Tor­tu­ras ofi­cia­les- Ati­lio Borón

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La publi­ca­ción del infor­me del Comi­té de Inte­li­gen­cia del Sena­do de Esta­dos Uni­dos dado a cono­cer ayer des­cri­be con minu­cio­si­dad las dife­ren­tes “téc­ni­cas de inte­rro­ga­ción” uti­li­za­das por la CIA para extraer infor­ma­ción rele­van­te en la lucha con­tra el terrorismo.

Lo que se hizo públi­co es ape­nas un resu­men, de unas 500 pági­nas, de un estu­dio que con­tie­ne más de 6000 y cuya pri­me­ra y rápi­da lec­tu­ra pro­du­ce una sen­sa­ción de horror, indig­na­ción y repug­nan­cia como pocas veces expe­ri­men­tó quien escri­be estas líneas. Los adje­ti­vos para cali­fi­car ese lúgu­bre inven­ta­rio de horro­res y atro­ci­da­des no alcan­zan a trans­mi­tir la pato­ló­gi­ca inhu­ma­ni­dad de lo que allí se cuen­ta, sólo com­pa­ra­ble con las vio­la­cio­nes a los dere­chos huma­nos per­pe­tra­das en la Argen­ti­na por la dic­ta­du­ra cívico-militar.

El infor­me es sus­cep­ti­ble de múl­ti­ples lec­tu­ras, que segu­ra­men­te ani­ma­rán un sig­ni­fi­ca­ti­vo deba­te. Por lo pron­to, pro­du­ce un daño irre­pa­ra­ble a la pre­ten­sión esta­dou­ni­den­se de eri­gir­se como cam­peón de los dere­chos huma­nos, sien­do que una agen­cia del gobierno, con línea direc­ta a la pre­si­den­cia, per­pe­tró estas atro­ci­da­des a lo lar­go de varios años con el aval de los ocu­pan­tes de la Casa Blanca.

Muy espe­cial­men­te, de Geor­ge W. Bush, que vetó en mar­zo del 2008 una ley del Con­gre­so que prohi­bía la apli­ca­ción de la téc­ni­ca del “sub­ma­rino” (water­boar­ding en inglés) y que su pre­di­lec­to secre­ta­rio de Defen­sa, Donald Runs­feld, en diciem­bre del 2002 auto­ri­zó explí­ci­ta­men­te una serie de “téc­ni­cas de inte­rro­ga­ción” que sólo en vir­tud de un per­ver­so eufe­mis­mo pue­den no ser cali­fi­ca­das como torturas.

Obvia­men­te, si ya antes Esta­dos Uni­dos care­cía de auto­ri­dad moral para juz­gar a ter­ce­ros paí­ses por pre­sun­tas vio­la­cio­nes a los dere­chos huma­nos, des­pués de la publi­ca­ción de este infor­me lo que debe­ría hacer Barack Oba­ma es pedir per­dón a la comu­ni­dad inter­na­cio­nal y ase­gu­rar­se de que esas prác­ti­cas no sólo no vol­ve­rán a ser uti­li­za­das por la CIA o las fuer­zas regu­la­res del Pen­tá­gono, sino tam­po­co por el núme­ro cre­cien­te de mer­ce­na­rios enro­la­dos para defen­der los intere­ses del imperio.

Una últi­ma pala­bra sobre la com­pli­ci­dad de la pren­sa: todos sabían que se tor­tu­ra­ba, pero los gran­des medios –no los pas­qui­nes de la cade­na de Rupert Mur­doch– cons­pi­ra­ron para no lla­mar a la cosa por su nom­bre. Para The Washing­ton Post, The New York Times y la Agen­cia Reuters eran méto­dos de inte­rro­ga­ción “bru­ta­les” o “duros”; para la cade­na tele­vi­si­va CBS, “téc­ni­cas extre­mas de inte­rro­ga­ción”, y para Candy Crow­ley, de la CNN, eran “tor­tu­ras, según quien las describa”.

Para el canal de noti­cias Msnbc (fusión de Micro­soft con la NBC) eran, según Mika Brze­zins­ki, hija del estra­te­ga impe­rial Zbig­niew Brze­zins­ki, “tác­ti­cas de inte­rro­ga­ción uti­li­za­das por la CIA”. ¿Es ese el papel de la pren­sa en una democracia?

Pági­na 12

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