Cuando llegan estas fechas generalmente se suelen aprovechar para hacer balances del año que está a punto de terminar y contrastarlo con las esperanzas que se tenían el año anterior en relación al nuevo que ya será viejo en breves. También se le suelen añadir las perspectivas de cara al que comienza.
En lo que nos rodea, el 2014 era el año de la independencia catalana y escocesa. Un año donde el ascenso de la protesta social en el estado español iba a poner casi contra las cuerdas al sistema. Ninguna de esas tres cosas ocurrió. Escocia paradójicamente decidió que por ahora no quiere decidir su futuro. En Catalunya aunque el estado español no le deja decidir, CiU decidió que los catalanes por sí solos tampoco debían hacerlo y mandó al traste una oportunidad histórica de ruptura. Mientras, la protesta social en el estado español ha ido menguando escalonadamente en proporción directa al ascenso del electoralismo para mejorar el régimen y que dure más, abandonando el rupturismo. Rupturismo en manos ya de de razzias policiales “antiterroristas” y nuevas leyes de excepción.
En Euskal Herria como en cierta manera ocurre también en otros sitios, ciertas esperanzas se han ido esfumando. El nuevo tiempo que nunca llegó, tampoco ni siquiera parece ser una nueva fase aún, sino el agotamiento por la vía rápida de innovadores paradigmas y nuevas verdades que no eran tales, ni tampoco tan innovadoras. Cada vez resulta más complicado sostener la existencia de un proceso de paz, de un proceso democrático, de un tiempo de soluciones, de las creencias de virajes en el PNV o el PSOE, o de que el estado se vea influenciado mínimanente de lo que está pasando en Euskal Herria. Porque más bien, el problema central sea que no está pasando absolutamente nada aún en relación a los ejes centrales del proceso de liberación nacional y social. Y el 2014 ha sido buen testigo de ello.
El año pasado por estas mismas fechas escribía que Euskal Herria ha dejado de ser el mayor problema para el estado español y nadie espera que se le pueda dar vuelta a la situación a corto plazo. Euskal Herria sedada, anestesiada, en vez de intensificar el conflicto político por las vías que fueran o fuesen, para gozo de la burguesía vasca y la oligarquía española reniega del conflicto y se busca la conciliación. En la carrera por la conciliación es donde se han ido perdiendo las oportunidades para intensificar una confrontación contra el capital y el estado. También añadía que ante esta situación de derrota nacional y social hay dos opciones con resultados muy diferentes. Aceptar que nos encaminamos a un callejón sin salida como pueblo y como clase de no producirse un cambio radical o seguir alimentado un triunfalismo hipnótico
Seguía diciendo que en cuanto a los objetivos estratégicos estabamos tocando fondo y se acaba la mecha. La pared del callejón sin salida no está lejos. Que algunos lo vean o no lo vean es indiferente, el choque tarde o temprano llegará. Es muy difícil remar contra las leyes históricas. Claro que llegados al final del camino del callejón sin salida pueden darse dos resultados, la derrota final sin paliativos y prácticamente irreversible, que es la que se produce cuando se interioriza que has ganado pese a que hayas perdido o un cambio.
Creo que hoy llegados ya al final del 2014 esa necesidad de cambio de rumbo está mucho más extendida e incluso se han dado algunos pasos en esa dirección.
Finalizaba afirmando que en Euskal Herria pese a todo, sigue estando latente el verdadero corazón rebelde de esta vieja y podrida europa capitalista y que al final venceremos porque tenemos todas las piezas para ello.
La perspectiva de futuro para el nuevo año y los siguientes será ver si somos capaces de colocar esas piezas en su lugar y prioridad adecuadas y logramos abrir un nuevo ciclo revolucionario enfilado hacia la ruptura ya que hoy en día lo “utópico” es el cambio moderado y sosegado.