El texto de Gabriel Ángel no aporta ningún mensaje novedoso, más bien se trata de la reiteración de viejas chicanas y letanías conservadoras adaptadas a la coyuntura.
Caricaturización del adversario y algo de soberbia
La caricaturización de los argumentos del adversario es una vieja treta consistente en deformarlos y entonces no responder a los argumentos reales sino a los deformados. La «síntesis» que Gabriel Angel hace al comienzo de su texto de los puntos de vista de los que señala como «quienes desde la izquierda radical se lanzan contra el proceso de Paz en La Habana» es eso. Este tipo de «polémica» no busca convencer al adversario sino desprestigiarlo, y en los casos en que la relación es asimétrica al enfrentarse un gran aparato mediático contra contrincantes con poca capacidad de difusión el resultado es la victoria de la estratagema, actualmente las derechas emplean ese tipo de método valiéndose de sus gigantescos recursos. El comportamiento descalificador suele expresar debilidad argumental, refugio en una actitud defensiva de bloqueo a ideas opuestas o simplemente diferentes a las que se propone aplastar, forma parte de la «cultura de aparato» uno de cuyos fundamentos es la erradicación de principios éticos.
Como señalaba Gabel el aparatismo llega a engendrar efectos psicológicos perversos como el «sociocentrismo» o egocentrismo colectivo que produce fenómenos de desestructuración del pensamiento convirtiéndolo en prisionero de los «intereses» del aparato que en realidad no son otra cosa que los intereses de los jefes del aparato (la llamada «razón de estado» es buen ejemplo de ello) lo que a su vez va asociado a una suerte de «concepción escéptica de la verdad». La verdad pasa a ser un tema molesto, secundario, que debe quedar completamente subordinado a la dinámica aparatista11.
Un buen ejemplo es el párrafo siguiente donde Gabriel Ángel describe una suerte de visión del mundo de la «izquierda radical»:
Empecemos por su apreciación general del mundo y la lucha de clases. En su criterio aquél se halla dividido en dos grandes bandos claramente distinguibles, el imperialismo y sus lacayos por un lado, y por el otro los pueblos en pie de lucha por la materialización de la revolución y el socialismo. Si estos últimos no han sido capaces de triunfar, ha sido fundamentalmente porque no han aplicado la línea correcta trazada por el marxismo leninismo.
Salvo alguna secta de iluminados no aparece a la vista nadie que sostenga semejante cosa, no existe ningún texto ni declaración de los que Gabriel Angel califica como «izquierda radicalizada» con esos argumentos. Quienes estamos en desacuerdo con las últimas decisiones del Secretariado de las FARC en La Habana no hemos adoptado jamás ese discurso primitivo.
Según Gabriel Ángel la supuesta «izquierda radicalizada» consideraría que las condiciones subjetivas de la revolución socialista se reducirían a una suerte de «patrimonio de los fieles seguidores del marxismo. Este último se halla revelado en las obras de Carlos Marx, Federico Engels y Vladimir Lenin, y comprende un conjunto de principios inmutables que deben ser aplicados sin variación alguna. El capitalismo es un sistema decadente que está a punto de derrumbarse y por lo tanto su caída depende tan solo de la audacia y consecuencia del partido de vanguardia. La revolución ha estado siempre a la vuelta de la esquina y sólo la han impedido las direcciones vacilantes. Estas son las que dudan de la disposición permanente de las masas para lanzarse a la batalla definitiva…».
¿De donde saca Gabriel Ángel semejante cosa?, ¿quien ha dicho o escrito que «las masas» están siempre dispuestas a lanzarse a la «batalla definitiva»?, ¿quien ha dicho o escrito que el capitalismo por ser decadente está a punto de derrumbarse y que su caída solo depende de la audacia y consecuencia del partido de vanguardia?
Lo de «las masas siempre dispuestas» es tan ridículo que no merece el menor comentario. Por otra parte la evidente decadencia del capitalismo como sistema global no significa que esté «a punto de derrumbarse», la historia de las decadencias civilizacionales muestran prolongados recorridos temporales aunque es verdad que por primera vez en la historia nos encontramos ante una civilización planetaria con ritmos de evolución inéditos. Cualquier pronóstico al respecto requiere procesar una enorme masa de información económica, política, militar, institucional, etc. para llegar a una evaluación lo más realista posible. Si bien resulta más que ingenuo suponer sin mayor análisis que el capitalismo está a punto de derrumbarse no es menos ingenuo suponer con idéntica falta de rigor que el sistema seguirá reproduciéndose durante mucho tiempo, en el primer caso se trata a veces de un optimismo revolucionario excesivo, en el segundo nos encontramos por lo general ante una lamentable tozudez conservadora. En los últimos lustros numerosos «progresistas» de América Latina y de países del primer mundo (políticos, cientistas sociales, dirigentes de ONG, etc.) han venido sosteniendo esa hipótesis conservadora que respaldaba sus «adiós-a-la-revolución» y sus experiencias posibilistas claudicantes.
