EEUU. COVID-19: el monstruo llama a la puerta

EEUU. COVID-19: el mons­truo lla­ma a la puerta

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Mike Davis /​Resu­men Lati­no­ame­ri­cano /​13 de mar­zo de 2020

I.

COVID ‑19 es final­men­te el mons­truo que lla­ma a la puer­ta. En los cen­tros de inves­ti­ga­ción están tra­ba­jan­do día y noche para carac­te­ri­zar el bro­te, pero se enfren­tan a tres enor­mes retos. En pri­mer lugar, la sem­pi­ter­na esca­sez o fal­ta de dis­po­ni­bi­li­dad de kits de prue­ba ha frus­tra­do toda espe­ran­za de poder con­te­ner la pan­de­mia. Ade­más, impi­de cali­brar con pre­ci­sión pará­me­tros cru­cia­les como la tasa de repro­duc­ción, el tama­ño de la pobla­ción infec­ta­da y el núme­ro de infec­cio­nes benig­nas. El resul­ta­do es un caos de números.

Sin embar­go, dis­po­ne­mos de datos más fia­bles sobre el impac­to del virus en deter­mi­na­dos gru­pos en unos pocos paí­ses. Es muy alar­man­te. Ita­lia, por ejem­plo, ele­va a nada menos que un 23 % la tasa de mor­ta­li­dad entre las per­so­nas mayo­res de 65 años; en el Rei­no Uni­do, la cifra es actual­men­te del 18 %. La “coro­na­gri­pe” que Trump menos­pre­cia cons­ti­tu­ye un peli­gro sin pre­ce­den­tes para las pobla­cio­nes geriá­tri­cas, con un núme­ro de muer­tes que se dis­pa­ra a los millones.

En segun­do lugar, al igual que las gri­pes anua­les, este virus muta mien­tras infec­ta a pobla­cio­nes de dis­tin­tas com­po­si­cio­nes de edad y dife­ren­tes inmu­ni­da­des adqui­ri­das. La varie­dad que pro­ba­ble­men­te afec­te a EE UU ya es un poco dife­ren­te de la del bro­te ori­gi­nal en Wuhan. Las muta­cio­nes pos­te­rio­res pue­den ser tri­via­les o alte­rar la corrien­te de dis­tri­bu­ción de la viru­len­cia, que ascien­de con la edad; el ries­go de infec­ción gra­ve en bebés y niños y niñas peque­ñas es redu­ci­do, mien­tras que las per­so­nas octo­ge­na­rias se enfren­tan a un peli­gro mor­tal por neu­mo­nía vírica.

En ter­cer lugar, inclu­so si el virus se man­tie­ne esta­ble y ape­nas muta, su impac­to en cohor­tes de menos de 65 años pue­de dife­rir radi­cal­men­te en paí­ses pobres y entre gru­pos de pobre­za ele­va­da. Recor­de­mos la expe­rien­cia glo­bal de la gri­pe espa­ño­la de 1918 – 1919, que se cal­cu­la que mató a un total del 1 al 2 % de la huma­ni­dad. A dife­ren­cia del coro­na­vi­rus, aque­lla gri­pe fue mor­tal sobre todo entre per­so­nas jóve­nes adul­tas, cosa que se ha expli­ca­do a menu­do como resul­ta­do de su sis­te­ma inmu­ni­ta­rio rela­ti­va­men­te más poten­te, que sobre­rreac­cio­nó ante la infec­ción des­atan­do tor­men­tas de cito­ci­nas con­tra las célu­las pul­mo­na­res. El H1N1 ori­gi­nal halló, como es sabi­do, un nicho favo­ra­ble en cam­pa­men­tos mili­ta­res y trin­che­ras de los cam­pos de bata­lla, don­de segó la vida de dece­nas de miles de jóve­nes sol­da­dos. El colap­so de la gran ofen­si­va ale­ma­na de la pri­ma­ve­ra de 1918, y por tan­to el resul­ta­do de la gue­rra, se ha atri­bui­do al hecho de que los alia­dos, a dife­ren­cia de su enemi­go, pudie­ron reem­pla­zar sus ejér­ci­tos enfer­mos con nue­vas tro­pas veni­das de EE UU.

