La estrategia política es un conjunto de tácticas planificadas regidas por unos principios ideológicos de cara a conseguir unas metas. Estas metas u objetivos son llamados objetivos estratégicos cuando responden a la finalidad de un proyecto político determinado. En nuestro caso, por ejemplo, la independencia y el socialismo serían objetivos estratégicos históricos que se enunciarían en el Estado socialista vasco independiente como forma de superación de la opresión nacional y social.
¿Qué son los mínimos y qué son los máximos?. Cuando se habla de ellos en términos políticos nos estamos refiriendo a dos conceptos diferentes pero relacionados. Los máximos generalmente son entendidos como objetivos estratégicos y los mínimos como objetivos tácticos o las bases donde a través de puntos de inflexión se pueden ir poniendo al alcance los objetivos estratégicos.
Por ejemplo la Alternativa KAS y sus remodelaciones eran objetivos tácticos. Un programa de mínimos. La Alternativa KAS no suponía la independencia ni el socialismo pero ponía las bases democráticas mínimas para avanzar hacia ello sin el lastre de la imposición del imperialismo español y por tanto era un programa que daba solución al conflicto político de soberanía que enfrenta a los estados con Euskal Herria.
La lucha sindical por ejemplo está en su mayor parte plenamente basada en lo táctico. Es decir, en mejoras para la clase trabajadora. Con incluso un objetivo táctico detallado como el marco vasco de relaciones laborales.
Se podrían poner muchos más ejemplos, pero en todos los casos se podría ver que la estrategia y la táctica, debe ser plenamente dependiente de los máximos, de los objetivos estratégicos, que deben estar perfectamente identificados y perseguidos. De lo contrario, estrategia y táctica no tendrían sentido ni horizonte produciéndose un corte entre medios y fines. Haciendo que lo táctico se convierta en estratégico.
Cuando lo táctico se convierte en estratégico significa que los objetivos estratégicos se han trastocado, un proceso que puede incluso pasar inadvertido por un tiempo pero que tarde o temprano sale a relucir por la acumulación excesiva de incoherencias y contradicciones con inmensa dificultad para reconocerlas e imposibilidad de superarlas o gestionarlas. Esto es debido a que en un mismo espacio-tiempo dentro de un movimiento político o en la interrelación con sus alianzas o posibles alianzas se superponen objetivos estratégicos diferentes. No es lo mismo estrategia y táctica, por diversificadas o diferentes que sean de cara a un estado socialista vasco independiente que estrategia y táctica por diversificada o diferente que sea de cara a una democracia formal en la UE pese a que en diversos tramos o fases pueda haber similitudes. Tarde o temprano explota la contradicción.
Esta contradicción no se puede gestionar ya que solo tiene dos resultados posibles. Supeditación a intereses ajenos de clase que a su vez bloquean los objetivos estratégicos o supeditación a los intereses de la clase trabajadora que abre espacio y camino hacia los objetivos históricos estratégicos poniéndose tras de sí a franjas sociales diferentes. Y no al revés.
La hegemonía burguesa mantiene unido a un bloque social que no es homogéneo y cuenta con contradicciones de clase, pero la clase burguesa es la hegemónica, domina y dirige, mientras con su acción mantiene unido lo heterogéno sin que las contradicciones se radicalizen y estallen. Para lograr la hegemonía de la clase trabajadora un paso imprescindible por tanto es radicalizar esas contradicciones y que estallen desde todos los puntos de vista; político, cultural, moral… Ese es el significado profundo de la hegemonía gramsciana. Mantener unido a un bloque social que no es homogéneo y cuenta con contradicciones de clase, pero la clase trabajadora es la hegemónica.
Esa hegemonía de la clase trabajadora no se puede levantar sin hacer una análisis minucioso de la composición de clases y sus contradicciones internas. Tampoco se puede levantar partiendo de bases materiales que no existen. Por ejemplo el análisis sobre el PNV sería paradigmático en todo esto. Tanto el análisis que rechaza de lleno al PNV por su supuesto nacionalismo vasco burgués como el que intenta la alianza nacional dependiente con ese partido parten de una falacia. La existencia de un nacionalismo vasco burgués en el PNV, el cual no existe, ya que todos los privilegios de la burocracia jeltzale van unidos al proyecto capitalista español impidiéndole desarrollar cualquier tipo de estrategia o táctica que verdaderamente tome como objetivo estratégico el estado independiente vasco. No existe beneficio nacional vasco para la burguesía porque el entramado que dispone beneficios en Euskal Herria está ligado al capitalismo español y a su marco. Es por ello que es el mismo PNV el que se auto-excluye de un nacionalismo burgués e incluso de un proyecto nacional vasco debido a que sus intereses están salvaguardados por el sistema español. De esta manera no extraña que la historia del PNV sea también la historia de su ruptura. Y que la mayoría de esas rupturas y distanciamientos en el fondo han estado relacionados con las clases populares. Cuanto más avance el proyecto independentista más erosionado estará el PNV y además son conscientes de ello.
Básicamente el fortalecimiento del proyecto independentista y socialista supone erosión del PNV y desgajamiento de sectores de clase trabajadora de su entorno (un proceso histórico que está en marcha hace tiempo pero que se puede acelerar), la toma de conciencia nacional vasca, erosión y desgajamiento del entorno de la clase trabajadora que ha girado alrededor del españolismo contradiciendo a su interés de clase (algo que solo se puede hacer con lucha de clases y no solo con txistu) , y que la izquierda abertzale sepa interpretar esto, no desde el partidismo ni el mero institucionalismo, no confunda hegemonía de clase con hegemonía ciudadana, perfile la apuesta estratégica especialmente la socialista y no se pierda en el camino.
En resumidas cuentas, mínimos y máximos claros y trabajados por igual, siendo la clase trabajadora vasca dirigente y sus sectores más castigados principio y final.
Por ahora estamos bajo mínimos, bajo tacticismo y bajo un pragmatismo paralizador mientras el mundo corre por delante y con necesidad de fuertes y valientes sacudidas del contexto político que vendrán de la acción directa, el poder popular, de la rotura de los esquemas normalizadores, de unas instituciones que desinstituyan y entreguen el poder y la pasta al que le corresponde. En definitiva, de pequeñas y grandes rebeliones que abran ya mismo lo nuevo.