La Historia no registra una guerra de liberación similar a la del pueblo vietnamita. La lucha armada contra el colonialismo se inició en l944 y finalizó en l975 con la toma de Saigón al gobierno títere allí instalado por los Estados Unidos.
Las fuerzas revolucionarias habian derrotado primero a los franceses, forzándolos a reconocer la independencia del Vietnam del Norte. La intervención militar norteamericana señaló el inicio de otra guerra cuyo desenlace fue la derrota militar de la más poderosa potencia mundial.
Solamente en las epopeyas míticas del Gilgamesh babilónio y la Ilíada de Homero se encuentra un desafío victorioso a lo imposible comparable a lo del pueblo de Ho Chi Minh.
Sobre ella medité conmovido hace unos días al leer un libro: “La Primera resistencia vietnamita”, de Nguyen Giap y Quoq Viet. Lo compré en Santiago do Chile durante el gobierno de Allende, pero no lo leí entonces y lo consideraba perdido. Es una edición mexicana de la editorial Grijalbo, fechada en 1970.
La primera parte fue escrita por el general Giap, el gran estratega que derrotó a los franceses en Dien Bien Phu y después a los norteamericanos en una serie de campañas que le generaron prestigio mundial como genio militar.
En contextos históricos, geográficos y culturales muy diferentes, dos factores en las revoluciones rusa y vietnamita fueron decisivos para la victoria: un gran partido y un gran líder.
En este pequeño libro (159 páginas) el principal personaje es el Partido. Yo admiraba la gesta vietnamita pero tenía dificultad en comprender cómo había sido posible construir en condiciones tan adversas una organización comunista capaz de asumir en la lucha por la independencia el papel de vanguardia.
Giap evoca en su texto el primer encuentro, en el Norte de Tonkín, con Ho Chi Minh, tras el inicio de la II Guerra Mundial. En l940, los japoneses ocuparon sin resistencia las colonias de Indochina, pero la administración permanecía en manos francesas y la policía y las tropas de Vichy desencadenaron una feroz represión contra los patriotas del movimiento libertador.
GIAP EVOCA SU PRIMER ENCUENTRO CON HO CHI MINH
El Tío Ho ‑como le llamaban- se encontró en la frontera chino-vietnamita con un reducido número de emigrados que se habían refugiado en el país vecino. Del hacían parte Pham Van Dong, futuro primer ministro y Giap, un joven abogado y profesor de Historia que se había adherido al Partido.
Ho Chi Minh dio prioridad a la formación política de eses cuadros que deberían volver al país para crear en el Norte de Tonkín las primeras bases de la Liga Vietminh.
El profesor de esos cursos fue él. Discutió el programa, sometido a la aceptación colectiva. Las lecciones, adaptadas al nivel de las masas, eran muy simples.
Los militantes atravesaron la frontera en la Provincia de Cao Bang e iniciaran el trabajo político en una región donde predominaban campesinos de la minoría Nung que comprendían mal la lengua vietnamita.
El Tío Ho se reunió poco después al grupo. Estableció su puesto de mando en una cueva, en las montañas. Giap recuerda que allí las condiciones de vida en una rigurosa clandestinidad eran extremamente duras. Un día en que, gravemente enfermo, temía un desenlace fatal, Ho llamó a Giap y le dijo: «En este momento la coyuntura nacional e internacional nos es muy favorable. Nuestro Partido no debe dejar pasar la oportunidad. Debemos asumir la dirección de la lucha para la conquista de la independencia, cueste lo que cueste, aunque arda toda la cordillera vietnamita (…) Sobre la lucha armada, a partir del momento en que las circunstancias sean propicias, será preciso iniciarla con determinación, pero sin olvidar la consolidación de nuestras bases para evitar cualquier tropiezo». Parecía dictar su última voluntad. Felizmente se curó y dirigió la lucha por muchos años.
