El doctor Néstor Humberto Martínez concedió una entrevista a María Isabel Rueda, en la que expresa con franqueza sus puntos de vista en torno a varias cuestiones relacionadas con el futuro de las conversaciones de paz. En ellas aclara que se trata de sus posiciones personales, que no comprometen para nada la opinión del gobierno nacional.
Sus declaraciones tocan entre otros asuntos temas como la Comisión de la Verdad, el referendo y la Asamblea Nacional Constituyente, que tienen relación directa con discusiones que ya hacen parte de la Mesa o lo harán llegado el momento, por lo cual prefiero abstenerme de pronunciamientos públicos. Hay algo sí, que llama sobremanera la atención.
Dice el doctor Martínez: «…Porque lo que sí creo es que habrá paz con Santos y que la paz no debe ser un factor de polarización política y social, sino un pretexto para el reencuentro de todos…». Al respecto no puedo menos que expresar la feliz coincidencia con el pensamiento de las FARC. Ojalá fuera posible la paz con Santos y que ella se convierta en una auténtica reconciliación de todos.
La fe de nuestra organización en la posibilidad de alcanzar un Acuerdo Final con el actual gobierno se mantiene inamovible. El proceso de paz continúa su avance, quizás no tan rápido como quisiéramos todos, pero con la virtud de sobrevivir a circunstancias muy difíciles.
No es sencillo reconciliar dos posiciones diametralmente opuestas en lo que significa la paz.
Pero lo hacemos, con diferencias agudas muchas veces, sin desanimarnos por ello. Podríamos decir que inicialmente los diálogos, el proceso mismo, contaba con enemigos abiertos. Sectores y personas que no podían aceptar que se conversara de paz y se ensayara la vía de una solución pacífica. Enemigos declarados, que no ocultaban su idea de aplastarnos por las armas.
Que defendían abiertamente la guerra y no aceptaban caminos distintos. Uno de los más importantes logros de las conversaciones ha sido el de arrinconar esas posiciones, hasta el punto de convertirlas en vergonzantes. Hoy parece haberse alcanzado que los amigos de la solución cruenta lo disimulen. Oponerse a los diálogos de paz equivale a enterrarse políticamente.
Nadie quiere ser señalado de enemigo de la paz o de los diálogos. Por el contrario, lo que se ha impuesto es el reconocimiento a su importancia. Ahora se profesa de estar completamente de acuerdo en la necesidad de un proceso de paz. De lo que se trata es de ponerle condiciones, de plantear o exigir que el proceso se cumpla dentro de ciertos marcos. Algo se ha ganado.
Y se continuará ganando si logramos que empiece a reinar un clima de tolerancia mucho mayor, un ambiente realmente favorable a la reconciliación. Los colombianos tenemos que ser capaces de desterrar los odios. Tenemos que hacer un gran esfuerzo por ver en el enemigo a un adversario político, a alguien a quien hay que reconocer su derecho a disentir, a quien hay que respetar.
Creemos que los grandes medios de comunicación tienen una responsabilidad muy grande en ello. En estos días leímos, a manera de ejemplo, un artículo escrito por Diana Calderón, a quien se presenta como directora de Informativos y Hora 20 de Caracol Radio Colombia. Es obvio que su posición es la del medio para el que trabaja. Y hay que ver el cariño que nos tiene.
Bajo el título ¿Verdad o Venganza?, la importante periodista expone sus reflexiones sobre la comisión creada recientemente en la Mesa de La Habana. Asegura pertenecer a quienes están a favor de la negociación y apoyan el proceso de paz. Pero siembra dudas, por su evidente animadversión hacia nosotros, sus enfáticos condicionamientos y las falsedades a que apela.
¿Qué mejor modo de generar repudio hacia las FARC, que seguir acusándonos del caso del collar bomba? Diana Calderón es indudablemente una persona informada, que tiene que saber que semejante acusación quedó desmentida por la propia Fiscalía. Además ella estuvo en el Caguán, como presentadora de las audiencias públicas, se informó directamente de la verdad.
Precisamente para esclarecer la verdad es que se crea esa comisión. Y no creo que nadie pueda negar la preeminencia en los grandes medios, de una versión del conflicto colombiano ajustada por completo a los intereses del poder. Esos medios pertenecen a grandes conglomerados empresariales incrustados en el Estado, defienden esos intereses, por eso su parcialidad.
Mal hace Diana Calderón en presentarse como una persona ajena al conflicto, un tercero que desde una inmaculada concepción ética puede pontificar sobre la guerra y la paz, condenar a las partes involucradas en una confrontación que daña a Colombia. Caracol Radio tiene sus responsabilidades directas en la guerra, y graves. No debe posar de espectador inocente.
