Todo ejército es un problema, de hecho, es EL problema. El factor causante primordial de lo que al final acaba justificando su pretendidamente heroica intervención o existencia. La perfecta profecía autocumplida. El absurdo circular más repugnante que haya parido la humanidad. Una raspa de sardina podrida que se muerde la cola. La cabra de la legión estirando el cuello para llegar a chuparse el culo cual jirafa lamarckiana.
Y es que, además, el ejército español en concreto (incluyendo aquí a su apéndice civil y tricorniano), tiene mucho que callar… Tras haberse empleado a fondo para terminar por vías agresivas aquello que la República se mostró incapaz de suprimir bajo formas reformistas y legales (el exterminio de un movimiento obrero fuertemente influido por los principios libertarios de comunalidad, acción directa y antiestatismo que ya no se conformaba con ningún paradigma político parlamentario), necesita, aún hoy, someterse periódicamente a un baño de masas propagandístico. Todo sea por curarse en salud.
Poco a poco va vislumbrándose que, en este mundo globalizado, hipertecnificado y de masas aborregadas (y por ende urbanizadas), el papel de los ejércitos irá progresivamente adquiriendo un cariz cada vez más intervencionista y agresivo. Es por ello entonces que, como decía Mary Poppins, “one spoonful of sugar makes the medicine go down” (una cucharadita de azúcar ayuda a tragarse la medicina) y todos los cuerpos armados no dudan en aprovechar la más mínima ocasión para autorretratarse con ínfulas de heroísmo irrenunciable.
Quien esto escribe pertenece a una generación que aún conoció aquello de la “mili”. Recuerdo a un cabo primero, espécimen absolutamente despreciable, que se quejaba públicamente y sin tapujos de que mandasen al ejército a “limpiar babas” en vez de a pegar tiros. En su momento me pareció horrible la actitud del andoba, pero hoy, con unos cuantos años más y mucho vivido encima, le agradezco al hijo de puta aquella claridad tan meridiana. Tenía y tiene toda la razón del mundo. Un ejército son ráfagas de ametralladora, bombardeos, muertes de civiles, violaciones, prostíbulos itinerantes, ignorancia, muerte de todo civismo y cultura, alcoholismo, tráfico de drogas, estraperlo, inflación, hambrunas, destrucción medioambiental, masacres en nombre de abstracciones patrióticas e intereses geoestratégicos de ricos y poderosos mandamases…. Todo eso y mucho más; se pongan como se pongan y hagan lo que hagan quienes se empeñen en disimularlo. Nada bueno y todo malas noticias. El ejército es lo que sea vamos, menos un servicio “humanitario”. Y cuando se pone tal máscara, no es sino para ocultar su verdadera faz y justificar lo injustificable: el mero hecho de su pútrida existencia.
ASÍ PUES, TODO CUANTO EL EJÉRCITO O CUALQUIER OTRO CUERPO ARMADO DESPLIEGUE EN RELACIÓN A SU IMAGEN MEDIÁTICA NO PODRÁ SER NUNCA OTRA COSA MÁS QUE PROPAGANDA. No hay ejércitos buenos, ni los habrá jamás. El desprecio Hobbesiano de todo alto mando militar por una población común y corriente previa y preventivamente despojada de cualquier habilidad autogestionaria de la que hubiera podido disfrutar en un pasado incapacita al engendro en cuestión para nada bueno; incluso cuando se ponga paternalista.
¿Qué es la UME entonces? PROPAGANDA pura y dura, simplemente eso. Un complemento en los hechos de lo que en la ficción ya se encargan de difundir por doquier centenares de series televisivas de todas las nacionalidades. A saber; la entrega generosa del uniformado a la población, la ingratitud de esta última hacia su rol quasi-evangélico y protector, su status como imprescindible e incomprendido héroe cotidiano soportando estoicamente sobre sus hombros de atlante la misión de prevenir el caos enfrentándose a diario con la oscuridad del alma humana y los bajos instintos…. Todo muy poético.
La UME complementa esto último en la vida real mediante una apología en actos del ejército en tanto que salvapatrias de última hora, es decir, cuando las cosas se ponen verdaderamente jodidas. “¿Veis cómo nos necesitáis? ¿veis ahora lo útiles que somos?” … y una población de homúnculos aborregados con la memoria histórica de un grillo, incapaces de ver más allá del circo de cambios de sepultura y otras sandeces mediáticas, aplaude con las orejas.
