La fragmentación de la clase trabajadora y una jerarquización en términos de condiciones salariales y materiales de explotación, han llevado a muchos sectores de la izquierda, a cuestionar el propio concepto de “clase trabajadora”, ya que, según estas posiciones, no refleja una realidad tan compleja y diversa, de profesiones, condiciones laborales y formas de vida. Este análisis, del carácter obsoleto del concepto de clase trabajadora, ‑para qué hablar de “clase proletaria”-, es reforzado de manera recurrente, por el argumento relativo a que la clase trabajadora, no tiene conciencia de sí misma, definiéndose más como “clase media”, “consumidores”, “ciudadanos” o últimamente, “los de abajo”.
Incluso entre organizaciones pretendidamente revolucionarias, se cuestiona a la clase trabajadora como sujeto de la lucha de clases, en tanto que, en situaciones como las que actualmente soportamos, de una brutal ofensiva del capital, no responde como clase, no desarrolla su “conciencia de clase”, ni lucha contra el capital, ni está dispuesta a luchar por el socialismo. De esta manera, se buscan y se construyen nuevos sujetos, supuestamente más dispuestos a afrontar la lucha contra las injusticias o más dinámicos, como los nuevos movimientos sociales, tal y como hoy se afana por presentarse PODEMOS.
En realidad, lo que desde estos movimientos se está afirmando, a veces de forma directa, la mayoría de forma solapada, es que la contradicción existente entre capital y trabajo, no es operativa, que es determinista o economicista, o demasiado abstracta. El postmodernismo de ciertas teorías pseudo-marxistas o izquierdistas, son precisamente el producto de la vigencia de la contradicción entre capital y trabajo, y la manifestación de la lucha de clases en el ámbito de la teoría/ideología.
La contradicción capital-trabajo, es antagónica, irreconciliable, porque expresa la objetividad de la clase trabajadora como producto histórico del capitalismo. El capitalismo implica generación de excedente mediante la explotación, porque la forma plusvalía, como excedente en el modo de producción capitalista, es trabajo no pagado, en el sentido de que el valor del trabajo realizado en el proceso de producción, es superior al del valor de la reproducción de dicho trabajo, en las condiciones históricas y sociales dadas. El capital produce trabajo asalariado, porque sin este trabajo asalariado, no existiría plusvalor.
La producción de plusvalor, implica explotación, y la explotación implica posiciones de dominación y subordinación y, por lo tanto, una relación de coacción. El capitalismo, como modo de producción, se asienta sobre la obligación de que el trabajo asalariado deba realizar de manera obligatoria, estructurada, en condiciones materiales de explotación más o menos brutales, un sobretrabajo.
La teoría marxista-leninista de la explotación, basada en las características coactivas de la producción de plusvalor, implica una ruptura radical y absoluta, con teorías en las que el capitalismo es analizado como productor de “desigualdades sociales”, de situaciones injustas que pueden ser corregidas mediante transferencias de valor en el ámbito de la circulación, producción o en la repartición del excedente, por la acción de organizaciones reformistas, el poder negociador de los sindicatos, o la buena voluntad de la clase capitalista. Si no se entiende esta concepción de la explotación, no se entenderá tampoco, la diferencia que los marxistas-leninistas establecen entre el carácter positivo de las reformas, de las mejoras en las condiciones de vida de la clase trabajadora y los sectores populares y el porqué del carácter revolucionario del marxismo-leninismo y su repudio al reformismo como práctica política.
El carácter antagónico e irreconciliable entre el capital y el trabajo, no es mera fraseología. Consolida desde la caracterización del capitalismo como modelo de explotación, las posibilidades de resistencia frente al mismo, sea mediante la lucha abierta o reconducida a una mesa de negociaciones.
El antagonismo entre capital y trabajo, determinan las condiciones de posibilidad de una alternativa socialista, ya que asume la centralidad de la clase trabajadora como sujeto superador y enterrador del capitalismo. Y esto al margen de que en determinados contextos, en los que las correlaciones de fuerzas sean beneficiosas para el capital y sus instrumentos de dominación, impliquen un retroceso de las posiciones socialistas y el desarrollo o no de una conciencia de clase revolucionaria.
La incomprensión de la radicalidad de la contradicción capital-trabajo, significa no entender la objetividad, la materialidad de la lucha de clases y conduce a planteamientos reformistas, basados en las injusticias del capitalismo y la corrección dentro de sus márgenes, basados en una crítica a la distribución desigualitaria de los medios de producción, o del valor del excedente. De otra parte, la negación de la clase trabajadora como sujeto revolucionario, conduce a la reconstrucción de sujetos amorfos, interclasistas o nacionalistas, alejados de cualquier planteamiento de superación del capitalismo.
La materialidad de la contradicción capital trabajo surgida de las entrañas de las relaciones de producción, es reproducida en el ámbito político y en el ideológico/teórico, al margen de si la clase trabajadora se organiza en partidos revolucionarios o no. Es el propio estado capitalista, con la acción de sus aparatos ideológicos y represivos, los que muestran la objetividad de la contradicción capital-trabajo, incluso negándola, pero también afirmando las características democráticas del sistema de explotación y opresión.
La fragmentación de la clase trabajadora, sus diferentes categorías, condiciones y salarios, reflejan, de una parte, la lucha de clases y las estrategias del capital para cooptar a sectores asalariados en un bloque hegemónico que asegure la estabilidad del sistema, y de otra, refleja el potencial de la clase trabajadora, motivada por la creciente cualificación, formación y capacidad de gestión, para construir la alternativa socialista. Capital y trabajo son dos polos de acumulación política e ideológica, causa y consecuencia de la lucha de clases. Las transformaciones objetiva y empíricamente observadas en la clase trabajadora, deben ser analizadas, asimiladas y asumidas por los comunistas, para desarrollar una estrategia adecuada de confrontación contra el capital, acumular fuerzas e impulsar un programa de transición hacia el socialismo, y no caer en el postmodernismo de las izquierdas que pretenden “superar” la teoría y la praxis que representa el marxismo-leninismo al servicio de la emancipación de los oprimidos.