Algo que me ha llamado la atención en el proceso catalán (tal vez sea por deformación profesional) es la presencia constante del año 1714. Que se ha colado en la vida pública y política de forma notable. Se trata del recuerdo permanente y didáctico, que el nacionalismo catalán está haciendo sobre la pérdida de su soberanía, encarnada en esa fecha. Que se ha hecho omnipresente.
Lo saben todos los que han podido oir en el Cam Nou, en el mínuto 17.14 de cada tiempo, gritos de “in…inde..independencia”. Lo conocen todos los visitantes a la capital, que han podido ver los numerosos paneles, en calles y plazas, con dibujos, escenas y textos (en tres idiomas) destacando las fases de la conquista de Catalunya, por la tropas mercenarias borbónicas. Lo pueden comprobar los visitantes.del Borne. Donde se ha inaugurado recientemente un museo temático, con exposiciones y restos históricos, en el antiguo mercado. En la misma zona donde tuvieron lugar los últimos combates por la independencia, junto a los barrios populares cerca del Fossar, donde se enterraron los cuerpos de los resistentes..
Se ha recuperado un cuadro de estilo romántico-historicista , del pintor decimonónico Estruch, que permanecía olvidado y que representa la muerte en plena guerra, de Casanova, el líder de las libertades catalanas. El cuadro se expone ahora en una sala temática del Museo de Historia de Catalunya.
Estas, y otras actualizaciones históricas, están sirviendo para informar a la conciencia nacional catalana de un momento importante. El año 1714, el once de setiembre, es el año en el que culmina la violencia del centralismo borbónico, acabando con las leyes propias y las libertades catalanas. Que por muy imperfectas y de antiguo régimen que fueran, eran propias y no podían ser vulneradas por otros estados.
A muchos les parecerá nimio todo este historicismo, sobre todo si están en el lado invasor. Pero sin duda sirve no solo para el debate político actual, sino para probar tajantemente que la presencia española en Catalunya, o en Euskadi, es consecuencia de hechos violentos, sangrientos y forzados. Que fueron realizados, hace siglos, en contra de la voluntad del pueblo invadido y cuyas consecuencias siguen vigentes todavía. Prueban además, que la violencia armada de respuesta, no se inicia en el siglo XX, con organizaciones como ETA o Terra Lliure…Sino que procede de guerras convencionales de invasión, perpetradas por España y Francia, contra las libertades vascas y catalanas, en siglos anteriores…Que al menos en Catalunya no se han olvidado..
El caso vasco, cuyos orígenes son gemelos y sus efectos los mismos, lamentablemente, es hoy muy diferente al catalán. Nuestro problema es que hemos pasado de la propaganda armada, al silencio político y a la apatía histórica. En un peligroso viaje hacia la nada, que esperamos tenga retorno algún día, porque sino sería el fin.
Ni siquiera estamos proporcionando a la opinión nacionalista los valiosos datos de la historia, que fundamentan y complementan la reclamación independentista. Muy pocos nacionalistas vascos (igual de derecha, que de izquierda) están en condiciones de explicar y discutir sobre fechas tan decisivas como 1836, 1841, 1878, 1937 etc. Fechas en las que se produjeron las ingerencias, abusos, invasiones, abolición de libertades, que han conducido a la actual situación de dependencia. Cualquiera puede comprobar cómo incansables militantes y activistas vascos apenas conocen cuál es el origen de la dependencia. Qué fueron y qué tuvieron que ver las guerras carlistas, con la situación actual. O hasta qué punto la invasión franquista, y la forma de respuesta autonómica, frenó y malogró la recuperación nacional vasca.
Sin ser necesaria demasiada erudición, podemos estar seguros que no conocer la historia fundamental y básica, sobre todo esto, desarma cualquier conciencia nacionalista y la deja en inferioridad dialéctica frente al poder y su propaganda de extinción masiva. La ignorancia de la historia, la desidia facilitada no solo por el centralismo español, sino también por el oportunismo economicista de los autonómicos, es uno de los primeros y peores escalones de la derrota.