Según Gabriel Ángel los «radicalizados» estarían aconsejando a las FARC «mandar la Mesa de Conversaciones y los acuerdos firmados al diablo, para pasar a hacer un llamado al levantamiento armado general de la población» (ya que) «la gente está lista en Colombia para salir a bloquear carreteras y ciudades, para asaltar el poder local, para el triunfo revolucionario». Parecería como que para Gabriel Ángel no existieran otras alternativas que las de acatar las decisiones de desarme unilateral de las FARC recientemente adoptadas en La Habana o bien mandar al diablo a la Mesa de Conversaciones y llamar al levantamiento armado general a la población. Que yo sepa durante los últimos cincuenta años las FARC no se dedicaron cada día a hacer esos llamamientos sino a sostener una lucha armada prolongada y consecuente como parte de una guerra popular de amplio espectro contra una de las oligarquías más feroces del América Latina lo que no significaba estar a punto de asaltar el poder. En su entusiasmo «polémico» Gabriel Ángel reduce todo a solo dos opciones: el insurreccionalismo enloquecido o el desarme unilateral, embrollado en sus propias caricaturizaciones Gabriel Ángel termina derivando en una visión primitiva de la realidad.
Realizada la caricaturización, Gabriel Ángel pasa a identificar a los caricaturizados e imagina lo que ocurriría si los miembros de las FARC siguen sus consejos insurreccionalistas y (como no podía ser de otra manera) son «vencidos en el intento»:
Los que ahora nos critican serían los primeros en salir a proclamarlo en sus columnas por la web, los encargados de levantar los monumentos en nuestra memoria, los que se pondrían firmes y lívidos cada vez que consagren antes de sus reuniones el minuto de silencio en nuestro honor.
La identificación parece ser clara, se trata de gente dedicada a redactar y colocar textos en la web, levantar monumentos y realizar reuniones y demás pasatiempos. De esa manera queda bien delimitado el campo de la polémica entre los verdaderos revolucionarios como Gabriel Ángel (una suerte de raza superior) y un grupo compuesto por idealistas frívolos, alguno que otro charlatán, unos cuantos maniáticos obsesionados por la construcción de estatuas y porque no varios sujetos malintencionados (siempre los hay entre esa clase de gente). Allí parecería no haber combatientes o ex combatientes, luchadores populares, viejos revolucionarios consecuentes (los «imprescindibles» que mencionaba Brecht), jóvenes dirigentes revolucionarios, etc. Nada de eso sino un conjunto de personas a las que Gabriel Ángel observa desde la altura y que merecen que se les falte el respeto. Y mostrando una coherencia envidiable luego de la evidente falta de respeto Gabriel Ángel concluye señalando que «con todo el respeto que puedan merecer esos críticos tenemos que decirles que están profundamente equivocados» (observación: Gabriel Ángel escribe «tenemos», empleando el egocéntrico pluralis majestatis de los príncipes).
Consignas, revoluciones, involuciones e ignorancia
Gabriel Ángel parece haber realizado un hallazgo teórico sorprendente que proclama al comienzo de su texto: «la paz, la justicia social no son propiamente consignas de revolución y socialismo», lo reitera más adelante de distintas maneras.
Sin embargo el carácter revolucionario o no de una consigna debe ser evaluada por su significado histórico concreto y no por su presentación formal. Los jacobinos franceses no proclamaron la «revolución burguesa» sino las banderas de «igualdad, libertad y fraternidad» cuya victoria requería el derrocamiento revolucionario del Viejo Régimen y al avanzar por ese camino abrían las compuertas de la historia a la revolución burguesa. Los bolcheviques no asaltaron el poder al grito de «revolución socialista» sino planteando la necesidad de instaurar el poder soviético como instrumento para la realización de las aspiraciones concretas del pueblo como las de «pan, tierra y paz» cuando la hambruna aplastaba a las masas populares, cuando el sistema burgués se negaba a satisfacer las exigencias campesinas de acceso a la tierra y las de la mayoría aplastante de la población para que se termine la participación rusa en la guerra mundial. Y Lenin señalaba que «el pueblo debe saber, ante todo y en primer término, la verdad, debe saber en manos de quién reside, en realidad, el poder del Estado…», explicando que era necesario «derrocar a ese poder» y que la senda pacífica estaba completamente cerrada, agregando que eludir ese objetivo era «engañarnos a nosotros mismos y engañar al pueblo»2. Parece un contrasentido pero no lo fue: para terminar con la guerra era necesaria la violencia revolucionaria.