El sabía –subraya Giap- «comunicarnos maravillosamente su inquebrantable fe en la Victoria de la revolución (…) Situaba el problema a debatir y nos daba algún tiempo para reflexionar sobre el. A continuación se realizaba la reunión y el debate (…) Después de la discusión adoptábamos los acuerdos finales y exigía que los cumpliésemos costara lo que costase».
Siempre acosados por la represión, se organizaron tan bien que, a pesar de las privaciones ‑la alimentación era escasa y frugal, a base de arroz y frutas- consiguieron crear en aquella región selvática una fundición para la fabricación de granadas y armas toscas, un periódico para los militantes, el «Vietnan Independiente», y un hospital de campaña.
En 1944 cuando De Gaulle, tras la batalla de Normandía, entró en París y formó un gobierno con participación de los comunistas, se agravaron en Vietnam las contradicciones entre franceses y japoneses.
EL MOVIMENTO DE RESISTENCIA CRECIÓ TORRENCIALMENTE
Ho Chi Min, que saliera de las prisiones de Chiang Kai Chek, consideró que en el Sur no había condiciones para desencadenar la lucha armada. El Ejército de Liberación del Vietnam aun no estaba preparado para la insurrección. Era indispensable profundizar las relaciones entre los guerrilleros y las poblaciones.
Cuando Japón capituló en 1945, eclosionó en Tonkín la Revolución de agosto. En el mando de las Fuerzas Armadas de la joven República Democrática del Vietnam, Nguyen Giap, desempeñaría un papel histórico.
UN PUEBLO Y UN PARTIDO HEROICOS
El texto de Hoang Quoc Viet ‑coautor del libro- incide sobretodo en la construcción del Partido realizada en una atmósfera de enorme represión. Hoang Quoc, un sindicalista que fue presidente de la CGT vietnamita, participó desde muy joven en las huelgas de 1929 en el puerto tonquinés de Haiphong. Viajó a Francia donde contactó en Marsella con camaradas del PCF. De regreso a Tonkín, fue elegido para participar como delegado en la primera reunión del Comité Central del entonces Partido Comunista de Indochina. Fue preso en las vísperas con otros camaradas. En la cárcel de Haiphong fue torturado salvajemente por la policía francesa durante diez días consecutivos.
Trasladado al presidio central de Hanoi, de allí fue embarcado en l931 en un buque para la penitenciaria de Saigón. Metido en un varadero, lo encadenaron con diez camaradas a una barra de hierro que debían cargar en todas las escalas al tiempo que sufrían latigazos de los guardias.
Condenado a prisión perpetua, el destino final era el siniestro presidio de Poulo Condor. El capítulo en que recuerda los años que allí pasó es clarificador sobre su fibra de comunista. El agua del baño era infecta, provocando heridas y eccemas. «La comida ‑escribe- era aun más repugnante. Era servida en fuentes de un metro nunca lavadas. Había también una «sopa ácida»: pescado salado cocido en zumo de arroz fermentado. Le dimos el nombre de «sopa moto» porque provocaba violentas diarreas cuyos estampidos sonaban durante día y noche en la fosa sanitaria».
Muchos presos murieron en aquel infierno. Hoang Quoc afirma haber forjado allí su temple de comunista.
Con otros camaradas formó una célula comunista y consiguieron en lucha permanente autorización para abrir pozos, plantar legumbres, criar gallinas, organizar un equipo de fútbol. La organización de los presos funcionó tan bien que en todos los edificios del presidio había células comunistas. Una de ellas creó un periódico, «Opiniones comunes», que circulaba clandestinamente. Crearon también una biblioteca clandestina con los clásicos del marxismo. Cuando colocaron en una pared un mapa de la URSS y otro de las regiones de China controladas por los comunistas, el director del presidio lo mandó destruir y los convocó. Fueron todos molidos a palos con porras.
