Desde que surgieron las llamadas “primaveras” en algunos países árabes, denominadas por los grandes medios de comunicación como revoluciones ‑aunque distan de serlo a pesar de las protestas masivas generadas mediante convocatorias por mensajes de texto de los teléfonos móviles‑, siempre tuvimos la sospecha de que se trataba de construcciones intervencionistas de las potencias imperiales para mantener bajo control las insatisfacciones de los pueblos en naciones proclives a cambios sociales.
El término “primavera” parecería surgido de la casualidad, pero se remonta a los años 60 del siglo pasado, en momentos muy álgidos de la Guerra Fría, cuando Estados Unidos buscaba, tal como lo consiguió eventualmente, socavar la base del campo socialista de Europa oriental que produjo el colapso de la Unión Soviética.
Al surgir la unipolaridad mundial, con la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) como único cuerpo militar multinacional en Europa con la desaparición del Pacto de Varsovia establecido por la Unión Soviética y sus aliados, muchos avizoraron la posibilidad de que se desmontaran las maquinarias de las guerras imperiales. Esto no pasó de ser falsas ilusiones, frase que bien sirve de título para un bolero.
La conspiración contra las naciones se extendió de modo asombroso por todo el planeta para desmontar en lo posible el mayor número de estructuras político-económicas al margen del control imperialista occidental.
En el continente americano se mantuvo intacto el armazón de la Guerra Fría contra una pequeña nación que desde el 1 de enero de 1959 emergió como faro para el mundo: la República de Cuba.
Al quedar disuelta la Unión Soviética en 1991 ‑una posibilidad que el líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro, anticipó dos años antes, el 26 de julio de 1989‑, se inició un conteo mediático permanente, una apuesta al fin del proceso socialista cubano para restablecer el capitalismo salvaje.
Se trataba, con sus variantes, de aquella frase de principios de la década de 1960 que, como sonsonete, anticipaba la caída de Fidel Castro, lo que incluyó cientos de intentos para asesinarlo por parte de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos.
Pues bien, 55 años después del triunfo de la Revolución cubana y 53 de haber proclamado su carácter socialista, Washington ha montado un operativo ilegal a través de la siempre sospechosa Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid, siglas en inglés), que bajo el ropaje de asistencia a los países emergentes socava la soberanía de los pueblos al emplear gran parte de los 20 mil millones de dólares de su presupuesto en programas desestabilizadores de naciones.
Este es el caso del llamado ZunZuneo, una especie de Twitter creado expresamente para descarrilar la Revolución cubana. Este mecanismo evidencia cómo Estados Unidos no abandona su política de destruir aquellos procesos políticos que no respondan a sus designios.
Este monstruo del que nos habló temprano José Martí, apóstol de la independencia de Cuba, no se detiene en sus deseos de torcer la voluntad de los pueblos, como tantas veces hemos visto en América Latina, con sus interminables noches de oprobio producto de los golpes de Estado elaborados en Washington.
Una investigación periodística de la agencia The Associated Press (AP) ha sacado a la luz el operativo montado con esta red social para intentar engañar a la juventud cubana mediante mensajes de apariencia inofensiva en principio, utilizando empresas mercenarias y lugares como la Isla Caimán en el Caribe, centro de operaciones mafiosas y de blanqueado de capital producto de la corrupción o el narcotráfico.
Contrario a los procedimientos montados en otras naciones para desactivar la posibilidad de levantamientos populares, con la juventud cubana se intentaría sembrar la insatisfacción empleando la red ZunZuneo para impulsarla a la contrarrevolución y a la traición del proceso socialista con el objetivo de apropiarse del futuro de Cuba.
A muchos ha sorprendido que fuera The Associated Press la agencia noticiosa que destapara la olla de esta conspiración estadounidense por sus conocidos vínculos con el poder en Washington. Mas hay que tener en cuenta que este descubrimiento ocurre cuando el proyecto ha fracasado producto de la habilidad del Estado cubano, que para diciembre de 2009 apresó en La Habana al contratista norteamericano Alan Gross, una de las cabezas del equipo de expertos que elaboraba el montaje del ZunZuneo en la nación antillana, donde ya había introducido ilegalmente una serie de equipos de alta tecnología.
