El trabajo que presentamos es fruto de un debate entre militantes comunistas que tuvo lugar en Valladolid el pasado 28 de diciembre de 2013 en el marco de una jornada de formación. Obedece a la necesidad de profundizar en el debate sobre el marxismo, en un momento en el que el nivel de confrontación de clases y la ofensiva brutal del capitalismo ponen de manifiesto la necesidad perentoria de reconstruir herramientas de lucha para la Clase obrera.
Frente a los que proclaman desde hace décadas la muerte del marxismo, quienes defendemos su plena vigencia, y la necesidad de recuperarlo como herramienta revolucionaria para el cambio social.
Pero para ello hemos de abordar, sin premisas ni prejuicios el debate sobre el marxismo “sin apellidos”, acabando con el enfrentamiento entre las diferentes corrientes que se reclaman marxistas. Marxismo a secas, sin apellidos, sin adjetivos que lo encasillen o lo despojen de su potencial transformador. Desde Comunistas de Castilla trabajaremos por ello.
*El texto es un trabajo de Alberto Arana, con las aportaciones de Mila de Frutos en la parte de marxismo y patriarcado, y de las asistentes al debate.
I – LENIN Y EL MARXISMO. La aportación de Lenin al marxismo sería el análisis del desarrollo del capitalismo en Rusia y todo lo referente a la praxis socialista de la revolución rusa, lo que como pionera tuvo de aportación genérica en aspectos como la estrategia, la toma del poder, la organización del estado, la dirección de la guerra revolucionaria, el establecimiento de una nueva economía, una nueva sociedad y un nuevo papel de Rusia-URSS en el mundo.
Lenin analiza también realidades nuevas, más allá de lo relativo a la revolución rusa, como el imperialismo, pero utilizando el bagaje marxista. No es otra cosa que marxismo lo que hace. Las aportaciones teóricas de Lenin son de importancia pero no afectan al núcleo, a los postulados del marxismo, cosa que tampoco Lenin pretendió nunca haber hecho.
Gramsci en “La revolución contra El Capital”, comprende que la rusa era una revolución “heterodoxa”, y ya que la realidad no se equivoca, se hace necesario corregir a Marx en algunos puntos. Esta corrección quien en verdad la hace es la realidad revolucionaria rusa, y Lenin la asume, cabalga sobre ella y la organiza. Ya es mucho, porque el marxismo clásico, encabezado por Plejanov se muestra hostil a la culminación del proceso revolucionario argumentando la falta de una etapa de poder burgués y de desarrollo del capitalismo en Rusia, cosa en la que era más papista que el Papa, pues ya Marx en su vejez empezaba a barruntar lo que podía suceder en Rusia. No son especulaciones, ahí está la correspondencia con Vera Zasúlich.
Las matizaciones, adecuaciones y perfeccionamientos de una teoría científica van implícitas en su naturaleza. Lenin no supone la aparición de algo de una naturaleza distinta. En el terreno puramente teórico, decir marxismo-leninismo es un pleonasmo. Entonces ¿por qué el énfasis en establecer la categoría de “marxismo-leninismo”? Se trata de razones políticas, no teóricas.
II – LA FRAGUA DEL MARXISMO-LENINISMO. El “marxismo-leninismo” comenzó a fraguarse cuando Stalin dio una serie de seis conferencias en la Universidad Sverdlov bajo el título “Fundamentos del leninismo”, que fueron publicadas por Pravda.
La denominación marxista-leninista tiene en el momento de su creación un significado político de marxismo revolucionario, por oposición al marxismo reformista de los partidos de la 2ª Internacional. Ésa sería la justificación, el señuelo. Pero más allá de eso, la operación “marxismo-leninismo” es, por parte de Stalin, algo parecido a lo que Hegel hizo con la Dialéctica y su finalización en el estado prusiano y su filosofía. Lo del marxismo-leninismo es una operación de lacrado del marxismo, utilizando el nombre y la autoridad de Lenin. Se trata de un punto final del marxismo.