Cierto sentido común conservador les señalaba a los revolucionarios franceses que la liquidación del viejo régimen era un objetivo desmesurado, que era sensato, «racional», negociar una alternativa posible, conocemos la respuesta de Saint Just: «lo imposible es la única posibilidad», no muy diferente fue la respuesta de los bolcheviques ni la del puñado de revolucionarios cubanos que se embarcaron en el Granma. La racionalidad conservadora, aparentemente realista, apegada a «lo que se ve» al primer golpe de vista, sobrestimadora del poder vigente, en última instancia razón instrumental de bajo o nulo contenido ético, es incapaz de aprehender la realidad completa, compleja, desde sus manifestaciones superficiales hasta sus raíces más profundas. Lenin no decía que al pueblo hay que decirle «lo que le gusta» (o lo se supone que le puede gustar) sino que «hay que decirle la verdad», en eso, entre otras cosas, consiste la diferencia entre un revolucionario y un politiquero.
Hoy en Colombia como en buena parte de América Latina y el Caribe la tendencia dominante es la de la «acumulación por exterminio» como la califican ciertos autores, donde los pillajes financieros, la minería a cielo abierto o la explotación agrícola masiva basada en transgénicos y en herbicidas no selectivos de amplio espectro como el glifosato, destruyen estructuras productivas y expulsan población. Para ese modelo capitalista la población es un estorbo a eliminar. Se trata de un sistema de poder que se reproduce a nivel económico, cultural, institucional, etc. como una guerra contra el pueblo. Esa es la guerra que debe terminar para que las mayorías populares no sean sometidas a la degradación y el exterminio. Para que haya realmente paz es necesario derrocar al poder exterminador que se alimenta de esa guerra, cuya razón de ser es esa guerra. Sin la victoria de la guerra popular, del triunfo de la violencia revolucionaria de las clases oprimidas, no sera posible la paz. Anunciar que es posible «la paz» y además la «justicia social» por la vía del diálogo con una oligarquía completamente criminal es engañar al pueblo. Esto no significa que deba ser rechazada cualquier forma de diálogo, sino que el mismo debe ser incorporado al objetivo más amplio, racional, de realización concreta de las aspiraciones populares, de eliminación de los obstáculos reales que impiden su materialización, en este caso del poder oligárquico sostenido por el Imperio. En ese sentido no existe oposición entre las ideas de justicia social, paz y democracia y la de revolución contra el capitalismo tal cual existe: superexplotador, marginador, devastador, ya que este, utilizando el poder del estado criminal, constituye el obstáculo sin cuya superación será imposible lograr esas conquistas.
Gabriel Ángel nos enseña que:
[…] en 1917, salvo la trágica experiencia de la Comuna de París, ni las clases dominantes ni las oprimidas tenían un conocimiento cierto de cómo se realizaba una revolución. Pero a partir de la llegada al poder de los bolcheviques y la difusión mundial de sus ideas y planteamientos, la cuestión adquirió incluso un talante científico. Mientras los de abajo obtuvieron un ejemplo formidable a seguir, los de arriba tuvieron claro qué debían hacer para aplastarla.
Gabriel Ángel parece ignorar toda la historia de tentativas revolucionarias del siglo XIX plagadas de intensos debates, desde sus formas jacobinas burguesas hasta sus desarrollos comunistas que entre otras cosas generaron una abundante literatura. Los revolucionarios rusos del siglo XIX fueron fuertemente influidos por modelos de acción clandestina europeos como los del blanquismo y el esquema organizativo bolchevique no fue un invento milagroso de Lenin sino el resultado de reflexiones militantes apoyadas por una prolongada experiencia de lucha contra el zarismo y por otras experiencias no rusas.
Por su parte «los de arriba» también sabían y, bastante, a lo largo del siglo XIX y sobre todo en sus últimas décadas en Europa fueron desarrollados aparatos represivos muy innovadores, tal vez el mejor ejemplo sea el de la policía política rusa, la legendaria Okhrana fundada en los años 1860, con agentes por toda Europa, realizando acciones de infiltración y provocación muchos de ellos exitosos, incluso desarrollando movimientos de masas. Fue considerada una de las estructuras represivas más sofisticadas y técnicamente más avanzadas de la época. Si los comunistas rusos triunfaron en 1917 no fue porque sabían más que «los de arriba» sino porque pudieron construir una organización que combinando capacidad conspirativa, conocimiento de la realidad e integración revolucionaria con las masas populares, supo persistir de manera flexible hasta finalmente dar el golpe mortal a un sistema en descomposición. No se trató de la confrontación entre dos saberes ni entre dos aparatos, sino del desarrollo de la lucha de clases sobre todo en su último tramo de crisis del régimen lo que permitió que vencieran «los de abajo».
Y después de 1917 los revolucionarios de todo el mundo siguieron aprendiendo de experiencias ajenas y propias, innovando a veces con éxito y otras sufriendo derrotas. Las burguesías, sobre todo las elites imperialistas, aprendieron e innovaron mucho, ganando y perdiendo, ganaron en España en 1936 – 1939 pero perdieron en Vietnam o en Cuba, tampoco hasta ahora han podido ganar en Colombia liquidando a la insurgencia.
No estaría del todo mal que Gabriel Ángel descienda de las alturas de su ego y estudie un poco la historia de las revoluciones y las contrarrevoluciones de los siglos XIX y XX. Como solía decir un curita amigo: ignorancia no es pecado, lo grave es convertirla en soberbia.
Politiquería y movimiento revolucionario
Gabriel Ángel parece haber superado muchas cosas, por ejemplo cuando señala: «consideramos haber superado el viejo debate sobre el dogma marxista» («consideramos»: otra vez el pluralis majestatis). Antes que nada es necesario aclarar que si realmente se trataría de un «dogma» no hay nada para debatir, se lo acepta o se lo rechaza, un debate entre dogmáticos además de su aspecto surrealista es algo así como una competencia de canto entre mudos.
Lo de «dogma marxista» es una generalización por lo menos primitiva. Han existido y existen sujetos que se autoconsideran «marxistas» y son unos sectarios que reducen el pensamiento de Marx a unas pocas formulas válidas para todo tiempo y lugar, al igual que existen algunos estudiantes fracasados de medicina que reducen esa ciencia a un conjunto de diagnósticos y remedios de validez universal, esto último no significa que deba ser ignorada la ciencia médica por ser considerada dogmática. Pero también existen curanderos y sinvergüenzas que practican una suerte de «medicina» con mucha audacia y poco conocimiento del tema, muchos de ellos suelen estar convencidos de que los libros científicos hacen mal a la cabeza y que convierten a los estudiosos en seres dogmáticos incapaces de moverse en el mundo real. Para ellos el pragmatismo es la mejor solución, lo importante es acrecentar la clientela.
Reitero la invitación a Gabriel Ángel para que descienda de las alturas de su ego y etcétera, etcétera.
Prudencia verbal y algunas lecturas tal vez le permitirían a Gabriel Ángel no escribir que:
La revolución, al igual que cualquier otra actividad humana vinculada a la disputa por del poder del Estado, es fundamentalmente y antes que nada un hecho político. Y la política no consiste en otra cosa que en ganar el respaldo de otros para la propia propuesta. Político victorioso es aquel que consigue un número aplastante de seguidores.
La revolución socialista es mucho más que un hecho político, es un fenómeno que abarca a la totalidad de la vida social, no se reduce a «la disputa por el poder del Estado» sino que es un combate múltiple entre cuyos objetivos centrales se encuentra la destrucción del Estado existente para remplazarlo por el poder popular. Para Gabriel Ángel la estrategia revolucionaria y la politiquería burguesa son la misma cosa. Los politiqueros como los vendedores deshonestos de salchichas en principio «no buscan otra cosa» que conseguir que la mayor cantidad de gente acepte su producto, puede tratarse de salchichas en mal estado o propuestas políticas infames lo importante para ellos es conseguir compradores.
En realidad ambos también buscan otras cosas, el vendedor de salchichas tratará además que los clientes engañados no tomen venganza y que sus días no terminen en una cárcel, el politiquero buscará capitalizar el apoyo conseguido para convertirlo en penetración dentro del poder existente (diputaciones, gobernaciones, alcaldías y porque no la presidencia). Los revolucionarios no son ni politiqueros ni vendedores deshonestos de salchichas, lo que siempre buscan es despertar la conciencia de las masas populares, contribuir a su insurgencia y destruir al sistema opresor para así poder construir la democracia del pueblo e impulsar la transformación integral de la sociedad hasta llegar al fin de la explotación y de la opresión.
Si tomo en serio lo que dice Gabriel Ángel puedo llegar a concluir que se ha equivocado de lugar, escribe como un politiquero y pretende pertenecer al espacio revolucionario, hasta llega a escribir empleando una vez más el pluralis majestatis y haciendo gala de sus «conocimientos politicos» que: «con el perdón de nuestros críticos más de medio siglo como guerrilleros nos ha enseñado algo de ello». ¿Lo perdonamos?
Visión del mundo
El conjunto de argumentos de Gabriel Ángel se apoya en una visión conservadora del mundo.
Escribe lo siguiente:
[…] vivimos en el período histórico que siguió al derrumbe de la URSS y el socialismo en Europa del Este, que abrió las puertas a la mundialización del capital y a sus políticas neoliberales. Vivimos en un momento de arrogancia absoluta del imperialismo. La capacidad y la rapacidad que éste ha demostrado para sojuzgar a los pueblos no pueden ser ignoradas. Estamos obligados a reconocer la desbandada, el reflujo del movimiento revolucionario en que nos ha tocado actuar.
Gabriel Ángel no lee los periódicos, tal vez por desidia u otro problema no se ha enterado que el mundo ha cambiado mucho después de los años 1990. Yo a veces tengo que enfrentar una inclinación opuesta de gente muy joven a la que le cuesta entender que hace algo más de tres lustros los Estados Unidos desplegaban una «arrogancia absoluta» ejerciendo sin trabas la unipolaridad imperialista, nadie podía oponerse exitosamente a sus decisiones. Leen y se burlan de un señor llamado Francis Fukuyama que proclamaba el fin de la historia y la instalación triunfante planetaria de un milenio neoliberal.
El mundo de hoy se caracteriza por la recesión, el estancamiento o los crecimientos económicos anémicos en las grandes potencias capitalistas tradicionales donde se destacan los Estados Unidos aplastado por una deuda pública nacional equivalente a más del 100 % de su Producto Bruto Interno a la que se suman gigantescas deudas privadas: ambas conformaban a fines de 2015 una masa de unos 63 billones (millones de millones) equivalente a unas 3,5 veces el Producto Bruto Interno estadounidense de ese año. Durante el primer semestre de 2016 esa deuda pública a seguido creciendo, el 13 de Julio alcanzaba los 19,34 billones (millones de millones) de dólares, los impagos de deudas privadas aumentan vertiginosamente y actualmente se encuentran en el mismo nivel a que llegaban a comienzos de 2008, año de estallido de la crisis.
Los sueños imperialistas de conquista total de Asia y de balkanización de Rusia forjados en los lejanos años 1990 han fracasado, los norteamericanos se han empantanado en Afganistán, no pudieron destruir Irán que influye cada vez más en Irak pese a la invasión militar de la era Bush, no realizaron lo que suponían sería una fácil conquista de Siria. Por otra parte ha emergido la alianza estratégica entre Rusia y China que disputa al Imperio su pretensión de control planetario, China ya es la segunda potencia económica global y Rusia ha recuperado su capacidad militar. El diseño geopolítico inter-occidental está en crisis, la Unión Europea decae, ha ocurrido el Brexit.
La declinación de la unipolaridad coincide no solo con la decadencia económica de Occidente y Japón sino también con una grave situación financiera que se agudiza mes a mes. En estos días se habla mucho en los medios financieros internacionales del Deutsche Bank al borde de la quiebra, que ha acumulado papeles representativos de activos ficticios muy frágiles (productos financieros derivados) cuyo valor de mercado de unos 75 billones de dólares casi equivale al valor nominal del Producto Bruto Mundial, a unas 22 veces el Producto Bruto Interno de Alemania y a unas 4,6 veces el Producto Bruto Interno de toda la Unión Europea (incluida Gran Bretaña) y que si se les suman los de cinco grandes bancos estadounidenses llegaríamos a unos 250 billones de dólares que representan aproximadamente unas 3,4 veces el Producto Bruto Mundial. Por otra parte la masa global de productos financieros derivados se viene desinflando rápidamente causando enfriamiento económico por ahora y amenazando con un desastre financiero mucho peor que el de 2008. A fines de 2013 esa masa financiera era de unos 710 billones de dólares, apenas dos años después, en diciembre de 2015 había descendido a 490 billones de dólares… en solo 24 meses se evaporaron 220 billones de dólares, cifra equivalente a unas 2,8 veces el Producto Bruto Global de 2015.
Pero el enfriamiento económico y la incertidumbre financiera no frenan la belicosidad occidental, por el contrario la excita, sus aparatos militares, en primer lugar el de los Estados Unidos, asi como sus megaempresas rapiñeras están embarcados en un loca fuga hacia adelante, pretenden acorralar soñando con colonizar a Rusia y a China y saquear hasta su vaciamiento total los recursos naturales de la periferia. La bestia vieja y enferma trata de ejercitar sus delirios seniles, porque es decadente es extremadamente peligrosa.
En América Latina y el Caribe venimos sufriendo cada vez más esa arremetida desesperada, que en algunos casos como los de Colombia, Perú, Paraguay y otros países desquiciados exacerba tendencias anteriores. Esa ofensiva tanática incorpora a las burguesias locales completamemnte transnacionalizadas y financierizadas. Va barriendo una tras otro a los llamados gobiernos progresistas prisioneros de sus ilusiones reformistas.
¿Esto significa que no hay nada que hacer más que resignarnos a una nueva era de destrucción imperialista?, ¿que no nos queda más que adaptarnos a la creciente presencia de bases militares norteamericanas en nuestra región (soñando con preservar algo de paz, contención social y algunas libertades)? Nada de eso, porque esa ola siniestra no recompone un capitalismo colonial y elitista relativamente estable sino que descompone, desestabiliza a los capitalismos existentes, los va haciendo ingobernables.
Gabriel Ángel parece no haberse dado cuenta que las fantasías progresistas latinoamericano-caribeñas han entrado en declinación, mezcla noticias viejas desordenando su secuencia temporal, en una parte de su texto explica que vivimos en la era del dominio imperialista global irresistible pero en otra nos informa de una aparente novedad:
[…] se produjo el despertar de buena parte del pueblo de Latinoamérica y el Caribe. Sorpresivos y entusiastas movimientos de masas se fueron agrupando y conquistando gobiernos en países del vecindario. Chávez, Evo, Correa, los Kirchner, Lula, Lugo, Ortega, Zelaya, Funes simbolizaron y encarnaron la respuesta de los pueblos del continente a las políticas neoliberales y a las imposiciones por la fuerza del imperio… consignas y tácticas nuevas, fundadas en el accionar multitudinario de las masas, nos ayudaron a ratificar que estábamos en lo cierto, las revoluciones no volverían a tener los moldes clásicos.
No sé si Gabriel Ángel se ha enterado que Cristina Kirchner ya no es más la presidenta de Argentina y que ha sido reemplaza por el señor Maurizio Macri, un terrible reaccionario, que Lugo y Zelaya fueron sacados de la presidencia mediante golpes de estado piloteados por los Estados Unidos, que algo similar ha ocurrido en Brasil. Esa ignorancia tal vez explique por qué no se ha dado cuenta que esas «consignas y tácticas nuevas» que tanto admira están terminando en un estruendoso fracaso. Tengo la sensación –tal vez esté prejuzgando– que Gabriel Ángel en su entusiasmo por lo que para él son «novedades» piensa que posiblemente Colombia podría incorporarse a dicha ola progresista. Le advierto que de ser así se trataría de un progresismo tardío, de una tentativa de ingreso a una fiesta que se va apagando, de una incitación a aprovechar la oportunidad que de hecho sería una suerte de oportunismo inoportuno. Eso me hace recordar a los bailes de carnaval de mi barrio hace varias décadas: cuando la reunión estaba concluyendo, quedaban unas pocas parejas en la pista de baile, los músicos bostezaban al son de sus últimas melodías y alguno que otro personaje alcoholizado dialogaba con sí mismo, en esas circunstancias casi siempre llegaba algún despistado, ebrio o sobrio, con ánimo de divertirse. Esa situación ridícula a veces terminaba de manera desagradable.
En síntesis no asistimos en nuestra región a una recomposición imperialista portadora de estabilidad elitista ni a una recomposición progresista del capitalismo. Para la primera hipótesis Gabriel Ángel recomienda «reconocer la desbandada, el reflujo del movimiento revolucionario», para la segunda la incorporporación al «despertar (progresista) de buena parte de los pueblos latinoamericanos», adoptar las maravillosas «consignas y tácticas nuevas» y así reconocer que «las revoluciones no volverían a tener los moldes clásicos». En fin, las tentativas reformistas del progresismo serían revoluciones propias de una época de desbandada revolucionaria y al mismo tiempo de despertar de los pueblos.
Para completar la confusa faena sería necesario olvidarnos de los «moldes clásicos»: del molde ruso en primer lugar, luego del molde chino diferente del ruso, luego del molde vietnamita diferente del chino y del ruso, más adelante del molde cubano diferente del ruso, del chino y del vietnamita, también del molde antifascista yugoslavo diferente del ruso, del chino, del cubano y del vietnamita, sin olvidarnos del molde argelino diferente del ruso, del chino, del cubano, del yugoslavo y del vietnamita, y así seguiríamos desechando moldes hasta llegar al molde fariano tan diferente del ruso, del chino, del vietnamita, del yugoslavo, del cubano y del argelino remplazándolo por las innovaciones progresistas. No va a faltar algún izquierdista radical malintencionado que le advertirá a Gabriel Ángel que esas innovaciones no han sido tan innovadoras, que las ilusiones reformistas más o menos burguesas o socialistas tiene una muy vieja historia, que siempre han terminado mal como lo demuestra el ciclo progresista latinoamericano.
Podría seguir agregando moldes revolucionarios pero tengo la sensación que esa sobreabundancia de moldes, todos tan originales, tan «sorprendentes», podría estar indicando que nunca existieron los moldes, que siguiendo a Mariátegui la praxis auténticamente revolucionaria se caracteriza por ser «ni calco ni copia, (sino) creación heroica».
Gabriel Ángel resume su visión del mundo y pontifica que: «seguimos viviendo en el mismo sistema capitalista que en 1917», para un poco más adelante afirmar: «el sistema se ha desarrollado muchísimo más, el mundo actual es a todas luces más complejo que entonces… hasta el proletariado es cualitativamente distinto». Más coherencia lógica resulta imposible: el capitalismo actual es el mismo que en 1917, pero también no es el mismo ya que es más complejo y hasta el proletariado es cualitativamente distinto. Es igual pero es diferente, es grande pero es pequeño, es alto pero es bajo, etc. Tal vez haya querido decir que en 1917 existía el capitalismo y que actualmente también existe el capitalismo, sin embargo señala que se trata de capitalismos iguales y diferentes. Vaya uno a saber…
Y adentrándose en la historia económica reciente Gabriel Ángel escribe que:
En el año 2008 tuvo lugar la más reciente crisis mundial del capital, pero pese a su profundidad y alcance, al contrario de lo previsto por los clásicos, estuvo aún muy lejos de representar el quiebre del sistema. El viejo edificio todavía parece firme.
No se ve por qué «los clásicos», supongo que Gabriel Ángel se refiere a Marx y a Engels, tenían que haber previsto algo sobre la crisis del año 2008 ocurrida 125 años después del fallecimiento del primero y 113 años de la del segundo. Para empezar porque nunca sostuvieron que una crisis capitalista significa el quiebre o el derrumbe del sistema sino que la sucesión de crisis capitalistas marcando la reproducción a largo plazo del sistema concluiría con la crisis general del mismo, su desorden y declinación irreversibles. Tampoco hicieron reduccionismo económico sino que visualizaron al capitalismo como un sistema complejo en el que de manera abstracta y en cierto sentido simplista podríamos identificar componentes económicas, culturales, institucionales y otras. La declinación del sistema es la de una totalidad histórica concreta mucho más amplia que las relaciones puramente económicas.
Y luego porque ni Marx ni Engels pretendían igualar o superar a Nostradamus, no eran adivinos sino pensadores revolucionarios comunistas con una gran erudición y capacidad reflexiva, ni más ni menos que eso. Puede ser que Gabriel Ángel haya llegado a esa conclusión luego de la lectura de algún texto sencillo de divulgación o de caricaturización del marxismo, le recomiendo dirigirse a los textos originales o a los de científicos sociales serios.
Pero volviendo a la crisis de 2008, considero que Gabriel Ángel es víctima de su falta de conocimientos y de su inclinación conservadora. El edificio del sistema global y en especial sus pilares occidentales les pueden parecer firmes a Gabriel Ángel pero alcanza un repaso por las principales variables económicas para comprobar lo contrario. Las grandes potencias capitalistas tradicionales entraron después de 2008 en un sendero de recesiones, crecimientos anémicos y estancamientos, su sistema financiero hipertrofiado no ha dejado de deteriorarse, las tasas de ganancias del sector productivo siguen declinando, etc. En suma, el edificio se sigue fisurando y anuncia próximas turbulencias no solo por razones económicas sino también debido a acontecimientos militares, geopolíticos, institucionales, culturales, políticos y otros que van conformando un panorama de hiper-crisis.
Garantías, geopolítica imperialista e insurgencia continental
Gabriel Ángel señala que «resulta imposible, dada la objetiva correlación de fuerzas, pensar en seguir sosteniendo nuestra lucha armada en las nuevas condiciones de legalidad y garantías. La dejación de armas es la conclusión final de todo lo conquistado por ellas y la fuerza de masas».
La «correlación de fuerzas» evoluciona al ritmo de la crisis global y de su expresión en nuestra región, no está marcada por el «edificio firme» del sistema que percibe Gabriel Ángel sino por su deterioro acelerado.
Las «nuevas condiciones de legalidad y garantías» a las que se refiere Gabriel Ángel serían los documentos firmados por el gobierno oligárquico y respaldadas por lo que él denomina «la comunidad internacional», son los mismos garantes que garantizan la paz en Siria, la preservación de la integridad social de Libia o la independencia de Afganistan e Irak y demás víctimas de las atrocidades imperialistas. Hay que ser más que ingenuo para confiar en esos garantes y mucho más que desmemoriados para creer en unos papeles firmados por el gobierno colombiano. Ante el poder armado oligárquico-imperialista la única garantía de cumplimiento de un acuerdo es el poder armado popular, la insurgencia en armas. Si un contendiente se desarma y el otro sigue armado es porque objetivamente el primero se ha rendido ante el segundo. El desarme unilateral de la insurgencia significa el reconocimiento por parte de esta del monopolio oligárquico-imperialista de la fuerza armada, es decir el sometimiento a su poder, el reconocimiento de la legitimidad del sistema.
El desarme unilateral de las FARC sumado a la permanencia de las bases norteamericanas en Colombia y de la fuerzas armadas oligárquicas constituirían una enorme victoria geopolítica de los Estados Unidos.
El fin de la insurgencia colombiana tiene para el Imperio un gran valor estratégico que trasciende de lejos a Colombia, ese logro representaría un golpe formidable a las luchas populares de la región. El declive del progresismo, como se ve en Brasil, Argentina o Paraguay y como podría llegar a ocurrir en Venezuela, no implica el comienzo de una recomposición neoliberal proimperialista en la región relativamente estable sino la profundización de la crisis en su sentido más amplio apuntando hacia fuertes crisis de gobernabilidad.
Los Estados Unidos tienen graves problemas económicos, decae su mercado interno, retroceden sus exportaciones, tiene severas dificultades financieras, se deteriora su tejido social. Su principal aliado estratégico: la Unión Europea, soporta una difícil situación económica y dificultades institucionales no menos graves, el Brexit es una clara demostración de ello. No puede avanzar en sus ambiciones geopolíticas en Asia donde chinos y rusos siguen ganando posiciones. Su principal aliado asiático: Japón, está en recesión.
En esas circunstancias se acentúa a nivel global su fuga belicista hacia adelante y en América Latina avanza en la recolonización regional, no para integrarla a una inexistente expansión económica imperial sino para controlarla políticamente, bloquear los avances de sus rivales y saquear sus recursos naturales y sus sistemas productivos. Lo que presenciamos no es el retorno al viejo neoliberalismo de los años 1990 (bajo el contexto de la victoria Occidental sobre la URSS) sino el despliegue de un vasto operativo de pillaje pilotado por una superpotencia declinante sumergida en un océano económico global deflacionario e inestable y sufriendo serios problemas geopolíticos.
En suma, vamos hacia un agravamiento de la crisis global y regional lo que hace más feroces, más irracionales a las elites lumpenimperialistas estadounidenses y a las lumpeburguesía latinoamericanas.
En consecuencia no existen condiciones para el desarrollo en nuestra región de procesos de democratización gradual asociados a avances importantes en la justicia social y la paz. El fin del ciclo progresista es una clara demostración de eso. Para los Estados Unidos y sus satélites latinoamericanos se trata de avanzar en su ofensiva exterminadora.
Estamos viviendo tiempos propicios para la reformulación de la guerra popular contra sistemas decadentes y feroces, para repensar y desarrollar prácticas complejas combinando diversas formas de lucha. En América Latina la rebelión contra el sistema está a la orden del día y la mejor estrategia es la de la construcción de movimientos insurgentes de amplio espectro social, respondiendo a las culturas específicas de cada pueblo, a sus identidades, sus memorias y sus potencialidades creativas.
Jorge Beinstein
18 de julio de 2016
Un comentario
Un anáisis excelente, lúcido y coherente que me ha hecho descubrir un teórico revolucionario comunista que no conocía. El texto tiene enseñanzas y reflexiones muy válidas para la lucha por la reconstrucción del MLNV, el fortalecimiento de la Izquierda Abertzale revolucionaria y la crítica sistemática de la deriva reformista iniciada de forma pública y notoria a partir de la aceptación de los principios del senador imperialista yanki, Mitchell, el 19 de noviembre de 2009 y la ponencia «Zutik Euskal Herria».
Me voy a poner a leer y estudiar los textos de Jorge Beinstein que encuentre en internet.
Un aporte de teoría revolucionaria comunista y de socialismo científico en una época de mediocridad, reformismo y electoralismo barato. Lo mejor que podemos hacer para apoyar la Revolución Colombiana es reconstruir el MLNV y llevarlo a la victoria, proclamado la República Socialista Vasca. Como estamos muy lejos por ahora de ese momento, pongámonos manos a la obra desde ya.
Gracias, Jorge, por tu lucidez.