Europa me gusta porque, queramos o no, Euskal Herria forma parte de ella, de su geografía, de su cultura, de su historia y hasta de su pensamiento revolucionario que también ha existido y existe. Otra cosa es la Unión Europea, la madrastra de Europa, que no le gusta a casi nadie salvo a los que la construyen, aplicando la violencia económica y la represión social al conjunto de los pueblos y a los trabajadores de los Estados que la integran.
La UE es la estructura institucional del capitalismo europeo y estadounidense. La UE es la OTAN, la potencia militar que defiende sus intereses allá donde sea preciso. Es el FMI, el BCE, Alemania y la señora Merkel, seguida de Rajoy, Hollande, Cameron y el populismo de la extrema derecha de Grecia, Holanda, Suiza, Dinamarca , Noruega y el gobierno neonazi de Ukrania.
Pero también es el PNV , CIU e incluso Alex Salmond, líder del nacionalismo escocés. La UE es la alargada sombra de la Thatcher que, veinte años después, vuelve para imponer la privatización y acabar con lo que, antes de la crisis, se creía que era el estado de bienestar. Es, en definitiva, la uniformidad ideológica, económica, cultural y política del neoliberalismo conservador, que trabaja para afianzar el miedo y mantener a los pueblos en lo que Marcuse denominó la sociedad “unidemensional”, donde la disidencia se considera una “irracionalidad”.
Si, al ir al Parlamento europeo, EHBildu tiene en cuenta esta realidad y reniega de ella, la voz que allí se oiga, por pequeña que sea, sonará como una “disidencia”, que pondrá sobre la mesa el porvenir que nos importa; el derecho a decidir qué pueblo queremos ser, por qué sistema económico luchamos y cuál es la Europa de nuestros sueños.