Resumen Latinoamericano, 24 marzo 2020
En el Mes de la Memoria, recuperemos el horizonte emancipatorio trazado por lxs 30.000 desaparecidxs
A nadie escapa la dimensión de la encrucijada que hoy
atraviesa la República Argentina, soportando el peso de una deuda centenaria,
viendo esfumarse a la gallina de los huevos de oro de Vaca Muerta ante el
desplome del precio internacional del petróleo, e inserta en un mundo que
enfrenta una novedosa y polémica pandemia, todo ello derivado de las despóticas
políticas capitalistas que vienen incrementando el riesgo de extinción de la
vida en el planeta. Resulta legítimo y pertinente, por ende, interrogarse
acerca de si lxs pilotxs del destino nacional están a la altura de timonear la
nave en medio de una crisis de ribetes civilizatorios. Si el calentamiento
global levantaba sospechas contra la idea de un crecimiento ilimitado, el
coronavirus pone de relieve que, independientemente de lo que piensen los que
hoy tienen el poder, han colocado a la población mundial al borde del colapso,
fenómeno que la prensa hegemónica aprovecha para reforzar tendencias
individualistas – ya favorecidas por las redes sociales – exhortándonos a
abandonar espacios públicos, lo que puede resultar lógico para que el contagio
no se extienda, pero incluso entre las cuatro paredes de nuestras viviendas
nadie puede obligarnos a abandonar la lucha, que seguramente seguirá adelante
mediante las nuevas formas que de seguro inventaremos.
El proceso de destrucción nacional inaugurado por la última
dictadura y prorrogado en diverso grado por todos los gobiernos demoliberales
que tuvieron lugar desde 1983 acumula varias generaciones ajenas a la cultura
del trabajo, que carecen de horizontes de superación y sobreviven de espaldas
al futuro.
La clase política vigente es en gran medida un remanente del
pasado que se ha quedado sin libreto para comprender y afrontar el presente, y
no atina a otra cosa que girar en la noria de retocar viejas fórmulas que le hablan
a otro tiempo histórico. Buena parte de la militancia se muestra contaminada
por el modus operandi de esa
dirigencia que busca el horizonte en el espejo retrovisor, al punto de que todo
el capital de lucha acumulado durante el enfrentamiento a la ceocracia macrista
se está diluyendo en la ADAPTACIÓN a la situación reinante.
En el contexto descripto, nuestro espacio asume una posición
irreductiblemente anticapitalista, antiimperialista y antipatriarcal, en favor del socialismo, la unidad de Nuestra
América, y el feminismo de las de abajo. Y privilegia como campo de acción a
nuestro territorio más inmediato, vale decir la comuna – escenario ideal para
desarrollar circuitos productivos propios y construir poder popular
independiente -, en la medida en que entendemos que la correlación de fuerzas
actual entre el campo popular y los sectores dominantes no permite hablar de un
Estado en disputa, caracterización
que no se condice – por ejemplo – con la pasiva aceptación de la firma express que autoriza el ingreso de un
portaaviones y tropas norteamericanas al territorio nacional, sino que apenas
habilita a hablar de un Estado poroso,
del que se pueden obtener ciertos beneficios de carácter progresivo, como la
condonación de la deuda energética de las empresas recuperadas. Sobre el
particular también corresponde tomar partido acerca de un tema tan sensible
como el de la asistencia económica que el Estado proporciona: A nuestro
criterio, los recursos son una necesidad
de lxs de abajo, pero también son una herramienta de lxs de arriba para disciplinarnos,
lo que compromete a gestionarlos sin ceder autonomía ante las fronteras
flotantes entre pueblo y gobierno.
En un presente signado por una gran relatividad moral,
proclive a corruptelas de todo tipo, consideramos esa clase de flaquezas tan
inadmisibles como el ejercicio de cualquier manifestación de abuso o violencia
de género al interior de las fuerzas populares.
Todo lo expuesto impone ratificar que creemos en otra forma
de hacer política.
Inaugurando la tercer década del Siglo XXI, es evidente que
han caducado las viejas recetas emancipatorias formuladas durante los siglos
precedentes, no así el sueño justiciero de quienes lo dieron todo por un mundo
mejor. Por eso mismo aspiramos a una democracia social y participativa que
abreve en los mejores ejemplos ensayados durante los últimos años a lo largo de
Nuestra América, aquellos en los que el poder constituido dio paso al poder
constituyente.
En estas horas, aún con la endeblez de lo imprevisible,
Chile se erige como un riquísimo laboratorio de lo nuevo capaz de conmover la
anomia de lxs resignadxs a que la historia se copie a sí misma. Allí, el salto
de los anteriormente apáticos centennials
sobre los molinetes del subte devino salto cualitativo en la lucha,
encarrilando tras esa iniciativa a las mejores tradiciones políticas del país
andino que hasta entonces dormían el sueño de los justos. La dialéctica de la
acción ha llevado a que esa misma tecnología que mantenía presxs a tantxs
jóvenes y jóvenas en cárceles virtuales esté sirviendo para derribar dichos
muros y combatir en red pero a pie de calle, viralizando de inmediato medidas
cautelares que alertan sobre el proceder que va adoptando el antagonista de
proyecto histórico.
En conclusión, hoy como nunca antes se muestran agotadas las
viejas formas de gestión de la cosa pública, y es cada vez más evidente que la
buena nueva germina en las calles, bien lejos del palacio, allí donde los
pueblos ejercen su voluntad soberana llenando avenidas y plazas.
El puente histórico entre quienes luchamos hoy y los que ayer convirtieron la tortura en su última trinchera de combate por una patria soberana, está tratando de ser dinamitado, arrumbando dicho patrimonio como una idea del pasado. Recuperemos aquel fuego, para depositar en el corazón de las nuevas generaciones la convicción de que “La Revolución es un Sueño Eterno”, porque las masas no van a “despertar” a una realidad cuya normalidad consista en agachar la cabeza indefinidamente para adaptarse a “la gestión” de los realistas, ya que su proceder nos han llevado a esta encerrona.-
OLP RESISTIR Y LUCHAR
Unirse desde abajo, organizarse combatiendo