William Rivers Pitt /Resumen Latinoamericano /29 de febrero de 2020
Casi todo los partidarios de Barnie Sanders con los que hablo estos días manifiestan el mismo sentimiento ambivalente a nivel político. Se sienten, al mismo tiempo, optimistas y aterrorizados, inquietos y contentos. ¿Por qué? Su candidato es el claro favorito para lograr ser nominado candidato a la presidencia por parte de un Partido demócrata cuyo núcleo duro central [muy vinculado al establishment] no desea otra cosa que impedirlo.
El hecho de que el partido pueda abortar su nominación en la convención nacional [que se celebrará el 16 de julio en Milwaukee, Wisconsin] alimenta los temores en el campo de Sanders y mitiga su alegría. El aparato del partido cuenta con los medios necesarios para hacerlo si se presenta la oportunidad. Si lo hiciera, desconcertaría a mucha gente.
He aquí un ejemplo de las razones que alimentan esta ambivalencia en la gente. Quienes desde el establishment demócrata han intentado convencer a la gente que el éxito de Sanders en Iowa y New Hampshire no tiene ningún sentido son los mismos en pretender que dichos éxitos equivalen a una derrota segura y total ante Donald Trump el próximo 3 de noviembre.
«Si quieres tener un pastel, no lo puedes comer, porque si lo comes, ya no lo tendrás». Los niños comprenden mejor la dirección del Partido demócrata con este proverbio. El establishment del partido difunde profusamente este sinsentido gracias a su enorme presencia en los media.
Sander y el techo de cristal del establishment demócrata
La última línea de ataque contra Sanders ha sido que tiene un techo, que no puede ampliar su base electoral más allá de los enojados estudiantes que quieren la gratuidad y de los hiperactivos de Twiter que pueden estar, vaya usted a saber, infiltrados al servicio de los rusos. «Sanders ha sembrado el pánico en el establishment demócrata», se pudo leer en la portada de Político el 24 de febrero. «Los moderados creen firmemente que una victoria de Sanders en las primarias garantizaría la reelección de Donald Trump», explica el artículo.
Sin embargo, en el mismo artículo se puede leer lo siguiente: «No se trata solo de la victoria de Sanders, sino de la ventaja que está obteniendo, lo que da miedo a los demócratas moderados. En un solo día, Sanders ha demostrado que era capaz de ampliar su coalición más allá de su estrecha base, que muchos suponían que limitaría su atractivo». En 2016, Sanders tuvo problemas con el electorado afro-americano, pero en estas elecciones, ha logrado reducir la diferencia entre él y Joe Biden [al que se le considera que cuenta con una base electoral en ese sector] en Carolina del Sur. La idea de que Sanders pudiera ser un candidato nacional realmente formidable comienza a inquietar a los demócratas moderados.
Los resultados en Nevada confirman el empuje de Sanders, que sobresale a través de detalles explícitos. Sanders ha logrado imponerse en prácticamente todas las categorías que permitirían romper ese techo del que hablan los demócratas moderados y que limitaría sus opciones nacionales: el electorado latino, el electorado blanco, las mujeres, los hombres, el electorado sindicalizado y no sindicalizado, y todas las franjas de edad salvo la de 65 y más años. Si bien Biden superó a Sanders entre el electorado negro de Nevada, lo fue por un estrecho margen. Y Sanders avanza de forma regular en ese sector.
Quizá más importante aún, Sanders está en vías de lograr el apoyo de las y los electores que no votan a menudo o que jamás han participado hasta ahora en las primarías. En 2016 casi la mitad del electorado se quedó en casa. Si Sanders logra llevarlos a las urnas, ello le permitiría poner en pie una coalición amplia y potente. Dicho de otro modo, Sanders construye una coalición que se asemeja a cómo el Partido demócrata se presenta en la publicidad: el partido de la diversidad gracias a una amplia gama de sectores de la población y de edad.
La estatua que no merece Sanders
Si Joe Biden, Mikel Bloomberg, Pete Buttigieg, Ay Klobuchar o Tom Steyer estuvieran en vías de obtener los mismos resultados que Sanders, el partido levantaría estatuas en su honor ante la sede del Comité nacional demócrata. Sin embargo, con todas las bazas con las que cuenta Sanders, con todo el impulso que disfruta y la ventaja que le otorgan los sondeos, el eslogan que se impone es «Berni no puede ganar», lanzado por el establishment demócrata casi en todas partes. El New Jork Times, la tv por cable MSNBC, el Wahsington Post y otras publicaciones y canales difusión se hacen eco de ello.
Si Elizabeth Warren o Tulsi Gabbard [diputada del 2º distrito de Hawái desde 2013) ocuparan el lugar que ocupa actualmente Sanders en las primarias, ocurriría lo mismo. Esta es la realidad a la que se enfrenta todo candidato progresista que se presente a la investidura demócrata. El partido es violentamente alérgico a ese tipo de candidatos y candidatas desde la debacle electoral de McGovern en 1972; más aún tras la revolución de Reagan en 1980. Después que los Clinton se hicieron cargo del partido, su poción mágica ha sido la de girar a la derecha con el objetivo de atraer al electorado republicano moderado.
