Michael Roberts /Resumen Latinoamericano /15 de marzo de 2020
¿Cómo engrasar las chirriantes ruedas de una economía capitalista mundial que enferma? ¡Políticas fiscales! es el grito universal de los economistas y los responsables políticos. El colapso del COVID y la inminente recesión global está obligando a las autoridades a considerar nuevos estímulos fiscales.
La política monetaria se está quedando sin municiones y no estaba funcionando de todos modos a la hora de restaurar la inversión empresarial, la productividad y el crecimiento, incluso antes de la epidemia del virus. La Reserva Federal de EEUU redujo su tasa política (la base para todas las tasas de interés) en un ½% la semana pasada y planea más recortes. Tiene algo de espacio para hacerlo. El Banco Central Europeo (BCE) puede hacer lo mismo esta semana y quizás también el Banco de Inglaterra. Pero estos bancos ya tienen sus tasas políticas cerca de cero, así que no tienen mucho más que ofrecer. El Banco de Japón ha estado en una tasa cero durante años. El recorte de la Fed no consiguió detener el colapso de los mercados bursátiles mundiales: todo lo que hizo fue debilitar al dólar estadounidense.
Por lo tanto, se están pidiendo nuevos estímulos fiscales: es decir, un aumento del gasto público y recortes de impuestos a través de déficits en los presupuestos. El FMI, la OCDE, el Banco Mundial, etc., claman a los gobiernos que tomen medidas. El FMI ha ofrecido 50 mil millones de dólares en fondos de emergencia. El maltrecho gobierno italiano ha anunciado una inyección de 4 mil millones de euros, lo que significará que el déficit presupuestario anual romperá las reglas del límite fiscal de la zona euro. El nuevo gobierno del Reino Unido presenta su presupuesto esta semana y seguramente aumentará el gasto incluso si se rompe la ‘regla de oro’ de equilibrar el gasto actual con impuestos. El Congreso de los Estados Unidos aprobó un proyecto de ley para proporcionar fondos para lidiar con el virus y puede haber más planes de infraestructura pronto, aunque la administración Trump ya ha tenido déficits presupuestarios significativos después de sus recortes de impuestos corporativos. Incluso el fiscalmente prudente gobierno alemán ha anunciado un aumento del gasto público.
¿Servirá para algo? ¿Evitarán el déficit fiscal y el aumento del gasto público una recesión global o incluso reducirán significativamente el impacto en el empleo, los ingresos y el comercio? Eso es ciertamente lo que esperan los keynesianos y postkeynesianos (incluidos los de la Teoría Monetaria Moderna). Tomemos a Paul Krugman, el economista keynesiano más popular del mundo. En su blog del New York Times, nos dice que es hora de un estímulo fiscal permanente. ¡Política fiscal!
«Por la presente, propongo que el próximo presidente y el Congreso de los EEUU se dispongan a gastar permanentemente un 2 por ciento adicional del PIB en inversión pública, ampliamente definido (infraestructura, por supuesto, pero también cosas como I + D y cuidados a la infancia), y no pagarlo». Krugman señala que la política monetaria no funcionará porque la economía de Estados Unidos se encuentra ahora en «una trampa de liquidez, es decir, una situación en la que la política monetaria pierde la mayor parte de su capacidad de arrastre, la mayoría de las veces, si no siempre». Hemos estado en una trampa de liquidez durante 8 de los últimos 12 años. El mercado parece creer que eso es la nueva normalidad». Es curioso que señale esto después de abogar inicialmente por dinero barato para sacar a Japón de su ‘década perdida’ en el año 2000.
De todos modos, el punto que se quiere destacar es que la política monetaria “convencional (¿o incluso no convencional? MR ) no funciona en una trampa de liquidez, pero la política fiscal es muy efectiva. El problema es que el tipo de política fiscal se quiere aplicar: una inversión pública que aproveche las tasas de interés muy bajas y fortalezca la economía a largo plazo, es difícil de poner en marcha a corto plazo”. Entonces, lo que también necesitamos es “un estímulo fiscal, como el avanzado por Jason Furman, que básicamente implica repartir dinero en efectivo, una buena idea dadas las limitaciones». Pero el «dinero del helicóptero» tiene un efecto limitado a lo largo del tiempo, ya que va a los bolsillos de los consumidores cuando necesitamos «invertir en el futuro».
Por lo tanto, la respuesta de Krugman es mantener «un estímulo centrado en la inversión permanente. Amortiguaría la economía cuando golpeen los shocks adversos”. A través de déficits presupuestarios permanentes con gastos en infraestructura y emergencias. No es necesario preocuparse por el aumento de la deuda pública, a pesar de que está llegando al 100% del PIB en los EEUU y los costos de su servicio ya estén restando fondos a los servicios públicos. Verá, las tasas de interés son tan bajas que pagar la deuda no es un problema. Incluso si llega al 100% del PIB, con tasas de interés nominales del 2%, el costo de los intereses es la mitad del crecimiento nominal (real más inflación) del 4% de la economía de los Estados Unidos. Por lo tanto, “a largo plazo, la política fiscal es sostenible si estabiliza la relación deuda/PIB. Debido a que las tasas de interés están por debajo de la tasa de crecimiento, nuestra economía hipotética podría estabilizar de hecho el índice de la deuda manteniendo déficits primarios persistentes (déficit que no incluyen los pagos de intereses)». Así que, podemos tener un déficit del 2% para gastar en programas de inversión pública sin aumentar la carga de la deuda. «Mi plan de estímulo permanente elevaría la relación deuda /PIB solo al 150 por ciento para el año 2055. Ese es un nivel que el Reino Unido ha superado durante gran parte de su historia moderna». Todo funcionará entonces.
