Sare Antifaxista nos ha pedido que hiciéramos un prólogo al libro de Wilhem Reich Psicología de masas del fascismo. Nuestro trabajo se centra en la divulgación del marxismo, en la formación marxista, en charlas en las que intentamos aplicar el método marxista de análisis de las situaciones concretas, por ello vamos a plantear algunas de las enseñanzas que puede aportarnos este libro de de W. Reich. No vamos a hacer un estudio a fondo de la obra de W. Reich, vamos a centrarnos en algunas de sus enseñanzas. A pesar de que el libro de Reich se centra en el análisis de la situación en Alemania durante los años 1930 – 1933 (el libro apareció en 1933) pensamos que podemos extraer algunas enseñanzas aplicables a la situación concreta de Euskal Herria en la actualidad. Esto nos lleva también a plantear la necesidad de estudiar todas las experiencias de lucha que podamos. No debemos perder la memoria de la lucha de los y las militantes que lucharon contra el capitalismo en todas sus expresiones. Y la lucha, con sus errores y aciertos, contra el fascismo es una experiencia que puede ayudarnos a avanzar.
Además de la simpatía y amistad que nos une con las personas que integran la Sare Antifascista está también el trabajo que desarrollan y que no deja ser imprescindible en un país como el nuestro, ocupado militarmente por dos Estados imperialistas como son Francia y España. Y es que el marxismo acierta cuando explica que el Estado capitalista, sea «fascista o demócrata» es una de las principales herramientas que la clase poseedora dispone para poder obtener el máximo beneficio de la larga lucha entre Trabajo y Capital. Entrecomillamos lo de fascista o demócrata, dado que está en la propia naturaleza del Estado capitalista desarrollarse, cuando es necesario, hacia el modelo fascista, es decir, control o eliminación de la disidencia, desarrollo económico de una de minoría a costa de la mayoría, militarismo de la vida política, social y económica, totalitarismo, imperialismo exacerbado…
¿Cómo podemos luchar contra el fascismo? En Boltxe Kolektiboa siempre hemos considerado que una de las maneras de luchar contra él es que la militancia estudie y comprenda la esencia del capitalismo, de tal manera que no pueda ser manipulada por charlatanes que den bonitos discursos, pero cuyas acciones vayan en contra de los intereses del pueblo trabajador. La formación política y su aplicación en la praxis diaria nos permite, nos da herramientas, para poder analizar las diferentes situaciones con las que nos vamos encontrando en nuestra militancia. Si no somos capaces de realizar dicho análisis estaremos en manos de los de siempre, de los que «lo saben todo», y siempre estaremos esperando a ver «qué dicen los de arriba».
Reich se acercó al marxismo a finales de la década de 1920, llegando a inscribirse en el Partido Comunista de Austria. Años duros de combates callejeros en los que ya se veía como el fascismo ascendía, aunque no todo el mundo ni algunos de los partidos comunistas europeos llegaban a comprender el peligro que significaba ese avance. En estos años, militantes comunistas lucharon con fuerza contra el fascismo ante la incomprensión de muchos partidos e incluso de parte de partidos comunistas que centraban su lucha contra el reformismo, sin darse cuenta ni comprender todavía lo que podía representar el fascismo. Desgraciadamente, Reich tenía razón cuando lo denunció.
El libro Psicología de masas del fascismo fue escrito en 1933 y el todopoderoso Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP) ya estaba en el gobierno alemán, Freud se marchaba de Austria, el propio Reich fue expulsado de la Asociación Psicoanalítica Internacional y del Partido Comunista (para los primeros era un marxista peligro, para los segundos sus teorías eran contrarrevolucionarias y estaban en contradicción de las directrices del Partido Comunista de La URSS, en donde ya se estaba cayendo en el determinismo y economicismo que iba a marcar la línea política de los partidos comunistas europeos), se empezaban a ver los planteamientos de eugeneisia de los nazis, el anschluss[1] de Austria, el referéndum en Alsacia y Lorena, la amenaza sobre los Sudetes…, es decir, se acercaba la Segunda Guerra Mundial, choque de trenes entre diferentes capitalismos por los mercados, con el objetivo añadido de destruir el único Estado proletario en aquel tiempo, la Unión Soviética.
Del libro de Reich entresacamos el siguiente párrafo:
La psicología burguesa tiene por costumbre querer explicar mediante la psicología por qué motivos, llamados irracionales, se ha ido a la huelga o se ha robado, lo que conduce siempre a explicaciones reaccionarias. Para la psicología materialista dialéctica la cuestión es exactamente lo contrario: lo que es necesario explicar no es que el hambriento robe o que el explotado se declare en huelga, sino por qué la mayoría de los hambrientos no roban y por qué la mayoría de los explotados no van a la huelga.
Aquí W. Reich nos plantea que si nos atuviéramos exclusivamente a la explotación material lo más normal sería que las masas explotadas ya habrían salido a la calle y habrían acabado con el sistema opresor, el que sea, en nuestro caso, ya habrían acabado con el capitalismo y la revolución sería ya un éxito en todos los países.