En l936, cuando lo liberan durante el gobierno del Frente Popular, Hoang Quoc fue inicialmente situado por el Partido en el periódico «Vivir», de Hanói. A partir del año siguiente asumió la dirección política de todos los órganos de comunicación social del Partido en Tonkín.
Recuerda que en esos días se entregaba totalmente al trabajo revolucionario, dedicándose sobretodo a los temas ideológicos. El funcionamiento del Partido, entonces por breve tiempo en una semiclandestinidad, era el de una organización marxista – leninista cuya dirección en la teoría y en la práctica tomaba como ejemplo la democracia socialista de los revolucionarios bolcheviques de 1917.
Sin sorpresa, en las vísperas de la Guerra Mundial, Hoang, expulsado de Hanói por la policía, fue a realizar trabajo político a las montañas con las minorías étnicas. Contribuyó a que esas selvas remotas, casi inaccesibles, se transformasen –es él quien lo afirma- «en la cuna de la República Democrática del Vietnam como reducto inexpugnable de nuestra prolongada resistencia».
Las condiciones de vida en la región eran tan primitivas que al inicio dormían encima de establos de búfalos.
Un día cuando las campanas de una iglesia próxima tocaron a rebato, le llegó la noticia de la derrota de Francia. El trabajo revolucionario ganó un ritmo nuevo, muy intenso. Hoang dirigió un mensaje a los soldados franceses, sugiriendo que siguiesen el ejemplo de los “communards” de 1871 y apuntasen las armas contra los colonialistas en vez de usarlas contra la insurrección de los campesinos.
Es bello el capítulo en que evoca la VIII Conferencia del Comité Central, realizada en una cabaña de la selva en que el único mueble era una mesa de bambú y los participantes se sentaban en troncos. Se cantó la Internacional, y el discurso de clausura fue pronunciado por Ho Chi Minh, anunciando la llegada de «un nuevo día”. Al final se exigió la destrucción de las copias de todos los documentos aprobados.
Los camaradas que deberían transmitir por el país las decisiones adoptadas, tendrían que hacerlo oralmente. El tío Ho temía que los documentos cayesen en manos del enemigo.
Las páginas dedicadas a la preparación de la insurrección son conmovedoras. Hoang iba hacia el sur en misión cuando en una aldea del delta del Río Rojo vio un coche que tenía izada una bandera roja con la estrella dorada. Un megáfono que transmitía canciones revolucionarias informó de repente: «Las fuerzas insurrecionales bajo la dirección del Viet Minh tomaron Hanói a las cuatro de la tarde. En la capital el poder está totalmente en las manos del pueblo».
El GRAN DESAFÍO
En l975, derrotado el gobierno títere de Saigon y unificado el país, nuevos y complejos desafíos se presentaron al Partido.
En l981, en una entrevista del periodista norteamericano Stanley Karowe, Pham Van Dong, entonces primer ministro, abordó el tema. Afirmó que los desafíos del presente y del futuro serian colosales, mucho más complejos de lo que habían previsto.
«Si –dijo- derrotamos a los Estados Unidos. Pero no tenemos comida suficiente, somos subdesarrollados económicamente. Gobernar un país es más difícil que vencer una guerra». Lucido, pronosticó los tremendos problemas que su pueblo tendría que enfrentar.
Hoy Vietnam tiene 90 millones de habitantes. Es un pueblo alfabetizado que reconstruyó una economía arrasada por el imperialismo, con enormes extensiones de tierras envenenadas por herbicidas.
Los desafíos en el futuro inmediato son complejos en un mundo hegemonizado por el imperialismo estadounidense. Pero la historia de su heroico partido justifica la esperanza.
En este inicio del tercer milenio de Nuestra Era, cuando muchos partidos comunistas tienden a socialdemocratizarse, reeditar y divulgar el maravilloso libro de Giap y Hoang Quoc será una contribución revolucionaria para el fortalecimiento de la confianza de los comunistas en la victoria final sobre el capitalismo.
Vila Nova de Gaia, 31 de marzo de 2014