Resumen Latinoamericano /Canal Abierto /24 abril 2020
El filósofo y periodista mexicano Fernando Buen Abad señala que la pandemia ha profundizado los males del sistema dominante, pero advierte que también podría convertirse en una oportunidad para encauzar las luchas de la clase trabajadora. Además, el valor de las estrategias regionales y el rol de los medios.
Fernando Buen Abad Domínguez es especialista en filosofía de la comunicación y política, periodista y director de cine entre otras muchas cosas. Integra el Consejo Consultivo de Telesur y dirige, en Argentina, donde vive hace varios años, el Centro Universitario para la Comunicación Sean MacBride de la Universidad Nacional de Lanús.
Su mirada sobre la importancia de la nueva relación Buenos Aires-DF
que inauguraron Alberto Fernández y Andrés Manuel López Obrador antes
del recambio presidencial en nuestro país, resulta un valioso disparador
para intentar observar cuales son las posibilidades de salir de la
crisis que generó la pandemia, mirando hacia adelante.
“No recuerdo cosa más hipócrita que ver a tipos como
Macri o Donald Trump abogar por la asistencia médica a los pueblos. En
esa emboscada ideológica hay un trabajo que se debe hacer”, anota.
Con el foco puesto en las maniobras ventajeras de los poderes
dominantes, en las alternativas que plantea la compleja situación para
las clases obreras y sociales postergadas, en la capacidad que tienen
las empresas de medios para borrar las virtudes de la democracia y en la
necesidad impostergable de generar un cambio revolucionario en las
políticas comunicacionales a nivel regional, transcurre esta
conversación con Canal Abierto.
¿Es necesario, o posible, pensar en la posibilidad de un nuevo orden global post coronavirus?
– La propia aparición de esta pandemia ocurre en el contexto del desarrollo mismo del capitalismo, no
es un problema ajeno a la crisis general del capitalismo, y lo que ha
hecho es agudizar contradicciones internas del sistema que hoy se
muestran con toda su desnudez.
Un modelo que no ha invertido jamás lo necesario, por ejemplo en
salud pública, que se ha desentendido casi totalmente del cuidado de la
salud de los pueblos, obviamente tenía que reventar ante un caso como
este. Si esto va a modificar el futuro de la humanidad, si está
cambiando las vidas, yo anhelo que sí, porque lo peor que nos
puede pasar es tener desnudo al sistema y que ni siquiera nos
percatáramos. Por lo demás, las transformaciones no dependen del sistema
que produjo esto, y esa es otra de las disquisiciones que hay que
plantear, con qué modelos alternativos, con qué salidas organizadas se
puede superar esta situación.
¿Cree que la situación puede representar un impulso para las luchas de las clases trabajadoras y los sectores postergados?
– Estoy convencido que sí. La clase trabajadora tiene un instinto que
le permite identificar su papel en las distintas circunstancias. Pero
tampoco es tan simple ni mecanicista el problema, porque por otro lado
también el establishment se las ingenia para generar sus propios
sistemas de defensa. Entonces también se pone en evidencia algo que ha
venido siendo nuestra debilidad histórica, en las fuerzas de izquierda y
demás, que es la crisis de dirección revolucionaria. Sin
orientación y organización, esta gran fuerza que se multiplica en el
mundo entero, se puede diluir.
¿Qué sensaciones le genera ver a los representantes y defensores del libre mercado ponderando el rol del Estado?
– A mí me produce mucho rechazo el oportunismo. Estamos tan
infectados de oportunismo como de coronavirus. Donde uno corre una
cortina hay cuarenta tipos esperando para treparse al tren de la
situación. Es verdad que hoy estamos llenos de gurúes, de
conferencistas y peroratas que pretenden ofrecer cada cual caminos,
salidas y respuestas a cosas que en general ignoran. Pero esto es
parte de la dinámica de la hipocresía del capitalismo. No recuerdo cosa
más hipócrita que ver a tipos como Macri o Donald Trump abogar por la
asistencia médica a los pueblos. No nos olvidemos que los
grandes poderes concentrados son los que les escriben el guion, y hoy
por hoy es imperativo de ese establishment anestesiar a las masas. Ese
es el oficio del reformismo, de los sectores de la vida política que
viven para frenar los procesos transformadores. Además ahora mismo
también tienen una gran crisis de discurso, porque no saben que inventar
para justificar que el Estado tiene que intervenir. En esa emboscada
ideológica hay un trabajo que se debe hacer y no se está haciendo.
Y esa trampa discursiva posibilita la llegada al gobierno de personajes como Bolsonaro, Trump o el propio Mauricio Macri…
– Trabajadores comunes, de a pie, como la clase trabajadora
norteamericana o brasileña, de pronto ven a alguien que pega un grito y
quiere poner orden en una situación caótica, y escuchan eso, porque la
verdad es que hay un apetito enorme de frenar esta pachanga obscena que es el capitalismo.
Pero el problema es que aparecen estos que son globos de ensayo para
producir emboscadas como la que está padeciendo Brasil, Estados Unidos y
todos los pueblos de Europa con la dictadura financiera.
¿De qué manera está analizando el nuevo mapa político en su país?
