Cada 30 de noviembre, día de san Andrés, el calendario marca una fecha que me sabe a vacío, a falta, a pérdida, a ausencia; una carencia que me llega a preocupar, que me entristece. Un treinta de noviembre ya muy lejano, de 1930 concretamente, el nacionalismo vasco dio el paso que necesitaba para adaptarse a la coyuntura del momento. Dio el paso que necesitaba para homologarse en Europa y en los principios democráticos imperantes en el continente, al menos en su parte occidental y atlántica.
Aquel 30 de noviembre un grupo de patriotas publicaron un documento que se conocerá como Manifiesto de san Andrés en el que se dejaba atrás la vieja doctrina sabiniana decimonónica de Jaungoikoa ta lege zaharra para transformarla en democracia, derecho a decidir y aconfesionalidad.
De estar sometidos a Dios a tener conciencia de ciudadanos. No nacía una nueva formación política, surgía una ideología renovadora en un mundo tradicional.
Un sueño de modernidad que se trastocó la noche del 17 de julio de 1936 bajo el cielo norteafricano; una catástrofe que duró cuarenta años de dictadura y una interminable Transición, toda ella a rebosar de sufrimiento, sangre, penalidades, privaciones y carencias tanto materiales como espirituales. De las políticas mejor no mentar, no acabaría nunca este artículo. Hasta llegar al nefasto día que el PSOE del suelo ético, de la no aclarada guerra sucia, terrorismo de estado y GAL acaecidos durante su mandato, alineado con un juez posteriormente expedientado y condenado por prevaricador, bajo la consigna constitucional del todoeseta, ilegalizó de nuevo la expresión política del sentimiento de modernidad del abertzalismo. Bajo la excusa de un informe policial que, años después, aún está por juzgar y probar. Dos ilegalizaciones, un mismo sujeto; record mundial.
A esta formación históricamente se le ha querido ningunear, sombrear, minusvalorar… todo para no realzar y reconocer la enorme trascendencia que sus postulados (y acción política) representaban para nuestra sociedad en su conjunto. Un aval de cara a las futuras generaciones. Se le ha maltratado en la historiografía, se ha desmantelado su patrimonio, se ha cercenado su documentación y su memoria histórica, se ha manipulado su mensaje y hasta su misma esencia.
Cualquier patriota, cualquier progresista, cualquier demócrata debería hacer oír su voz y mostrar su disconformidad ante tamaña injusticia. Más aún cada 30 de Noviembre.
Ah! Que no saben de quién estoy hablando. Cabeza la mía! Es cierto.
Me estoy refiriendo a Eusko Abertzale Ekintza-Acción Nacionalista Vasca, EAE-ANV.