Por Ernesto Reyes, 12 marzo 2020
No hay duda que la presidenta de facto de Bolivia repite todo lo que le dicen sin pensar.
En el acto de
reposesión del ministro de Defensa, Fernando López, la autonombrada jefa
del Estado Plurinacional, Jeaninne Añez, hizo dos afirmaciones, de la
que una es una ofensa a la memoria de los muertos en Sacaba y Senkata,
y, la segunda, una amenaza contra el candidato presidencial que lidera
la intención de voto.
Vayamos por
partes. En la nueva posesión de López, quien día antes había dejado sin
efecto la designación de López en cumplimiento a la resolución de
censura aprobada por la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP) el
pasado viernes 6, Añez afirmó, textual, “¿Por qué quieren destituir al
ministro López? Porque él trabajo en la recuperación de la tranquilidad
de los bolivianos, porque tuvimos que enfrentar la amenaza de una
violenta guerra civil y la derrotamos sin usar violencia”.
Las palabras de la
presidenta han sido tomadas como una ofensa a la memoria, y a la de los
familiares, de más de una treintena de personas muertas en la represión
de la marcha de Sacaba, en Cochabamba, el 15 de noviembre, y el bloqueo
de Senkata, un barrio de la ciudad de El Alto, vecina de La Paz, el 19
de ese mismo mes.
La segunda
afirmación, sin presentar prueba alguna, es la lanzada contra el
economista Luis Arce ‑candidato del Movimiento al Socialismo (MAS) que
lidera la intención de voto en todos los estudios conocidos en las dos
últimas semanas‑, a quien acusó de haber iniciado “la desestabilización
de la democracia” a través de la bancada que tiene ese partido en la
ALP. Es decir, la ex senadora, que criticaba la ausencia de trabajo de
fiscalización en el gobierno de Evo, ahora, sin tener los dos tercios
del MAS, quiere un Legislativo reducido a un mero apéndice del
Ejecutivo.
Las palabras de
Añez son algo más que una bravuconada, y representan más bien un
llamado, con forma de declaración, a que el “cazador” de “terroristas”,
el ministro de Gobierno, Arturo Murillo, y el Ministerio Público, tomen
cartas en el asunto y vayan tras el ex ministro de Economía que, en su
condición de candidato a la presidencia por el MAS, se ubica en primer
lugar en la preferencia de la gente para las elecciones de mayo próximo.
Las intervenciones
de Añez, todas leídas, se caracterizan por ser de confrontación, por
ejemplo, como las mencionadas en un encuentro de agencias de
inteligencia de Estados Unidos, Colombia, Perú, Ecuador y Chile, donde
calificó de “grupos violentos” a los movimientos sociales, y aseguró que
los iba a “perseguir y derrotar”.
No es la primera
vez que Añez dice palabras que no encajan en la realidad de los hechos.
El 7 de noviembre de 2015, en un encendido discurso contra el gobierno
de Evo Morales en la ALP, que tuvo más de emotivo que de intervención
con argumentos, la senadora beniana sostuvo con tono de seguridad: “todo
lo que sube, baja”. En ese momento se podría decir que la
parlamentaria tenía conocimiento de quien formuló la ley de la gravedad,
pero lo que provocó la risa de los parlamentarios, incluso de su
tendencia política, fue cuando atribuyó esa ley de la física a Albert
Einstein, cuando en realidad corresponde a Isaac Newton.
Pero las
declaraciones de Añez no son criticadas, en este su nuevo papel, por
ignorar de lo que está hablando, sino por la carga de soberbia y
desprecio que contienen. Y ahí es cuando salta el tipo de asesoramiento
que tiene. Es sabido que los discursos de la presidenta de facto los
prepara Erik Foronda, un agente de la Agencia Central de Inteligencia
(CIA) que tiene la instrucción, de un equipo de asesores de Estados
Unidos hasta ahora no identificados, de no separarse ni un minuto de
Añez, no tanto porque se desconfíe de la lealtad de la hasta noviembre
pasado desconocida senadora, sino por sus grandes limitaciones de
instrucción política, historia y cultura general.
Tras la renuncia
forzada de Evo Morales, el 10 de noviembre, y una vez consumado el golpe
de Estado que tuvo la participación de militares, policías, dirigentes
cívicos, jefes políticos de la oposición y algunos diplomáticos, Añez se
autonombró, primero presidenta del Senado, y después, presidenta de
Bolivia, en la tarde del 12 de noviembre, en dos sesiones que no
contaban con el quorum necesario.