¿Qué pasaría si una nación estableciera un plan para desestabilizar a Estados Unidos con el propósito de destruir su política imperial? ¿Cuánto tardarían las tropas norteamericanas en llegar a ese país intruso, que pretende echar abajo el andamiaje del capitalismo salvaje? O, para ponerlo en tiempos modernos, cuánto le tomaría al Pentágono comenzar uno de esos bombardeos asépticos en que mueren cientos de miles de personas mientras los estadounidenses disfrutan sentados frente a sus televisores ‑cerveza en mano- el centelleo de las bombas mortales como si se tratara de simples fuegos artificiales.
Es inevitable hacer estas preguntas cuando se conoce, como resultado de la investigación de AP, que la Usaid ‑omnipresente en naciones en vía de desarrollo como parte de su método de control- ha invertido millones de dólares en una operación oculta para la creación del Twitter cubano ZunZuneo utilizando empresas mercenarias de algunas naciones europeas con el propósito de penetrar a la juventud cubana para, eventualmente, inducirla a la contrarrevolución, para destruir el proceso de transformación social de Cuba en medio de un reordenamiento económico que brinde mayor autosuficiencia económica y provecho material a su pueblo.
Este proceder se enmarca, de acuerdo con informes periodísticos, en un proyecto de Guerra No Convencional, según la Circular de Entrenamiento TC-1801 divulgada en 2010, en la que se destaca que por el carácter “político y militar de este tipo de contienda resulta vital la participación de las agencias del gobierno de Estados Unidos”.
Según cita en un artículo Roberto García Hernández, de la agencia Prensa Latina, “el objetivo es lograr un enfoque gubernamental y el éxito a largo plazo, pues en varios momentos de un conflicto resulta necesaria la integración de las instituciones multinacionales e intergubernamentales”.
Esto es algo que normalmente hemos sospechado, pero no siempre está puesto en blanco y negro en un documento que se hace público. El carácter de la Usaid como punta de lanza de la política intervencionista de Estados Unidos siempre ha estado sobre el tapete para quienes observamos críticamente sus movidas en América Latina y El Caribe, pero esta vez trasciende la mera sospecha para adquirir un tono de veracidad irrefutable.
Este experimento del ZunZuneo, al igual que se ha hecho con Radio Martí y TV Martí, está conformado dentro de la guerra permanente no convencional que Estados Unidos libra contra la Revolución cubana desde el mismo día de su triunfo con Fidel Castro a la cabeza.
Como en tantos otros aspectos, Washington ha entregado parte de sus operativos subversivos en el mundo a entes privados que responden más que a intereses ideológicos ‑sin que estén ausentes- al enriquecimiento descarado, mientras millones de estadounidenses se hunden en situaciones de miseria, carentes de trabajo, seguridad social y salubridad pública.
Una vez más, como antes con Radio Swan operada en Honduras por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) como parte de las operaciones encubiertas autorizadas el 17 de marzo de 1960 por el presidente estadounidense Dwight D. Eisenhower para derribar el gobierno revolucionario cubano y después con el comienzo de Radio Martí en 1985 y de TV Martí en 1990, este descarado ataque contra Cuba transitará el sendero del fracaso. No será de otra manera frente a un liderazgo alerta de los peligros que acechan a su pueblo y una juventud consciente de que se le quiere despojar de cuanto ha ganado su nación en la construcción de una sociedad más justa, a pesar del bloqueo de más de medio siglo que mantiene Estados Unidos.
El descubrimiento de este plan subversivo contra Cuba mediante el ZunZuneo coloca nuevamente en un papel cuestionable al presidente Barack Obama, en quien el mundo cifró tantas esperanzas. Obama mostró su verdadero rostro tan pronto pisó la Casa Blanca para convertirse en el señor de la guerra en el mundo y de los golpes de Estado de nuevo cuño en América Latina ‑Honduras, el 28 de junio de 2009, y Paraguay, el 22 de junio de 2012- por lo que ostenta inmerecidamente desde octubre de 2009 el Premio Nobel de la Paz -“por sus esfuerzos para fortalecer la diplomacia internacional y la cooperación entre los pueblos”- que muy bien debería devolver para no llenar de más vergüenza a la Academia Sueca por tan mayúsculo desatino.
(*) Nelson del Castillo es Secretario General de la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP).