Por Alejandro Bercovich */Resumen Latinoamericano/14 de marzo 2020 .-
Primero fueron las exigencias del Fondo Monetario. La gira presidencial por Europa y el lobby que desplegaron Jorge Argüello, Gustavo Béliz y Martín Guzmán ante la Casa Blanca consiguieron postergarlas. Después llegaron el dengue y el sarampión, cuyos rebrotes pudieron adjudicarse sin exagerar demasiado al evidente descuido de la salud pública por parte de Mauricio Macri. Más tarde arreció la presión de los acreedores privados, que al principio se entusiasmaron con la «salida uruguaya» ‑sin quita nominal- pero que ahora amenazan con patear el tablero. En el medio hubo que navegar el ajuste a los jubilados que ganan más que la mínima y estallaron la pelea con los jueces y la interna por los «presos políticos», que todavía sangra. Luego el ala más ideologizada del agronegocio le impuso al resto de los productores un lockout sin gran impacto económico pero con un desgaste político innecesario. Finalmente llegaron la corona-crisis y el desplome del precio del petróleo, dos vendavales totalmente inesperados y de consecuencias todavía imprevisibles.
Antes de cumplir los primeros 100 días, el Gobierno ya parece transitar las últimas de sus diez plagas bíblicas. Lo que se pregunta el establishment es si Alberto Fernández tendrá bajo la manga algún truco tan hábil como el de Moisés en el Mar Muerto. Lo de atravesar un desierto, después de dos años de recesión fiera con inflación récord en 30 años, ya no asusta a nadie.
La oferta de Guzmán a los acreedores se conocerá en las próximas horas. No lo verá en vivo y en directo su mentor, el premio Nobel Joe Stiglitz, quien debió postergar sin fecha una conferencia que tenía prevista para el próximo viernes en el CCK. La CEPAL, que organizaba el seminario, decidió extremar las precauciones antes de que la obligación de guardar cuarentena para todos frustrara definitivamente el evento.
Es una ausencia que el ministro lamentó en la intimidad, porque entrevé por delante semanas de mucha presión, con pocas voces amigas en el escenario internacional. La oferta, según dijeron a BAE Negocios tres fuentes del equipo económico, va a ser bastante más agresiva de lo que esperaba el mercado en un principio. Y aunque el desplome de los bonos de las últimas dos semanas haga aparecer la quita como algo menos doloroso, la debacle global no ayuda a embellecer los números. Al fin y al cabo, los títulos de deuda de otros países latinoamericanos también pasaron a rendir más que antes del virus. Y esos países no se balancean hacia una cesación de pagos.
Contagio
Aunque no tengan ejércitos, los fondos de inversión que tienen que subir o bajarle el pulgar a lo que ofrezca Guzmán son más poderosos que los gobiernos del G‑7 a los que el Presidente convenció de apoyar a la Argentina en el directorio del FMI. «Son los mismos tipos a los que llaman para manguearles guita los ministros y secretarios de Finanzas con los que nos reunimos hasta ahora», graficó una de las fuentes. Con los puentes aéreos cortados, el ministro prevé mantener videoconferencias con los jefes de todos esos fondos desde hoy hasta entrada la semana que viene. «Vamos a gastar el Skype», bromeó el informante.
Una vez presentada la oferta, Fernández siente que podría declarar la cesación de pagos sin el costo político que habría tenido hacerlo el 10 de diciembre. Y en su mesa chica, el crack global amplificó la voz de los defolteadores frente a los negociadores. «Cada dólar que pagamos de deuda es un dólar que no vamos a crecer. Esto no se puede estirar más, pero no porque no queramos sino porque se acaban los dólares», opinó la segunda fuente, más identificada con el primer bando.
Es una opinión cada vez más contagiosa, porque la promesa de encender la economía fue una de las centrales de la campaña del Frente de Todos y sigue lejos de cumplirse. Es lo que obsesiona por ejemplo al presidente del Banco Central, Miguel Pesce, cuyo directorio interrumpió ayer la sostenida rebaja de tasas de interés que venía impulsando, del 63% al 38% en apenas dos meses. Pero que prevé retomar la senda bajista apenas pueda. En principio, la semana que viene.
En el Central celebraron que la inflación de febrero haya sido del 2% y aseguran que deja espacio para rebajas adicionales en la tasa de referencia. En un escenario de recesión global como el que se avecina, dicen, es lo aconsejable para que los bancos ofrezcan más crédito y refinancien los que vienen ahogando a las empresas desde el macrismo. Algunos bancos respondieron bien al estímulo, como el Macro. Otros, como el Santander y el HSBC, están en la mira de los técnicos de la calle Reconquista por no haber trasladado la rebaja a sus clientes, en especial Pymes.
La contracara de la rebaja de tasas, que es haber vuelto a encender la «maquinita», no generó la inflación que vaticinaban los economistas de la City. En el Central lo adjudican a que el circulante se había reducido a un mínimo histórico. Y a que la expansión no fue a financiar gasto público con contrapartida de mayor consumo sino pagos de deuda en pesos.
¿Puede haber fogoneado esa emisión de pesos la suba de los dólares paralelos, como el blue o el contado con liqui? No es algo que preocupe a Pesce. «Están saliendo capitales de todos los países, y acá como hay control de cambios salen vía contado con liqui. Nada sorprendente», dicen cerca suyo.
Epidemia
En el mundo de la energía, el crack de la OPEP dejó todo patas para arriba. La ruptura entre Rusia y Arabia Saudita y el derretimiento del precio del barril llegó en pleno congelamiento de tarifas y combustible pero gatilló reclamos inmediatos en todo el sector. A todos les cambió todo: desde los petroleros de Guillermo Pereyra hasta el dueño de Panamerican Energy, Alejandro Bulgheroni, quien compartió mesa la semana pasada con Alberto en el Consejo Interamericano del Comercio y la Producción (CICyP).
El Gobierno ya definió una salida, aun cuando no se formalizará hasta la semana del 23 de marzo. Es el viejo barril criollo, un precio sostén para los petroleros que procurará mantener la actividad en los pozos al costo de sacrificar una potencial rebaja del precio de los combustibles que podría ayudar a cumplir con aquella promesa de encender la economía. Estará entre 42 y 52 dólares, bien por arriba de los 33 donde terminó ayer el Brent.
El problema no es que se queden sin trabajo los 8 o 10 mil petroleros que pueden prender fuego la Patagonia. Para los consumidores sería incluso más barato pagarles el sueldo y mandarlos a la casa que sostener un precio artificialmente alto para el barril extraído del suelo local. La razón es otra, según la tercera de las fuentes consultadas en el equipo económico. «Lo que pasa es que sin barril criollo, YPF se funde», graficó.
En rigor, a nadie en el sector le conviene abrir la importación y apagar los pozos. A las petroleras integradas (PAE e YPF), porque producen acá. A las refinadoras puras (Trafigura y Raizen), porque tienen más rentabilidad en sus refinerías locales que en las del exterior. Por eso prefieren trabajar a full. Mucho menos a los gobernadores, que necesitan cobrar regalías. Son ellos los que le pidieron a Matías Kulfas un barril criollo más caro, del orden de los 52 dólares.
Aunque pueda servir para hacer equilibrio entre mantener planchado el precio de los combustibles y sostener la actividad en los pozos tradicionales, el barril criollo es solo un parche. El crack petrolero trajo otro problema: enterró a Vaca Muerta en la inviabilidad total y absoluta. Y de ahí pensaba Alberto sacar parte de los dólares que les va a prometer a los bonistas. Otra razón para el endurecimiento de Guzmán.
¿Y las tarifas de gas y luz? En el Ministerio de Desarrollo Productivo dicen que alcanza con subirlas un 25% en junio. Bastante menos que la inflación esperada para este año, pero bastante más que cero. Al fin y al cabo, la compañía mayorista eléctrica CAMMESA paga 62 dolares por megawatt de generación y los consumidores le pagan 46 dólares a las distribuidoras. Lo que hay en el medio es la cuenta de subsidios, que llegó a USD3.000 millones en 2019 y que alcanzaría USD4.700 millones este año de no mediar aumentos.
En términos reales, si se diera ese escenario, las tarifas se abaratarían. Pero en pesos subirían otra vez, con la economía todavía sin encenderse. Todo un desafío para quien puede haber sobrevivido a las diez plagas pero todavía no atisba la marea baja del Mar Muerto.
*Fuente:InfoBae