Cuba: Femi­nis­mo que se abre espacio

Helen Her­nán­dez Hormilla 

(Espe­cial de SEM­lac).- De Ana­bel Mit­jans pasó a lla­mar­se Log­bo­na Olu­ko­nee en 2011, una acción con la que rei­vin­di­có la heren­cia afri­ca­na de su san­gre y la acen­tuó en una pers­pec­ti­va de vida «afro-cén­tri­ca», femi­nis­ta y queer.
Des­de esa pos­tu­ra crí­ti­ca hacia las nor­mas que esta­ble­cen sig­ni­fi­ca­dos estan­cos para ser mujer, hom­bre, gay, les­bia­na, trans (tra­ves­ti, trans­gé­ne­ro, tran­se­xual) o afro­des­cen­dien­te, esta cuba­na de 29 años defien­de los dere­chos sexua­les y de géne­ro con estra­te­gias poco comu­nes en su contexto.

Es pro­fe­so­ra de His­to­ria de Cuba en la Uni­ver­si­dad Agra­ria de La Haba­na y una de las jóve­nes que traen nue­vos dis­cur­sos y prác­ti­cas al femi­nis­mo de la isla cari­be­ña, seña­lan­do con­fluen­cias entre las bata­llas con­tra el machis­mo, la homo­fo­bia, el racis­mo, el sexis­mo y la lesbofobia.
Hace unos años «salió del clo­set» y se enfren­tó a los dolo­res de con­tra­de­cir lo espe­ra­do en Cuba para su géne­ro. Vis­te ropa uni­sex, su cabe­za está casi rapa­da y ama sin pre­jui­cios a otra mujer; aun­que no le gus­ta iden­ti­fi­car­se con este­reo­ti­pos de femi­ni­dad, mas­cu­li­ni­dad o lesbianismo.
Auto­de­fi­nir­se queer reba­sa esas con­cep­cio­nes e impli­ca, en su cri­te­rio, una defi­ni­ción polí­ti­ca que rom­pe con los bina­ris­mos e inde­pen­di­za a las personas.
«Ves­tir­me de hom­bre ha sido libe­ra­dor por la posi­bi­li­dad de salir a la calle sin que me digan piro­pos o me toquen, lo que dice mucho de las socie­dad en que vivi­mos», refle­xio­na en entre­vis­ta con SEMlac.
«Mien­tras más te acer­cas a lo mas­cu­lino, más poder tie­nes; pero la mas­cu­li­ni­dad y la femi­ni­dad son cons­truc­cio­nes que uno pue­de trans­for­mar, sin nece­si­dad de repe­tir los reza­gos del machis­mo, el poder y la vio­len­cia», con­si­de­ra la his­to­ria­do­ra, son­rien­te y aje­na a poses encartonadas.

¿Qué pro­po­nes al iden­ti­fi­car­te queer?

«Lo queer es una teo­ría aca­dé­mi­ca, un modo de pen­sar y una for­ma de vida que bus­ca la libe­ra­ción total de la per­so­na, rom­per las barre­ras, este­reo­ti­pos y esque­mas construidos.

«Esta teo­ría sus­ten­ta, pri­me­ra­men­te, que todas las nocio­nes de lo feme­nino y lo mas­cu­lino son cons­truc­cio­nes impues­tas por la socie­dad y la cul­tu­ra. En bus­ca de ajus­tar­nos a esos este­reo­ti­pos se nos va la vida, pero pue­den des­ha­cer­se por­que son un per­for­man­ce, una representación.

«Aun­que su difu­sión está muy mar­ca­da por la aca­de­mia blan­ca nor­te­ame­ri­ca­na, con auto­ras como Judith Butler, la pri­me­ra per­so­na que intro­du­jo el tér­mino queer fue Glo­ria Zar­dúa, una femi­nis­ta chi­ca­na. Lo queer nace de una pra­xis femi­nis­ta lésbica».

Pero en algu­nos espa­cios tam­bién se han con­ver­ti­do en una eti­que­ta. ¿Cómo aco­plar esas ideas a la situa­ción de Cuba?

«Esta teo­ría nació de una pra­xis femi­nis­ta negra y tie­ne una vali­dez impor­tan­te para la diás­po­ra afri­ca­na y el mun­do latino.

«Para la reali­dad cuba­na, lo queer ayu­da a des­truir las nor­ma­ti­za­cio­nes. Si eres mujer, negra y pobre, por ejem­plo, incum­ples las nor­mas de un mun­do colo­nia­lis­ta, hete­ro­se­xual y patriar­cal, que pri­vi­le­gia al hom­bre blan­co, hete­ro­se­xual y rico. Eres queer.

«Ser queer es una posi­ción polí­ti­ca, no una moda como asu­men algu­nas per­so­nas. Yo no soy les­bia­na y queer por moda, sino por­que nací así. Cuan­do socia­li­zo este cono­ci­mien­to, bus­co que la gen­te ten­ga armas para luchar y reconocerse».

En reac­ción a los altos pre­cios de clu­bes esta­ta­les y pri­va­dos para per­so­nas LGBTI (les­bia­nas, gays, bise­xua­les, trans e inter­se­xua­les) que han comen­za­do a flo­re­cer en La Haba­na, Mit­jans creó en 2013 el pro­yec­to Moti­vi­to, como alter­na­ti­va de socia­li­za­ción para quie­nes no pue­den cos­tear­se estas diversiones.

Tras la apa­rien­cia lúdi­ca del pro­yec­to, exis­te el obje­ti­vo de empo­de­rar a las muje­res les­bia­nas y com­par­tir herra­mien­tas con­cep­tua­les que les ayu­den a enfren­tar la discriminación.

