Por un par de Adidas o un jerey de Zara, cada vez más caros para nuestros bajos salarios, la obrera camboyana recibirá algunos céntimos. La lucha de las obreras para arrancar a las multinacionales un salario de miseria esclarece la realidad del sistema capitalista mundializado.
Ante el aumento de los salarios en China o en Vietnam, las multinacionales del textil están emigrando hacia países como Camboya o Bangladesh en donde los salarios tienen los niveles más bajos del mundo, en donde las fábricas se queman y matan a millares de obreros y obreras ante la indiferencia general.
Tres veces más de obreros y obreras del textil en Camboya que en Francia por un salario de 2,5 euros al día, ¡gracias Zara, H&M y Adidas!
En 2014, Camboya tiene 650.000 obreros y obreras del textil ‑esencialmente mujeres‑, tres veces más que el mismo sector en Francia. El sector representa un tercio de los ingresos de un país con un PIB tan escaso como 15 mil millones de euros (entre Botsuana y Papúa Nueva-Guinea), una producción 200 veces inferior a la de Francia.
Entre las empresas europeas y americanas textiles que han invertido en Camboya estos últimos años encontramos H&M, Walmart, Levi’s, Gap, Puma, C&A, Adidas, Ralph Lauren o Zara.
En diciembre de 2013, el salario mínimo de una obrera camboyana era de 60 euros al mes, o sea 2 euros por día. Según las organizaciones sindicales, los gastos medios de una familia obrera en Camboya son el doble, es decir 135 euros al mes.
Los «desmayos en masa»: bienvenidos a las fábricas del infierno
Sometidas a condiciones de trabajo inhumanas, con jornadas de trabajo de más de 10 horas, con temperaturas que pueden exceder los 40 ºC, con una subalimentación crónica, las obreras camboyanas no pueden aguantar los ritmos en este infierno moderno.
Desde 2011, asistimos a una explosión de lo que se denomina «los desmayos en masa» (mass faintings), en algunas fábricas, decenas de obreras caen como moscas, totalmente agotadas. ¡Como en las fábricas de algodón de Manchester en el siglo XIX!
En 2011, 1.000 casos de desmayos industriales fueron contabilizados, pero esta cifra subió a 2.000 en 2012. Los desmayos se multiplican, como este record en 2013 de 180 obreras en las fábricas que abastecen Raplh Lauren y Adidas, o recientemente en abril de 2014 esas 120 obreras en dos fábricas de prendas de sport de las marcas Puma y Adidas.
Las grandes empresas y la prensa local hablan de fenómenos de «histeria de masas» (sic!). Un estudio llevado a cabo por una ONG «Stop til they drop» (Trabajar hasta el final) señala otras causas más racionales: las condiciones inhumanas de trabajo y una ración alimentaria insuficiente, cuando muchas de las trabajadoras no pueden pagar los 1,5 eruos necesarios para una mínima alimentación.
La revuelta de las oprimidas: de la huelga nacional de diciembre de 2013 hasta las manifestaciones de septiembre de 2014
La huelga nacional de diciembre de 2013 representó una primera revuelta masiva de las obreras del sector: decenas de millares de huelguistas, manifestaciones masivas reprimidas violentamente por el gobierno a principios del mes de enero, causando la muerte de 5 personas.
El gobierno de todas maneras prometió elevar el salario mínimo a 75 euros (¡2,5 euros por día!). Este ridículo aumento es ampliamente insuficiente para las obreras camboyanas.
La lucha ha reemprendido este mes de septiembre con una consigna simple: queremos un salario de 177 dólres (135 euros) por mes necesario para poder vivir, que el ordenante europeo o americano garantice este salario mínimo.
¡Los 177 dólares por mes, una reivindicación irrealista para las multinacionales!
En efecto, la mayoría de las multinacionales subcontratan a proveedores locales obligados a las condiciones de salario y de trabajo mínimos para asegurar precios aceptables a los ordenantes. Este sistema hipócrita permite a los gigantes del sector de quitarse de encima sus responsabilidades.
El 17 de septiembre varios miles de obreras descendieron a la calle en Pnom Penh para exigir ese salario de 177 dólares por mes. Según el sindicato de los trabajadores del textil, las obreras de 300 fábricas manifestaron al mismo tiempo en todo el país.
El Estado respondió por un masivo desplegamiento de fuerzas de policía y del ejército en el parque industrial Canadia en donde se desarrollaba la acción.
Las multinacionales han respondido: «la reivindicación de los asalariados del sector es irrealizable y conduciría al cierre de las fábricas situadas en Camboya».
La segunda respuesta, enviada por H&M y Zara es más subtil y perniciosa: «estamos preparados para integrar salarios más altos» en el precio de facturación pero «esto pasa por un aumento de productividad, una mejora de la capacidad de los trabajadores, en colaboración con los sindicatos eb el lugar de trabajo». ¡Sí a la subida de salarios, si las grandes empresas pueden intensificar la explotación y conseguir todavía beneficios más fáciles!
A Gramsci le gustaba citar este trozo de Père Goriot de Balzac cuesta se le pregunta a Rastignac: «¿Si supieras que por cada naranja que comes, un chino muere, dejarías de comer naranjas?» Rastignac contestó: «Las naranjas son algo cercano a mí, las conozco, los chinos están lejos y, además, ni siquiera estoy seguro de que existan».
Las obreras camboyanas están lejos, por cada par de los zapatos, por cada chaqueta que llevamos, una obrera puede estar desmayándose, puede morir. El sistema capitalista mundial no nos permite no vestirnos, pero sabemos que existen. Podemos conocer la injusticia, hacer nuestra la lucha de nuestras hermanas que se encuentran a 10.000 kilómetros de distancia. ¡Solidaridad!
30 de septiembre de 2014
Article AC pour http://www.solidarite-internationale-pcf.fr/
[Texto traducido del francés por Boltxe Kolektiboa.]