Stalin, lo que hace tras la muerte de Lenin es crear un tótem (el marxismo-leninismo) con la imagen del gran revolucionario y con una voz que en realidad expresa el pensamiento del nuevo gobernante. Probablemente cualquiera de sus oponentes en las luchas de facciones del Partido Comunista (Trotsky, Kamenev, Zinoviev o Bujarin), si hubiera vencido habría hecho algo similar, y entonces el marxismo-leninismo resultante habría tenido otra letra. En cualquier caso el método no parece bueno para la ciencia socialista, aunque se pueda entender políticamente dentro de la lógica de fortaleza asediada que era la Rusia soviética.
III – CRÍTICA DEL CONCEPTO DE MARXISMO-LENINISMO. ¿Qué función cumple la conceptualización del marxismo-leninismo como algo cualitativamente distinto ‑y superior- al marxismo? Claramente la de prestigiar a Stalin y su facción victoriosa (frente a bujarinistas y troskistas) auto-transfiriéndose la figura y el legado de Lenin. Como jugada política no está mal, pero Marx y Engels establecieron el paradigma científico de la historia, es decir, la convirtieron en ciencia y a esa ciencia se le llamó marxismo (con exactitud debería llamarse marxengelismo). Mientras no se modifique dicho paradigma, la ciencia histórica no debe alterar su nombre. El socialismo real (marxista) tiene sus pugnas políticas, pero no debe manipular reglas y conceptos que pertenecen al ámbito de la ciencia, en este caso de la ciencia histórica (marxismo).
Leninismo podría ser, como concepto, lo que Lenin añade al marxismo, el tramo desarrollado. Pero “marxista” y “leninista” son dos conceptos en planos distintos y conjugarlos en el mismo plano (“marxismo-leninismo”) aludiría a una nueva y distinta ciencia de la historia, por haberse producido supuestamente una alteración básica en el núcleo teórico de dicha ciencia (el marxismo).
Esto constituye un desaguisado teórico. Con Lenin hay una evolución en el desarrollo del marxismo, pero no una mutación de paradigma científico. Esto segundo es lo que justificaría el añadido “leninista” al marxismo. Cuando decimos “marxismo” estamos aludiendo a una ciencia (ciencia histórica), por eso hay que ser cuidadosos con las reglas propias de la ciencia y no alterar el nombre de una porque dicha ciencia evolucione a partir de sus propios postulados.
Decir marxismo-leninismo es tanto como decir que existen dos ciencias históricas, dos materialismos históricos, el del marxismo y el del marxismo-leninismo. Uno de los aspectos denotativos de que la introducción de este concepto es una chapuza ideológica es no darse cuenta de lo anteriormente dicho. Claro, la función de este concepto no es otra que establecer un canon definitivo y cerrado del marxismo.
Además, añadir el sufijo “leninismo” a Marx supone que hay en él, una ambigüedad reformismo-revolución, lo cual es erróneo. Cierto que el marxismo derivó con el tiempo en una praxis reformista, pero eso no se conjura añadiendo términos revolucionarios. El marxismo-leninismo también se hizo reformista en el periodo de la guerra fría, en gran parte de los países. Entonces a alguien se le ocurrió un nuevo conjuro: marxismo-leninismo-maoísmo…
La puesta en escena del “marxismo-leninismo” es un error de concepto, pero además se trata de un regalo propagandístico al enemigo. Hablando en esos términos cedes el concepto básico (marxismo) a los reformistas. El marxismo es revolucionario, y en todo caso son los que inician un camino reformista los que deben agregar un adjetivo, o simplemente abandonar el sustantivo marxista, como han hecho a la larga.
IV – LAS CONSECUENCIAS. En paralelo a la militarización social y política (quizás necesaria para sobrevivir), se decantó la dogmatización del marxismo (el marxismo-leninismo), con la consiguiente parálisis como paradigma científico de análisis social y como ariete de lucha. Fenómenos en marcha, como el desarrollo cualitativo del capitalismo o la aparición de nuevos sujetos revolucionarios, fueron incomprendidos por este marxismo soviético de ideas esquemáticas, que no era capaz de encajar las novedades en sus fórmulas. Resultaba ser así una teoría carente de léxico, una rémora para el propio desenvolvimiento de la ciencia histórica y por tanto del socialismo. Sus textos son tan asertivos como esquemáticos y ahistóricos: valen para ayer y mañana, para un país y su antípoda… El marxismo-leninismo es un marxismo plano, ahistórico, dogmático y cerrado.
