Vijay Prashad /Resumen Latinoamericano /13 de marzo de 2020
Estos son tiempos miserables. Las estadísticas sobre pobreza y muertes son espantosas. Demasiadas personas luchan contra el hambre, y alrededor de nueve millones de ellas mueren cada año por complicaciones causadas por malnutrición (un niñx muere en alguna parte del mundo cada diez segundos por este motivo).
Muchxs de nosotrxs, periodistas y escritorxs, nos hemos convertido en actuarixs del sufrimiento. El estado de ánimo general es de desesperación; las condiciones generales de vida están al descubierto. La retórica de la esperanza suena menos como una inspiración y más como un reproche. Los bosques arden. Lxs condenadxs del mar se hunden en el Mediterráneo. Cuerpos de mujeres aparecen en el desierto de Chihuahua. Matones fascistas merodean en las calles de Delhi. La brecha entre la retórica de la esperanza y la situación de desesperación es enorme. No hay un puente entre ellas. Vivimos en la herida. Esta es una carta desde esa herida.
Donde sea que mires, las noticias son alarmantes. Las palabras claves del momento son bastante decidoras: COVID-19, crisis financiera, cambio climático, feminicidio, xenofobia y la resiliencia de los políticos neofascistas y las turbas que llaman a las calles. No es necesaria una mayor profundidad para estar aterradxs por lo que está pasando a medida que la gran herida se expande en todo el planeta. El pánico es una reacción natural, acelerado por la desintegración general de los lazos sociales.
La idea de lazos sociales o incluso de sociedad es tan atrayente en nuestro tiempo. Es cada vez más difícil experimentar la sociedad con civilidad: el discurso político parece haber salido de las alcantarillas, y la compasión general por el sufrimiento parece haberse evaporado a medida que el neofascismo propaga el acero duro del machismo tóxico. Este no es meramente un problema de la clase política, es un problema que debe asociarse con la erosión de las instituciones estatales y sociales que debieran enriquecer la vida de las personas. Si a las personas les cuesta mucho conseguir un trabajo, si los trabajos mismos son más estresantes, si el tiempo de transporte aumenta, si es difícil conseguir atención médica, si las pensiones se deterioran ante gastos cada vez más altos (incluyendo los impuestos), y si sigue siendo cada vez más difícil lidiar con la vida cotidiana, bueno, entonces es esperable que se crispen los ánimos, que aumente la rabia, y que la miseria social general se muestre.
La civilidad no es solo un asunto de actitud, también es un asunto de recursos. Si usáramos la considerable riqueza social mundial para asegurar medios de subsistencia decentes para cada persona, para asegurar la salud y el cuidado a lxs mayores, para asegurar que abordemos nuestros apremiantes problemas de manera colectiva, entonces habría tiempo para descansar entre amigxs, para trabajar voluntariamente en nuestras comunidades, para conocernos y para estar menos estresadxs y enojadxs. Tampoco la “esperanza” es un sentimiento individual, tiene que ser producida por la gente haciendo cosas junta, construyendo comunidades, luchando por sus valores.
La idea de la “gran herida” proviene de Frantz Fanon, quien escribió en “La familia argelina” (1959) que el intelectual revolucionario debía “mirar más de cerca la realidad de Argelia. No debemos simplemente sobrevolarla. Por el contrario, debemos caminar paso a paso a lo largo de la gran herida infligida en el territorio y el pueblo de argelino”. Argelia estaba en medio de su lucha de liberación nacional, en lo que Fanon llamó una “guerra alucinante” contra los franceses. La afirmación del valor de lo humano se había encontrado desde el interior de esa “gran herida” con la avalancha de la violencia colonial. Nuestra herida es igualmente alucinante, marcada por formas de violencia cada vez más sombrías y por la urgencia persistente de la lucha.
El dossier nº 26, Frantz Fanon: el brillo del metal (marzo de 2020), llega desde la oficina de Johannesburgo (Sudáfrica) del Instituto Tricontinental de Investigación Social. Esta publicación se basa en la obra de Fanon así como en la de aquellxs influenciadxs por él que han seguido desarrollado sus ideas, para producir una de las mejores introducciones breves a la obra de un pensador clave para nuestros tiempos. Una de las ideas más relevantes de Fanon es que el intelectual no puede simplemente saltar hacia lo universal y evitar el barro de las luchas cotidianas; “la vida de Fanon estuvo marcada por un movimiento permanente, militante y valiente hacia el presente, y hacia la especificidad de las situaciones en las que se encontraba”, dice el dossier. La liberación de la condena de la herida no sucederá automáticamente, ya que para producir una nueva humanidad se requiere lo que Hegel, en su Fenomenología del espíritu, llamó “la seriedad, el sufrimiento, la paciencia y el trabajo de lo negativo”, en otras palabras, para Fanon, el compromiso con las luchas en nuestro lugar y nuestro tiempo.
Suhad Khatib, Frantz Fanon, tinta sobre papel, 18×24, 2019.
Como dijo Fanon, cada generación tiene su proyecto. Para él, ese proyecto fue la lucha por la liberación nacional, que consideró como una etapa necesaria hacia un internacionalismo genuino. Es por esa razón que Fanon, nacido en Martinica, encontró tan fácil involucrarse en la lucha del pueblo argelino, no veía la lucha en Argelia separada de la de todo el Tercer Mundo. Visitó Ghana por primera vez como parte de la delegación argelina en diciembre de 1958, para el Congreso de los Pueblos Africanos. Allí conoció a Kwame Nkrumah (Ghana), Julius Nyerere (Tanzania), Sékou Touré (Guinea) y, por su puesto, a Patrice Lumumba (Congo). Intentó movilizar apoyo de Ghana, Guinea y Mali para introducir armas en Argelia a través de su frontera sur (en septiembre de 1960 Fanon viajó por las antiguas rutas comerciales desde Mali hacia Argelia para probar el camino); y, cuando Lumumba fue amenazado en el Congo en agosto de 1960, Fanon presionó a los miembros del Congreso para enviar una legión africana a ayudar al gobierno, lo que no se hizo. Fanon no conocía fronteras en su esperanza por descolonizar África y todo el mundo colonizado.
