Por Sergio Ortiz, Resumen latinoamericano, 26 abril 2020
La prolongación de la cuarentena evidencia que el problema de salud es muy grave. Y a eso se suma la no menos crítica situación económica. Es una crisis doble. No van la aspirina ni el geniol.
El Covid-19 sigue cobrándose en enfermos y muertes. Que las estadísticas locales sean mejores que la de otros países comprueban que se tomaron buenas medidas políticas y sanitarias. Pero no deben sacarse conclusiones erróneas, por ejemplo que los argentinos somos los más grandes del mundo. Tampoco que el problema está solucionado y se puede volver a la normalidad.
El drama continúa. Según sanitaristas y epidemiólogos puede venir una oleada aún más dolorosa en mayo o junio. Está bien que Alberto Fernández prorrogue la cuarentena por un par de semanas, flexibilizando actividades en zonas donde sea posible. Es de sentido común, a veces el menos común de los sentidos.
Tampoco hay que consolarse comparando nuestras bajas con las de otras nacionalidades. Sería de pésimo gusto incurrir también en la zoncera de «mal de muchos, consuelo de tontos». Hay que mejorar la performance y dar una mano a nuestros vecinos, próximos y lejanos. Por caso, qué lindo sería que llegaran cajas de alimentos argentinos a China, retribuyendo la solidaridad recibida y en vez de ir con frases del Martín Fierro fueran con algunas citas de Confucio o Mao.
Como la solidaridad empieza por casa, lo más importante es ver cómo están los compatriotas y mejorar su situación. Si bien es una responsabilidad central del gobierno nacional, los argentinos de a pie también debemos involucrarnos. Así quedarían más aislados los imbéciles que amenazan a médicxs y enfermerxs; los quieren confinar en algún asilo o cárcel lejos del vecindario, en vez de agradecerles lo que hacen por la gente.
La pandemia ha ilustrado los márgenes peligrosos de la situación sanitaria. Se ha remarcado poco que los presupuestos de Salud fueron achicados por el gobierno anterior y su lógica de mercado. El ministerio fue rebajado a secretaría. Y los jubilados (franja etárea tomada como blanco principal por el virus) sufrieron la reforma previsional en diciembre de 2017.
Hay mucha población vulnerable al Covid-19. Esa gente no puede guardar la cuarentena porque vive hacinada en una vivienda que no es tal. Y debe salir a buscar un peso fuera de casa porque no tiene ahorros ni medios para sobrevivir.
El gobierno actual parece consciente de esa realidad, pero subestima el drama. El ministro de Desarrollo Social se vio sorprendido al constatar que en vez de 8 millones de personas pobres y vulnerables en marzo eran 11 millones. Y cuando se vio apremiado, Daniel Arroyo aprobó, en el apuro, licitaciones que no eran correctas ni en precios ni formas.
Lo que viene.
Para una apreciable mayoría de argentinos y de ciudadanos del mundo,
luchar contra la pandemia es la tarea de la hora. Siempre hay
ultrarreaccionarios que, en cambio, ponen en el banquillo de los
condenados a otras personas de carne y hueso, y a ideas humanistas.
Siguiendo
la huella criminal de Donald Trump y Jair Bolsonazi, una runfla de
políticos y algunos literatos devenidos en políticos, emitieron un
documento condenando al populismo y gobiernos democráticos como el de
Argentina. Bajo la pluma novelesca ‑en este caso de terror- de Vargas
Llosa, firmaron Mauricio Macri, Álvaro Uribe, José María Aznar, Ernesto
Zedillo, Alberto Lacalle y otros políticos e intelectuales orgánicos del
neoliberalismo.
Ese documento virósico tiene dos cosas positivas.
Una, es un reconocimiento de lo que se está haciendo bien: «ladran
Sancho, señal de que avanzamos». Otra, les recuerda a los ingenuos y
oportunistas que luchar contra la pandemia y la crisis requiere una
fuerza política que excluye a personajes como aquellos 147 firmantes. No
por una cuestión de nacionalidad peruana, colombiana o española, sino
de límite político e ideológico. Es el mismo error que comete el
presidente cuando apuesta a alianzas con Horacio Rodríguez Larreta,
Gerardo Morales y Jorge Macri.
Lo adecuado es prepararse para lo peor
y semanas más duras por daños provocados por el coronavirus. Todo lo
que se planifique en salud es bienvenido, no sólo la lamentable y
necesaria cuarentena, incluyendo el preacuerdo aún no concretado de
traer 200 médicos cubanos a Buenos Aires. La noticia despertó otra vez
el odio del anticomunismo cerril y el corporativismo de las sociedades
anónimas vestidas de galenos.
El Estado deberá invertir muchos más
centenares de miles de millones de pesos en esta emergencia y para salir
de la misma, que aún no se avizora. Las cuentas finitas no se hicieron
pues aún no se ve la luz al final del túnel, pero es obvio que se
gastará más en salud y en mantener viva a la Argentina, dos fines
altruistas y elementales.
