Presentamos el prólogo conjunto de los autores del libro Derechos humanos como arma de destrucción masiva editado por Boltxe Liburuak. El libro estará disponible en las próximas semanas para su descarga de manera libre en nuestra página web https://boltxe.eus en formato de libro electrónico (PDF, ePub y mobi para Kindle). También estará disponible a partir del 15 de octubre en versión papel a un precio de 8€ más gastos de envío. El libro se puede comprar escribiendo a nuestro correo electrónico boltxe@boltxe.eus y a través de nuestra página web.
[wpdm_package id=73376 template=«5626a56d8b584»]
[CAS]
El libro que presentamos -Derechos humanos como arma de destrucción masiva, Boltxe Liburuak, Bilbo 2015- nace por muchos motivos de tipo político, social, de oportunidad histórica y también, integrado en todos los anteriores por necesidades personales. Nuestras militancias en diversos campos de lucha contra las opresiones nos han hecho tomar conciencia de la perversa trampa que se esconde en la ideología burguesa de los derechos abstractos que ocultan el derecho concreto del capital a la explotación humana. También nuestra pertenencia a pueblos oprimidos como el andaluz y el vasco, nos ha facilitado descubrir la mentira de la famosa «constitución democrática» que embellece los barrotes de esta cárcel de pueblos que es la monarquía española y su Estado. Qué duda cabe que el tema de los derechos humanos burgueses es de suma actualidad, de gran importancia en el momento histórico que vivimos. Lo que de forma abstracta y mezclando conceptos diferentes viene en llamarse derechos humanos. Acepción que tiene una clara intención de evocar aspectos muy positivos, deseables, humanísticos que debemos defender; pero que en su realidad lleva dentro de esas bonitas palabras puro veneno. La dialéctica nos enseña que el pensamiento crítico, componente básico del método científico, puede llegar a lo real si bucea hasta sus raíces contradictorias: así descubrimos que debajo de admirables palabras como libertad, justicia y derecho se libra una lucha a muerte entre fuerzas antagónicas, entre el derecho/necesidad de la salud y la necesidad de la industria de la salud capitalista para engordar sus ingentes beneficios mercadeando la vida humana. Y quien habla del derecho/necesidad a la salud habla también del derecho/necesidad a la cultura, al trabajo libre como creación de bellos valores de uso, mientras que el oficial «derecho al trabajo» es en la práctica derecho al tripalium, a la tortura del trabajo explotado.. Además, hablar de derechos humanos tiene una íntima conexión con la Declaración de los Derechos Humanos de 1948, difundida, orquestada y publicitada por los medios de comunicación escrita y visual de los Estados capitalistas que igualmente se comenzaron a llamar «democráticos» y del «mundo libre»; aunque la experiencia terrible, antes y después de esa fecha, son las matanzas y genocidios de lo que algunos autores han venido en llamar «terrorismo occidental». En toda su obra, pero sobre todo en el muy crudo y estético capítulo XXIV del libro I de El Capital, Marx desnuda el terrorismo implacable sobre el que descansa la libertad y el derecho de la burguesía. Para el imperialismo que busca expandirse mediante la acumulación por desposesión, además de otros métodos, para este Moloch contemporáneo, derecho y terror son las dos caras de la tasa de beneficio. Porque a veces se olvida que en la realidad práctica son los derechos de la burguesía, como la libertad y la fraternidad, por los que se bañó en sangre al pueblo de París o de Puerto Príncipe en Haití. Por ello insistimos a lo largo del libro en llamarlos derechos abstractos, porque en los hechos concretos muestran todo lo contrario de lo que predican esas palabras: muerte y dolor, violencia extrema sobre muchos pueblos empobrecidos del mundo. Porque se olvida que antes del derecho burgués existieron otros derechos precapitalistas. Que las mujeres aplastadas, los pueblos esclavizados y las clases oprimidas se pusieron una y mil veces en pie para defender sus derechos colectivos, sus bienes comunes expresados en los derechos consuetudinarios fervorosamente defendidos por un joven Marx de 24 años, y sus poderes comunales tan admirados por Engels. Volvemos a reivindicar la dialéctica: derecho contra derecho, y cuando chocan dos derechos irreconciliables, decide la fuerza: ¿derecho/necesidad al agua como bien vital común y valor de uso, o derecho a la industria transnacional burguesa del agua como mercancía y valor de cambio? No existe punto equidistante, neutro e intermedio. Ahora que se celebran aniversarios de heroicas victorias, pero sumamente cruentas y costosas, contra el nazi-fascismo, simbolizado por la llegada del Ejército Rojo soviético a un Berlín nazi totalmente destrozado; o contra el imperialismo, cuando el pueblo vietnamita logra expulsar el terror que supuso la invasión del ejercito de los Estados Unidos. En estos y otros aniversarios de victorias populares, es más necesario que nunca analizar qué significaron y significan los derechos humanos burgueses para la población. Fue entre estos dos grandes hitos sangrientos provocados por estas dos grandes potencias imperialistas, la nazi alemana y la de Estados Unidos, cuando se promulgan de forma pomposa la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, apoyados por los restantes Estados imperialistas de la época en pugna entre ellos. En el libro que presentamos se explica con detalle el contexto de terror abierto y soterrado, según los lugares, que precedió a dicha declaración. Fundamental para entender la violencia que se ejerció posteriormente en diferentes países del mundo, siendo una de las más visibles y sanguinarias la ya comentada invasión del ejército estadounidense del pueblo de Vietnam. Fue en este contexto de debilidad del imperialismo «democrático» ‑Estados Unidos, Gran Bretaña, Estado francés, Holanda, Bélgica…, imperios bañados en sangre‑, de desprestigio absoluto de las burguesías colaboracionistas con el nazifascismo y de suma legitimidad y fuerza del socialismo y de las luchas de liberación nacional por su decisiva participación en la derrota del monstruo negro con runas de plata, el que hizo que se reafirmara el inalienable derecho a la rebelión contra la injusticia y la opresión nada menos que en el «Preámbulo» de la Declaración Universal. Pero la unidad y lucha de contrarios es la fuerza de la vida y de la historia, y la firma por el imperialismo del derecho a la rebelión llevaba la trampa de qué definir como «derecho a la rebelión» ante los ataques imperialistas a los pueblos explotados que luchaban por su independencia socialista. J. Bricmont ha denunciado brillantemente esta trampa en su crítica del «imperialismo humanitario». Sin embargo, la Declaración de 1948 refrenda el derecho de propiedad del capital, y aunque en algún articulado interno se insinúa la necesidad del control social del derecho de propiedad, lo cierto es que la propiedad burguesa es prácticamente reconocida como «derecho humano». Desde una perspectiva verdaderamente humanista, tuvieron razón los países socialistas al negarse a aceptar que el derecho de propiedad de las fuerzas productivas fuera un «derecho humano», porque en realidad solo es la violenta fuerza burguesa elevada al rango de «derecho inhumano». De este modo, las contradicciones inherentes al modo de producción capitalista se reflejaron en la Declaración de 1948, y prácticamente desde el día posterior a su firma el i
mperialismo comenzó a desautorizar sus contenidos democrático-burgueses, casi anulándolos, excepto en la propaganda, mientras que únicamente aplicaba sus contenidos reaccionarios. Esta práctica fue intensificándose conforme se encrespaba la llamada «guerra fría» al impulsar e imponer a los pueblos trabajadores toda serie de dictaduras terroristas y regímenes militares proimperialistas. Pero las izquierdas occidentales, por razones que no podemos exponer ahora, fueron absorbidas por la ideología burguesa de los derechos humanos vacíos, huecos. Olvidaron la creativa experiencia revolucionaria de los derechos socialistas, de aquella impresionante Declaración de los Derechos del Pueblo Trabajador y Explotado, firmada en Moscú en 1918, y que ahora nos ilumina en medio del caos mundial; o la no menos impactante y actual Declaración Universal de los Derechos de los Pueblos, firmada en Argel en 1976, por no hablar de las declaraciones de los derechos de la mujer que tuvieron que elaborarse posteriormente a la Declaración de 1948 por su debilidad sobre los derechos de la mujer en general, y específicamente sobre la mujer trabajadora y oprimida nacionalmente. Los derechos profundos, colectivos y concretos del pueblo ‑de la mayoría de la población- chocan en la práctica, donde realmente se comprueba la veracidad y coherencia de la teoría, con los derechos abstractos, mentirosos y tramposos de la burguesía, de la minoría rica. Porque como todo en la vida, no hay teoría sin práctica, no hay promesas sin hechos, no hay sentimientos, afectos, sin compromisos, sacrificios y convivencia práctica. Y los derechos humanos burgueses nos demuestran continuamente, en el pasado y en el presente, que solo son bonitas palabras dichas superficialmente, pero llenas de egoísmo, hipocresía y falta de ética; que desprecia y provoca sufrimiento y destruye la vida de las personas. Contrarrestar con pedagogía y organización la propaganda del sistema, para demostrar que la lucha por los derechos es la lucha por las necesidades humanas, aclarando su realización y constatación práctica. Porque sobran los motivos para luchar por los auténticos derechos de la población, a una alimentación de calidad, a un medio ambiente sano, al agua, la sanidad, la luz y a la vivienda. A un trabajo rico y creativo para mujeres y hombres, a la salud y felicidad, en suma, para todo el pueblo. No es ninguna utopía, o mejor dicho, es un atopía ‑y por tanto realizable y posible‑, aunque difícil por los impedimentos de todo tipo que pone y pondrá la clase dominante a nivel mundial, pero merece la pena el intento.
[EUS]
Aurkezten dugun liburua -Derechos humanos como arma de destrucción masiva, Boltxe Liburuak, Bilbo 2015- arrazoi ugarirengatik sortzen da: politikoak, sozialak, aukera historikokoak eta, aurreko horietan guztietan txertatuta, behar pertsonalengatik ere bai. Zapalketen kontrako borrokaren zenbait eremutan izan ditugun militantzien eraginez, eskubide abstraktuen ideologia burgesaren atzean ezkutatzen den tranpa maltzurraz konturatu gara, hau da, konturatu gara horren atzean ezkutatzen dela kapitalak giza esplotaziorako duen eskubidea. Halaber, herri zapalduen partaide izatea –Andaluzia eta Euskal Herria- lagungarria izan zaigu «konstituzio demokratiko» famatuaren gezurra deskubritzeko, alegia, espainiar monarkiak eta bere Estatuak herrientzat eraikita duten espetxe horren burdinak apaintzen duen gezurra deskubritzeko. Zalantzarik gabe, giza eskubide burgesen gaia gaur-gaurko gaia da, eta berebiziko garrantzia du bizi dugun une historiko honetan. Modu abstraktuan eta kontzeptu desberdinak nahastuz giza eskubideak deitzen zaien horretaz ari gara. Izen horren asmoa da defendatu behar ditugun alderdi positibo, desiragarri eta humanistikoak gogora ekartzea; errealitatean, baina, hitz horien barnean pozoia baino ez da gordetzen. Dialektikak erakusten digu pentsaera kritikoa, metodo zientifikoaren funtsezko osagaia izanik, errealitatera irits daitekeela bere sustrai kontraesankorretaraino arakatuz gero: horrela konturatzen gara askatasun, justizia eta eskubide moduko hitz miragarrien azpian hil ala biziko borroka bat dagoela indar antagonikoen artean; osasunerako eskubidearen/beharraren eta osasun kapitalistaren industriaren artean, azken horrek are gehiago bete nahi duelako bere mozkin eskergen zorroa, giza bizia saltzen eta erosten. Eta osasunerako eskubideaz/beharraz hitz egiten duenak kulturarako eskubideaz/beharraz ere hitz egiten du, lan librerako eskubideaz hitz egiten du, erabilera-balio ederren sorkuntza gisa; «lanerako eskubide» ofiziala, aldiz, tripaliumerako eskubidea da, hau da, esplotazio-lanaren torturarako eskubidea. Gainera, giza eskubideez hitz egiteak lotura estua du 1948ko Giza Eskubideen Aldarrikapenarekin, eta aldarrikapen hori Estatu kapitalistetako hedabide idatzi eta bisualek hedatu, hanpatu eta publizitatu dute, hau da, «mundu libreko» estatu «demokratiko» gisa aurkezten diren estatuetako hedabideek; nahiz eta urte horren aurretik eta beraren ostean izandako esperientzia ikaragarriak autore batzuek «Mendebaldeko terrorismo» deitu diotenaren sarraskiak eta genozidioak diren. Bere obra osoan, baina batez ere Kapitalaren I. liburukiko XXIV. Kapitulu gordin eta estetikoan, Marxek agerian uzten du burgesiaren askatasun eta zuzenbidearen oinarrian dagoen terrorismo gupidagabea. Besteak desjabetzearen bidez –beste metodo batzuen artean- metaketa eta hedakuntza bilatzen dituen inperialismoarentzat, gure garaiko Moloch honentzat, zuzenbidea eta terrorea mozkin-tasaren bi aldeak dira. Izan ere, sarritan ahazten da errealitate praktikoan burgesiaren eskubideak izan zirela –askatasuna eta anaitasuna, adibidez- Parisko edo Haitiko Port-au-Princeko herrien aurkako sarraskiaren eragileak. Horregatik, liburuan eskubide abstraktu deitzen diegu behin eta berriro, zeren gertaera konkretuek hitz horiek predikatzen dutenaren kontrakoa erakusten baitute: heriotza eta mina, munduko herri pobretu askoren aurkako muturreko indarkeria. Izan ere, ahaztu egiten da zuzenbide burgesaren aurretik beste eskubide aurre-kapitalista batzuk existitu zirela. Ahaztu egiten da emakume zanpatuak, herri esklabizatuak eta klase zapalduak milaka aldiz matxinatu zirela defendatzeko beren eskubide kolektiboak, beren ondasun komunak –Marx gazteak 24 urterekin grinaz defendatu zituen ohitura-eskubideen bidez adieraziak- eta Engelsek hainbeste miresten zituen botere komunalak. Dialektika errebindikatzen dugu berriro: eskubidea eskubidearen kontra, eta ezin uztartuzko bi eskubidek talka egiten dutenean, indarrak erabakitzen du: ura izateko eskubidea/beharra, bizi-ondasun komuntzat eta erabilera-baliotzat hartuta, ala nazioz gaindiko industria burgesaren eskubidea, ura merkantzia eta truke-baliotzat hartuta? Ez dago erdian dagoen puntu distantziakide eta neutrorik. Orain, garaipen heroiko baina odoltsu eta kostu handikoen urtemugak ospatzen dira, hala nola nazi-faxismoaren kontrakoa, Armada Gorri sobietarra nazien Berlin suntsitura iritsi izanaren bidez sinbolizatua, edo inperialismoaren aurkakoa, herri vietnamdarrak Estatu Batuetako armadaren inbasioak ekarritako terroreari gailendu zitzaionean. Bada, herri garaipen horien urtemugan eta beste urtemuga batzuetan, inoiz baino beharrezkoagoa da aztertzea zer esanahi izan zuten eta zer esanahi duten giza eskubide burgesek herritar horientzat. Bi potentzia inperialista handi horiek –Alemania naziak eta Estatu Batuak- eragindako bi gertaera odoltsu horien artean promulgatu zen, modu arranditsuan, 1948ko Giza Eskubideen Aldarrikapen Unibertsala, garai hartan elkarren artean lehiatzen ari ziren gainerako Estatu inperialisten sostenguarekin. Aurkezten dugun liburu honetan, zehazki azaltzen da zer-nolako testuingurua zegoen aldarrikapen horien aurrean, hots, terrore irekia edo ezkutua, lekuen arabera. Hori funtsezkoa da ulertzeko munduko zenbait herrialdetan geroago erabiliko zen indarkeria. Horien artean, agerikoen eta ankerrenetako bat lehen komentatu dugun Vietnamgo inbasioa da, armada estatubatuarraren aldetik. Inp
erialismo demokratikoaren ahulezia-testuinguru horretan ‑Estatu Batuak, Britainia Handia, frantziar Estatua, Holanda, Belgika…. odolez zikindutako inperioak‑, nazifaxismoarekin kolaboratu zuten burgesiak erabat desprestigiatuta zeudenean, sozialismoak eta nazio askapenerako borrokek berebiziko legitimitate eta indarra zituztenean, zilarrezko errunez apaindutako mamu beltzaren porrotean izandako parte-hartze erabakigarriagatik, orduan eta horri esker berretsi zen bidegabekeriaren eta zapalketaren aurka matxinatzeko eskubide bazterrezina, non eta Aldarrikapen Unibertsalaren «Hitzaurrean». Dena dela, aurkarien batasuna eta borroka dira bizitzaren eta historiaren indarra, eta inperialismoak matxinatzeko eskubidearen alde sinatu izanak bazuen bere amarrua, hau da, nola definituko zen «matxinatzeko eskubidea» beren independentzia sozialistaren alde borrokatzen ziren herri esplotatuen aurkako eraso inperialisten aurrean. J.Bricmontek ederki salatu du tranpa hori bere «inperialismo humanitarioaren» kritikan. Hala eta guztiz ere, 1948ko Aldarrikapenak kapitalaren jabetzarako eskubidea berretsi zuen, eta barneko artikuluren batek jabetza-eskubidearen gaineko kontrol soziala aipatzen badu ere, kontua da jabetza burgesa ia «giza eskubidetzat» hartu eta aitortzen dela hor. Benetan humanista den ikuspegi batetik, herrialde sozialistek arrazoi izan zuten indar produktiboen jabetza-eskubidea «giza eskubidetzat» hartzearen aurka agertzeko, zeren eta, errealitatean, burgesiaren indarkeria hutsa baino ez baita, «gizagabeko eskubide» bihurtuta. Era horretan, ekoizpen-modu kapitalistaren berezko kontraesanak islatuta geratu ziren 1948ko Aldarrikapenean, eta ia sinaduraren biharamunean bertan inperialismoa hasi zen beraren eduki demokratiko-burgesak gutxiesten, ia indarrik gabe uzteraino, propagandaren alorrean izan ezik; aldi berean, bere eduki atzerakoiak soilik aplikatzen zituen. Jokabide hori areagotuz joan zen, «gerra hotza» zorrozten zen neurrian, diktadura terroristak eta inperialismoaren aldeko erregimen militarrak bultzatuz eta horiek herri langileei inposatuz. Baina Mendebaldeko ezkerra, orain ezin azal ditzakegun arrazoiengatik, edukirik gabeko giza eskubide hutsek harrapatuta geratu zen. Eskubide sozialisten esperientzia iraultzaile eta sortzaile hura ahaztu zuten, hau da, 1918an Moskun sinatu zen eta munduko kaosaren erdian gaur egun argitzen gaituen Herri Langile eta Esplotatuaren Eskubideen Aldarrikapen zirraragarri hura; edo geroago, 1976an, Aljerren sinatutako Herrien Eskubideen Aldarrikapen Unibertsala, hau ere inpaktu handikoa. Aipatzekoak dira, halaber, 1948ko Aldarrikapenaren ostean egin behar izan ziren emakumeen eskubideen adierazpenak, bai orokorrak eta bai, espezifikoki, zapalkuntza nazionala pairatzen duten emakume langileenak. Herriaren eskubide sakon, kolektibo eta konkretuek –herritar gehienenak- talka egiten dute, alor praktikoan –hor egiaztatzen dira, benetan, teoriaren egiazkotasun eta koherentzia‑, burgesiaren eta gutxiengo aberatsaren eskubide abstraktu, gezurti eta tranpatien aurka. Izan ere, bizitzan bezalaxe, ez dago teoriarik praxirik gabe; ez dago promesik gertaerarik gabe; ez dago sentimendu edo afekturik konpromiso, sakrifizio eta bizikidetza praktikorik gabe. Eta giza eskubide burgesek erakusten digute, etengabe, hala iraganean nola orainaldian, azaletik esandako hitz ederrak baino ez direla, egoismoz, hipokrisiaz eta etikarik ezaz betetako hitzak; mespretxatu, sufrimendua sortu eta pertsonen bizia suntsitzen duten hitzak. Sistemaren propagandari pedagogiaz eta antolakuntzaz erantzun behar zaio, eskubideen aldeko borroka giza beharren aldeko borroka dela erakutsi behar da, haien gauzapen eta egiaztapen praktikoa argituz. Hala, nahi beste arrazoi daude biztanleriaren benetako eskubideen alde borrokatzeko: kalitatezko elikadura, ingurumen osasungarria, ura, osasuna, argia eta etxebizitza. Emakume zein gizonentzako lan aberats eta sortzailea izateko eskubidea, osasun eta zorionerako eskubidea herri osoarentzat, azken batean. Ez da inola ere utopia, edo, hobeto esanda, atopia bat da –eta, hortaz, egingarria eta lortzeko modukoa‑, zaila izan arren klase menderatzaileak mundu osoan jartzen dituen eta jarriko dituen oztopoengatik, baina merezi du saiatzea, bai horixe. > Concepción Cruz Rojo Iñaki Gil de San Vicente
[CAT]
Presentem el pròleg conjunt dels autors del llibre Derechos humanos como arma de destrucción masiva editat per Boltxe Liburuak. Aquest llibre estarà disponible les properes setmanes per a la seva descàrrega de manera lliure a la nostra web https://boltxe.eus en format de llibre electrònic (PDF, ePub i mobi per a Kindle). També està disponible a la nostra botiga per a la seva venda en versió paper a un preu de 8 euros més les despeses de la tramesa. El llibre es pot comprar escrivint al nostre correu electrònic: boltxe@boltxe.eus i a través de la nostra web.
El llibre que presentem (Derechos humanos como arma de destrucción masiva, Boltxe Liburuak, Bilbo 2015) neix per moltes raons polítiques, socials i d’oportunitat històrica, i s’integra també en tots els anteriors per necessitats personals. Les nostres militàncies en diferents camps de lluita contra les opressions ens han fet prendre consciència de la perversa trampa que hi ha al darrere de la ideologia burgesa dels drets abstractes, que amaguen el dret concret del capital a l’explotació humana. També la nostra pertinença a pobles oprimits com l’andalús i el basc ens ha facilitat descobrir la mentida de la famosa «constitució democràtica» que embelleix els barrots d’aquesta presó de pobles que és la monarquia espanyola i el seu Estat.
No hi cap dubte que el tema dels drets humans burgesos és ben actual i de gran importància en el moment històric que vivim: allò que de manera abstracta i barrejant conceptes diferents s’anomena «drets humans» és un terme que té una clara intenció d’evocar aspectes molt positius, desitjables i humanístics que hem de defensar, però el que hi ha de debò al darrere d’aquests mots tan bonics és pur verí.
La dialèctica ens mostra que el pensament crític, component bàsic del mètode científic, pot arribar al que és real si es submergeix fins a les seves arrels contradictòries: així descobrim que darrere de mots admirables (com llibertat, justícia i dret) es lliura un combat a mort entre forces antagòniques, entre el dret a la salut (que és una necessitat) i la necessitat de la indústria capitalista de la salut d’engreixar els seus enormes beneficis comerciant amb la vida humana. I qui parla del dret (necessitat) a la salut també parla del dret (necessitat) a la cultura, al treball lliure com a creació d’interessants valors d’ús, mentre que el «dret al treball» oficial a la pràctica és el dret al tripalium, a la tortura del treball explotat.
A més a més, enraonar de drets humans té una connexió íntima amb la Declaració dels Drets Humans del 1948, difosa, orquestrada i propagada pels mitjans de difusió impresos i audiovisuals dels Estats capitalistes, que també van començar a anomenar-se «democràtics» (i «el món lliure»), tot i que l’experiència terrible, abans i després d’aquella data, siguin les matances i genocidis que alguns autors han anomenat «terrorisme occidental». A tota la seva obra, però sobretot al molt cru i estètic capítol XXIV del llibre I d’El Capital, Marx despulla el terrorisme implacable sobre el que recolza la llibertat i el dret de la burgesia. Per a l’imperialisme que vol expandir-se mitjançant l’acumulació per despossessió, entre d’altres mètodes, per a aquest Moloc contemporani, el dret i el terror són les dues cares de la taxa de benefici.
Perquè de vegades s’oblida que, a la realitat pràctica, va ser en nom dels drets de la burgesia, com la llibertat i la fraternitat, que van banyar-se en sang els pobles de París o de Port-au-Prince a Haití. Per aix
ò insistim en tot el llibre a anomenar-los drets abstractes, perquè en els fets concrets mostren tot el contrari del que prediquen aquests termes: mort i dolor, violència extrema sobre molts pobles empobrits del món.
Perquè s’oblida que abans del dret burgès van existir d’altres drets precapitalistes. Que les dones esclafades, els pobles esclavitzats i les classes oprimides van aixecar-se una i mil vegades per defensar els seus drets coŀlectius, els seus béns comuns expressats als drets consuetudinaris, fervorosament defensats per un jove Marx de vint-i-quatre anys, i els seus poders comunals, tan admirats per Engels. Tornem a reivindicar la dialèctica: dret contra dret, i quan xoquen dos drets irreconciliables, decideix la força: dret (necessitat) a l’aigua com a bé vital comú i valor d’ús, o dret de la indústria transnacional burgesa de l’aigua com a mercaderia i valor de canvi? No hi ha cap punt equidistant, neutre o intermedi.
Ara que es celebren aniversaris d’heroiques victòries, però molt cruels i costoses, contra el nazifeixisme, simbolitzades per l’arribada de l’Exèrcit Roig soviètic a un Berlín nazi totalment destrossat; o contra l’imperialisme, quan el poble vietnamita va aconseguir expulsar el terror que va comportar la invasió de l’exèrcit dels Estats Units. En aquests i d’altres aniversaris de victòries populars, cal més que mai analitzar què van significar i què signifiquen els drets humans burgesos per a la població.
Va ser enmig d’aquestes dues grans fites cruels provocades por aquestes dues grans potències imperialistes, la nazi alemanya i els Estats Units, quan va promulgar-se de forma pomposa la Declaració Universal dels Drets Humans del 1948, amb el suport dels altres Estats imperialistes de l’època, que rivalitzaven entre ells. El llibre que presentem detalla el context de terror obert o amagat, segons els llocs, que va precedir a aquesta Declaració. Fonamental per entendre la violència que va exercir-se després a diferents països del món, essent-ne una de las més visibles i cruels la ja esmentada invasió del Vietnam per l’exèrcit del Estats Units.
Va ser en aquest context de feblesa de l’imperialisme «democràtic» (els Estats Units, la Gran Bretanya, l’Estat francès, els Països Baixos, Bèlgica, etcètera, imperis amarats de sang), de desprestigi absolut de les burgesies coŀlaboracionistes amb el nazifeixisme i de gran legitimitat i força del socialisme i de les lluites d’alliberament nacional per la seva participació decisiva a la desfeta del monstre negre amb runes de plata, que van fer que es refermés l’inalienable dret a la rebeŀlió contra la injustícia i l’opressió fins i tot al «Preàmbul» de la Declaració Universal. Però la unitat i la lluita de contraris és la força de la vida i de la història, i quan l’imperialisme accepta el dret a la rebeŀlió fa la trampa de no dir què cal definir com «dret a la rebeŀlió» davant els atacs imperialistes als pobles explotats que lluiten per la seva independència socialista. J. Bricmont ha denunciat molt bé aquesta trampa a la seva crítica de «l’imperialisme humanitari».
En canvi, la Declaració del 1948 referma el dret de propietat del capital i, tot i que en algun article insinuï la necessitat del control social del dret de propietat, el cert és que la propietat burgesa és pràcticament reconeguda com un «dret humà». Des d’una perspectiva veritablement humanista, van tenir raó els països socialistes en negar-se a acceptar que el dret de propietat de les forces productives fos un «dret humà», perquè de debò només és la violenta força burgesa elevada al rang de «dret inhumà».
Així, les contradiccions inherents al mode de producció capitalista van reflectir-se a la Declaració del 1948, i pràcticament des del dia següent al seu signament l’imperialisme va començar a desautoritzar-ne els continguts democràtico-burgesos, gairebé anuŀlant-los, excepte a la propaganda, mentre que només n’aplicava els continguts reaccionaris. Aquesta pràctica es va anar intensificant a mesura que s’enduria l’anomenada «guerra freda» en impulsar i imposar als pobles treballadors tot un seguit de dictadures terroristes i règims militars proimperialistes.
Tanmateix, les esquerres occidentals, per motius que no podem exposar ara, van ser absorbides per la ideologia burgesa dels drets humans buits; van oblidar la creativa experiència revolucionària dels drets socialistes, d’aquella impressionant Declaració dels Drets del Poble Treballador i Explotat, signada a Moscou el 1918, que ara ens iŀlumina enmig del caos mundial; o la no menys impactant i actual Declaració Universal dels Drets dels Pobles, signada a Alger el 1976, per no parlar de les declaracions dels drets de la dona, que van haver d’elaborar-se després de la Declaració del 1948 per la feblesa dels drets de la dona en general, i sobretot els de la dona treballadora i nacionalment oprimida.
Els drets profunds, coŀlectius i concrets del poble (de la majoria de la població) xoquen a la pràctica, on es comprova de debò la veracitat i la coherència de la teoria, amb els drets abstractes, mentiders i tramposos de la burgesia, de la minoria rica. Perquè, com sempre, no hi ha teoria sense pràctica, no hi ha promeses sense fets, no hi ha sentiments ni afectes sense compromisos, sacrificis i convivència pràctica. I els drets humans burgesos ens demostren contínuament, al passat i al present, que només són bonics mots dits de manera superficial però plens d’egoisme, hipocresia i manca d’ètica; que menyspreen, provoquen patiments i destrueixen la vida de les persones.
Contrarestem amb pedagogia i organització la propaganda del sistema, demostrem que la lluita pels drets és la lluita per les necessitats humanes, aclarim-ne la realització i constatació pràctica. Perquè sobren raons per lluitar pels autèntics drets de la població a una alimentació de qualitat, a un medi ambient sa, a l’aigua, la sanitat, l’electricitat i l’habitatge. A un treball ric i creatiu per a les dones i els homes, a la salut i la felicitat, en definitiva, per a tot el poble. No és cap utopia, o, millor dit, és una atopia (i, doncs, realitzable i possible), encara que difícil pels impediments de tota mena que posa i posarà la classe dominant a escala mundial, però paga la pena d’intentar-ho.
Concepción Cruz Rojo
Iñaki Gil de San Vicente