Desde la primera aproximación con el Presidente Juan Manuel Santos, las FARC-EP planteamos que las conversaciones se desarrollaran en los marcos de un cese el fuego bilateral, y todo el mundo sabe que esa ha sido otra de nuestras inamovibles posiciones. Porque la guerra es brutal, produce muertos, heridos, destrucción y devastación. Porque incrementa los odios.
Siempre hemos sostenido que nunca quisimos esta guerra, que ella nos fue impuesta por un régimen intolerante y violento. Eso sigue siendo cierto. Si el Estado colombiano trocara sus prácticas cruentas por la concertación con los destinatarios de sus políticas, tendríamos un país completamente distinto. Es necesario dejar hablar y hacer política al contrario.
Nunca hemos exigido ceses unilaterales de fuego, en cambio sí los hemos declarado más de una vez.
La respuesta ha sido reiterada, descalificaciones, adjetivos de toda índole, aprovechamiento de nuestra actitud para golpearnos más fuerte.
Entonces vuelve, como ahora, a agudizarse la guerra. Hoy se dice que chantajeamos, antes se decía que faltábamos a la verdad.
El sabotaje económico es una medida militar. Cualquier Estado que inicia una guerra, lo primero que se propone es destruir la infraestructura del rival, bombardearla, hacerla ruina. A nosotros nos imponen la guerra, obramos en consecuencia. Orientamos sí, afectar lo menos posible a la población civil, y prohibimos expresamente atentados a servicios de acueducto y similares.
Recientemente se informó en los medios de un atentado contra el acueducto de Algeciras, Huila. Estamos investigando. Por lo pronto, los mandos responsables de esa unidad serán suspendidos, y si resultaren comprometidos efectivamente, serán sancionados con severidad por violar una determinación precisa del Secretariado. Mejor sería que nada de esto ocurriera. Esa es la guerra.
Volvemos a insistir, paremos esta guerra. Golpear las fuerzas enemigas produce muerte y dolor, algo que parecen olvidar algunos cuando nos exigen que en vez de atentados a la infraestructura las ataquemos a ellas. Se puede acordar y firmar un cese el fuego bilateral desde ya. Esa sería la mejor forma de propiciar una efectiva reconciliación. Y por favor, dejemos tanto veneno y saña.
Montañas de Colombia, 11 de junio de 2015.
www.pazfarc-ep.org
Sus declaraciones tocan entre otros asuntos temas como la Comisión de la Verdad, el referendo y la Asamblea Nacional Constituyente, que tienen relación directa con discusiones que ya hacen parte de la Mesa o lo harán llegado el momento, por lo cual prefiero abstenerme de pronunciamientos públicos. Hay algo sí, que llama sobremanera la atención.
Dice el doctor Martínez: «…Porque lo que sí creo es que habrá paz con Santos y que la paz no debe ser un factor de polarización política y social, sino un pretexto para el reencuentro de todos…». Al respecto no puedo menos que expresar la feliz coincidencia con el pensamiento de las FARC. Ojalá fuera posible la paz con Santos y que ella se convierta en una auténtica reconciliación de todos.
La fe de nuestra organización en la posibilidad de alcanzar un Acuerdo Final con el actual gobierno se mantiene inamovible. El proceso de paz continúa su avance, quizás no tan rápido como quisiéramos todos, pero con la virtud de sobrevivir a circunstancias muy difíciles.
No es sencillo reconciliar dos posiciones diametralmente opuestas en lo que significa la paz.
Pero lo hacemos, con diferencias agudas muchas veces, sin desanimarnos por ello. Podríamos decir que inicialmente los diálogos, el proceso mismo, contaba con enemigos abiertos. Sectores y personas que no podían aceptar que se conversara de paz y se ensayara la vía de una solución pacífica. Enemigos declarados, que no ocultaban su idea de aplastarnos por las armas.
Que defendían abiertamente la guerra y no aceptaban caminos distintos. Uno de los más importantes logros de las conversaciones ha sido el de arrinconar esas posiciones, hasta el punto de convertirlas en vergonzantes. Hoy parece haberse alcanzado que los amigos de la solución cruenta lo disimulen. Oponerse a los diálogos de paz equivale a enterrarse políticamente.
Nadie quiere ser señalado de enemigo de la paz o de los diálogos. Por el contrario, lo que se ha impuesto es el reconocimiento a su importancia. Ahora se profesa de estar completamente de acuerdo en la necesidad de un proceso de paz. De lo que se trata es de ponerle condiciones, de plantear o exigir que el proceso se cumpla dentro de ciertos marcos. Algo se ha ganado.
