Perú. Mujeres indígenas: con ellas avanzamos más!

Perú. Muje­res indí­ge­nas: con ellas avan­za­mos más!

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Ele­na Bur­ga Cabre­ra */​Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 9 de mar­zo de 2020

A tra­vés de sus orga­ni­za­cio­nes y lide­re­sas, ellas exi­gen al Esta­do y a la socie­dad en su con­jun­to mayor par­ti­ci­pa­ción en todos los espa­cios de con­cer­ta­ción y diá­lo­go sobre sus nece­si­da­des, deman­das y las polí­ti­cas que deben dar­se en favor de ellas.

Recuer­do que hace más de 30 años, casi todos los diri­gen­tes de las orga­ni­za­cio­nes indí­ge­nas eran hom­bres. Las pocas veces que había una mujer era la que solía asu­mir el rol de vocal o de cual­quier pues­to que no tenía mayor relevancia.

Lue­go apa­re­ció la figu­ra de la Secre­ta­ría de la Mujer, y ese era el úni­co pues­to que ocu­pa­ban ellas, sal­vo algu­nas valio­sas excep­cio­nes en algu­nas organizaciones.

Muchas muje­res con gran lide­raz­go empe­za­ron a cues­tio­nar esto, y se pre­gun­ta­ban cuán­do podrían ocu­par los car­gos más altos de sus orga­ni­za­cio­nes. Pese a cual­quier esfuer­zo que hicie­ran, a la capa­ci­dad que tuvie­ran, al com­pro­mi­so y la dedi­ca­ción que pusie­ran, esto no ocurría.

Has­ta que algu­nas se can­sa­ron de espe­rar y lle­ga­ron a la con­clu­sión de que, así como esta­ban estruc­tu­ra­das las orga­ni­za­cio­nes, así como se daban las reglas de jue­go para la elec­ción de los pues­tos direc­ti­vos, ellas no iban a lle­gar nunca.

En dife­ren­tes momen­tos y en dis­tin­tos luga­res del Perú, muchas muje­res empe­za­ron a aliar­se y deci­die­ron crear, for­mar, fun­dar, sus pro­pias orga­ni­za­cio­nes de muje­res indí­ge­nas o cam­pe­si­nas. Algu­nas orga­ni­za­cio­nes de ámbi­tos regio­na­les y loca­les, y otras de cor­te nacional.

De acuer­do al últi­mo cen­so 2017, más de 3 millo­nes de muje­res de nues­tro país se auto­iden­ti­fi­can como miem­bro de un pue­blo indí­ge­na u ori­gi­na­rio, lo que repre­sen­ta un poco más del 20% de la pobla­ción total de muje­res. Asi­mis­mo, del total de per­so­nas que tie­nen una len­gua ori­gi­na­ria como len­gua mater­na, el 52% son mujeres.

Las muje­res indí­ge­nas han sufri­do his­tó­ri­ca­men­te una serie de des­igual­da­des, exclu­sio­nes y una tri­ple dis­cri­mi­na­ción: por ser indí­ge­nas, por su con­di­ción de pobre­za y por ser muje­res. Y como muje­res indí­ge­nas y pobres son la pobla­ción que pre­sen­ta los más bajos nive­les de acce­so a la edu­ca­ción, el 22% no ha logra­do con­cluir algún nivel edu­ca­ti­vo, y sólo el 38% cuen­ta con pri­ma­ria com­ple­ta (Cen­so 2017).

Foto: @eliabaltazar/ Twitter

Tam­bién tie­nen los más altos índi­ces de vio­len­cia: el 63,2% de las muje­res que se reco­no­cen como nati­vas, indí­ge­nas u ori­gi­na­rias ha sufri­do algún tipo de vio­len­cia (Encues­ta Demo­grá­fi­ca y de Salud Fami­liar 2018).

Hoy, muchas muje­res indí­ge­nas están hacien­do escu­char su voz, des­de sus pro­pias orga­ni­za­cio­nes de muje­res y, poco a poco tam­bién des­de otras orga­ni­za­cio­nes indí­ge­nas y cam­pe­si­nas en las que van gene­ran­do y ganan­do espa­cios para ellas y sus deman­das. Escu­char sus voces ha sido escu­char otro tipo de discurso.