Sin embar­go, rara vez se recuer­da que nada menos que el 60 % de la mor­ta­li­dad mun­dial se pro­du­jo en la par­te occi­den­tal de India, don­de las expor­ta­cio­nes de grano a Gran Bre­ta­ña y las bru­ta­les prác­ti­cas de con­fis­ca­ción coin­ci­die­ron con una gra­ve sequía. La con­si­guien­te esca­sez de ali­men­tos lle­vó a millo­nes de per­so­nas pobres al bor­de de la muer­te por ina­ni­ción. Fue­ron víc­ti­mas de una sinies­tra siner­gia de malnu­tri­ción, que eli­mi­nó su res­pues­ta inmu­ne a la infec­ción, y una neu­mo­nía bac­te­ria­na y víri­ca ram­pan­te. En otro caso, en el Irán ocu­pa­do por los bri­tá­ni­cos, varios años de sequía, cóle­ra y cares­tía de ali­men­tos, segui­dos de un exten­so bro­te de mala­ria, cau­sa­ron la muer­te de una quin­ta par­te de la población.

Esta his­to­ria –espe­cial­men­te las con­se­cuen­cias des­co­no­ci­das de las inter­ac­cio­nes con la malnu­tri­ción y las infec­cio­nes exis­ten­tes– debe­ría adver­tir­nos que el COVID-19 pue­de empren­der una tra­yec­to­ria dife­ren­te y más mor­tal en los subur­bios de Áfri­ca y del sudes­te asiá­ti­co. La pren­sa y los gobier­nos occi­den­ta­les han deja­do de lado casi total­men­te el peli­gro para las pobla­cio­nes pobres del mun­do. La úni­ca pie­za publi­ca­da que he vis­to afir­ma que dado que la pobla­ción urba­na de Áfri­ca Occi­den­tal es la más joven del mun­do, la pan­de­mia solo ten­dría allí un efec­to mode­ra­do. A la luz de la expe­rien­cia de 1918, esta es una extra­po­la­ción ridí­cu­la. Nadie sabe qué ocu­rri­rá en las pró­xi­mas sema­nas en Lagos, Nai­ro­bi, Kara­chi o Cal­cu­ta. La úni­ca cer­te­za es que los paí­ses ricos y las cla­ses pudien­tes se cen­tra­rán en sal­var­se a sí mis­mos en detri­men­to de la soli­da­ri­dad inter­na­cio­nal y la ayu­da médi­ca. Muros y no vacu­nas: ¿pue­de haber una pau­ta peor para el futuro?

II.

Den­tro de un año pue­de que admi­re­mos retros­pec­ti­va­men­te el éxi­to de Chi­na en la con­ten­ción de la pan­de­mia, pero que nos horro­ri­ce­mos ante el fra­ca­so de EE UU. (Doy por hecho que la decla­ra­ción de Chi­na sobre la rápi­da dis­mi­nu­ción de la trans­mi­sión es más o menos exac­ta.) La inca­pa­ci­dad de nues­tras ins­ti­tu­cio­nes para man­te­ner cerra­da la caja de Pan­do­ra, por supues­to, no sor­pren­de. Des­de el año 2000 hemos vis­to repe­ti­da­men­te colap­sos de la aten­ción sani­ta­ria de pri­me­ra línea.

La tem­po­ra­da de gri­pe de 2018, por ejem­plo, superó a los hos­pi­ta­les de todo el país, mos­tran­do la escan­da­lo­sa esca­sez de camas hos­pi­ta­la­rias des­pués de 20 años de recor­tes de la capa­ci­dad de hos­pi­ta­li­za­ción en aras al bene­fi­cio (la ver­sión del sec­tor de la ges­tión just-in-time de las exis­ten­cias). Los cie­rres de clí­ni­cas pri­va­das y de orga­ni­za­cio­nes bené­fi­cas y la esca­sez de per­so­nal, impues­tos igual­men­te por la lógi­ca de mer­ca­do, han devas­ta­do los ser­vi­cios sani­ta­rios en las comu­ni­da­des más pobres y zonas rura­les, tras­la­dan­do la car­ga a hos­pi­ta­les públi­cos infra­do­ta­dos y clí­ni­cas para vete­ra­nos. Los ser­vi­cios de urgen­cias de estos cen­tros ya son inca­pa­ces de afron­tar las infec­cio­nes esta­cio­na­les, de modo que ¿cómo podrán hacer fren­te a una sobre­car­ga inmi­nen­te de casos críticos?