«El mun­do noc­turno gay se está con­vir­tien­do en un espa­cio homo­nor­ma­ti­vo y de con­su­mo capi­ta­lis­ta, don­de no tie­nen cabi­da las muje­res no hete­ro­se­xua­les y exis­te mucha pros­ti­tu­ción», opina.

La pri­me­ra acción ocu­rrió el 28 de febre­ro del pasa­do año en el Pabe­llón Cuba, uno de los sitios más cén­tri­cos de La Haba­na y sede de la Aso­cia­ción Her­ma­nos Saíz, de jóve­nes artistas.

Allí se cita­ron per­so­nas LGBTI para ocu­par­lo «por asal­to» y hacer visi­ble que los espa­cios públi­cos están pen­sa­dos, sobre todo, para per­so­nas heterosexuales.

«Es mi dere­cho salir a la calle con mi novia, besar­la y abra­zar­la, sin el peli­gro de que nin­gún hom­bre nos moles­te o sen­tir que nos miran y aver­güen­zan todo el tiem­po», defien­de la tam­bién inte­gran­te del autó­no­mo Pro­yec­to Arcoí­ris, que defien­de los dere­chos LGBTI.

Lue­go hicie­ron una fies­ta para les­bia­nas, cos­tea­da ente­ra­men­te por Mit­jans y algu­nos ami­gos, con más de 150 muje­res par­ti­ci­pan­tes que reci­bie­ron suel­tos con con­cep­tos de la teo­ría de género.

«Es bueno que las per­so­nas adquie­ran un len­gua­je que les per­mi­ta cono­cer su reali­dad y esa vez qui­si­mos brin­dar­les armas teó­ri­cas a las les­bia­nas», relata.

En junio pasa­do, el pro­yec­to orga­ni­zó la expo­si­ción Refrac­cio­nes en la casa-gale­ría del artis­ta de la plás­ti­ca Samuel Rie­ra, con foto­gra­fías e ins­ta­la­cio­nes sobre per­so­nas queer en Esta­dos Uni­dos y Cuba.

Impre­sos de mane­ra arte­sa­nal, las y los asis­ten­tes se lle­va­ron tex­tos de afro­fe­mi­nis­tas y teó­ri­cas queer como Audre Lor­de, Yuder­kis Espi­no­sa y bell hooks.

¿Por qué eli­ges la diver­sión para pro­mo­ver el cam­bio feminista?

«Como pro­fe­so­ra y aca­dé­mi­ca, he tra­ba­ja­do para defen­der a las muje­res, pero me doy cuen­ta de que no soy sufi­cien­te­men­te escu­cha­da en ese espa­cio. Tam­bién par­te de la pro­duc­ción femi­nis­ta en la aca­de­mia es abu­rri­da, ortodoxa.

«Enton­ces pen­sé en bus­car otras for­mas para inte­re­sar a la gen­te que no lee. Cuba es un país muy fies­te­ro y es útil uti­li­zar las fies­tas des­de otra pers­pec­ti­va. Si la músi­ca que pon­go la hizo una mujer femi­nis­ta que dice: «no dejes que te gol­peen», «inde­pen­dí­za­te», «bús­ca­te tu pro­pio dine­ro»; si antes de entrar a la fies­ta repar­to suel­tos con infor­ma­ción femi­nis­ta; pue­do edu­car en el pro­ce­so de diversión.

«Alre­de­dor de estas fies­tas pue­de crear­se una comu­ni­dad. Si cada una pone un poqui­to, pue­de lograr­se mucho. En Cuba exis­te una pra­xis femi­nis­ta coti­dia­na, en la calle, que rea­li­zan muje­res de pue­blo, sin que lo racio­na­li­cen o publiquen.»

¿Cómo arti­cu­lar estos espa­cios con otros del acti­vis­mo femi­nis­ta en Cuba?

«Esa mis­ma pre­gun­ta me la he hecho recu­rren­te­men­te. Mi sue­ño como femi­nis­ta es que todas las muje­res luche­mos por una cau­sa común, pero sien­to que, des­gra­cia­da­men­te, el femi­nis­mo en Cuba está separado.

«Quie­ro com­par­tir mi lucha y la de las demás en pos de la eman­ci­pa­ción de las muje­res en este país, pero me intere­sa tra­ba­jar des­de la base, con la expe­rien­cia popu­lar. No todos tie­nen acce­so a la uni­ver­si­dad, pero sí debe­rían tener acce­so a una edu­ca­ción femi­nis­ta y horizontal.

«Muje­res femi­nis­tas con inte­rés en tra­ba­jar des­de esa pers­pec­ti­va son mis aliadas».

¿Las femi­nis­tas cuba­nas nece­si­tan estar más unidas?

«Sien­to que nece­si­ta­mos mayor soli­da­ri­dad entre las muje­res y los hom­bres femi­nis­tas. Esa soli­da­ri­dad tie­ne que lle­gar. Tal vez mi dis­cur­so es muy radi­cal por­que está basa­do en el pen­sa­mien­to afro­fe­mi­nis­ta, queer y anti­ca­pi­ta­lis­ta. Cuan­do algu­nas per­so­nas escu­chan eso, pue­den no estar de acuer­do, por­que ser así trae problemas.

«Hemos logra­do muchas cosas en cuan­to a la eman­ci­pa­ción de la mujer en Cuba, pero nos que­dan otras por con­se­guir en un país con una gran femi­ni­za­ción de la pobre­za y en el cual toda­vía las muje­res están suje­tas al domi­nio patriarcal».

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