Sin embargo, cuando se hace burla de la capacidad teórica de Stalin, se olvida que para bien o para mal, o sucesivamente para bien y para mal, el marxismo que ha conocido el mundo, el que todavía hoy desde la década de los 30 perdura, y el que presidió la historia del movimiento comunista internacional hasta hoy es el marxismo codificado por Stalin.
El problema ideológico de dogmatismo acumulado, lo resuelve el marxismo-leninismo con pragmatismo político, es decir el instinto como guía en vez de la teoría, lo cual es una pseudosolución; este procedimiento va arruinando el desenvolvimiento científico y dialéctico del marxismo y lo conduce a la decadencia, siendo ésta una importante causa de la crisis del movimiento comunista. De una ideología que no cumple el papel de teoría operativa se desprende una praxis a la deriva y de ello un pragmatismo político que es la puerta de abandono del marxismo.
V – EL FRONDOSO ÁRBOL DEL MARXISMO. El marxismo, como paradigma científico de la historia, queda establecido por Marx y Engels, y luego es desarrollado en distintas direcciones, compatibles entre sí unas veces y otras no. Hablamos de los textos de la 2ª Internacional, de Rosa Luxemburgo, los de la vieja guardia bolchevique (Lenin fundamentalmente, pero también Trotsky, Stalin, Bujarin, etc.).
Así mismo se pueden señalar fecundos fenómenos nacionales como la Escuela de Frankfurt en Alemania y EEUU (Max Horkheimer, Theodor W. Adorno, Herbert Marcuse, Erich Fromm, Jürgen Haberlas, Walter Benjamín…) o el Grupo de historiadores del Partido Comunista de Gran Bretaña (Maurice Dobb, Christopher Hill, Rodney Hilton, Eric Hobsbawm, George Rudé, E. P. Thompson…)
También pensadores individuales que elevaron el nivel del marxismo, como Gramsci, Lukács, Althusser, Sartre… y la ruta extra-europea de las sociedades coloniales o neocoloniales (Mariátegui, Mao, Fanon, Guevara…) ¿Por qué permanecer prescritos y aferrados a una sola rama, si disponemos de un árbol extenso y generoso, de casi dos siglos, que alberga tantos frutos? Probémoslos y hagamos nuestra propia composición…
VI – LA APERTURA DEL MARXISMO A LA CUESTIÓN DEL PATRIARCADO. El marxismo dio sus primeros pasos teóricos en el campo del patriarcado con las aportaciones importantísimas de Engels, Bebel y Alejandra Kolontai, que, sin embargo no lograron separar lo específico o particular del patriarcado en el modo de producción capitalista, del propio capitalismo. Era un feminismo utópico que aún tardaría varias décadas en dar el salto al feminismo científico como consecuencia del histórico conflicto entre marxismo y feminismo, que polarizó la teoría en dos frentes aparentemente irreconciliables, el del feminismo y el del marxismo.
Habría que esperar a los años setenta del siglo XX para desarrollar una teoría feminista que, recién iniciada su andadura en clave marxista (en el sentido de materialista), fue aparcada por presuntas necesidades políticas, excluyendo de sus parámetros el estudio del patriarcado y su relación con el capitalismo porque ello hacía más compleja la lucha de clases. Y no se pudo aplicar el protocolo marxista sin interpretaciones previas de la realidad, es decir, sin prejuicios, hasta que algunas teóricas de “la segunda ola” decidieron preguntarse, sin permiso, quién produce qué y quién se apropia del producto, cuál es la base material del patriarcado, por qué el trabajo de reproducción y reposición de la fuerza de trabajo no se considera productivo, si no será que las mujeres, además de trabajar para el capital, lo hacen también para el género masculino, si entre ambos géneros existen relaciones de producción, y un largo etcétera al que fueron respondiendo Sheila Rowbotham, Zillah Eisenstein, Mariarosa Dalla Costa, Selma James, Juliet Mitchell, Christine Delphy, Heidi Hartmman o Mª Ángeles Durán (entre otras), cuyas aportaciones teóricas, más o menos acertadas según los casos, fueron descalificadas por el marxismo-leninismo a pesar de constituir importantes avances en el conocimiento científico de la Historia, a pesar de constituir teoría marxista.
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