Nos halla­mos en las pri­me­ras fases de un Katri­na sani­ta­rio. Pese a las adver­ten­cias duran­te años con res­pec­to a la gri­pe aviar y otras pan­de­mias, las exis­ten­cias de equi­pos de emer­gen­cia bási­cos, como res­pi­ra­do­res, son insu­fi­cien­tes para aten­der la espe­ra­da afluen­cia de casos crí­ti­cos. Los sin­di­ca­tos com­ba­ti­vos del per­so­nal sani­ta­rio en Cali­for­nia y otros Esta­dos se ocu­pan de que todo el mun­do com­pren­da los gra­ves peli­gros crea­dos por el aco­pio insu­fi­cien­te de dis­po­si­ti­vos pro­tec­to­res esen­cia­les como las mas­ca­ri­llas N95. Toda­vía más vul­ne­ra­bles, por ser invi­si­bles, son los cien­tos de miles de tra­ba­ja­do­ras y tra­ba­ja­do­res de cui­da­dos domés­ti­cos y de resi­den­cias de ancia­nos, mal paga­dos y con sobre­car­ga de trabajo.

Las resi­den­cias de ancia­nos y el sec­tor de cui­da­dos, que atien­den a dos millo­nes y medio de esta­dou­ni­den­ses de edad avan­za­da, en su mayo­ría aco­gi­dos a Medi­ca­re, son des­de hace tiem­po un escán­da­lo nacio­nal. Según el New York Times, nada menos que 380.000 pacien­tes de resi­den­cias de ancia­nos mue­ren cada año debi­do al incum­pli­mien­to por par­te de estas enti­da­des de los pro­ce­di­mien­tos bási­cos de con­trol de infec­cio­nes. A muchos cen­tros –espe­cial­men­te en Esta­dos sure­ños– les resul­ta más bara­to pagar mul­tas por negli­gen­cia sani­ta­ria que con­tra­tar a per­so­nal adi­cio­nal e impar­tir la debi­da for­ma­ción. Aho­ra, como advier­te el ejem­plo de Seattle, doce­nas y tal vez cen­te­na­res de resi­den­cias de ancia­nos se con­ver­ti­rán en focos de coro­na­vi­rus y sus emplea­dos, que cobran el sala­rio míni­mo, opta­rán lógi­ca­men­te por pro­te­ger a sus pro­pias fami­lias per­ma­ne­cien­do en sus casas. En este caso, el sis­te­ma podría colap­sar y no pode­mos espe­rar que la Guar­dia Nacio­nal se dedi­que a vaciar cuñas orinales.

El bro­te ha saca­do a la luz de inme­dia­to la pro­fun­da divi­so­ria de cla­se en la aten­ción sani­ta­ria: quie­nes gozan de bue­nos segu­ros médi­cos y tam­bién pue­den tra­ba­jar o ense­ñar des­de su casa están cómo­da­men­te ais­la­dos por poco que cum­plan deter­mi­na­das medi­das de segu­ri­dad pru­den­tes. El per­so­nal de la fun­ción públi­ca y otros gru­pos de tra­ba­ja­do­res sin­di­ca­dos con cober­tu­ra médi­ca dig­na ten­drán que tomar difí­ci­les deci­sio­nes entre ingre­so y pro­tec­ción. Mien­tras, millo­nes de tra­ba­ja­do­res mal paga­dos del sec­tor ser­vi­cios, jor­na­le­ros, tem­po­re­ros sin cober­tu­ra sani­ta­ria, para­dos y per­so­nas sin techo esta­rán total­men­te des­am­pa­ra­dos. Por mucho que Washing­ton resuel­va final­men­te la fal­ta de equi­pos de prue­ba y con­si­ga sumi­nis­trar un núme­ro sufi­cien­te de kits, las per­so­nas no ase­gu­ra­das segui­rán tenien­do que pagar a médi­cos y hos­pi­ta­les para que les hagan la prue­ba. La fac­tu­ra sani­ta­ria de las fami­lias se dis­pa­ra­rá al mis­mo tiem­po que millo­nes de tra­ba­ja­do­res y tra­ba­ja­do­ras per­de­rán su empleo y el segu­ro médi­co aso­cia­do al mis­mo. ¿Pue­de haber un argu­men­to más sóli­do y urgen­te a favor de Medi­ca­re universal?

