La primera constatación que hay que hacer en relación al nacionalismo vasco en el siglo XXI es que el mero hecho de nombrarlo supone en sí mismo expresar una realidad incomoda. Que el nacionalismo vasco existe hoy en día porque no existe aún un ente político vasco soberano. Que Euskal Herria como nación constituida no existe en la práctica sino que es un concepto que pese a basarse en lo objetivo sigue siendo subjetivo. Euskal Herria por tanto es una realidad que existe pero que no existe.
Esta inexistencia práctica está relacionada con el imperialismo francés y español, cuyo objetivo precisamente es extinguir esa subjetividad vasca para que no pueda hacerse realidad como afirmación política. Es decir, hacer desaparecer al pueblo vasco asimilándolo en sus estados mientras que el derecho de autodeterminación permanece secuestrado bajo sus armas.
La opresión nacional es por tanto el sustrato principal del nacionalismo vasco y la razón de su existencia. El nacionalismo vasco es plenamente legítimo, responde a la necesidad de justicia y no tiene nada que ver con el nacionalismo de estado y el nacionalismo burgués, que hace uso pervertido del patriotismo para mantener los privilegios de la clase dominante en el poder en un estado, cuando el patriotismo pertenece de manera natural a la clase trabajadora.
Debido a esta realidad, el nacionalismo vasco ha tenido dos quiebras importantes por contradicciones generadas. La primera fue el carácter conservador y reaccionario en lo social que en si mismo imposibilita ejercer nacionalismo vasco con todas sus consecuencias. Esto se tradujo en el surgimiento de ANV rompiendo con tesis retrogradas. La segunda quiebra es derivada de la primera, el PNV debido a esas tesis retrogradas abandonó paulatinamente el campo del nacionalismo vasco, y ahí es cuando surge Euskadi Ta Askatasuna. Que posteriormente en un intento de dar coherencia ideológica al nacionalismo vasco, lo sintetizó en claves de liberación nacional y social.
De esta manera, en el teórico nacionalismo vasco y tras el recorrido histórico hasta hoy en día existirían dos bloques diferenciados, un supuesto nacionalismo vasco de la derecha representado por el PNV donde está desaparecida toda reivindicación de independencia ya que ese nacionalismo en realidad es un regionalismo donde lo prioritario son los intereses de clase burguesa protegidos hoy en día por el estado español, donde la reivindicación patriota legítima ocupa un elemento de propaganda de enganche para la clase trabajadora. Y por otra parte el nacionalismo de izquierda, el nacionalismo revolucionario que se ha ido configurando en torno al MLNV bajo el proyecto de independencia y socialismo.
Esta situación no es superable. Para que el PNV retomara el camino del nacionalismo vasco, el estado español tendría que suspender elementos del estatuto que aunque crean dependencia nacional y social son beneficiosos económicamente para cierta pequeña-mediana burguesía vasca que gestiona la opresión. No lo van a hacer, saben que es el pago a cobrar por asimilar al PNV. Y tarde se han dado cuenta del error cometido en Catalunya por no actuar de manera similar.
El nacionalismo vasco, el movimiento abertzale, ha llegado hasta donde ha podido llegar con las coordenadas manejadas hasta ahora. No ha sido poco, pues Euskal Herria de estar al borde de la desaparición hoy está en condiciones de plantear un salto.
Ese salto va a tener que suponer una remodelación del abertzalismo, el cortar amarras definitivamente con la dependencia psicológica hacia el PNV, e incluso una vuelta enérgica a los preceptos del nacionalismo revolucionario amoldados a la coyuntura actual que han sido erosionados por la represión de décadas y frente a la socialdemocracia.
Muchos son los retos venideros. Uno importante, fusionar definitivamente a las capas obreras vascas que hasta ahora han estado bajo la manipulación españolista o regionalista de la burguesía en un proyecto atractivo y palpable de liberación nacional con alternativas más que claras y contundentes en lo social. Única forma de acabar con la división de la clase trabajadora. Si eso ocurre Euskal Herria estará muy cerca de la ruptura. Esta batalla no partidista se va a decidir principalmente en las márgenes del Nerbion y Bilbo (precisamente donde surgió el nacionalismo vasco y el nacionalismo revolucionario) así como en Nafarroa y en las macrozonas industriales y de mayor densidad obrera de Euskal Herria. La transición de movimiento abertzale a movimiento nacional constituyente y el surgimiento de la clase nacional constituyente van de la mano. Y esa es la tarea del nacionalismo vasco en el siglo XXI. Un proyecto de estado independiente que objetivamente es beneficioso para la clase trabajadora.