Ahora bien, a medida que el GOP (Great Old Party-Partido Republicano) se desplaza más a la derecha, los demócratas continúan acercándose a ellos con el fin de calmar al electorado que hoy en día encontraría intolerablemente liberal a un republicano como Richard Nixon. Un fórmula condenada al fracaso, cuyos resultados son evidentes. El relativo débil resultado de Hilary Clinton no fue una excepción imprevisible, sino una señal de alarma que el establishment demócrata se niega a tener en cuenta.
La capacidad del establishment para controlar la Convención
Cuando la mayoría del país no va a votar –a pesar de que el nivel de los océanos aumenta, que el costo de la atención sanitaria sube por los cielos y que la ficción de una economía sana se hace cada vez más evidente – , eso significa que van por el mal camino.
Algunos media afirman que el Partido demócrata cambiará de opinión, que la victoria será su nuevo elixir si Sanders es capaz de seguir ampliando su éxito, porque los temores a perder estarán compensados por las ganancias en regiones en las que los demócratas no osan poner los pies, como en Georgia, Texas o Nevada. La energía de los resultados de las elecciones a medio mandato [elecciones que se realizan en mitad de la legislatura para renovar el conjunto de la cámara de representantes y 35 escaños, sobre 100, del Senado] de 2018 no se ha apagado, y la palabra socialista ya no asusta tanto como lo hacía antes, sobre todo entre el electorado joven que puede ser determinante en estas primarias.
Sin embargo, hay una razón por la que Biden, Bloomberg, Klobuchard y Buttigieg no abandonarán pronto la campaña: la convención de julio. Si Sanders no obtiene suficientes delegados como para alcanzar la cifra de 1991 necesarios (sobre 3979), las reglas de la investidura del partido permiten que los super-delegados [770, provenientes de electos y personalidades del partido que tienen libertad para votar a favor del candidato que quieran] puedan inclinar la balanza a favor de un determinado candidato, diferente al candidato que tenga una mayoría neta de delegados. Esos cuatro delegados del establishment citados arriba continuarán hasta el final, porque piensan que pueden tener la posibilidad de ser nombrados si el partido decide no apoyar a Sanders. Si, de una u otra manera, Warren supera a Sanders durante las próximas primarias, ella se encontrará con el mismo problema frente a los delegados de la convención: el dinero de Wall Street que nutre al establishment demócrata teme a Warren tanto como a Sanders, si no más.
Ya ocurrió antes. La dirección del Partido demócrata rechazó apoyar a McGovern en 1972 [senador de Dakota del Sur desde enero de 1963 a enero de 1981), incluso tras haber obtenido la investidura, en base a un cálculo bastante cínico: pensaban que era preferible un segundo mandato de Nixon que la pérdida del control del partido.
¿Harán lo mismo en la convención de Wisconsin este verano? Es posible. Lo pueden hacer si Sanders no logra obtener la mayoría de delegados a lo largo de las primarias y los caucus. Son las reglas.
Hay una escena en el film Major League [sobre el equipo de béisbol Cleveland Indians], en la que el equipo descubre que la propietaria hace todo lo posible para que pierdan y de ese modo aprovecharse financieramente de ello. En la escena, el receptor (interpretado por Tom Berenger) dice «Pues vale, supongo que no nos queda otra cosa que hacer que ganar este maldito partido».
Para Bernie Sanders, para su campaña y para la gente que le sigue, es la mejor y la única respuesta. Si Sanders llega a la convención con una mayoría neta de delegados y delegadas, será difícil impedir que sea investido. Una traición semejante a la luz del día rompería el Partido demócrata de tal forma que incluso los más cínicos partidarios del establishment temerían planteárselo.
Para el senador de Vermont no todo es de color rosa y reluciente. Su torpe respuesta en la emisión 60 minutos de la CBS News a la pregunta de cómo pensaba financiar su ambicioso programa abrió una vía de ataque a sus rivales. Su rechazo a caer en el absolutismo de la guerra fría en relación a Fidel Castro ha dado carburante al campo conservador. Y todo ello plantea interrogantes en cuanto a su capacidad para ganar en Florida [donde el 1,6 millones de cubanos americanos cuentan con una gran influencia] el próximo noviembre. Mike Bloomberg se apoya en su inagotable fortuna para pagar una publicidad masiva que ataque Sanders en todos los frentes.
Es así como se desarrolla la campaña por las presidenciales en el siglo XXI. La campaña de Sanders deberá responder a todos estos desafíos y a otros que llegarán, sin duda, si quiere mantener el impulso que ha logrado hasta ahora.
A pesar de estas dificultades, las tendencias generales de la campaña juegan a favor de Sanders. Según el último sondeo de CBS News, está bien situado para lograr un buen resultado en el Supermartes [3 de marzo]. Su coalición es amplia y se expande. Es el candidato favorito de una gran parte del electorado que no ha participado en las elecciones hasta ahora porque las opciones entre los demócratas se ceñían a candidatos que se situaban en el mismo espacio centrista, el que llevó al fracaso de Biden y de Hilary Cinton. Según los dos últimos sondeos nacionales, está a la cabeza de la lista de candidatos
No obstante, lo fundamental para Sanders ahora es el Partido demócrata donde intenta ser investido. La expresión «Vote Blue No matter Who» [vota demócrata sea quien sea candidato], era muy popular en el seno del partido demócrata cuando Joe Biden aparecía a la cabeza en las encuestas. Si el establishment no es capaz –o no quiere- garantizar que el eslogan también se aplique a Sanders, el partido podría enfrentarse una conflagración de la que puede no logre salir nunca.
Traducción: viento sur