– La conducta que se ha seguido respecto al manejo financiero de la
crisis es un aspecto crucial, porque hay un sector de la oligarquía, de
la burguesía mexicana, que está acostumbrado históricamente a manejar a
su antojo todos los fondos del Estado. Resulta que ahora se encontró con
un presidente que está luchando contra la corrupción declaradamente, y
que les ha cerrado la llave a todos. Ahí hay una desesperación
grande de estos sectores, porque siempre aprovecharon las crisis para
hacer negocios. Entre otras muchas cosas, lo que está pasando con la
pandemia es que hay un sector que se está enriqueciendo como nunca.
Y esos sectores hoy, cuando se encuentran con líderes como López
Obrador, que ha tenida una dirección económica distinta, les duele
muchísimo. Por otro lado hay un pueblo que esta movilizado, disputando
en muchos frentes ese campo de sentido.
¿Le parece que el vínculo
México-Argentina puede ser el que promueva un nuevo rumbo para el
continente a la salida de la pandemia?
– Yo creo que mucho antes. Se van a empezar a abrir en las siguientes
etapas del desarrollo de la pandemia necesidades regionales concretas,
porque, por ejemplo, ayer Naciones Unidas advirtió sobre un problema de
crisis alimentaria a nivel global. Qué mejor que tener un acuerdo
regional que pudiera, entre dos potencias como México y Argentina,
desarrollar un convenio para intercambiar productos, desarrollar un eje
energético, hay una agenda muy rica que en términos de la situación
actual podría abrir cauces muy interesantes. Esto metería al
congelador de la historia al Grupo de Lima, que quedaría incapacitado
para prevalecer por su propia razón de ser pero además por sus crisis
internas. Es un momento particularmente interesante para
profundizar la opción que se abrió con el encuentro Fernández-López
Obrador y la propia dinámica de la crisis nos va a llevar a acelerar
intercambios, yo soy de los más optimistas en eso, porque veo la
posibilidad de sumar a esto a Cuba, a Venezuela, a las voluntades que
alcancen a vislumbrar una alianza de cara a cómo se va a salir de la
pandemia. México está proponiendo que tiene que ser con la creación de
empleos, poniendo recursos en los bolsillos de los trabajadores, para
que eso reactive la tarea productiva.
¿Cree que el poder de los medios es tan grande como para torcer los rumbos democráticos?
– En México tenemos a Televisa, que opera como un acreedor permanente
de México, invierten en la bolsa, invierten en endeudar al país y luego
son cobradores al mismo tiempo que operadores políticos, y es el mismo
esquema que tiene el Grupo Clarín aquí.
A nivel de cabotaje tienen sus operaciones en cada zona, pero
luego tienen acuerdos internacionales, entre Globo de Brasil, El
Mercurio de Chile, El Tiempo de Colombia, se junta una alianza de medios
que ha operado como un Plan Cóndor mediático. Estas
consonancias entre las tres grandes industrias, la militar, financiera y
mediática, en cada uno de nuestros países producen golpes muy fuertes, y
la sobrevivencia a esas ofensivas la han logrado solamente movimientos
que tienen raíz popular muy fuerte. Otros países no lo han podido
resistir.
Hay una estrategia de fake news que operan con firma local y
otras que operan a nivel trasnacional. Luego existe el lawfere que
opera con agendas propias como la que hay aquí contra Cristina
Fernández, pero también tiene agendas regionales como la que existe hoy
contra China. El plan que hay en Argentina para demonizar a los médicos
cubanos tiene una raíz muy propia de un tinte gorila de cabotaje, pero
también hay una estrategia continental de desprestigio contra Cuba.
Esta red compleja es una de nuestras más grandes debilidades
políticas de los años recientes en la región, porque no hemos sido
capaces de crear una fuerza que la contrarreste. He tenido posibilidad
de hablar esto personalmente con presidentes como Hugo Chávez, Rafael
Correa, Evo Morales, planteando que cuando se dio la muerte del ALCA,
aquí en Argentina, había una posibilidad de crear una cumbre de
presidentes en materia de comunicación, cosa que no se hizo, pero
después hubo oportunidades en la CELAC, en el ALBA, un montón de
posibilidades a nivel regional para plantearse la debilidad
comunicacional, para plantearse nuevos modelos estratégicos que
cumplieran el viejo sueño de Seán MacBride, en El Informe MacBride, “Un
solo mundo, voces múltiples”. Eso está en nuestra agenda como un pendiente enorme y creo que vamos con pasos muy lentos en esa dirección.
Esos gobiernos de corte
popular, ¿subestimaron el tema, o les faltó fuerza para enfrentar al
poder de las empresas de medios y sus alianzas?
– Creo que las dos cosas, creo que no se entiende que el problema de
la comunicación no es un problema de herramientas solamente, es un
problema estratégico de seguridad regional. No ha habido la
valoración correcta, en la práctica vemos que los pueblos no tienen
igualdad de condiciones en la distribución des herramientas de
comunicación, no ha habido una inversión fuerte para abastecer a los
movimientos que pueden multiplicar los medios, las leyes que se han
construido no se han cumplido. Y el otro dilema es la
dependencia tecnológica, no fabricamos ni un solo tornillo de lo que
usamos. Los gobiernos no han sido capaces ni siquiera de entrarle a
fondo al tema en los programas de formación universitaria, donde siguen
reinando a sus anchas los modelos funcionalistas o estructuralistas al
mejor uso de la comunicación como mercancía, eso sigue estando impune,
como si fuera parte del paisaje.