Asque­ro­sos- Rafael Cale­ro Palma

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El dic­cio­na­rio de la Real Aca­de­mia Espa­ño­la de la Len­gua defi­ne el adje­ti­vo “asque­ro­so” en su pri­me­ra acep­ción como “Que cau­sa asco” y en su cuar­ta acep­ción como “Que cau­sa repul­sión moral o físi­ca”. Tan­to una como otra acep­ción nos sir­ven para defi­nir a la per­fec­ción a los prin­ci­pa­les res­pon­sa­bles tan­to del Minis­te­rio de Sani­dad, como de la Con­se­je­ría de Sani­dad de Madrid, empe­zan­do por la Minis­tra, y siguien­do con otras per­so­na­li­da­des de pri­mer orden de ambos orga­nis­mos. Pero sobre todo, a quien le vie­ne como ani­llo al dedo el adje­ti­vo que titu­la este articu­lo es, sin duda, al Con­se­je­ro de Sani­dad de la Comu­ni­dad de Madrid, el íncli­to Javier Rodrí­guez (médi­co de pro­fe­sión y neo­li­be­ral de con­vic­ción). Y es que lo que ha dicho este hom­bre a pro­pó­si­to de Tere­sa Rome­ro, la enfer­me­ra infec­ta­da con el virus del Ébo­la, es sim­ple y lla­na­men­te, asque­ro­so, o sea, que cau­sa asco y repul­sión moral.

Como digo, todo lo que han hecho o dicho los res­pon­sa­bles sani­ta­rios de los gobier­nos de Espa­ña y de la Comu­ni­dad de Madrid has­ta el momen­to sobre la cri­sis del Ébo­la y sobre la enfer­me­ra con­ta­gia­da “cau­sa asco” y “repul­sión moral”, a par­tes igua­les, al menos, en una per­so­na con un míni­mo de sen­si­bi­li­dad. Se ve que no ocu­rre lo mis­mo con los perio­dis­tas de los medios ultra­con­ser­va­do­res (léa­se La razón. ABC, Liber­tad Digi­tal, Cope, etc., que, como todo el mun­do sabe, están infec­ta­dos por otro virus casi tan dañino como el Ébo­la, lla­ma­do mala leche). Des­de el pri­mer momen­to en que se supo que una per­so­na de las que habían aten­di­do a los dos enfer­mos ante­rio­res se había infec­ta­do con el virus, las cúpu­las del Minis­te­rio y de la Con­se­je­ría de Sani­dad de Madrid empe­za­ron a vomi­tar basu­ra por sus bocas inmun­das, a lan­zar men­sa­jes pla­ga­dos de insi­nua­cio­nes vela­das, con el áni­mo de sem­brar dudas y de que, en cual­quier caso, las cul­pas reca­ye­ran sobre la pobre per­so­na que había teni­do la mala suer­te de con­ta­giar­se, nun­ca, bajo nin­gún con­cep­to, sobre las auto­ri­da­des sani­ta­rias. Cual­quier cosa sir­ve con tal de no asu­mir la res­pon­sa­bi­li­dad pro­pia con valen­tía y admi­tir que una o uno no está capa­ci­ta­do para afron­tar un pro­ble­ma y pre­sen­tar la dimisión.

Todos los argu­men­tos que han uti­li­za­do Javier Rodrí­guez y Ana Mato para cri­mi­na­li­zar a la enfer­me­ra, se aca­ba­rán vol­vien­do en su con­tra (ya lo han hecho en gran medi­da) y en poco tiem­po, pre­sien­to que el Ébo­la será para el gobierno de Rajoy y para el de Gon­zá­lez tan per­ni­cio­so como lo fue la Gue­rra de Irak y los aten­ta­dos de Madrid para el gobierno de Aznar. No creo que, en el momen­to en el que redac­to estas líneas, haya en todo el esta­do espa­ñol una sola per­so­na más allá de los impre­sen­ta­bles de los medios ultra­con­ser­va­do­res y de Javier Rodrí­guez, Ana Mato y sus cola­bo­ra­do­res, que cul­pe a la enfer­me­ra del con­ta­gio. En toda esta his­to­ria, si hay alguien que ha men­ti­do, y esta­mos segu­ros de que lo hay, todos sabe­mos muy bien quie­nes han sido. A Tere­sa Rome­ro, si de algo se la ha de cul­par, es, sin duda, de un altruis­mo a prue­ba de bom­bas, y de ser una per­so­na con un sen­ti­do del deber que para sí qui­sie­ran Ana Mato, Javier Rodrí­guez y los ele­men­tos que tra­ba­jan en sus equipos.

Y no se nos pue­de olvi­dar que las Ana Mato y los Javier Rodrí­guez que aho­ra nos quie­ren ven­der la burra de que están tan preo­cu­pa­dos por la salud de los madri­le­ños y de los espa­ño­les, son los que han dina­mi­ta­do el sis­te­ma sani­ta­rio públi­co espa­ñol, que hace unos años era ejem­plar y, a día de hoy, da autén­ti­ca pena, con sus polí­ti­cas neo­li­be­ra­les de recor­tes y de privatizaciones.

En fin, ya lo he dicho en otras muchas oca­sio­nes, pero lo voy a repe­tir una vez más. Las muje­res y hom­bres que vivi­mos en este país no nos mere­ce­mos que nos gobier­ne esta pan­da de inú­ti­les, incom­pe­ten­tes, embus­te­ros, lian­tes y asque­ro­sos. Si Ana Mato y Javier Rodrí­guez alber­ga­sen una sola molé­cu­la de dig­ni­dad, ya habrían dimi­ti­do hace días.

Aun­que bien pen­sa­do, no sé qué es peor: que sigan en sus pues­tos sin hacer abso­lu­ta­men­te nada o que dimi­tan y se vayan, con su ami­go Gallar­dón, a ganar ochen­ta y sie­te mil cua­tro­cien­tos cua­ren­ta euros al año, con secre­ta­ria y chó­fer, sin hacer abso­lu­ta­men­te nada, al con­se­jo con­sul­ti­vo de Madrid. Asco de país.


¡Por la caí­da del régimen¡

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