En efec­to, por un lado, ellas plan­tean nue­vos temas a la agen­da nacio­nal: aque­llos vin­cu­la­dos a la pro­ble­má­ti­ca espe­cí­fi­ca de las muje­res indí­ge­nas, a la situa­ción de aban­dono de muchos niños y niñas de sus comu­ni­da­des, a la pre­ca­ria y baja cali­dad de la edu­ca­ción que reci­ben en sus pue­blos, a la vio­len­cia que sufren las niñas, ado­les­cen­tes y muje­res, de mane­ra muy explícita.

Pero, por otro lado, los pro­ble­mas y rei­vin­di­ca­cio­nes de los pue­blos indí­ge­nas que siem­pre han esta­do en la agen­da, son plan­tea­dos por ellas con otros énfa­sis y de mane­ra mucho más articulada.

Así, vemos cómo han logra­do poner en la agen­da no sólo el clá­si­co pro­ble­ma de la tie­rra y el terri­to­rio, sino pro­pues­tas para su cui­da­do y mane­jo ade­cua­do, reva­lo­ran­do y hacien­do evi­den­te los cono­ci­mien­tos y téc­ni­cas ances­tra­les en el mane­jo, por ejem­plo, de la agri­cul­tu­ra fami­liar y su víncu­lo con el cui­da­do de las semi­llas nativas.

Esta­ble­cien­do esa rela­ción del cui­da­do del terri­to­rio y el medio ambien­te con la cos­mo­vi­sión andi­na y ama­zó­ni­ca, que inclu­ye a todos los seres huma­nos y no huma­nos, y a los seres espi­ri­tua­les que en él habitan.

Esta mira­da más holís­ti­ca de los pro­ble­mas y de las solu­cio­nes a ellos, acom­pa­ña­da de una mayor garan­tía de sos­te­ni­bi­li­dad a mediano y lar­go pla­zo, son carac­te­rís­ti­cas impor­tan­tes de resal­tar en el lide­raz­go de las muje­res indígenas.

En los pro­yec­tos que ellas empren­den, ahí don­de se invier­te en ellas, se evi­den­cia que esto redun­da con mayor fuer­za en el bien­es­tar y la mejor cali­dad de vida de su fami­lia. Un estu­dio rea­li­za­do con las socias y socios de la Coope­ra­ti­va «Espe­ran­za del Bos­que» del río Tahua­yo – Lore­to (que ela­bo­ran arte­sa­nías con base en recur­sos del bos­que ama­zó­ni­co) demos­tró que las muje­res rein­vier­ten más del 70% de los ingre­sos que reci­ben en sus fami­lias, en sus hijos; en com­pa­ra­ción con los hom­bres, que rein­vier­ten en pro­me­dio menos del 50%.

Pese a los avan­ces en la repre­sen­ta­ción de las muje­res indí­ge­nas, aún hay mucho por hacer para que todas logren ejer­cer sus dere­chos como muje­res y como miem­bros de pue­blos indígenas.

A tra­vés de sus orga­ni­za­cio­nes y lide­re­sas, ellas están exi­gien­do al Esta­do y a la socie­dad en su con­jun­to mayor par­ti­ci­pa­ción en todos los espa­cios de con­cer­ta­ción y diá­lo­go sobre sus nece­si­da­des y deman­das, y sobre las polí­ti­cas que deben dar­se en favor de ellas; así como ser par­te en la toma de deci­sio­nes en dis­tin­tos nive­les de gobierno y con dis­tin­tos sectores.

Esto impli­ca, des­de las dis­tin­tas ins­tan­cias de gobierno, ace­le­rar pro­ce­sos para gene­rar nue­vos meca­nis­mos que incor­po­ren a las muje­res, en este caso a las muje­res indí­ge­nas, en estas ins­tan­cias de toma de deci­sión con base en el enfo­que de igual­dad de géne­ro. Vale la pena hacer­lo, con ellas avan­za­mos mejor y más rápi­do, y son garan­tía de com­pro­mi­so y sostenibilidad.

* Edu­ca­do­ra, tra­ba­ja­do­ra por la igual­dad y equi­dad en todas sus for­mas. Exvi­ce­mi­nis­tra de Interculturalidad.

Fuen­te: SERVINDI

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