Ann­col entre­vis­ta a Iván Már­quez, jefe de la Dele­ga­ción de las FARC-EP en La Habana

«Hay una incohe­ren­cia total entre el dis­cur­so de paz del gobierno, sus órde­nes de esca­lar la con­fron­ta­ción y su deci­sión impul­si­va de sus­pen­der los diá­lo­gos como con­se­cuen­cia de un des­en­la­ce mili­tar des­fa­vo­ra­ble para el Esta­do», dice el Iván Már­quez en la siguien­te entre­vis­ta con el sub direc­tor de ANNCOL.

¿Cómo valo­ra Usted la reac­ción en Colom­bia sobre la reten­ción del gene­ral? ¿Ha apor­ta­do para con­cien­ti­zar a la opi­nión públi­ca sobre la nece­si­dad de un cese al fue­go bilateral?

No se pue­de hablar de una sola reac­ción, por­que, por un lado está la posi­ción de los sec­to­res mili­ta­ris­tas que lide­ra el uri­bis­mo, los cua­les han toma­do este impa­se, pro­pio de la gue­rra, como otra excu­sa para hacer cam­pa­ña en fun­ción del rom­pi­mien­to de los diá­lo­gos. Por otro lado está la posi­ción absur­da de un gobierno que insis­te en negar la posi­bi­li­dad de un armis­ti­cio, orde­na incre­men­tar las ope­ra­cio­nes mili­ta­res, argu­yen­do que eso hace par­te de las reglas del jue­go, pero al mis­mo tiem­po, no quie­re que le toquen a sus militares.

Hay una incohe­ren­cia total entre el dis­cur­so de paz del gobierno, sus órde­nes de esca­lar la con­fron­ta­ción y su deci­sión impul­si­va de sus­pen­der los diá­lo­gos como con­se­cuen­cia de un des­en­la­ce mili­tar des­fa­vo­ra­ble para el Esta­do. Pero lo más impor­tan­te es que en medio de todo esto, exis­te tam­bién un gran cla­mor nacio­nal, mayo­ri­ta­rio, que ha toma­do el hecho como argu­men­to para insis­tir en que es nece­sa­rio un cese bila­te­ral de fue­gos que per­mi­ta un avan­ce de las con­ver­sa­cio­nes en con­di­cio­nes más favo­ra­bles, que sig­ni­fi­quen tran­qui­li­dad y ali­vio para las comu­ni­da­des. Noso­tros con­fia­mos en que esta últi­ma posi­ción, que es la más equi­li­bra­da, triun­fe para que efec­ti­va­men­te el pro­ce­so se reini­cie, pero que esta expe­rien­cia sir­va para exi­gir mayor serie­dad y com­pro­mi­so al gobierno, por­que no pue­de ser que el pro­ce­so y la inin­te­rrup­ción de los diá­lo­gos estén some­ti­dos a los capri­chos del pre­si­den­te. San­tos no pue­de pre­ten­der sus­pen­der y reini­ciar los diá­lo­gos cuan­do a él le parez­ca des­co­no­cien­do el hecho de que en la mesa somos par­tes igua­les. A la lar­ga su deter­mi­na­ción uni­la­te­ral e injus­ti­fi­ca­da nos hará per­der tiem­po valio­so en el camino hacia el acuer­do final. Des­pués de las libe­ra­cio­nes de los pri­sio­ne­ros de gue­rra nos toca­rá poner­nos de acuer­do sobre cuán­do reini­ciar el diálogo.

En bre­ve; ¿se ima­gi­na­ban hace dos años que lle­ga­rían don­de están aho­ra en las negociaciones?

Des­de que lle­ga­mos a La Haba­na fue con la deci­sión de colo­car nues­tros máxi­mos esfuer­zos para alcan­zar un acuer­do de paz con el gobierno, por eso hemos dicho que no serán las FARC las que se levan­ten de la Mesa.

Has­ta el momen­to se han logra­do gran­des avan­ces, pero cree­mos que el tiem­po habría sido más pro­duc­ti­vo con una par­ti­ci­pa­ción más amplia de los diver­sos sec­to­res de la socie­dad y en medio de un ambien­te sin hostilidades.

¿Cuál es el tema de la Agen­da más espi­no­so y complicado?

Todos los temas tie­nen com­pli­ca­ción por­que se tra­ta de la con­fron­ta­ción de dos visio­nes total­men­te con­tra­rias. Está la visión neo­li­be­ral del gobierno que apun­ta a man­te­ner un régi­men de pri­vi­le­gios para la oli­gar­quía, y está nues­tra visión de país demo­crá­ti­co, don­de la par­ti­ci­pa­ción ciu­da­da­na sea ple­na y la ins­ti­tu­cio­na­li­dad se con­fi­gu­re con polí­ti­cas eco­nó­mi­cas que favo­rez­can a los inmen­sos sec­to­res empo­bre­ci­dos de Colom­bia. Enton­ces, de aquí se des­pren­de que uno de los aspec­tos más pro­ble­má­ti­cos está en que el Gobierno, apar­tán­do­se del preám­bu­lo del Acuer­do Gene­ral, pre­ten­da que un asun­to de tan­ta tras­cen­den­cia, como es el de defi­nir la polí­ti­ca eco­nó­mi­ca, no se pue­de dis­cu­tir en la mesa. Esto, hablan­do de aspec­tos que con­cier­nen al con­jun­to de la socie­dad, pero tam­bién hay otros que tie­nen que ver direc­ta­men­te con el futu­ro de la insur­gen­cia, y me refie­ro, por ejem­plo, a mane­jar estos diá­lo­gos como si se tra­ta­ra de un pro­ce­so de some­ti­mien­to en el que los alza­dos deben entre­gar las armas y ter­mi­nar tras las rejas para que todo siga igual, y sin alu­dir para nada a la máxi­ma res­pon­sa­bi­li­dad que tie­ne el blo­que de poder domi­nan­te en la gene­ra­ción de la gue­rra. Es obvio que tal esce­na­rio no va a ser posi­ble, y que con las FARC se ten­drán que pac­tar e imple­men­tar acuer­dos que fun­den la jus­ti­cia social, como base esen­cial de la paz.

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