Por Jorge Zabalza, Resumen Latinoamericano, marzo 2010
Al Piffi Cámera y Alberto Melgarejo, hermanos de lucha.
Foto: El derechista presidente uruguayo Lacalle Pou.
Los primeros días dibujaron una imagen nítida: cámaras empresariales, policía, fuerzas armadas, comité central israelita e iglesia católica, las fuerzas vivas alineadas tras “su” gobierno. Centralización política de los poderes fácticos. Nadie puede dudar sobre quienes gobiernan y quienes son gobernados. Invitados especiales a la ceremonia de asunción, Piñera, Bolsonaro y Duque, indican cómo piensa gobernar Lacalle Pou.
Dos siglos atrás, los ingleses vendieron la libertad de comercio a los criollos y los convirtieron en mayordomos suyos, administradores de su capitalismo. Después, en el siglo pasado, en nombre de la libertad y la democracia, los EEUU sembraron de dictaduras América La Pobre. Ahora, al parecer, la libertad será la marca en el orillo del gobierno de Lacalle Pou, su meta es hacernos creer que seremos más libres, aún cuando estemos obligados a presentar la cédula de identidad sin protestar.
La deuda externa y las nuevas zonas francas nos hacen cada día más dependientes del capital financiero, o sea, de la piratería internacional. No se detendrá para nada la concentración de la propiedad de la tierra y más población será expulsada del campo. De la misma manera que antes se hizo ante Bush y Obama, Soros y Rockefeller, ahora otros pantalones se bajan ante Trump.
Mientras siga contando con fieles administradores, fueren del partido que sea, el capital continuará expropiando al trabajo y ése será el proceso fundamental en la sociedad uruguaya, aunque el expropiado desfile a caballo, vivando junto a su patrón una divisa ya desmerecida.
¿Qué se puede esperar con la irrestricta libertad de las zorras y los zorros en el gallinero? Los discursos de la transmisión y el borrador de ley de urgente consideración transpiran malas intenciones. Algunos de los gorilas las exhiben en público, sin pudor alguno, mientras otros dejan escapar exabruptos o muestran distraídos la hilacha de la canana. Está a la vista que la coalición es el rejunte de lo políticamente más reaccionario. No hay nada que esperar. Hay que dar señales de no estar dispuestos a dejarse atropellar. Como hicieron las y los agremiados en ADES y FENAPES.
Se cambió el sol de los masones por el escudo de los que traicionaron al artiguismo pero, sin embargo, sólo ha cambiado el modo de gobernar, la esencia del sistema sigue siendo la misma desde hace siglos. La violencia patriarcal continuará asolando hogares, trabajos y espacios públicos. El capitalismo y sus administradores continuarán negando rotundamente la igualdad y a las mujeres se las seguirá agrediendo de muchas formas sutiles, simbólicas, legales y físicas. Los desaparecidos seguirán desaparecidos y los torturados se encontrarán con sus torturadores a la vuelta de la esquina. Nada indica que, sorpresivamente, ahora vaya a aumentar la velocidad de tortuga en la búsqueda institucional de Verdad y Justicia. Nada permite suponer que el agronegocio dejará de prosperar a fuerza de fumigar mujeres, niños y trabajadores en Canelones y otros departamentos sojeros. No parecen ser de urgente solución el problema de vivienda para los sectores marginados ni la cuestión de las familias arrojadas a los asentamientos.
Se aprontan los corazones para la lucha por la educación pública y su autonomía, por el monopolio de la producción de combustibles y para no perder derechos ciudadanos por andar sin cédula de identidad o la condición humana por haber cometido un delito y estar encarcelado.
La amenaza de tormentas que oscurecen el horizonte sólo puede despertar las adormecidas tradiciones de lucha y resistencia. El panorama es de recalentamiento de la lucha de clases. En Fuenteovejuna se van cocinando a fuego lento formas de oponerse a los delirios del neoliberalismo. Deberá reprimir un pueblo entero, señor presidente.
Educados, armados y tecnificados por el progresismo hasta la semana pasada, los policías de hoy avanzan por el mismo camino en que asesinaron a Guillermo Machado el 16 de julio de 1989, en plena democracia primaveral. Ya lamentaremos manifestantes dejados ciegos o lloraremos los muertos con “munición no letal”, ¿qué otro sentido tuvo el despliegue cuasi militar del domingo 8 de marzo? Cabe sospechar también que la declaración de guerra a las “bocas de pasta base” integra una estrategia superior, la que persigue el propósito de instalar el principio de autoridad en la periferia urbana. En definitiva, la misma línea aplicada por Gustavo Leal y Eduardo Bonomi, agravada ahora por gatillos y palos más fáciles. El claro mensaje dado con los operativos de saturación atemoriza y preocupa toda la población. Cuando la democracia representativa y electoral no permita fluir libremente sus deseos y aspiraciones, la clase dominante recurrirá, una vez más, al brazo gordo de su Estado de Derecho. En última instancia, esa fue una de las principales razones del golpe de militar.
En el país de los amortiguadores (don Carlos Real de Azúa dixit) siempre aparecen avezados negociadores y bomberos dispuestos a prestar sus servicios y encargarse de canalizar hacia los pasillos del parlamento los reclamos y reivindicaciones de los sectores populares. Se trata de conciliar lo inconciliable. Corren a sostener la democracia liberal uruguaya, la de mejor calidad en el mundo según evalúa el poeta de la ciencia política, mi amigo Fito Garcé. ¿Cuál es la democracia en que viven las familias excluidas de los planes de vivienda, las que se ven forzadas a desafiar la intemperie para luchar por un hogar para sus hijos e hijas?
Un poema esta democracia liberal de altísima calidad a la que no interesa el Uruguay del millón de pobres que alimenta los privilegios del 1%, el del hambre de techo y justicia social, el de la falta de laburo y las bajas jubilaciones, los feminicidios, la discriminación, el racismo y la homofobia, la juventud pastabasera, las feroces atrocidades en las calles, los escolares que no aprenden y los capataces que disciplinan peones a rebencazos.
La apuesta a humanizar esta democracia renga y salvaje, sobre cuya calidad fantasean tanto, es el sustento de la tesis de “oposición responsable”, hechura del progresismo, o del “regresismo” como lo llama el compañero Ricardo Viscardi. Entre los velos de la fantasía se adivina el propósito ambicioso y realista (muy realista) de ganar las elecciones en el 2024 y recuperar el uso y abuso del aparato estatal.
Los parlamentarios y dirigentes del progresismo aborrecen las historias de protesta y resistencia en los espacios abiertos, allí donde pueden crecer las mismas ideas transformadoras que están floreciendo en la Alameda de Santiago y en El Alto de La Paz. Es de prever que el “regresismo” pondrá en juego su mucha influencia sobre las organizaciones populares para evitar que la lucha política se traslade a las plazas y avenidas del Uruguay.
¿Será en el mundo formal del parlamento, donde se dice tanto una cosa como la otras, o será, en la calle, en el mundo real, en el de las verdades esenciales? ¿Quién define el escenario donde se jugará el partido contra el neoliberalismo? Seguramente no serán los filósofos del espectáculo televisivo ni nosotros, los aspirantes a revolucionarios, limitados a jugar en espacios reducidos. Lo determinante será la opción que haga el movimiento masivo de los sectores populares: deberá decidir entre respaldar fielmente a los predicadores del electoralismo o dar batalla en las plazas y avenidas, pacíficamente, pero con mucha decisión y firmeza, como hizo el movimiento feminista el domingo pasado, como hará la gente y Familiares el próximo 20 de mayo. La injusticia y la violencia siempre vienen de arriba.