Por Imad K. Harb /Resumen Latinoamericano /17 de abril de 2020 –
Foto: Miembros de las tribus leales a los rebeldes huti con sus armas durante una reunión destinada a movilizar más combatientes para el movimiento huti en Sanaa, Yemen, el 25 de febrero de 2020 [Archivo: AP/Hani Mohammed].
El pasado 9 de abril la coalición encabezada por Arabia Saudí que lucha contra los rebeldes hutis a los que apoya Irán anunció un alto el fuego unilateral de dos semanas en respuesta a una petición de tregua hecha por el enviado especial de la ONU, Martin Griffiths. Este paso se produce menos de dos semanas después de que Arabia Saudí invitara a los hutis a Riad para celebrar unas negociaciones directas de paz.
El alto el fuego es un indicio de que Riad se puede estar preparando para poner fin a su implicación en la guerra y para hacer un llamamiento a la paz. Coincide con la decisión de retirar sus tropas adoptada por los Emiratos Árabes Unidos en julio de 2019, lo que deja el sur de Yemen en manos de sus aliados del Southern Transitional Council (STC, Consejo de Transición del Sur) y las fuerzas leales al presidente Abd-Rabbu Mansour Hadi.
En estos momentos a Arabia Saudí y sus aliados les ha quedado claro que no pueden ganar la guerra en Yemen y que necesitan urgentemente una estrategia para salir. La pandemia de coronavirus les proporciona una oportunidad idónea para salvar las apariencias declarando el final de las hostilidades por motivos humanitarios.
El príncipe heredero saudí Mohammed bin Salman (MBS) está deseando salir de Yemen para poder centrar todas sus energías en la cada vez mayor crisis económica interna y la amenaza de un brote de coronavirus difícil de controlar. Y, sobre todo, desea asegurar que su ascenso al trono, una vez que fallezca su padre, se produce sin contratiempos.
Un callejón sin salida en Yemen
El año pasado apenas cambió la línea de frente en Yemen. Aunque ha habido escaramuzas continuas así como bombardeos constantes de la coalición liderada por Arabia Saudí, la situación sobre el terreno apenas ha cambiado.
Los hutis siguen controlando la capital, Sanaa, y gran parte del norte del país, mientras que el gobierno de Hadi (que cuenta con el reconocimiento internacional) y el Consejo de Transición del Sur gobiernan en Adén y el sur de la país. Continúan los combates en la ciudad portuaria de Hodeidah a pesar de que en diciembre de 2018 ambos bandos firmaron el Acuerdo de Estocolmo, cuyo objetivo era lograr un alto el fuego y la retirada de los grupos armados de la zona. El acuerdo nunca se implementó verdaderamente y en 2018 las hostilidades acabaron con la vida de aproximadamente 800 personas civiles.
Aunque no ha cambiado la principal línea de frente, el año pasado surgió una nueva debido al aumento de las tensiones entre las fuerzas leales a Hadi y el Consejo de Transición del Sur. Este último, animado por los Emiratos Árabes Unidos, ha estado presionando a favor de la secesión del norte del país. El pasado otoño estalló una clara guerra interna entre ambos bandos y las tropas saudíes tuvieron que intervenir de forma contundente para separar a los combatientes. En noviembre se llegó en Riad a un acuerdo de reparto de poder entre ambas entidades, pero las hostilidades volvieron a empezar el mes pasado. A principios de abril Arabia Saudí tuvo que aumentar el despliegue de sus fuerzas de élite para mantener el orden en Adén. Parece que el acuerdo corre peligro de fracasar, lo que debilita aun más tanto a las facciones yemeníes antihutis como la posición de Arabia Saudí.
La salida de los Emiratos Árabes Unidos
Los Emiratos Árabes Unidos, el principal aliado de Arabia Saudí y un actor clave de la coalición en contra de los hutis, fueron los primeros en empezar a buscar una salida del problema de Yemen. En 2019 empezaron a traspasar más responsabilidades a su intermediario, el Consejo de Transición del Sur, y a retirar gradualmente a sus tropas. En julio hizo el anuncio formal de retirada.
En aquel momento los Emiratos Árabes Unidos enviaron una delegación de alto nivel al principal apoyo de los hutis, Irán, para discutir cuestiones de seguridad marítima. Ese cambio radical de actitud era una señal clara de que Abu Dhabi no solo estaba reduciendo las tensiones con Teherán sino también estableciendo su propia estrategia en Yemen con independencia de su aliado, Arabia Saudí.
En octubre de 2019 el asesor de seguridad nacional de los EAU Tahnoun bin Zayed visitó en secreto Teherán, tras la cual los EAU anunciaron que iban a desbloquear 700 millones de dólares de activos iraníes congelados. A mediados de marzo enviaron 32 toneladas de suministros a Irán para ayudar a luchar contra el brote de coronavirus. Para entonces era evidente que el deshielo de las relaciones entre Abu Dhabi y Teherán era una realidad.
