Miguel Her­nán­dez escri­bió sus últi­mos cuen­tos en papel higiénico

miguel hdezMiguel Her­nán­dez (1910−1942) pasó los últi­mos ocho meses de su vida en la enfer­me­ría de la pri­sión del refor­ma­to­rio de adul­tos de Ali­can­te, lidian­do con­tra la tubercu­losis, el derro­tis­mo y los sacer­do­tes que bus­ca­ban su arre­pen­ti­mien­to ideo­ló­gi­co. Tam­bién bre­gó con­tra la año­ran­za de sus hijos y de su mujer, Jose­fi­na. “Trans­cu­rrió un mes así has­ta que por fin lo pude ver. Lo saca­ban entre dos per­so­nas, que no sé si serían pre­sos, cogi­do del bra­zo y lo deja­ron aga­rra­do a la reja. Lle­va­ba un libro en la mano, eran dos cuen­tos para su hijo que él había tra­du­ci­do del inglés”, escri­bió Jose­fi­na Man­re­sa en Recuer­dos de la viu­da de Miguel Hernández.

Pero no eran cuen­tos tra­du­ci­dos, sino las últi­mas obras escri­tas por el autor, con­de­na­do a 30 años de cár­cel por su apo­yo a los repu­bli­ca­nos (tras la con­mu­ta­ción de la ini­cial pena de muer­te): cua­tro cuen­tos infan­ti­les escri­tos sobre hojas de papel higié­ni­co con las que el poe­ta armó un pre­ca­rio cua­derno. Este manus­cri­to, for­ma­do por seis hojas peque­ñas, cosi­das con hilo ocre y con bor­des enve­je­ci­dos, ha sido adqui­ri­do aho­ra por la Biblio­te­ca Nacio­nal. José Car­los Rovi­ra, cate­drá­ti­co de Lite­ra­tu­ra His­pa­no­ame­ri­ca­na de la Uni­ver­si­dad de Ali­can­te, sos­tie­ne que el poe­ta inten­tó evi­tar que los inter­cep­ta­ran en la cár­cel disi­mu­lan­do su pro­pia autoría.

El espe­cia­lis­ta, sin embar­go, cree que las metá­fo­ras sobre encie­rro y liber­tad des­ve­lan su ver­da­de­ro ori­gen. “Ten­go la sen­sa­ción de que no son tra­duc­cio­nes sino men­sa­jes como jue­gos para su hijo, en los que qui­so plas­mar una metá­fo­ra de la liber­tad, una metá­fo­ra inge­nua de libe­ra­ción”, escri­bió Rovi­ra en el catá­lo­go de la expo­si­ción dedi­ca­da a Miguel Her­nán­dez en la BNE en el cen­te­na­rio de su naci­mien­to, en 2010.

El cua­derno con­tie­ne cua­tro cuen­tos (El potro oscu­ro, El cone­ji­to, Un hogar en el árbol y La gati­ta Man­cha y el ovi­llo rojo), escri­tos entre junio y octu­bre de1941 en la cár­cel ali­can­ti­na. Allí el poe­ta entre­gó los tex­tos al perio­dis­ta y dibu­jan­te Euse­bio Oca Pérez, que ilus­tró dos de las his­to­rias, El potro oscu­ro y El conejito.

Los des­cen­dien­tes de Oca rela­ta­ron años des­pués algu­nos deta­lles de aque­llos días car­ce­la­rios, como las tra­bas que sufría Jose­fi­na Man­re­sa para visi­tar­le por no haber con­traí­do matri­mo­nio ecle­siás­ti­co. En algu­na oca­sión la espo­sa de Oca entra­ba a la pri­sión con el hijo de Miguel Her­nán­dez —apro­ve­chan­do que tenía la mis­ma edad que su hijo— para que el poe­ta pudie­ra verlo.

Jesu­cris­to Riquel­me, espe­cia­lis­ta en la obra de Her­nán­dez, seña­ló en Obra exen­ta que ambos rela­tos podrían estar ins­pi­ra­dos en Los músi­cos de Bre­men, de los her­ma­nos Grimm, y El cuen­to de Peri­co, el cone­jo tra­vie­so, de la escri­to­ra bri­tá­ni­ca Hellen Bea­trix Pot­ter. El escri­tor reci­bió cla­ses de inglés en las pri­sio­nes de Con­de de Toreno (Madrid) y Palen­cia. “La tra­duc­ción”, seña­la Riquel­me, “ven­dría a ser una prác­ti­ca de su des­tre­za: de su for­ta­le­za men­tal para apren­der en momen­tos de zozo­bra, de encar­ce­la­mien­to, con la fina­li­dad de seguir pre­pa­rán­do­se para la vida”. Estas dos pie­zas se habían publi­ca­do en fac­sí­mil en 1988 bajo el títu­lo Dos cuen­tos para Manolillo.

El prin­ci­pal lega­do de Miguel Her­nán­dez per­te­ne­ce des­de diciem­bre de 2013 a la Dipu­tación de Jaén, que pagó tres millo­nes de euros para adqui­rir un fon­do com­pues­to por más de 5.600 regis­tros entre manus­cri­tos, poe­mas y otros docu­men­tos. Esta colec­ción había esta­do depo­si­ta­da en Elche, pero un cam­bio polí­ti­co en la alcal­día echó por tie­rra el acuer­do que había sus­cri­to el Ayun­ta­mien­to con la fami­lia del poe­ta para con­ser­var el lega­do duran­te 20 años a cam­bio de pagar tres millo­nes (1,6 para los here­de­ros y el res­to para la fun­da­ción). La mayor par­te de los docu­men­tos serán depo­si­ta­dos en el Museo de Que­sa­da (Jaén), que está sien­do acon­di­cio­na­do para ello. Otra par­te per­ma­ne­ce­rá en el Ins­ti­tu­to de Estu­dios Gien­nen­ses a dis­po­si­ción de los investigadores.

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