Ecología social. Un virus del monocultivo alimentario

Eco­lo­gía social. Un virus del mono­cul­ti­vo alimentario

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Gus­ta­vo Duch /​Resu­men Lati­no­ame­ri­cano /​26 de mar­zo de 2020

En un artícu­lo publi­ca­do en 2014 reco­gí unas decla­ra­cio­nes del soció­lo­go Jean Batou en las que, ana­li­zan­do infor­ma­ción res­pec­to a la pan­de­mia del ébo­la, expli­ca­ba que su ori­gen esta­ba rela­cio­na­do con la imple­men­ta­ción de un mode­lo de agri­cul­tu­ra dise­ña­do para gene­rar mate­rias pri­mas para el mer­ca­do, en lugar de ali­men­tos para la pobla­ción. Expan­sión víri­ca por el capi­tal. En con­cre­to, sus pala­bras decían «la trans­mi­sión del virus del ébo­la de la fau­na a las per­so­nas está vin­cu­la­da a las trans­for­ma­cio­nes cua­li­ta­ti­vas ope­ra­das en el medio ambien­te de la región a cau­sa de la defo­res­ta­ción, del aca­pa­ra­mien­to de recur­sos natu­ra­les, del aca­pa­ra­mien­to de tie­rras y de la explo­sión del mono­cul­ti­vo para la exportación».

En el caso del ébo­la fue la expan­sión en Áfri­ca del mono­cul­ti­vo de pal­ma afri­ca­na, del que se extrae el acei­te de pal­ma que encon­tra­mos en tan­tos ali­men­tos indus­tria­les y en el bio­die­sel, la que per­mi­tió el con­tac­to entre huma­nos y el reser­vo­rio de este virus, un mur­cié­la­go fru­gí­vo­ro. La revis­ta Anfi­bia, en un artícu­lo de esta sema­na, lo expli­ca muy bien. El mono­cul­ti­vo favo­re­ce la frag­men­ta­ción del bos­que tro­pi­cal y de las sel­vas, de mane­ra que la caren­cia de espa­cio hace que se con­cen­tren muchas espe­cies de mur­cié­la­gos en los pocos árbo­les que que­dan en pie. Esta mez­cla de espe­cies que no habían inter­ac­tua­do antes en el ambien­te «fue el cal­do de cul­ti­vo de lo que pasó des­pués». Sin fron­te­ras entre sel­va y aldeas, el con­ta­gio es sen­ci­llo. La revis­ta expli­ca otros casos de nue­vos virus que han resul­ta­do de las mis­mas diná­mi­cas, como la defo­res­ta­ción en Boli­via para el cul­ti­vo de arroz o la defo­res­ta­ción en Argen­ti­na para el cul­ti­vo de soja.

De hecho, como expli­ca el infor­me «Un futu­ro cul­ti­va­do en gran­jas» de la fun­da­ción GRAIN, lo mis­mo ocu­rre en otros luga­res de haci­na­mien­to: las gran­jas inten­si­vas de cer­dos. La epi­de­mia del virus de la pes­te por­ci­na afri­ca­na, que tam­bién se extien­de actual­men­te des­de Chi­na a muchos otros paí­ses, sigue esa mis­ma pau­ta. Los virus se mul­ti­pli­can y mutan en las gran­des gran­jas inten­si­vas don­de muchos ani­ma­les mal­vi­ven asar­di­na­dos. El sal­to a las per­so­nas es un ries­go que se advir­tió en el caso de la lla­ma­da Gri­pe A del 2009.

Y no solo quie­ro seña­lar con el dedo a la indus­tria ali­men­ta­ria res­pon­sa­ble de estos mono­cul­ti­vos, en defi­ni­ti­va el coro­na­vi­rus es una mues­tra, como la cri­sis cli­má­ti­ca con sequías y hura­ca­nas, de un sis­te­ma capi­ta­lis­ta que no solo es muy injus­to sino que es extre­ma­da­men­te frá­gil por­que hemos roto todo el equi­li­brio natural.

Soy apren­diz de hor­te­lano y he apren­di­do algu­nas cosas fun­da­men­ta­les. Si lleno el huer­to de solo un cul­ti­vo y ade­más cas­ti­go la tie­rra con fer­ti­li­zan­tes inor­gá­ni­cos para mejo­rar las pro­duc­cio­nes, ten­go un huer­to muy vul­ne­ra­ble. La lle­ga­da de un hon­go o un virus, no la podré dete­ner, se espar­ci­rá rápi­da­men­te sin defen­sas pro­pias basa­das en la bio­di­ver­si­dad. Este huer­to uni­for­mi­za­do y enve­ne­na­do ha per­di­do armo­nía y equilibrio.

Enton­ces ¿vol­ve­mos a la diver­si­dad de peque­ñas comu­ni­da­des pro­duc­to­ras de alimentos?

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