En el Seminario de Economía Crítica Taifa están de celebración. Y no es para menos: cumplen 20 años de pensamiento crítico y resistencia a la ideología neoliberal. Hablamos con una de sus participantes más antiguas, Miren Etxezarreta, Catedrática Emérita de Economía Aplicada en la Universitat Autònoma de Barcelona. Con la vitalidad característica de quienes llevan toda una vida luchando, nos habla de la situación de la economía como disciplina, por qué es importante leer a Marx hoy y cómo ve el cambio social. Entrevista realizada por Adrià Porta Caballé @adriaportac.
Dices que empezaste a estudiar economía porque siempre te preocupó que haya gente pobre y rica. Sin embargo, reconoces que después de 5 años de carrera no entendiste por qué. Muchos estudiantes de economía sienten aún hoy la misma frustración. ¿Cuál crees que es la situación de la economía como disciplina hoy en día?
El problema es que hay muchos estudiantes de economía que ni siquiera saben que hay distintas escuelas de pensamiento económico: clásica, marxista, keynesiana, feminista, ecologista, etc. Creen que han estudiado “Economía”, cuando a lo que se refieren en realidad es estrictamente al modelo neoliberal.
El caso del marxismo es paradigmático de como un modelo económico que por largo tiempo se ha considerado obsoleto, vuelve a ponerse sobre la mesa con la crisis financiera del 2008. ¿Qué crees que puede aportar hoy la lectura de Marx?
Para mí el descubrimiento del marxismo representó precisamente lo que eché en falta en mi educación universitaria. La lectura de Marx –que fue puramente teórica y autodidacta: yo no militaba en ningún partido por aquel entonces– me explicó porque hay pobres y ricos, esto es, la realidad de la economía. Aún hoy creo que es el paradigma que mejor explica la economía real. Indudablemente la sociedad actual no sigue las pautas de la del s. XIX, pero el método de análisis descrito por Marx se puede adaptar.
Obviamente hay una tesis fundamental, que es la teoría de la explotación, pero para mí lo más importante es la forma en la que te ayuda a mirar a la realidad. En este sentido, no es tan relevante esta o aquella tesis de Marx, sino la misma manera en que formula sus preguntas sobre la economía capitalista. El marxismo es sobre todo un método de análisis.
Dices que para ti el marxismo no significa repetir un dogma aprendido de memoria. ¿Qué añadirías hoy a los postulados clásicos de Marx?
Precisamente nosotras y nosotros ahora en Taifa intentamos ampliar la teoría de la explotación a esferas que no fueron extensivamente tratadas por Marx. Voy a poner dos ejemplos.
A través de John Bellamy Foster [p. ej. en La ecología de Marx: materialismo y naturaleza, 2000] nosotros creemos haber visto claramente como Marx asume el tema de la naturaleza dentro de su propio análisis económico. Pero la verdad es que no está tan explícito; por eso estamos haciendo un esfuerzo de comprensión de la cuestión de la ecología desde el punto de vista marxista de tal modo que, cuando hablemos de la teoría de la explotación, podamos incluir el tratamiento de la naturaleza.
Y después creemos que habría que añadir también el tema de la reproducción de la fuerza del trabajo. Recientemente tuve la oportunidad de charlar con Silvia Federicii sobre esto precisamente. Para mí uno de los elementos importantes de Calibán y la bruja (2004)ii es el haber permitido ampliar el alcance de la teoría de la explotación a un ámbito que hasta ahora había sido tratado casi exclusivamente por la economía feminista.
La pregunta es por tanto cómo integramos dentro la teoría del valor-trabajo el tratamiento de la naturaleza o de la reproducción de la fuerza de trabajo. Y esa es la tarea que creo que nos corresponde a quienes nos auto-denominamos marxistas. Yo no creo que Marx quisiera en ningún momento crear un catecismo ortodoxo…
Hablas siempre de cambiar la sociedad a partir de “microcosmos”. Siendo el Seminario de Economía Crítica Taifa evidentemente uno de estos microcosmos ¿qué función específica cumple dentro del cambio social?
Taifa tiene una doble pretensión. Por un lado, la autoformación: nosotros somos conscientes que sabemos muy poco y de que aún nos queda mucho por aprender. Así que intentamos en la medida de lo posible ampliar nuestros horizontes para entender este mundo cada vez más cambiante, siempre desde una perspectiva crítica. Por otro lado, después de 20 años también creemos que puede ser útil trasladar lo que nosotros vamos aprendiendo a los diferentes grupos de la izquierda transformadora que lo quieran.
Nuestra hipótesis parte de la base de que, dentro del cúmulo de organizaciones críticas que hay –a las que damos la bienvenida, no nos sobra ninguna– la formación está un poco débil y, especialmente, en el caso de la economía. En estos grupos suele predominar por lo general el activismo, pero falta formación. Y si no hay formación uno siempre está expuesto a que cualquier argumento le despiste. Por ejemplo, cuando nos repiten hasta la saciedad “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”. Por muy activista que alguien sea, si no ha estudiado aunque sea sumariamente el funcionamiento de la economía, le pueden dejar en la duda. En este sentido, nosotros ofrecemos modestamente nuestro conocimiento a la disposición de cualquier grupo interesado. Por esto tampoco formamos parte de ninguno, en Taifa somos muy celosos de nuestra independencia. Queremos estar a la disposición de todos. Dedicarnos a la formación, nuestra y de los demás.
Me recuerda aquello que dice Zizek de que a veces lo más revolucionario es pararse a pensar, para no cometer los errores que resultarían de un activismo impaciente e irreflexivo. Sí que es verdad que hay una relativa falta de formación, pero ¿por qué crees que esto se da especialmente en la economía en comparación con otras disciplinas?
Porque es antipática. Me ha pasado más de una vez que un oyente se sorprenda cuando digo que soy economista. Inmediatamente la pregunta es: ¿pero cómo puede ser que sea economista si le he entendido todo? Y este es el problema: hoy en día se presenta la economía como algo inalcanzable para la gente corriente, usando por ejemplo un vocabulario deliberadamente complicado. Lo que se consigue con esta estrategia es que la gente delegue las cuestiones de política económica –que nos afectan a todos– a una serie de “expertos”. De este modo se esconde lo que los debates económicos realmente son: diferencias ideológicas.
Ya para acabar, desde que empezó la crisis, se ha podido observar un cambio generacional dentro de la movilización política. Con tu experiencia en la lucha ¿qué consejo darías a la gente joven que justo empezamos a tomar conciencia?
Mira, cuando yo era joven estaba claro lo que un comunista tenía que hacer: afiliarse a un partido, hacer la revolución y llegar al poder. Hoy es diferente: el movimiento 15M, las Mareas o la PAH son ejemplos clarísimos. Ante la situación actual yo diría que es fundamental crear ámbitos de autonomía. Espacios alejados del poder institucional donde la gente pueda auto-organizarse fuera del marco capitalista y demostrar en la práctica que hay otras formas posibles de vivir y actuar.