La justicia de Francia detuvo en la mañana de este martes al expresidente, Nicolás Sarkozy, para ser interrogado sobre supuesto tráfico de influencias.
La decisión de ponerlo bajo custodia en Nanterre, cerca de la capital francesa, París, es una medida sin precedentes contra un exmandatario.
Sarkozy es el centro de una investigación penal por “tráfico de influencias” y “violación del secreto de investigación” iniciada en febrero. El expresidente niega los cargos.
El lunes su abogado, Thierry Herzog, también fue detenido para ser interrogado, como parte de la misma investigación.
Sarkozy, de 59 años, gobernó Francia entre 2007 y 2012.
El exmandatario es acusado de haber prometido un prestigioso puesto en Mónaco a Gilbert Azibert, uno de los más prominentes magistrados de la Corte de Apelaciones, a cambio de información sobre indagaciones.
Azibert fue citado a declarar el lunes. Otro juez, Patrick Sassoust, también fue interrogado.
Inédito
La detención de Sarkozy se convierte en la primera vez en que un expresidente es mantenido bajo custodia policial.
Sin embargo, su predecesor, Jacques Chirac, fue condenado a una pena de prisión en suspenso en 2011 por malversación de fondos y abuso de poder cuando era alcalde de París.
Los investigadores pueden mantener detenido a Sarkozy por un período inicial de 24 horas, el que puede ser extendido por un día más.
Se alega que Sarkozy fue informado sobre acciones en su contra mientras la justicia decidía si mantendría o no requisados sus diarios de trabajo.
Los diarios fueron requisados luego de denuncias en 2010 sobre la financiación de su campaña presidencial de 2007. Se alega que el fallecido líder libio, Muamar Gadafi, ayudó a financiar dicha campaña.
El Tribunal de Casación determinó en marzo de este año que Sarkozy no obtendría los diarios de vuelta.
El teléfono del expresidente fue intervenido por la justicia en el marco de la investigación de las denuncias sobre Libia y se cree que Sarkozy fue advertido de que su teléfono estaba pinchado.
Sarkozy insiste en que los las acusaciones en su contra tienen motivaciones políticas.
El corresponsal de la BBC en París, Hugh Schofield, dice que son un claro obstáculo en el camino a su regreso a la política francesa de primera línea.