Estimamos que los medios alternativos son nuestros, de todas y todos los que los leemos, escribimos, hacemos, difundimos, avivamos en su necesaria existencia para contrarrestar la hegemonía de los medios del gran capital. Son nuestros medios porque son expresión primera de una información distinta a la falsimedia, porque son expresión de reflexiones sociales por la emancipación, porque son expresión de la lucha cultural; por ello los queremos. Y estimamos precisamente por amor, que es necesaria e indispensable la crítica constructiva frente a los vicios burgueses que en muchas ocasiones lastran nuestros medios alternativos.
Por ello presentamos este texto que ilustra los lastres burgueses que tiene muchas veces que enfrentar una autora mujer y latinoamericana en nuestros propios medios alternativos. Lo escribe una compañera, y es representativo de lo que todas nosotras vivimos.
· Idioma e imperialismo
Por ser latinoamericana, me encuentro, a menudo, con españoles que pretenden enseñarme a hablar el castellano. Muy a menudo son personas que no son precisamente expertos en el idioma y menos en el arte de la humildad.
En esas situaciones, tengo que hacer acopio de todas mis fuerzas y paciencia para tratar de explicarles, con toda gentileza, el por qué de las cosas. Y recordarles que si hablo español es precisamente porque soy descendiente de un pueblo colonizado, esclavizado y sometido a un genocidio físico y cultural. Genocidio cultural que fue perpetrado por los colonizadores españoles que en América Latina prohibieron a los pueblos nativos que hablaran sus respectivos idiomas. Los colonos castigaban con atroces torturas el hecho de que una persona se atreviera a hablar su idioma nativo. Como resultado de este genocidio cultural, para muchos latinoamericanos, su idioma materno resulta hoy ser el español, dado que la posibilidad de otro idioma les ha sido arrebatada por siglos de historia sangrienta. No me voy a extender: simplemente decir que resulta sumamente indeseable recibir supuestas lecciones de cómo hablar el español por parte de personas que estiman que lo hablan mejor que un latinoamericano, simplemente por ser ellos españoles. No dejaré de utilizar las palabras con las que los pueblos de América Latina enriquecen el español, ni dejaré de decirle “ve” a la V, que los españoles llaman “uve”, dado que en mi país sí se hace la diferencia fonética entre V y B.
· También en nuestros medios
Me sucede también que pese a haber tenido que exiliarme desde muy joven y haber aprendido el francés a la perfección, al punto de ganar concursos literarios y concursos académicos, muchos francófonos pretenden cambiar, en los textos que escribo en francés, cuestiones que relevan de la elección de una palabra en vez de otra: así, recientemente, en un texto donde yo escribí “étasunien” para referirme a estadounidense, la persona que revisó mi texto me lo reemplazó por “des USA”. Argumenté que la palabra “étasunien” existía, y que es reivindicando los neologismos mediante el uso, que éstos se afincan, y que yo reivindicaba el uso del gentilicio estadounidense y rechazaba su reemplazo por siglas en inglés. Pues por el momento no he sido debidamente escuchada.
En otro medio que es bilingüe (francés y español), tras trabajar un texto largo en español para su publicación, pedí revisar la traducción que el medio publicaría para la versión francesa: era un desastre. Ante la malísima traducción me propuse gentilmente reescribir yo misma el texto en francés, y se lo comuniqué al editor con suma diplomacia y todo mi agradecimiento con el o la traductora; pero argumentando que debido a las metáforas y a las especificidades políticas del texto, lo mejor era que su autora lo hiciera en francés, dado que existía esa posibilidad. Pues el editor debió pensar algo así como: “una ‘sudaca’ qué va a saber francés”, y me dijo que no, que la traducción estaba según él muy bien. Y bien, el editor pretendía reemplazar la palabra “clasista” por “elitista”, y a las “minas” las llamaba “nidos de gallina”, y así otras perlas. La supuesta “traducción” era tan inexacta, que en ocasiones hasta cambiaba el sentido político del texto. Insistí en hacer yo misma la versión en francés: tuve que afrontar la desconsideración total del editor, para que finalmente accediera, no sin antes hacerme sentir como un estorbo. Trabajé demencialmente para entregar a tiempo el texto de unas quince páginas en otro idioma, además de terminar otro texto que iba en esa publicación, también en dos idiomas.