El hecho de que los EAU abandonaran la campaña conjunta en Yemen y que buscaran mejorar las relaciones con Irán convencieron aún más a Arabia Saudí de que era el momento de buscar una salida a este conflicto que dura ya cinco años.
Las consideraciones de Mohammed bin Salman
Pero quizá el factor con más peso en la decisión de buscar un final a las hostilidades en Yemen fue la situación interna en el reino saudí, que en las últimas semanas se ha deteriorado considerablemente. Lo que más preocupa actualmente a los dirigentes saudíes es la propagación del coronavirus. Oficialmente hay unas 3.600 personas infectadas de COVID-19 y han muerto otras 50, aunque se teme que en realidad el brote sea mucho mayor. El 8 de abril el diario The New York Times informó de que se creía que unos 150 miembros de la familia real saudí habían contraído la enfermedad, lo que ha obligado al joven príncipe heredero y al rey Salman a buscar refugio en un palacio situado en una isla cerca de la ciudad de Jeddah.
La epidemia estalló en el país en medio de la campaña de Mohammed bin Salman (MBS) para silenciar toda oposición en el seno de la familia real a su inminente ascenso al trono, lo que aumenta la preocupación por la estabilidad de la Casa de Saud. El príncipe heredero también aumentó la represión contra los activistas religiosos y laicos dentro del reino con la esperanza de allanar el camino para una transición suave de poder una vez llegado el momento.
El país también está sufriendo una grave crisis económica debido a la recesión económica global provocada por la pandemia y al colapso de los precios del petróleo. Las exportaciones de petróleo representan un 80 % de los ingresos del reino y la reducción de los precios casi a la mitad ha disminuido considerablemente el flujo de fondos a las arcas del Estado. Esta situación ha requerido unas estrictas medidas de austeridad. A principios de marzo el Ministerio de Finanzas pidió a todos los ministerios y agencias del gobierno que recortaran sus presupuestos para 2020 de un 20 % a un 30 %.
El reciente acuerdo alcanzado entre Rusia, Estados Unidos y Arabia Saudí de reducir la producción global de petróleo a 10 millones de barriles de petróleo al día puede ayudar al mercado a recuperarse un poco, aunque no será suficiente. Para equilibrar su presupuesto el gobierno saudí necesita que el precio del petróleo esté en torno a 80 dólares el barril.
Teniendo en cuenta el repentino colapso de los ingresos del petróleo resulta difícil saber qué pasará con el sello distintivo de MBS, “Visión 2030” , que se ha promocionado como el gran proyecto de reforma del reino.
Pero incluso antes de que estallara la pandemia del COVID-19 las fortunas petroleras de Arabia Saudí no parecían seguras. Los resultados de la muy esperada salida a Bolsa de la empresa petrolera estatal Aramco fueron decepcionantes en el mismo momento en que un ataque con drones en septiembre de 2019 contra instalaciones petroleras reivindicado por los hutis llevó a los compradores de petroleo saudí a buscar suministradores menos arriesgados.
La capacidad cada vez mayor de los hutis para atacar objetivos militares y civiles a lo largo de la frontera y en el interior del territorio saudí también inquietó a la opinión pública saudí. En septiembre de 2019 este grupo armado declaró que había matado y capturado a miles de soldados saudíes en enfrentamientos en la frontera. A pesar de años de continuos ataques aéreos punitivos contra ellos en marzo los hutis todavía tenían la capacidad de disparar misiles balísticos contra la capital saudí.
Todas estas consideraciones han llevado a MBS a buscar la paz en Yemen. No obstante, incluso esto puede resultar un desafío. Los hutis, envalentonados por la retirada de Arabia Saudí y de los EAU, rechazaron el alto el fuego y siguieron atacando a las fuerzas de Hadi. Exigen que se levante el asedio a Yemen impuesto por la coalición encabezada por Arabia Saudí.
Por consiguiente, es probable que el alto el fuego declarado siga siendo unilateral. A los saudíes no les interesa volver a su anterior nivel de implicación en la guerra, aunque responderán con ataques aéreos a las posiciones hutis si estos llevan a cabo ataques en la frontera. Por otra parte, puede que los hutis utilicen el alto el fuego para extender su influencia a las zonas controladas por el gobierno de Hadi. Con los saudíes ocupados en sus propios problemas puede que los hutis consideren que es el momento de presionar para mejorar su posición cara a las negociaciones sobre el futuro de Yemen.
Imad K. Harb es director de investigación y análisis del Centro Árabe de Washington DC.
Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.