III

Pero la sani­dad uni­ver­sal no es más que un pri­mer paso. Es decep­cio­nan­te, por decir­lo sua­ve­men­te, que en los deba­tes de las pri­ma­rias ni San­ders ni Warren hayan denun­cia­do la abdi­ca­ción de las gran­des empre­sas far­ma­céu­ti­cas de toda acti­vi­dad de inves­ti­ga­ción y desa­rro­llo de nue­vos anti­bió­ti­cos y anti­vi­ra­les. De las 18 empre­sas más gran­des, 15 han aban­do­na­do total­men­te esta acti­vi­dad. Los medi­ca­men­tos para el cora­zón, los cal­man­tes adic­ti­vos y los tra­ta­mien­tos de la impo­ten­cia mas­cu­li­na enca­be­zan la lis­ta de los más ren­ta­bles, pero no los des­ti­na­dos a com­ba­tir las infec­cio­nes hos­pi­ta­la­rias, las nue­vas enfer­me­da­des y las tra­di­cio­na­les pato­lo­gías tro­pi­ca­les. Una vacu­na uni­ver­sal con­tra la gri­pe –es decir, una vacu­na que actúa sobre las par­tes inmu­ta­bles de las pro­teí­nas super­fi­cia­les de los virus– ha sido duran­te déca­das una posi­bi­li­dad, pero nun­ca una prio­ri­dad rentable.

A medi­da que retro­ce­de la revo­lu­ción de los anti­bió­ti­cos reapa­re­ce­rán vie­jas enfer­me­da­des jun­to con nue­vas infec­cio­nes, y los hos­pi­ta­les se con­ver­ti­rán en osa­rios. Has­ta Trump pue­de des­po­tri­car con opor­tu­nis­mo con­tra los absur­dos cos­tos de pres­crip­ción, pero nece­si­ta­mos una visión más valien­te que bus­que rom­per los mono­po­lios far­ma­céu­ti­cos y ase­gu­rar la pro­duc­ción públi­ca de medi­ca­men­tos esen­cia­les. (Esto solía ser habi­tual: duran­te la segun­da gue­rra mun­dial, el ejér­ci­to enro­ló a Jonas Salk y otros inves­ti­ga­do­res para desa­rro­llar la pri­me­ra vacu­na con­tra la gri­pe.) Tal como escri­bí hace quin­ce años en mi libro The Mons­ter at Our Door – The Glo­bal Threat of Avian Flu

El acce­so a medi­ca­men­tos esen­cia­les, inclui­das las vacu­nas, los anti­bió­ti­cos y los anti­vi­ra­les, debe­ría ser un dere­cho humano, dis­po­ni­ble uni­ver­sal­men­te a títu­lo gra­tui­to. Si los mer­ca­dos son inca­pa­ces de ofre­cer incen­ti­vos para pro­du­cir tales medi­ca­men­tos a bajo cos­to, enton­ces los gobier­nos y las orga­ni­za­cio­nes sin áni­mo de lucro debe­rían asu­mir la res­pon­sa­bi­li­dad de su fabri­ca­ción y dis­tri­bu­ción. La super­vi­ven­cia de la gen­te pobre debe cons­ti­tuir siem­pre una mayor prio­ri­dad que las ganan­cias de las gran­des com­pa­ñías farmacéuticas.

La pan­de­mia actual amplía el argu­men­to: la glo­ba­li­za­ción capi­ta­lis­ta demues­tra aho­ra ser bio­ló­gi­ca­men­te insos­te­ni­ble en ausen­cia de una ver­da­de­ra infra­es­truc­tu­ra sani­ta­ria públi­ca inter­na­cio­nal. Esta infra­es­truc­tu­ra no exis­ti­rá jamás has­ta que los movi­mien­tos socia­les aca­ben con el poder de las gran­des com­pa­ñías far­ma­céu­ti­cas y con el nego­cio de la sanidad.

Mike Davis. Soció­lo­go, his­to­ria­dor, teó­ri­co urbano y acti­vis­ta polí­ti­co estadounidense.

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Tra­duc­ción: vien­to sur

Itu­rria /​Fuen­te

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