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La Habana, Cuba, sede de los diálogos de paz, Junio 7 de 2014
Una Nueva Colombia, sí es posible
En este ciclo corto de conversaciones desarrollado en La Habana, hemos delineado la ruta de los debates próximos en torno a un tema decisivo para la paz, como es el de las víctimas del conflicto social y armado, por el que dolorosamente ha transitado Colombia en las últimas décadas.
En la práctica, estamos dando los primeros pasos en un terreno plagado de dificultades, de enormes incomprensiones nacidas de la ignorancia de la historia, del origen, de las causas, desarrollos, y actores involucrados en el más largo conflicto interno del continente.
Nos hemos compenetrado con la idea de que en la vanguardia de este noble empeño colectivo, debe tremolar al viento la bandera de la verdad. Dejemos que ella nos hable con su propia voz y nos conduzca de su propia mano al destino de paz, de justicia social, democracia e independencia, que nos espera desde los tiempos de Bolívar.
Sentimos, que cada vez estamos más cerca de la cumbre, del monte Everest de los derechos, que es la paz, sin la cual ningún otro derecho será posible. Por eso a ella los colombianos debemos consagrar todos nuestros esfuerzos para abrazarla, y hacer que marche con nosotros durante los siglos futuros. Con razón decía el Libertador, que la insurrección se anuncia con el espíritu de paz; se resiste al despotismo porque este destruye la paz, y no toma las armas si no para obligar a sus enemigos a la paz. Y ya empieza a verse una luz al final del túnel.
Sin verdad, no hay paz. Sin que emerja el humano sentimiento de la comprensión y el perdón, no hay paz. Hay que desterrar de los corazones la venganza y el odio, la maldita exclusión y la intolerancia para que haya paz. Debe entenderse que nadie ha escriturado el poder del Estado a unas élites minoritarias para que defiendan con violencia sus indignantes privilegios. Que la única salida a este conflicto es política, no exclusivamente jurídica ni militar, como piensan desde su intransigencia hirsuta, los que se creen amos y señores del poder. Necesitamos que haya democracia verdadera, participación ciudadana en la articulación de los asuntos estratégicos de la nación.
Si examinamos desapasionadamente las causas y el origen del conflicto social y armado, podremos encontrar más fácilmente el camino que conduce a la superación definitiva del mismo. Tal vez la verdad produzca en ciertos funcionarios del Estado, y en un puñado oligarcas egoístas, cierto temblor y miedo, porque desconocen que la reconciliación es consecuencia de magnanimidad.
Sí; las víctimas son víctimas del conflicto, y el Estado es el máximo responsable por acción o por omisión. Esa es la verdad, y como dice el Libertador, la verdad pura y limpia es la mejor manera de persuadir. Ella no se oculta con artificios ni campañas mediáticas que endilgan la responsabilidad a la rebeldía y a la inconformidad social. Pero lo incontrovertible de esta realidad encuentra redención en el propósito de enmienda. La paz está primero que todo y ella sabe perdonar. Sabemos del respaldo y la disposición de las víctimas y sus familiares a facilitar el acuerdo de paz.
Las víctimas no son sólo las de la confrontación armada y los errores de la guerra; Las políticas económicas y sociales son las peores victimarias porque ellas han causado la mayoría de muertes en Colombia, al negar derechos humanos fundamentales como el derecho a la vida digna, a la alimentación, al empleo, a la educación, a la vivienda, a la salud, a la tierra, a la participación política, al buen vivir, cuando se dispone de riquezas naturales suficientes para resolver nuestra problemática social.
Colombia no puede seguir ostentando el deshonroso título del tercer país más desigual del mundo.
El esclarecimiento de la verdad de la historia del conflicto, la identificación de sus responsables, la rectificación y el ferviente anhelo de reconciliación nacional, señalizan la vía que habrá de conducirnos a la paz con justicia social.
La actual carrera electoral por la Presidencia de la República ha sido una de las más vergonzosas de la historia del país, porque el guerrerismo quiere imponerse a toda costa, con engaños y mentiras, y con una taciturna guerra sucia que pone el énfasis en la chismografía y el rumor, y no en la solución de los graves problemas nacionales que atizan el conflicto.