Y se continuará ganando si logramos que empiece a reinar un clima de tolerancia mucho mayor, un ambiente realmente favorable a la reconciliación. Los colombianos tenemos que ser capaces de desterrar los odios. Tenemos que hacer un gran esfuerzo por ver en el enemigo a un adversario político, a alguien a quien hay que reconocer su derecho a disentir, a quien hay que respetar.
Creemos que los grandes medios de comunicación tienen una responsabilidad muy grande en ello. En estos días leímos, a manera de ejemplo, un artículo escrito por Diana Calderón, a quien se presenta como directora de Informativos y Hora 20 de Caracol Radio Colombia. Es obvio que su posición es la del medio para el que trabaja. Y hay que ver el cariño que nos tiene.
Bajo el título ¿Verdad o Venganza?, la importante periodista expone sus reflexiones sobre la comisión creada recientemente en la Mesa de La Habana. Asegura pertenecer a quienes están a favor de la negociación y apoyan el proceso de paz. Pero siembra dudas, por su evidente animadversión hacia nosotros, sus enfáticos condicionamientos y las falsedades a que apela.
¿Qué mejor modo de generar repudio hacia las FARC, que seguir acusándonos del caso del collar bomba? Diana Calderón es indudablemente una persona informada, que tiene que saber que semejante acusación quedó desmentida por la propia Fiscalía. Además ella estuvo en el Caguán, como presentadora de las audiencias públicas, se informó directamente de la verdad.
Precisamente para esclarecer la verdad es que se crea esa comisión. Y no creo que nadie pueda negar la preeminencia en los grandes medios, de una versión del conflicto colombiano ajustada por completo a los intereses del poder. Esos medios pertenecen a grandes conglomerados empresariales incrustados en el Estado, defienden esos intereses, por eso su parcialidad.
Mal hace Diana Calderón en presentarse como una persona ajena al conflicto, un tercero que desde una inmaculada concepción ética puede pontificar sobre la guerra y la paz, condenar a las partes involucradas en una confrontación que daña a Colombia. Caracol Radio tiene sus responsabilidades directas en la guerra, y graves. No debe posar de espectador inocente.
Desde la primera aproximación con el Presidente Juan Manuel Santos, las FARC-EP planteamos que las conversaciones se desarrollaran en los marcos de un cese el fuego bilateral, y todo el mundo sabe que esa ha sido otra de nuestras inamovibles posiciones. Porque la guerra es brutal, produce muertos, heridos, destrucción y devastación. Porque incrementa los odios.
Siempre hemos sostenido que nunca quisimos esta guerra, que ella nos fue impuesta por un régimen intolerante y violento. Eso sigue siendo cierto. Si el Estado colombiano trocara sus prácticas cruentas por la concertación con los destinatarios de sus políticas, tendríamos un país completamente distinto. Es necesario dejar hablar y hacer política al contrario.
Nunca hemos exigido ceses unilaterales de fuego, en cambio sí los hemos declarado más de una vez.
La respuesta ha sido reiterada, descalificaciones, adjetivos de toda índole, aprovechamiento de nuestra actitud para golpearnos más fuerte.
Entonces vuelve, como ahora, a agudizarse la guerra. Hoy se dice que chantajeamos, antes se decía que faltábamos a la verdad.
El sabotaje económico es una medida militar. Cualquier Estado que inicia una guerra, lo primero que se propone es destruir la infraestructura del rival, bombardearla, hacerla ruina. A nosotros nos imponen la guerra, obramos en consecuencia. Orientamos sí, afectar lo menos posible a la población civil, y prohibimos expresamente atentados a servicios de acueducto y similares.
Recientemente se informó en los medios de un atentado contra el acueducto de Algeciras, Huila. Estamos investigando. Por lo pronto, los mandos responsables de esa unidad serán suspendidos, y si resultaren comprometidos efectivamente, serán sancionados con severidad por violar una determinación precisa del Secretariado. Mejor sería que nada de esto ocurriera. Esa es la guerra.
Volvemos a insistir, paremos esta guerra. Golpear las fuerzas enemigas produce muerte y dolor, algo que parecen olvidar algunos cuando nos exigen que en vez de atentados a la infraestructura las ataquemos a ellas. Se puede acordar y firmar un cese el fuego bilateral desde ya. Esa sería la mejor forma de propiciar una efectiva reconciliación. Y por favor, dejemos tanto veneno y saña.
Montañas de Colombia, 11 de junio de 2015.
www.pazfarc-ep.org