Por María Torrellas, Resumen Latinoamericano 9 de marzo de 2020
La segunda movilización feminista en 48 horas volvió a reunir miles de mujeres y disidencias que marcharon desde la Plaza de la Dignidad, recorrieron la Alameda y continuaron hasta la Estación Central. Es decir, varios kilómetros de bullicio, consignas urticantes que recuerdan a Piñera, su madre, lxs carabinerxs y el patriarcado-capitalismo que todxs ellxs representan y defienden.
A diferencia del inolvidable domingo de las dos millones de manifestantas, donde la juventud puso todo y mucho más para demostrar que esta Revuelta viene bien de abajo y tiene mucho futuro, esta vez la fuerza se dividió entre estudiantas secundarias y mujeres sindicalistas, que le pusieron a la marcha un alto contenido de clase trabajadora.
En el recorrido, se escucharon los cánticos de condena al machismo y a la represión que sufren como pueblo por parte de las y los «pacos», siendo uno de los más repetidos el que recuerda que las «pacas» (mujeres carabineras) no son sororas sino represoras. En los alrededores de La Moneda, la presencia policial se hizo notar y generó el primer pico de tensión. A pesar de ello, frente a los uniformados, repitieron masivamente la performance de Las Tesis, y luego se continuó marchando entre el griterío de las secundarias que exigían que «se muera Piñera y no mi compañera» y el planteo de muchas mujeres de manos callosas y pies gastados, que contaban a quienes quisieran escucharlas, que «toda la vida trabajamos como esclavas y ahora nos roban las pensiones con estos gobiernos de mierda». Pudimos enterarnos por la voz de las trabajadoras la indignación que sienten porque la mayorìa cobran 50 % menos sueldo que los varones por el mismo trabajo. De allí, que no causa sorpresa ver carteles como el de una sindicalista estatal que advertía «gloria y honor a la primera línea», admirando todo lo que hacen las y los jóvenes para defender las ideas, en las calles y poniendo el cuerpo. Algo parecido se puede ver a diario en la Plaza de la Dignidad, donde un hombre entrado en años, va siempre con una pancarta alusiva: «Gracias juventud por seguir luchando».
El huracán de las secundarias
Son maravillosas las chiquillas cuando desde los distintos colegios o desde sus viviendas se desplazan en grupos hacia el punto de concentración de la manifestación. El Metro se inundó de gritos, cantos, sonrisas y la alegría de ir tan pronto a dar testimonio que ellas y sus compañeritos son parte fundamental del huracán que sopla desde el 18O. Este lunes, ataviadas con sus uniformes azules y todas ellas con el pañuelo verde o el morado, puesto en las muñecas o tapándoles la mitad de la cara, convirtieron cada estación en un ámbito liberado, donde además de evadir el pago del pasaje y entusiasmar con esa actitud a otras y otros pasajeros, se saludaban de andén a andén, se abrazaban entre ellas como dándose fuerza para la caminata que se les venía encima o los gases que por la tarde les arrojaron los malditos carabineros.
Un gusto enorme y un respeto salido desde las entrañas es el que infunden estas pequeñas revolucionarias que le ponen sal y pasión a la Revuelta.
Santiago gaseado por donde se lo recorra
Si bien por la mañana hubo pocos incidentes, a partir del mediodía, la Alameda desde la estación de Metro Santa Lucía hasta la Plaza de la Dignidad se convirtió en un ir y venir del «guanaco» y de los «zorrillos» (vehículos blindados) lanza gases, ya que cientos de jóvenes se mantuvieron en la zona todo el día. Hubo choques continuos en la rebautizada calle Mauricio Fredes (héroe de la primera línea), y luego se extendieron por todos los alrededores de la Plaza. Sin embargo, como en otras ocasiones las cabras (eran mayoría las chicas) no retrocedieron y bañaron a los pacos de los esperados gritos, donde lo menos que se dice, con lógica, es que son «asesinos» y «qliaos».
En algunas redes circulaban a esas horas las imágenes de un anciano al que los pacos molieron a palos (ver nota aparte) y también que un joven boliviano había perdido un ojo en la represión de días atrás en Antofagasta. Eso, que en otras ocasiones hubieran generado un retroceso en las movilizaciones, por el terror que provocan las fuerzas policiales actuando como drogados, en Chile de estos días producen el efecto contrario. Este lunes, al ver a la media tarde la Plaza de la Dignidad repleta de chiquillas, levantando las manos y ululando después de cada consigna, ratifica la idea de la certeza de esa pancarta que agitan: «Nunca más sin nosotras». Luego vino una represión tremenda, golpes, más gases y la impune actuación de es cuerpo armado pinochetista que el poder estimula con condecoraciones y aplausos.
A pesar de la violencia estatal del domingo y este lunes, el 8 y 9M en todo Chile ha sido el estímulo que hacía falta para que la Revuelta siga hacia adelante con más fuerza. Y todavía faltan 20 días de Marzo como para seguir admirando el coraje de este pueblo.
Fotos: María Torrellas y Carlos Aznárez