Por obra y gracia de su campaña infernal están moviendo el sentimiento de algunos militares ingenuos, a quienes les han hecho creer que en La Habana ya se negoció o convino en torno al papel de las fuerzas militares y de policía en un escenario de post conflicto. En honor a la verdad a ese punto no hemos llegado. Lo que ocurre es que algunos intransigentes se molestan cuando hablamos de nuestra visión de país contenida en los lineamientos generales para un proceso constituyente abierto para la transición hacia la Nueva Colombia, en las que a propósito de las Fuerzas Armadas, planteamos la reconversión de las Fuerzas Militares hacia una fuerza para la construcción de la paz, la reconciliación y la protección de la soberanía nacional.
¿Qué de malo tiene esto? En el planteamiento sólo hay paz y patriotismo. No entendemos por qué algunos salen con bravuconadas y a hablar de entrega de armas, sin haber llegado aún a la discusión del punto 3 de la Agenda.
Y por allí andan otros personajes que considerábamos bien informados replicando falsedades como aquella de que el exministro Álvaro Leyva Durán, un hombre que ha dedicado gran parte de su vida a la búsqueda de la paz para Colombia, transita por La Habana promoviendo las locuras que se le ocurren a una campaña. Y lo más grave y decepcionante es que se lo crean y protesten, como acaba de hacerlo el presidente del Congreso. El señor Leyva no ha hecho otra cosa distinta en los agites de los últimos días de campaña, que generar ideas para blindar este proceso de paz y nos consta que su preocupación es que la marcha de Colombia hacia la paz, se torne irreversible.
Es hora de poner fin a esa bazofia manipuladora de un supuesto“castro-chavismo” inventada por unos locos que no quieren la reconciliación ni la paz de Colombia y que sueñan en convertirse en cipayos de la desestabilización de la región, cuando Nuestra América, tiene que ser un territorio de paz.
La paz es más poderosa que la guerra, y tiene que vencer. Permítannos agradecer el clamoroso apoyo mundial a la paz de Colombia. Estimula los esfuerzos de solución política del conflicto el respaldo al proceso de paz de organismos multilaterales como Naciones Unidas, la Unión Europea, la CELAC, UNASUR, OEA, el respaldo solidario de parlamentos de Europa, Norteamérica y Reino Unido, el Vaticano, y muchas organizaciones sociales de todo el mundo, gobiernos, premios nobel, poetas, académicos, artistas, y una larga lista de militantes de la paz y periódicos como The economist y de The Guardian. Gracias Cuba y Noruega, países garantes. Gracias Venezuela y Chile, países acompañantes. Gracias compatriotas. Con el respaldo del mundo y el concurso ciudadano, la paz tendrá que ser una realidad en Colombia.
A nuestros compatriotas los invitamos a construir, mediante la unidad, y la convergencia multitudinaria de la esperanza, una alternativa de poder que mediante la acción política de las mayorías excluidas, del pueblo y sus organizaciones, se trace la tarea de llegar a ser gobierno. Un nuevo país es posible si sumamos voluntades en torno a los siguientes propósitos:
- Democratización real y participación en la vida social.
- Reestructuración democrática del Estado.
- Desmilitarización de la vida social.
- Desmonte de los poderes mafiosos y de las estructuras narcoparamilitares.
- Justicia para la paz y la materialización de los derechos de las víctimas del conflicto.
- Desprivatización y desmercantilización de las relaciones económico-sociales.
- Recuperación de la riqueza natural y reapropiación social de los bienes comunes.
- Reorganización democrática de los territorios urbanos y rurales.
- Nuevo modelo económico e instrumentos de la dirección de la economía para el bienestar y el buen vivir.
- Restablecimiento de la soberanía e integración en Nuestra América.
Colombia reclama paz con justicia social, democracia verdadera y soberanía. Y esto no es terrorismo, como equivocadamente, seguro influido por la Doctrina de la Seguridad Nacional, piensa el Brigadier General Canal Albán.
Si algo debe quedar claro en esta coyuntura, es que las FARC no tienen candidato y que la alternativa que ha presentado al país, es la del proceso constituyente abierto para la transición hacia la Nueva Colombia. La unidad del movimiento social y popular va más allá de cualquier coyuntura electoral.
DELEGACIÓN DE PAZ DE LAS FARC-EP