Cuando Lumumba fue asesinado el 17 de enero de 1961, Fanon le escribió un obituario conmovedor. ¿Por qué fue asesinado Lumumba? “Lumumba creía en su misión”, escribió Fanon, la misión de liberar a su pueblo, de asegurarse que su gente no viva más en la pobreza y la indignidad, a pesar a las riquezas del Congo. Lo mataron por esa misión, que Fanon compartía por completo. “Si Lumumba está en el camino, Lumumba desaparece” escribió Fanon. Estar vivo, dijo, es lanzarse a esa misión, unirse a las luchas que hay por delante y que crearán la liberación. Asesinaron a Lumumba en 1961, pero “nadie conoce el nombre del próximo Lumumba”, escribió Fanon con realismo y optimismo a la vez. La necesidad de la lucha producirá otro movimiento, con sus propios líderes, esto era inevitable. La esperanza radica en esa inevitabilidad.
El 5 de marzo, en The Forge en Braamfontein —el vibrante distrito estudiantil de Johannesburgo— se lanzó el dossier nº 26 en un coloquio sobre la filosofía y la influencia de Fanon. Al encuentro asistieron militantes de base, sindicalistas, artistas, estudiantes y académicxs, incluyendo a figuras como el destacado filósofo Mabogo P. More y el “obispo rebelde” Rubin Pillip. Nigel Gibson, Lewis Gordon, Michael Neocosmos, y Zikhona Valela, especialistas en Fanon, hablaron sobre su trabajo como profesor, psiquiatra y teórico. Abordaron el asunto de la praxis dentro del contexto de crisis de la poscolonia, enfocándose en el tema de la organización y la resistencia desde la gran herida. En momentos como este, florece la esperanza radical y las ideas emancipadoras, forjadas en el vórtice de la lucha, tomando el brillo del metal.
Claudia Jones nació diez años antes que Fanon en Puerto España (Trinidad y Tobago). Jones migró con sus padres a Estados Unidos y allí, en medio de la campaña para salvar a los chicos de Scottsboro en 1936, se convirtió en comunista. Por ser miembro del Partido Comunista de Estados Unidos (CPUSA), fue deportada al Reino Unido en 1955 (donde fue importante en la fundación del Carnaval de Notting Hill). Jones viajó por todo el mundo, ciertamente a la URSS y a China, pero también a encuentros de la Federación Democrática Internacional de Mujeres (incluyendo la reunión de 1952 en Copenhague).
En 1949, Jones publicó su histórico ensayo “An End to the Neglect of the Problems of the Negro Woman” (“Fin al abandono de los problemas de la mujer negra”, traducción libre) en Political Affairs, la revista teórica del partido. Este ensayo aborda directamente el tema del racismo y la indignidad. Jones utiliza la palabra particular muchas veces en su ensayo. Cuando dice que muchas personas enfrentan opresión, o que la explotación golpea a lxs trabajadorxs negrxs, luego enfatiza que el sistema castiga particularmente a las mujeres negras trabajadoras, con “severidad especial”. Lo que a ella le interesa es esa “severidad especial”, lo que significa que cualquier análisis sobre emancipación debe hacerse cargo de una evaluación específica de las jerarquías de opresión, y que debe atender a las lógicas específicas de cada una de esas capas (o “estratos”, como ella lo pone). La “particularidad” de la opresión implica que no solo la clase y la raza deben tomarse con seriedad, sino que el género debe estar en el centro del análisis y de la práctica que emerge de él (como reconocemos en Estudios feministas nº 1, del Instituto Tricontinental de Investigación Social).
Con esta especificidad analítica, las mujeres negras de todo el mundo están, para Jones, en la vanguardia de toda lucha contra el capitalismo. La intelectual señala que la “severidad especial” y específica de la condición de las mujeres negras debe tomarse con seriedad, no para aislar a las mujeres negras de las otras luchas; el punto es que si la causa de las mujeres negras fuera “promovida”, entonces ellas tomarían su legítimo lugar en el liderazgo proletario del movimiento de liberación nacional, y por su participación activa contribuirían a toda la clase trabajadora estadounidense, cuya misión histórica es lograr un Estados Unidos socialista, que será la garantía final y completa para la liberación de las mujeres”. La palabra clave aquí es liderazgo.
Leyendo de nuevo a Jones, me la imagino encontrándose con Fanon en una de esas reuniones internacionales —tal vez en Tashkent o Beirut— y discutiendo sus teorías revolucionarias; los imagino a ellos, dos radicales del Caribe, conversando sobre “estirar ligeramente” a Marx, como escribió Fanon en sus últimos años. Tiene sentido que Fanon haya sido enterrado en Argelia y que Jones esté enterrada a la izquierda de Marx en el Cementerio de Highgate en Londres. Estos dos notables intelectuales insisten en que lxs intelectuales participen en los grandes proyectos de su tiempo, en que sean específicos respecto a las particularidades de la opresión y que nos ayuden a encontrar un camino para salir de la gran herida.
Tricontinental*