El final de toda la historia es que al parecer al editor le quedó una espinita, y a modo de castigo por mi “osadía”, decidió censurar a último minuto otro de mis textos para la publicación que se iba a hacer, y recibí una carta en la que se me decía que ese texto censurado (sobre presos políticos) no sería publicado hasta tanto yo no me plegara al editor: dicho en otras palabras obviamente, pero esa fue la justificación que se me dio, nunca se me dijo que había exceso de contenidos ni nada por el estilo (como luego lo pretendería el editor, ante la persona que fundó la página). Una vez más el eurocentrismo y machismo asestaban un golpe. Ante tal arbitrariedad pedí que se actuara con madurez y no se censurara un tema sobre los presos políticos: pedí desde la dignidad que fueran incluidos todos los trabajos, o que no se incluyera ninguno de mis trabajos en la publicación, dado que lo que se cometía era una arbitrariedad que yo no podía avalar. Pues el editor, en vez de razonar, dialogar y decidir no censurar a los presos políticos (pobres presos), decidió censurarlo todo. Y todo esto en un medio alternativo. Cero madurez política. En estos momentos he recurrido a la persona que fundó la página y espero una resolución respetuosa de este asunto.
Pregunto: ¿Son esas maneras de proceder en un medio alternativo?
Si se hubiera tratado de un periódico burgués yo hubiera hecho valer mi contrato para luchar contra la censura; pero al tratarse de un trabajo hecho por pura consciencia política y compromiso militante, pues ni siquiera puedo recurrir a la justicia. No la hay. Pregunto: ¿No es acaso cuestionable que los vicios capitalistas del ego, de la prepotencia, del maltrato a los trabajadores sean trasladados con tanta facilidad a los medios alternativos?
· Discriminación de género
Al padecimiento anterior, que podríamos denominar ser víctima del eurocentrismo, se suma que tengo que padecer discriminación por ser mujer. Tengo que soportar el constante machismo y subvaloración de editores y compañeros. Estoy harta. Basta con una mirada a los medios alternativos para constatar que los hombres son mayoría absoluta: ¿tan poco se valora la opinión de las mujeres? ¿O acaso las mujeres estamos tan hartas de la subvaloración viniendo además de compañeros de lucha, que nosotras mismas abandonamos los espacios? ¿O es acaso una combinación de ambas cosas? ¿Pero qué explica que haya tan pocas mujeres escribiendo en medios alternativos? Parecería, a veces, que más respeto recibiría una burguesa en medios burgueses que una compañera que intenta escribir en medios alternativos. Estoy harta de sentirme tratada como una “sudaca”, “mujer irreflexiva” y demás estereotipos que anulan la inteligencia.
No soy una persona que va con su currículum por delante, ni escribo textos desde una seudo perspectiva militar o diplomática, fruto de una supuesta experiencia en la materia, como lo hacen otros. No, por el contrario, soy humilde, y cuando escribo, escribo desde el análisis y el pensamiento crítico. Escribo con una sensibilidad que no niego ni buscaré nunca negar, pero eso no hace de mis escritos unos textos menos analíticos; al contrario, creo que me esfuerzo muchísimo en suplir siempre numerosas fuentes, y en ahondar más allá de visiones superficiales. Creo que este tema es relevante pues la discriminación daña la calidad de los medios alternativos; y esto nos concierne a todos, mujeres y hombres. Hay injusticias sobre las que hay que cuestionarse, más si estamos en el campo revolucionario.
He escrito el texto en primera persona, relatando algunos hechos; pero he conversado del tema con varias compañeras, y constatamos que es un tema recurrente, por eso la firma es colectiva. Decidimos plasmar esta realidad en este pequeño artículo, lo enviaremos a los medios alternativos; quién sabe, algunos lo podrían publicar, y podría ser el detonante de una necesaria reflexión sobre los vicios burgueses que abundan también en nuestros medios alternativos.