Los números ilustran la gravedad y amplitud
del fenómeno a atender; a veces el gobierno no lo ve o lo hace en forma
limitada. Aunque hiera prejuicios, también hay que ocuparse de la gente
en las cárceles. Descontando genocidas, son seres humanos.
La
pobreza se ha disparado del 38 por ciento al 45, según la Universidad
Católica Argentina. Esto significa que en el país hay 16 millones de
pobres, según el Indec. O sea, ministro Arroyo, no son 11 millones como
usted admitió esta semana sino 5 millones más.
Según la Cepal de
Alicia Bárcena, buena amiga de Argentina, el PBI del país caerá este año
6,5 por ciento, en el podio negativo de los tres que verán más
estrellada su economía. En Latinoamérica habrá 11 millones más de
desocupados, hasta totalizar 37,7 millones; y habrá 30 millones más de
pobres, hasta completar 83,4 millones. De eso no hablan Vargas Llosa,
Macri y sus amigos anticomunistas del club de Trump.
Emitir, ma non troppo.
¿De dónde sacar recursos para afrontar la crisis pandémica y económica?
Argentina
no abonó un bono de deuda de 500 millones de dólares vencido el
miércoles 22. Por lo tanto arrancó, en principio, su rumbo mensual hacia
el default. Mal puede esperar préstamos internacionales.
Por otro
lado la economía semiparada no genera ingresos para sus habitantes ni
para el fisco, vía recaudación; tampoco dólares mediante exportaciones
(los sojeros siguen con sus silos bolsa a full aguardando que el dólar
llegue a 150 pesos o más).
Unas 420.000 empresas pequeñas, medianas y
algunas grandes, privadas, han pedido ayuda al Estado para abonar
sueldos de sus empleados. Otra prueba del rol esencial del Estado,
reafirmado en esta crisis y que no debería desdibujarse y mucho menos
retroceder cuando las aguas hayan bajado.
Una vía de financiación es
la emisión. Para horror de los Melconián, Espert, González Fraga,
Cachanosky, De Pablo, la caricatura de Lennon y otros adoradores del
Dios Mercado, el Frente de Todos tomó la justa decisión de emitir.
Por
supuesto no debe ser la única forma de financiación porque si la
máquina de imprimir billetes no se detiene llegará un punto en que
prende el motor de la inflación. El gobierno de Fernández tiene que
definir qué otras fuentes legítimas tiene de financiación.
Y, ligado
con eso, debe analizarse en forma crítica en qué se empleó lo emitido
hasta el momento. Durante marzo se emitieron 600.000 millones de pesos,
de los cuales 125.000 millones fueron del Central al Tesoro como
adelantos transitorios y otros 60.000 millones como pago de utilidades.
Sorprendente y lamentablemente, más de 304.000 millones fueron a pagar
Leliq a los bancos, con la ilusoria idea que estas entidades prestaran
en forma rápida y amplia a las empresas privadas. (Fuente: BCRA,
reproducido por Página/12, I‑Profesional y BAE). Los bancos no hicieron
eso ni respetaron el tope del 24 por ciento de interés marcado por el
Central para prestar a las firmas que lo solicitaban para abonar
sueldos.
La Patria Financiera.
Destinar la mitad de lo emitido a pagar a los bancos es un gravísimo
error y no precisamente de Miguel Pesce, titular del Central, sino del
presidente Fernández. Significa que él hasta hoy confía política y
financieramente en la tristemente célebre «Patria Financiera».
Es
exactamente al revés del Pepino. Hay que enfriar un poco la emisión
monetaria, pero sobre todo cambiar el destino de los fondos, cortando
todo favor a los bancos. En medio de esta durísima pandemia parece
llegado el momento de nacionalizar la banca, que ganó 314.044 millones
de pesos en todo el año 2019, según informe del Banco Central.
El
país necesita esos recursos, que en buena medida se hicieron usando
plata depositada por la población y los dineros del Estado con los
negocios macristas de las Lebac y Leliq. Además de un problema de
liquidez, en esta crisis se necesita disponer de un aparato financiero
nacional que se utilice con similar criterio al de una planificación
sanitaria a nivel país (algo que aún no se pudo hacer por el peso
decisivo del negocio de la medicina privada, que vetó el plan de ser
englobada en un plan nacional e hizo retroceder al gobierno).
No es
una receta médica sino posibles soluciones: nacionalizar la banca,
cobrar impuesto a la riqueza y suspender los pagos de la deuda externa.
Pueden ser los tres remedios para salir del hospital con mucha vida.
Dirán
que son medidas muy serias. Lo grave es la crisis capitalista
dependiente y la enfermedad, que no se cura con aspirina ni geniol.