetivo, el egoísmo subjetivo del poder adulto aparece como una implacable y totalitaria trituradora de la mínima veleidad no ya de potenciar la libertad práctica y autoorganizada de la juventud, sino ni siquiera de respetar pasivamente su derecho a la libre información, que es lo mínimo. La razón hay que buscarla en un hecho muy simple cual es el que en la inmensa mayoría de los casos, los hijos y sobre todo las hijas, se tienen, se educan y se usan para aumentar el capital simbólico-material -«salud, dinero y amor»- familiar. Cuando, por lo que sea, la hija y/o el hijo se revelan contra semejante ataque a la autodeterminación humana, se activan inmediatamente todos los instrumentos de presión económica, chantaje afectivo y emocional, amenaza de expulsión y hasta violencia familiar. El poder adulto no permite emancipaciones y a lo sumo tolera con disgusto los famosos «pecados de juventud».
En determinadas circunstancias históricas, el poder adulto sufre debilidades internas provenientes de la crisis estructural del sistema dominante. En Euskal Herria, estas debilidades tienen su origen sobre todo en el ahondamiento de la deslegitimación y rechazo de la dominación española y francesa, poderes decisivos para el triunfo económico, político, militar y cultural del capitalismo. Brevemente expuesto, esto explica la continua y creciente insurgencia de juventud vasca autodeterminada en su vida personal e independiente en su quehacer político. Contra semejante tendencia histórica ascendente, el poder adulto no hace diferencias entre regionalismo y galo-españolismo, sino que busca los intereses clasistas y patriarcales comunes a ambos. Recordemos que desde finales de la década de 1980, el gobiernillo vascongado multiplicó las presiones contra la juventud, mejorando la estrategia elaborada por el gobierno del PSOE en Madrid desde finales de 1982. Podríamos seguir puntualmente el aumento en intensidad y en extensión tanto de las relaciones entre el poder adulto y los restante poderes en su ataque a la juventud vasca como, ya específicamente, el reforzamiento del poder adulto desde el poder político para lograr que los padres se movilicen en la cotidianeidad familiar contra la juventud en general, sobre todo contra la abertzale. Mucho más cuando esa juventud se ha emancipado en algo tan insoportable al poder adulto como es el lugar de vida y trabajo, información y contrastación, debate y pensamiento crítico, teoría y práctica, afectividad y sexualidad, y, no lo olvidemos, cuando encima ese lugar es una conquista material sobre el irracional e inhumano derecho burgués a su propiedad privada de edificios, casas, instalaciones, es decir, sobre uno de los dogmas sacrosantos de la civilización burguesa.
Las bases e intereses comunes ‑adultos, patriarcales y burgueses- al regionalismo y a las potencias extranjeras están, por tanto, en la raíz de la invasión del gaztetxe gasteiztarra. El que se haya producido en un ayuntamiento por ahora bajo alcaldía española es un factor secundario porque agresiones así se han producido en otros muchos sitios con alcaldías regionalistas. Lo esencial y definitorio es la identidad sustantiva entre el poder adulto y el poder global. También es esta identidad la que nos explica la ferocidad represiva. Desde antiguo y mucho más desde que la crítica teórica izquierdista integra partes del psicoanálisis, de la psicología y de la psiquiatría, se sabe que suelen existir tendencias autoritarias y dependencias psicológicas hacia el poder más o menos desarrolladas entre las fuerzas represivas. Es tal la brutalidad creciente de las múltiples policías en todo el mundo para contener los efectos sociales de la desestructuración del capitalismo mundial, que sus departamentos de propaganda e imagen gastan sumas inmensas en campañas mentirosas, especialmente en la televisión. También en EITB.
Iñaki Gil de San Vicente