Digamos que en un pueblo se realiza un acto reivindicativo y de denuncia ante una opresión concreta. Esta movilización es reventada por la policía con violencia y posteriormente diversas personas son multadas, otras detenidas y algunas pasan a prisión. A los días siguientes se convoca otro acto de denuncia, esta vez en protesta por esa represión desatada. La gente acude y vuelve a aplicarse dura represión. Para evitar la represión se busca autorizar la siguiente movilización que tendrá algunos cambios en contenido. Es prohibida y ahí se queda la cosa. Tiempo después se intenta convocar y que sea autorizada. Es permitida y transcurre con normalidad. Durante ese tiempo y en adelante la policía continuará apilando información preparada para golpear otra vez cuando sea necesario.
¿Cómo interpretar esta situación?
Confusamente algunos afirmarán que al final, al no haber existido violencia policial directa, la normalidad se abre paso. No estarán preparados entonces para el siguiente golpe y probablemente tampoco se habrán dado cuenta del recorrido de vehiculización llevado a cabo por la represión. En ese proceso, perdida la teoría de la represión, progresivamente perderá el norte de lo vital y fundamental, que no era la represión sino la opresión concreta denunciada al principio de todo. A la larga, ese hábito hará que la opresión sea normalizada también.
Esta pequeña anécdota sirva para ilustrar al Pacto de Ajuria Enea, que pese a ser conocido por ese nombre, el real era: Acuerdo para la Normalización y Pacificación de Euskadi.
El objetivo de la represión por mucha paradoja que parezca es no ejercer represión. Los opresores no son entes guiados por una maldad irracional. Sino que es estudiada y científica. De esta manera, la represión es la fuerza necesaria a utilizar para que una opresión se mantenga. Puede ser totalmente brutal y abierta o puede pasar totalmente desapercibida o asimilada en su existencia o apenas ser utilizada cuando no hay peligro. Sin embargo en cualquiera de los casos la represión esta ahí ya que es mucho más que una mera acción represiva, es una doctrina inherente a la opresión nacional y social y una constante histórica haciendo que ante el aumento de la lucha y la peligrosidad de ésta en cuanto a la eliminación de la opresión haga que esa represión aumente.
En ese sentido la minimización de la represión, su no entendimiento de los baremos en los que se mueve o no se mueve, está relacionado con el viejo sueño de la credulidad de llegar al poder del parlamentarismo burgués y creer que a partir de ahí en un proceso tranquilo, sosegado y normalizado el poder burgués pueda ser eliminado y sustituido por el poder del pueblo, o lo que es lo mismo en el plano nacional: “hacia la independencia, desde la ley de los conquistadores”. Ese sueño acabó siempre en pesadilla y en la normalización de la injusticia y de todos los que apostaron por ello.
No existe ningún proceso normalizado, sosegado y tranquilo hacia la liberación nacional y social. Para acabar con la opresión el precio se debe pagar en monedas de inestabilidad. Buscar una normalización en realidad es la expresión oculta del cierre de caminos. Es la “paz social” de la convivencia interclasista que busca la oligarquía y la patronal, es la paz plácida de la que hablaba Mayor Oreja en relación al franquismo. También tiene otros nombres, paz de los cementerios, pax romana.
Euskal Herria a día de hoy sufre represión. Como consecuencia de las tesis normalizadoras se está empezando ya a ver especialmente en las castas intelectuales análisis totalmente irreales en cuanto a esta situación y si bien es peligroso que cuando aparentemente no exista bajar la guardia, lo es mucho más cuando si existe hacer lo mismo.
Precisamente romper la normalización de la injusticia, aumentar la conciencia ante la represión y la opresión, tensionarse frente al enemigo son recetas indispensables para que la credulidad no se abrá paso y de al traste con un proceso de liberación nacional y social.
Y que nadie piense que esto tenga que ver con tomar medidas de presión revolucionaria violentas. Es indiferente. Violentas o no, la incomodidad de las dinámicas de lucha radical, desobediente, de desestabilización de la opresión, de superación de la legalidad impuesta, son el pago de las tesis normalizadoras. El destensionamiento que crea a la larga minimiza y normaliza no solo a la represión sino también a la legalidad y la opresión. Así mismo crea una comodidad increíble para los estados opresores en la utilización flexible de su ingeniería represiva con resultados muy efectivos de domesticación. Pues después del látigo, puede que espere el azucarillo.