El problema es por qué no ha pasado ya eso. Por qué las masas explotadas continúan aceptando la explotación, por qué no se han revelado. Como bien dice W. Reich, «la cuestión esencial no reside en saber que la conciencia de clase existe, y de qué modo, entre los trabajadores (esto es una cosa evidente), sino en averiguar qué es lo que impide el desarrollo de la conciencia de clase».
Esto abre el camino a la comprensión de que la opresión no es exclusivamente material, que hay una opresión que no vemos claramente, una opresión que inunda todos los aspectos de nuestra vida, tanto social como familiar, individual, laboral…
No podemos perder de vista que las masas oprimidas, las clases trabajadoras, están inmersas en la sociedad capitalista, en donde la ideología dominante es la ideología burguesa. Ideología que absorbemos a través de todo cuanto hay en la sociedad: la familia, la escuela, la universidad, los medios de comunicación, la televisión, las normas de la sociedad (lo que se busca muchas veces es ser «normal» y no despuntar por hacer cosas que se salgan de la «normalidad burguesa»), la Iglesia (en Euskal Herria la Iglesia católica principalmente) y así un largo etcétera. Sin olvidar que la ideología dominante intenta convencernos, cosa que consigue muchas veces, utilizando todos los recursos que tiene en sus manos, de que el sistema capitalista es un sistema democrático para todo el mundo y que existen cauces legales para resolver todos los problemas que nos encontremos en la sociedad capitalista. Llegan a convencer a una amplia mayoría de que estos cauces legales pasan por la lucha parlamentaria y que lo fundamental es concurrir a las elecciones. Si aceptamos todo esto sin plantearnos ninguna pregunta, estamos perdidos. Nunca conseguiremos salir del marasmo de las mentiras burguesas y ahí nos ahogaremos.
Por eso una de las luchas fundamentales, por un lado, es ser conscientes de esta realidad y, por otro, plantearnos que hemos de luchar no solo contra la explotación material sino también contra la ideología imperante.
Uno de los instrumentos que utiliza la burguesía para imponernos su ideología y así para convencernos de aceptar su explotación y represión es el Estado.
Como dice W. Reich:
El dominio de la clase oprimida por los propietarios de los medios de producción no utiliza más que raramente los medios de la violencia brutal; su arma más importante la constituye su poder ideológico, poder que está sometido fuertemente por el aparato estatal.
El Estado burgués utiliza la violencia de forma directa cuando lo considera necesario, ya sea para imponerse, para expandir el miedo al conjunto de la población oprimida, ante un levantamiento, una lucha, una huelga, ante cualquier signo de rebeldía. Pero ese es su último recurso, porque lo que hace normalmente, diariamente se puede decir, es utilizar los métodos que le permiten todos los instrumentos del Estado para mantener la explotación y opresión.
Esta situación puede llevarnos, a veces, a plantear que las luchas se queden a un nivel bajo para no despertar a la «bestia» y no «obligar» al Estado a utilizar sus leyes represoras o su violencia. Pero este camino no nos lleva a ningún sitio. Si nos quedamos aceptando las leyes impuestas por el Estado burgués, entraremos en su juego y no conseguiremos nunca acabar con el sistema capitalista. Y esta es la única solución que tenemos para acabar con la propiedad privada como máxima expresión del sistema capitalista, no hay medias tintas. Mientras exista el sistema capitalista con sus instrumentos de opresión de clase, las clases explotadas no conseguirán acabar con la explotación, con la propiedad privada.
W. Reich llevó a cabo una lucha implacable contra el «marxismo vulgar» que planteaba que todo dependía única y exclusivamente de las condiciones económicas. En concreto, W. Reich criticaba el análisis que este «marxismo» realizaba en la situación concreta en Alemania, y en Europa, en los años veinte y treinta. W. Reich decía: «El marxismo vulgar […] afirma que la ideología y la “conciencia” de los hombres están determinados única e inmediatamente por el ser económico». Desde dicho punto de vista en los momentos de crisis del capitalismo las revueltas y revoluciones deberían ser moneda corriente y estar predestinadas a un éxito total. Vemos que el análisis que realizaba el «marxismo vulgar» en Alemania era erróneo, porque después de seis años de crisis, de recortes económicos, sociales, de recortes de libertades, W. Reich planteaba que la situación estaba muy lejos de ser revolucionaria, y no solamente eso sino que el apoyo al partido nacional-socialista iba en aumento. Además la revolución debe tener en cuenta todos los aspectos de la vida de las personas, debe ser un todo, debe tener en cuenta los aspectos económicos, pero también los sociales, los personales, etc. No podemos olvidar que la ideología se transforma más lentamente que la base económica, la ideología cala mucho más hondo y es mucho más difícil librarse de ella.
