Karina Nogales /Resumen Latinoamericano /7 de marzo de 2020
Contra el terrorismo de Estado y hasta que valga la pena vivir
Hace un año las mujeres y disidencias en Chile nos convocábamos en la primera Huelga General Feminista del 8 de marzo. Nos propusimos entonces hacernos parte de la potencia feminista internacionalista en curso y dar un paso el frente con nuestro programa feminista contra la precarización de la vida, construido colectivamente en largos procesos deliberativos previos. Nos dijimos entonces que estábamos ante un vértice histórico entre la descomposición neoliberal y el viraje fascista que esta ha propiciado en algunos países, y la posibilidad que encarnan los movimientos sociales de constituir una alternativa distinta, por la vida.
Nos propusimos ser, desde el feminismo, esa alternativa transformadora, de impugnación a las políticas precarizadoras y a los partidos, gremios empresariales y cúpulas eclesiásticas que las han administrado y sostenido. Nos llamamos a ejercer la Huelga en un país en que no hay derecho a huelga, sabiendo que una Huelga General Feminista sólo podría surgir de un ejercicio de imaginación política radical, como quien juega a prefigurar lo que no existe. Y lo hicimos, nos convocamos a interrumpir la normalidad mediante un llamado múltiple y diverso a parar, a protestar, a boicotear, a ocupar espacios, a organizarnos y a encontrarnos en toda la radicalidad posible. La Huelga General Feminista del 2019 fue la más grande movilización de la posdictadura en Chile.
Transcurrido un año, la noción de proceso desde la que construimos la Huelga ha ganado nitidez, porque la continuidad de las apuestas permiten construir un pasado desde el cual mirarnos. No sabíamos entonces que la irrestricta confianza en la lectura feminista que levantamos empalmaba con el sentir y con la disposición de lucha de millones. No sabíamos que el ejercicio político desplegado, su dinámica, masividad y contenido serían prefigurativos de la revuelta social que irrumpió el 18 de octubre de 2019. No sabíamos, pero lo deseábamos. Y el deseo, cuando se convierte en deliberada apuesta colectiva, moviliza.
Las gigantescas fuerzas populares que irrumpieron el 18 de octubre de 2019 dieron paso a un largo estado de revuelta social, inaugurando un nuevo momento político cuyas potencias están en plena configuración. Quienes parecían no tener reservado un papel en la vida política se han convertido de un momento a otro en los actores principales. Los muros de las calles testimonian un balance colectivo de tres décadas de expoliación neoliberal que sentencia: “la normalidad era el problema”.
La normalidad se ha quebrado en Chile. La quebraron millones de biografías sincronizadas desde el hastío, desde las humillaciones y desde un despecho cocinado en silencio y a fuego muy lento. Cada una de esas historias ‑las de morir esperando cama en un hospital, las de endeudarse por años para estudiar a cambio de un trabajo precario, las de trabajar toda la vida para obtener una vejez de miseria- se tomaron el escenario social en un movimiento telúrico e incendiario.
Transitoriamente invisibilizado al comienzo, el feminismo retoma la iniciativa en noviembre a través de la intervención de Las Tesis. Revuelta dentro de la revuelta, la potencia feminista irrumpe en un momento de relativo cansancio y en que el discurso del orden contra las formas “violentas” de protesta empezaba a permear la opinión pública. En una síntesis virtuosa, las violencias “íntimas” y “estatales” fueron expuestas en su estructurada articulación. Mediante una suerte de juicio popular coral, los poderes del Estado y sus fuerzas policiales fueron acusadas en calidad de organizadoras de la violencia patriarcal en todas las dimensiones en que esta se presenta. El feminismo toma su lugar en la revuelta en profunda y revitalizante acción de masas de mujeres y disidencias, transgeneracional y transfronteriza.
La autoactividad popular inédita de estos últimos meses ha colocado al movimiento social ante nuevos y potentes desafíos. El 8 y 9 de marzo inauguran el calendario de manifestaciones tras las vacaciones de verano y en estas jornadas están puestas tanto las expectativas del movimiento social como los temores de los partidos del orden.
En el II Encuentro Plurinacional de las y les que Luchan, realizado en el mes de enero de 2020, entre más de tres mil mujeres y disidencias de todo el país realizamos un balance del momento político y nos fijamos tareas y objetivos. Uno de los retos principales es mantener abierta la impugnación en curso, impidiendo un eventual “cierre por arriba”. Esto requiere responder en diferentes temporalidades y niveles a las tres claves principales con que el poder ha intentado procesar la revuelta social: la represión, el Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución y la Agenda Social del gobierno.
Este 8 y 9 de marzo nos proponemos levantar nuestra Primera línea contra el terrorismo de Estado, exigiendo la salida de Sebastián Piñera y su gobierno criminal, responsable de haberle declarado la guerra al pueblo. Vamos a la Huelga General Feminista para que nos dejen de matar, de mutilar, de violar y de encarcelar; exigimos la libertad de los más 2.500 presos y presas políticas de la revuelta; la creación de una Comisión de Verdad, Justicia y Reparación ante de las violaciones sistemáticas a los derechos humanos y la violencia político sexual perpetrada por agentes de Estado; exigimos la derogación de todas las leyes que criminalizan la protesta y el cese de la aplicación de la Ley de Seguridad Interior del Estado a quienes se manifiestan; defendemos nuestro derecho a ejercer todas las formas de lucha.
Vamos a la Huelga General Feminista para terminar con la actual Constitución de Pinochet y por una Asamblea Constituyente Feminista, Plurinacional, Popular, Libre y Soberana que desborde los términos del Acuerdo por un Nueva Constitución suscrito por los partidos impugnados a la medida de sus intereses y cuyo itinerario busca consagrar la impunidad.
Vamos a la Huelga con nuestro Programa Feminista contra la Precarización de la Vida, constituyéndonos en alternativa a la agenda gubernamental que profundiza las políticas que contra las que nos levantamos. A través de nuestro programa de dieciséis ejes temáticos, las mujeres y las disidencias hemos decidido hablar de todo para que nadie hable por nosotras. Hemos elaborado demandas y perspectivas centrales expresadas cada una de ellas en clave constitucionales y en clave de pliego de emergencia, configurando un programa capaz de insertarse de manera versátil en todos los escenarios y debates políticos que tendrán lugar este año.
Nos levantamos en Huelga General feminista, antirracista, transfeminista, lesbofeminista, disidente, plurinacional, anticarcelaria, migrante, internacionalista e inclusiva. Nos levantamos en Huelga en el Día Internacional de las Mujeres Trabajadoras, tributarias de una larga historia nos precede. Somos las de hoy gracias a las de ayer y las de mañana serán gracias a nosotras. Este 8 y 9 de marzo llenaremos las calles sosteniendo el hilo rojo de la historia y saldremos a tomar nuestro lugar en la lucha de clases que se ha abierto paso en Chile. Lo haremos sin miedo, “hasta que valga la pena vivir”.
Viento Sur*