El otro día se hablaba en este blog sobre la necesaria revolución de la izquierda abertzale para revolucionar Euskal Herria. Unido a ello, nuevas formas organizativas que puedan llevar adelante semejante tarea. Hay que decir que hoy por hoy la construcción estructural de la izquierda abertzale es del todo inoperativa y vieja para tal fin.
La situación estructural actual ha supuesto una disolución de la izquierda abertzale como movimiento político de liberación (MLNV) y en vez de levantar un nuevo modelo sofisticado a través de la experiencia acumulada y de cara al futuro, ha traído poco a poco y con el impulso de la represión una vuelta al modelo pasado que quería instaurar partes de HASI a finales de los 80 con el agravante añadido de que el partido-vanguardia es un partido institucional.
Este retroceso histórico que sitúa al partido institucional como núcleo central ha ido difuminando progresivamente el carácter de unidad popular, ha creado una sobrecarga de responsabilidades y tareas en el mismo, produciendo una bajada de democracia interna apreciable, un alejamiento de la base social y una desconexión con el movimiento popular. Así mismo se ha intensificado la verticalidad en todas las esferas siendo detonante de importantes falta de cohesión.
El modelo que partes de HASI querían instaurar a finales de los 80 fue de hecho el modelo organizativo que tomaron la mayoría de movimientos de izquierda de la época que transitaron posteriormente de movimiento revolucionario a socialdemócrata. El resto es historia conocida.
Este modelo organizativo cadudo también ha tenido su influencia en la construcción del movimiento soberanista creando un muro que impide su desarrollo al centralizar todo de manera dependiente en lo institucional y siendo los partidos único sujetos. Conviertiendo al movimiento soberanista en algo fantasma de pura estructura y votos.
Esta situación organizativa impide en alto grado dar respuesta a muchos de los retos en el horizonte tanto en el apartado nacional como social. Sobre todo teniendo en cuenta la situación objetiva de la ofensiva capitalista al calor de la crisis, el bloqueo en el que se encuentra el proceso de liberación nacional que necesitará una resuelta ofensiva popular, y la, hay que ir diciéndolo ya, intentona fallida de resolución al conflicto.
El mundo avanza, y Euskal Herria también lo hará hacia cada vez una mayor diversidad de movimientos y democracia horizontal tanto en el movimiento social como político. No podemos darnos el lujo de quedarnos atrás y en vez de renovar e innovar la apuesta estructural que durante décadas ha traído éxitos apreciables y ha evitado derrotas, retrotraernos décadas en el pasado y embarrar la fluidez necesaria a día de hoy como está ocurriendo.
Hoy la izquierda tiene dos caminos a recorrer. Insistir en una apuesta socialdemócrata e institucionalista ya fracasada por toda Europa y el mundo, o avanzar en un esquema organizativo que haga real lo que las mismas bases del partido-institucional afirmaron: “La lucha popular debe ser vanguardia y la lucha institucional estar a su servicio.” El modelo organizativo actual es justo para todo lo contrario.
Para que realmente esa lucha popular, punta de lanza de los avances y factor primordial para derribar los muros a los que nos enfrentamos pueda expandirse, acumular y desatar toda su capacidad creativa hoy acotada, en mi opinión se tienen que dar ciertas condiciones:
- Vuelta al modelo movimiento de liberación nacional (MLNV) pero ajustado a las necesidades y coyuntura actual y de futuro.
- La creación de una organización socialista revolucionaria para la liberación nacional que recoja el testigo de la lucha revolucionaria histórica y lo de todo entre otras cosas en lo que ha sido más eficiente; Precisamente en el impulso del movimiento popular.
- Reorganización del movimiento comunista abertzale en pie de igualdad con las diferentes corrientes. Posibilidad de estrechar lazos con el movimiento libertario vasco.
-Recuperación de la referencialidad de partidos históricos apartados y de organizaciones “sectoriales” hoy en segundo plano.
-Abandonar toda tentación de solapar a la organización juvenil revolucionaria. Reforzar su autonomía.
- Nuevo modelo sindical que rompa las inercias.
- Reestructuración del movimiento anti-represivo.
- Retomar el carácter de unidad popular. Con espacio a la divergencia en igualdad de condiciones.
- Volver a releer a Victor Serge y hacerle caso en cuanto a la necesidad de las organizaciones fuera de la legalidad.
- Finalización del “ciclo de liberados”. Eliminar completamente su existencia como modelo de militancia o eliminar totalmente su capacidad fáctica y relegarla a apartados técnicos, o hacerla rotativa.
- Eliminación del modelo arriba-abajo por uno arriba-arriba. Paso imprescindible para ello es la finalización del “ciclo de liberados” y la toma de responsabilidades comunes.
- Abrir el movimiento soberanista al pueblo y que sea éste el que lo gestione en absoluta igualdad de condiciones que los partidos. Y que no sean los partidos los que gestionen al pueblo.