Repi­tan con­mi­go: la polí­ti­ca no es un espec­tácu­lo- Nuria Varela

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Es cier­to que lo más difí­cil de con­se­guir en el día a día es la cohe­ren­cia y que habi­tual­men­te tene­mos un mar­gen de tole­ran­cia hacia incohe­ren­cias pro­pias y aje­nas por­que somos cons­cien­tes del alto gra­do de difi­cul­tad que entra­ña la línea rec­ta con­ti­nua. Tam­bién es ver­dad que la vida está sal­pi­ca­da de para­do­jas pero ni lo uno ni lo otro jus­ti­fi­can los cami­nos que está reco­rrien­do bue­na par­te de la acti­vi­dad polí­ti­ca actual. Sólo por poner dos ejem­plos de cómo las para­do­jas se suce­den a rit­mo tre­pi­dan­te: en los mayo­res momen­tos de ago­ta­mien­to eco­nó­mi­co de la ciu­da­da­nía, con­ti­nua­mos rega­lan­do millo­nes de euros a las enti­da­des finan­cie­ras y ante las con­ti­nuas deman­das de tras­pa­ren­cia y rege­ne­ra­ción demo­crá­ti­ca, lo que obte­ne­mos es espec­tácu­lo y jue­gos mala­ba­res de con­cep­tos que según quién los nom­bre sig­ni­fi­can A ó B indistintamente.

La esce­ni­ta del “repi­ta con­mi­go” con que nos obse­quia­ron Espe­ran­za Agui­rre y Pablo Igle­sias ante las cáma­ras de La Sex­ta es dig­na de tiem­pos mejo­res, de épo­cas en las que la mayor par­te de la ciu­da­da­nía no esta­ba sufrien­do por la pura super­vi­ven­cia ni inge­nián­do­se­las para dar de comer a sus hijos e hijas y poder pagar los libros de tex­to y la hipo­te­ca o el alqui­ler o los indes­ci­fra­bles y rui­no­sos reci­bos de la luz.

Mien­tras ellos y ellas se divier­ten y van cap­tan­do votos a gol­pe de inge­nio y retó­ri­ca al tiem­po que las cade­nas pri­va­das hacen caja con el espec­tácu­lo, el edi­fi­cio se derrumba.

Con tan­to pro­fe­sor dedi­ca­do últi­ma­men­te a esto de la polí­ti­ca-espec­tácu­lo da has­ta mie­do inten­tar una defi­ni­ción de la pro­pia polí­ti­ca pero qui­zá, en un inten­to de bus­car los míni­mos que garan­ti­cen con­sen­so, podría­mos hablar de una acti­vi­dad que com­bi­na los prin­ci­pios y valo­res con la ges­tión del bien común.

Sin embar­go, solo vemos cáma­ras y pla­tós don­de debe­rían estar los prin­ci­pios; corrup­ción, impu­ni­dad y puer­tas gira­to­rias don­de debe­ría haber ges­tión y un enor­me agu­je­ro negro en el lugar des­ti­na­do al bien común. ¿Sería mucho pedir una sema­ni­ta de silen­cio y bue­na ges­tión, de polí­ti­cos ence­rra­dos en sus des­pa­chos tra­ba­jan­do y ale­ja­dos de cáma­ras y micró­fo­nos? Qui­zá así alguien pudie­ra ofre­cer solu­cio­nes a los pro­ble­mas, y estoy segu­ra de que escu­cha­ría­mos con atención.

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