Sin embargo, cabe plantear aquí una serie de cuestiones tan incómodas como necesarias. ¿por qué se no entrena a los bomberos, cuerpo civil, para realizar las funciones de la UME? ¿por qué los únicos a quienes se les permite cualificarse como paramédicos (médicos de emergencias en ambulancia como carrera específica, sin haber hecho el grado de medicina) es a los militares?[1] ¿por qué tiene que ser la guardia civil, y no una institución u organización desmilitarizada quien se encargue de las funciones de salvamento en alta montaña? y ya que estamos… ¿por qué no se procede a una desnazificación taxativa de los cuerpos policiales existentes, al menos hasta que sea posible disolverlos por completo?
La respuesta a estas cuestiones de sentido común es bien sencilla. CONTROL, CONTROL Y MÁS CONTROL. La presente dictadura parlamentaria y partitocrática al servicio de la oligarquía poderhabiente necesita mecanismos de dominación poblacional más sibilinos que los garantizados por la mera legalidad civil, penal y constitucional. En el fondo la dictadura nunca se fue, tan solo cambió de forma, y cada vez más y más gente adquiere conciencia de ello. No vaya a ser que vuelva a necesitarse echar mano de otro GAL. No vaya a ser que una parte substancial de la población comience a pensar más de la cuenta y a hacer algo por librarse de esta ópera bufa en la que sobrevive. Hace falta poner un peón en cada cuadro del tablero, al menos hasta donde sea factible. Hasta PODEMOS ha entendido esto y se lo ha tenido que tragar (igual que tantas otras cosas). El objetivo inmediato es el de crear identificación entre el populacho y el poder que lo domina y exprime a diario evitando cualquier veleidad entrópica o tendencia a la desobediencia. Hacer olvidar la nefasta historia de la Guardia Civil, por ejemplo, hasta convertir a esta última, en un ejercicio de patetismo tan descorazonador como efectivo, en “la institución más valorada de España”. Todo vale a la hora de poner freno a una creciente desafección cuyas reacciones son de momento fáciles de canalizar; hasta que dejen de serlo.
Quienes justifican el despliegue militar entre la población civil en función de la ingenua coartada del “gasto público” arguyendo que de esta forma “al menos los soldados justifican su salario”, no ven más allá de sus propias narices. El problema no es si los milicos (y milicas) merecen o no cobrar lo que cobran. El problema es la situación de chantaje a la cual todo ejército somete a la sociedad en su conjunto, haciéndose con partidas presupuestarias a todas luces desmesuradas básicamente porque son ellos quienes están en posesión de las pistolas y resulta siempre necesario tenerles contentos. No vaya a ser que vuelvan a las andadas de no hace tanto tiempo.
Mucho me temo que de ahora en adelante habrá que ir dejándose de ingenuidades y despejando cualquier género de dudas en lo tocante a esta inquietante cuestión. Todo militar de profesión es y será siempre perfectamente capaz de lo que sea por el bien de los amos de su “patria”, entre quienes se encuentra lo más selecto del alto mando. A este respecto, no caben piruetas dialécticas ni justificaciones de cervecería. No hay más cera que la que arde.
Todo ejército es un instrumento de dominación de una minoría poderhabiente sobre el resto de esa población a quien dice defender. Todo ejército encuentra su razón de ser en la falsedad de que el pueblo sería incapaz de organizarse por sí mismo y vivir en libertad sin un perro que lo pastorease. Hoy, más que nunca, NOS TOCA DEMOSTRAR TODO LO CONTRARIO.
[1] En muchos países existe la especialidad sanitaria del “paramédico” o médico de emergencias a pie de calle. Para cualificarse como tal, es necesario hacer una carrera o grado específico y separado del de la medicina general. La separación de esta rama médica en un ciclo de estudios universitarios independiente generó no pocos conflictos con los sectores más conservadores del gremio médico allá donde consiguió imponerse. En el caso de España esto no ha llegado a suceder ni se espera que lo vaya a hacer debido a la absoluta oposición del gremio médico, excepción hecha, como no, de nuestros amigos los militares. De esta forma, al quedar anuladas otras opciones para quien desee ejercer dicha profesión sin hacer los seis años o más de medicina, se garantiza una vía de reclutamiento constante para el ejército
Comunales d’Asturies
Vivir Sele
Fuente: https://www.revolucionintegral.org/…
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