Como dice Reich:
El proletario medio lleva en sí una contradicción, la oposición simultánea de una postura revolucionaria y de una traba burguesa. […] su estructura psíquica deriva, de un lado, de su situación de clase que abre el camino a las posturas revolucionarias; de otro, de la atmósfera general de la sociedad burguesa, estando ambas en contradicción.
Si queremos destruir el sistema, debemos ser conscientes de esta contradicción y de esta inmersión, obligada, en la ideología burguesa. Hemos de ser conscientes que en el enfrentamiento entre la nación burguesa y la nación proletaria, la segunda tiene muchos obstáculos para desarrollarse, porque no tiene el poder, no tiene un Estado que le permita el desarrollo de su ideología. Por eso la lucha del pueblo trabajador tiene como uno de sus objetivos principales tomar el poder destruyendo el de la burguesía. Si no nos planteamos la toma del poder real, si solo nos quedamos en la lucha institucional, el poder siempre estará en manos de la clase propietaria de los medios de producción. La burguesía nunca permitirá que a través de las elecciones el pueblo trabajador consiga llegar al poder. Es posible que se consigan algunas mejoras concretas, pero nunca se conseguirá acabar con la propiedad privada, piedra fundamental del sistema capitalista.
Históricamente podemos comprobar que la socialdemocracia a lo largo de los años no ha conseguido nunca destruir el sistema, pero sí ha servido para reprimir el movimiento revolucionario allí donde gobernara. El camino es el fortalecimiento del movimiento popular, la vuelta al lema «denok eman behar dugu zerbait, gutxi batxuk denak eman ez dezaten». Ese en el camino, atraer, aglutinar a sectores de la sociedad, pero mediante la verdad revolucionaria, nunca escondiendo los objetivos finales del movimiento, en nuestro caso, la creación de de un Estado obrero vasco constituido como República Socialista de Euskal Herria.
Urge crear el doble poder, el contrapoder a los Estado ocupante de Euskal Herria y para ello se deben utilizar todos los medios que tengamos a nuestros alcance, dándole la vuelta a todas las instituciones en las que la izquierda abertzale esté. No vale para nada conseguir escaños, parlamentarios, ayuntamientos, alcaldes y concejales si a lo que nos dedicamos es a gestionar el sistema como lo pueden realizar los partidos estales o autonomistas que tenemos por estos lares. No olvidemos que el objetivo final de esta lucha es trasformar la sociedad para ponerla al servicio de los trabajadores, de los oprimidos, y para ello hay que aprovechar las experiencias de todos los siglos de lucha que se han desarrollado contra los ocupantes. Aprovechar todas las contradicciones y dudas.
¿Cómo podemos aprovechar dicha experiencia? Primeramente conociendo nuestra historia, esa historia que no es la oficial, esa que no gusta al sistema y que por lo tanto nos la ocultan, la tergiversan o directamente la borran. Se dice que un pueblo que no conoce su historia, está condenada a repetir sus errores, haciendo especial hincapié en la memoria militar, en las luchas llevadas a cabo contra la explotación y la opresión, en sus victorias, en sus derrotas. Es cierto ue si no sabes por qué se lucha y contra quién es difícil conseguir la victoria.
El proletariado necesita que la conciencia de clase se desarrolle para pasar de la clase en sí a la clase para sí. Necesita utilizar todos los métodos de lucha que tenga a su alcance, desde la lucha parlamentaria hasta la lucha armada. Como decía Rosa Luxemburg:
El terreno de la legalidad burguesa del parlamentarismo no es solamente un campo de dominación para la clase capitalista, sino también un terreno de lucha, sobre el cual tropiezan los antagonismos entre proletariado y burguesía. Pero del mismo modo que el orden legal para la burguesía no es más que una expresión de su violencia, para el proletariado, la lucha parlamentaria no puede ser más que la tendencia a llevar su propia violencia al poder. Si detrás de nuestra actividad legal y parlamentaria no está la violencia de la clase obrera, siempre dispuesta a entrar en acción en el momento oportuno, la acción parlamentaria de la socialdemocracia se convierte en un pasatiempo tan espiritual como extraer agua con una espumadera. Los amantes del realismo, que subrayan los «positivos éxitos» de la actividad parlamentaria de la socialdemocracia para utilizarlos como argumentos contra la necesidad y la utilidad de la violencia en la lucha obrera, no notan que esos éxitos, por más ínfimos que sean, solo pueden ser considerados como los productos del efecto invisible y latente de la violencia.
Para acabar veamos lo que decía W. Reich en la introducción a su libro Psicología de masas del fascismo:
Recordemos por lo demás que, según una frase célebre, el arma de la crítica no podrá reemplazar a la crítica de las armas. Si este trabajo está capacitado para recorrer el difícil camino que conduce a la crítica de las armas, habrá alcanzado su objetivo.
Boltxe Kolektiboa
15 de junio de 2014
[1] Anschluss es la anexión de Austria por la Alemania nazi el 12 de marzo de 1938.