1- En los últimos dos años, el pueblo venezolano fue sometido a intentos de desestabilización política y económica: un golpe de Estado que fue desarticulado ‑previsto para ejecutarse en febrero pasado‑, la baja en los precios internacionales del barril del petróleo y el acaparamiento de productos básicos (de alimentación, medicamentos y aseo) que produjo el desabastecimiento a nivel nacional.
Todas estas circunstancias fueron inducidas y generadas políticamente por quién pretende sostenerse como “gendarme del mundo”.
Esta injerencia estadounidense, también presente en alrededor de 140 menciones que los gringos esgrimieron contra Venezuela en lo que va del año (y que por cierto, algunos entendidos siguen obviando) adquiere una nueva escalada con el decreto-ley de Obama, y confirma la organicidad de un plan gringo por etapas, que apuesta al empleo de diversos medios y métodos (legales e ilegales, políticos y económicos, militares y civiles).
Antes fue el asesinato, la persecución y los atentados selectivos; las guarimbas; el desabastecimiento; etc., hoy esos factores se conjugan en un escenario superior que supone “sanciones económicas y militares”, léase la intervención directa de los yanquis. El Secretario de Estado estadounidense John Kerry, lo reafirmaba al solicitar en el Congreso la autorización de intervención militar extraterritorial.
Estamos pues, ante la desesperada furia del capital transnacional.
2- El plan y sus etapas trascienden la frontera nacional. Por ello, lo que parecen confusas señales en algunos procesos, por ejemplo, los acuerdos y la conversación entre los gobiernos de EEUU y Cuba, y los Diálogos en la Habana entre FARC-EP y Santos, incluida la reciente resolución del gobierno colombiano de suspender por una parte (durante un mes y con posibilidad de prórroga) los ataques contra la guerrilla fariana (luego de que ésta sostuviera, desde diciembre, el cese unilateral del fuego) y de intensificar por otra las acciones contra el ELN, son en esencia, contradicciones y diferencias que en su diversidad explican el objetivo estratégico del imperialismo: que nuestra América sea, sin interrogantes de ningún tipo, el patio trasero de los yanquis.
Por ello rechazamos la incredulidad y la desmoralización a la que pretende someternos el enemigo. No podemos confundirnos. Cuando Obama reconocía en cadena paralela a Raúl Castro, que la estrategia de derrocar a Cuba mediante el bloqueo fracasó –diciéndonos que ahora lo intentarían de otra forma‑, el gobierno cubano advertía “Pese a las dificultades, proseguimos construyendo un socialismo próspero y sostenible”.
Y cuando Santos, que no es un pacifista ni un despistado, se sienta a dialogar con la guerrilla reconoce lo mismo: no han podido, en 50 años de historia, vencer militarmente a las FARC; y apelan a presionarla desde otros terrenos, pero “Que nadie tenga dudas ‑afirmó recientemente Iván Márquez– nuestra lucha es por el socialismo”.
3‑El imperialismo da patadas desesperadas por salir a flote, abyecto en la inmundicia que genera no puede salir de ella más que arrasando a pueblos enteros, y aun así, sabe que con ello, sólo se recompondrá temporalmente. Y es que el imperialismo lucha por no morir en una lógica que de antemano pauta su propia muerte, por ello se vuelve más peligroso y recurre a la violencia más extrema, como lo vimos en agosto del año pasado cuando asesinaron brutalmente a más de 2000 palestinos, en su mayoría niños y mujeres, y ahora mismo lo vemos con el ascenso del fascismo en Ucrania y en el Estado Islámico; un “Frankenstein” por ellos fabricado que les sirve de excusa para sus incursiones militares en Medio Oriente. Pero este intervencionismo encontró las resistencias de los pueblos que han vencido en recientes batallas: heroica pelea plantaron los palestinos, las milicias anti-fascistas en Ucrania y la guerrilla kurda.
4‑Venezuela no escapa a este engranaje. Se asoman disputas internacionales, pues los yanquis necesitan los recursos petroleros y energéticos para darle más cuerda al sistema actual, pero están contrarreloj y no hay un mundo donde quepan muchos mundos: los monopolios se devoran.
El momento actual despliega mediaciones sobre las cuales el proyecto bolivariano de liberación nacional puede cobrar nuevos bríos. No se trata de declaraciones de intención, ni de voluntarismos. Los riesgos de perder lo conquistado son altos, pero las posibilidades de ganar nuevos terrenos también, de nosotros depende organizar y generar una correlación de fuerzas favorable a la perspectiva socialista.
La organización y el nivel político de las masas, propicia un momento muy distinto al que podía concebirse apenas llegaba al poder Chávez; hay un camino recorrido, sembrado. Y de otro lado, la injerencia política-militar abre un terreno de disputa más claro porque evidencia la contradicción principal sin tapujos haciéndola visible para toda la masa; que en su tradición antiimperialista defiende sus intereses populares y opone resistencia. Y es visible por cuanto es realidad inmediata, que se sufre, que se padece cada vez más. Este 12 de marzo, “Jueves por la patria y la dignidad”, las movilizaciones en todo el país mostraron tan sólo el inicio, de la expresión antiimperialista del bravo pueblo venezolano.
Sobre la contradicción actual organicemos la política revolucionaria, hagamos de nuestra partida, el triunfo. Si no todo está perdido de antemano tampoco está ganado. Hay que recoger la siembra de todo el camino andado por el pueblo de Bolívar y fijar el paso siguiente. Organización, organización y más organización!
En estos momentos no hay términos medios ni tercerismos que valgan: o se está con los yanquis o se está con el pueblo!! A defender la revolución bolivariana!!