Krugman continúa en la manera keynesiana habitual con que el efecto ‘multiplicador’ en el crecimiento del aumento del gasto sería más que rentable: “la inversión pública adicional tendrá un efecto multiplicador, aumentando el PIB en relación con lo que ocurriría de otro modo. Según la experiencia de la última década, el multiplicador probablemente sería de alrededor del 1.5, lo que significa un 3 por ciento más de PIB en los malos tiempos, y considerables ingresos adicionales gracias a ese nivel mayor de PIB”.
Los problemas de esta argumentación son múltiples. Primero, supone que el crecimiento económico de los EEUU puede mantenerse en un 2% en términos reales con una inflación del 2%. En una recesión, esa tasa nominal se hundirá y, por lo tanto, la relación deuda /PIB aumentará bruscamente. Eso podría conducir a un aumento en los costos del servicio de la deuda, incluso con tasas de interés de los bonos tan bajas.
Segundo, no hay evidencia de que los déficits ‘permanentes’ consigan estimular la economía capitalista. Krugman abogó por una política de este tipo para Japón y Japón ha tenido déficits permanentes durante 20 años, pero Japón no ha podido mantener el crecimiento real del PIB; de hecho, estaba entrando en una nueva depresión justo antes de la epidemia. ¿Podría el aumento del gasto público evitar el colapso de las aerolíneas, compañías de energía y otras empresas basadas en los viajes o el transporte? ¿Cómo va a detener la caída dramática del precio del petróleo, conduciendo a un colapso en la inversión de compañías de esquisto y energía en todo el mundo?
Hay quien sostiene que los precios más bajos del combustible impulsarán el gasto de los consumidores, al igual que las entregas de efectivo del gobierno a los hogares. Pero si se le dice a la gente que no viaje, una gasolina más barata no va a ayudar mucho. Y lo que también se olvida es que dos tercios de las transacciones en una economía capitalista moderna son de empresa a empresa, no de empresa a consumidores. Lo que importa son las decisiones comerciales y de inversión de las empresas. Si su empresa lo despide debido a una caída de las ganancias, es poco probable que recibir una transferencia en efectivo del gobierno lo estimule a comprar más cosas y servicios.
Krugman aboga por un 2% adicional de inversión gubernamental a través del déficit público. Si se implementa, eso aumentaría la inversión pública en relación con el PIB de los EEUU a alrededor del 5%, el máximo de la posguerra. Y, sin embargo, la inversión empresarial e inmobiliaria es del 15 – 20%. Si cayera un 25% por la recesión, el impacto a la baja sería el doble que el paquete de estímulo de Krugman. Por lo tanto, a menos que haya un gran cambio de la inversión capitalista a la estatal, dicho gasto deficitario sería insuficiente para revertir o evitar una caída de la inversión capitalista. Solo China ha aplicado un gasto público tan grande en una economía y ha logrado reducir o evitar una depresión, como hizo en 2008 – 2009.
Krugman y la mayoría de los keynesianos solo hablan del estímulo fiscal en las economías del G7. ¿Es factible esperar que todas las llamadas economías emergentes recurran al estímulo fiscal? La desaceleración del comercio mundial y la inversión ya ha afectado a las economías emergentes, varias de las cuales han caído en una depresión absoluta. Los mercados emergentes enfrentan un serio problema de «estancamiento secular». El crecimiento en casi todos los casos ha sido mucho menor en los últimos 6 años que en los 6 años previos a la Gran Recesión. Y en Argentina, Brasil, Rusia, Sudáfrica y Ucrania, no ha habido ningún crecimiento. Los mercados emergentes (EM) que en 2019 crecieron menos que los mercados desarrollados fueron Brasil, Uruguay, Turquía, Sudáfrica, Ecuador, México, Arabia Saudí y Argentina. Los EM que apenas superaron a los mercados desarrollados fueron Rusia, Nigeria y Tailandia. El FMI y compañía condenan ejecutar grandes déficits presupuestarios en estos países y probablemente induciría a una retirada masiva en monedas nacionales de los inversores extranjeros. En cambio, los gobiernos de las EM están imponiendo más medidas de austeridad.
Más importante aun, no es correcto suponer que el multiplicador keynesiano (la ratio del aumento del PIB real por una unidad de aumento en el gasto real del gobierno) es grande en absoluto. Hay muchos estudios que lo sitúan por debajo de 1, es decir, un aumento del 1% en el gasto público agrega menos del 1% en el crecimiento del PIB real. Como concluyen todos estos estudios:
Como he argumentado en anteriores artículos, la clave para restaurar el crecimiento económico es la inversión y eso depende de la rentabilidad. En una economía predominantemente capitalista, aumentar la rentabilidad del capital tiene un impacto mucho mayor en el crecimiento (el multiplicador marxista) que el gasto público (el multiplicador keynesiano). http://gesd.free.fr/carch12.pdf . De hecho, más gasto público basado en más deuda o impuestos puede amenazar la rentabilidad del capital. Lo que bloquea el gasto público puede no ser una deuda pública alta y creciente cuando las tasas de interés están cerca de cero, sino que el bloqueo a la inversión empresarial bien puede deberse a una deuda corporativa alta y creciente cuando la rentabilidad del capital es baja y está cayendo.
La flexibilización monetaria ha fallado, como lo ha hecho antes. La flexibilización fiscal, si se adopta, también fracasará. Una recesión acaba con las empresas capitalistas más débiles y despide a los trabajadores improductivos. Luego, los costos de producción caen y las compañías que sobreviven a la recesión tienen una mayor rentabilidad como incentivo para reinvertir. El capitalismo solo puede salir de una recesión a través de la recesión misma.
Fuente: https://thenextrecession.wordpress.com/2020/03/09/lets-get-fiscal/
Traducción: G. Buster
SP*