Por Rodolfo O. Gianfelici, Resumen latinoamericano /PrensaMare /23 abril 2020
El coronavirus muestra acciones solidarias, valerosas, destacadas. Pero también acciones miserables y repudiables.
Las
primeras aparecen en diferentes sectores de la sociedad. Claro que –es
bueno tenerlo presente- muchas de ellas obedecen al oportunismo de
ciertos personajes que –virus por medio- pretenden mostrarse como no lo
son.
Las
segundas aparecen en los sectores altos y medios de la sociedad. Unos,
mostrando su poder, despidiendo empleados o burlándose de la pandemia
para pasear en yate, pasear en sus autos de alta gama, o intentar
introducir en el baúl de su auto a la empleada para que le haga la
limpieza en su inmueble de un country…
Pero
también aparecen acciones que causan vergüenza ajena, cuando atacan y
desprecian a trabajadores de salud y a contagiados. Actitudes estas
últimas, que se presentan en sectores medios, habitantes de edificios.
Los mismos que hipócritamente por las tardes salen a sus balcones para
aplaudir a “los trabajadores de salud”.
El
Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo
(Inadi) ha recibido cada vez más denuncias por discriminación.
No solo de parte de trabajadores de la salud, sino también de personas
que se recuperan del coronavirus Covid-19 (que realizan el aislamiento
en sus viviendas).
En
las últimas semanas, las denuncias de enfermos superan a las de los
trabajadores. Es decir que reciben hostigamiento en medio de su
recuperación.
Los
ataques se realizan con carteles que se pegan en las viviendas, ataques
de vecinos hacia el paciente y su familia, y hasta lo increíble de
publicar imágenes de personas con Covid-19 en las redes sociales.
Es bueno recordar que el inicio de los ataques fue
contra ciudadanos a los que se identificaba como chinos. Un hecho
paradojal, pues muchos de los clientes de los negocios atendidos por
orientales fueron clientes al ir perdiendo el poder adquisitivo que
(durante los años de macrismo) los hizo tener que ir dejando de lado las
compras en supermercados…
Este
tipo de acciones son propias de seres con una clásica tendencia al
fascismo –aunque quizás ellos hasta lleguen a cuestionarlo-.
Buscan en el semejante al enemigo, que en verdad no lo es. Desprecian al
semejante, considerándose ‘en riesgo’, o –lo que es peor‑, mejor o
superior (al estar sano).
Las
denuncias en el Inadi se reciben a través de WhatsApp y correos
electrónicos. Cuando existe hostigamiento, interviene la fiscalía. El
problema se agrava cuando se usan las redes sociales, pues en nombre de
“la libertad”, las empresas se niegan a bajar los contenidos.
Lógicamente
que la mayor cantidad de denucnias se concentran en la capital
argentina y el Gran Buenos Aires; no en vano allí habita el 30% de los
habitantes del país.
Pero
llamativamente, también se han recibido denuncias porque quienes
conducen unidades de transporte público no se detienen para transportar a
personas a las que –por su vestimenta‑, identifican como trabajadores de salud (¡).
Muchos
de los agresores actúan de esta forma por falta de conocimiento, que
los deriva hacia el miedo, el temor, y la búsqueda del “responsable” en
el semejante.
Estos personajes actúan así pues están convencidos que la lucha contra el coronavirus es individual, y no colectiva.
Actúan desde el individualismo; son tan ineptos que no comprenden (pese
a que seguramente están ‘super-informados’) que este virus no
discrimina por profesión ni clases sociales.
Este tipo de conductas no son ‘algo’ aislado o inexplicable en nuestra sociedad. No
olvidemos que hubo épocas en que aplaudieron que se pudiera decir las
palabras “peronismo”, “Perón” y “Evita”. Que apoyaron fusilamientos
dispuestos de manera sumaria y sin existencia de pena de muerte en el
país.
Que
festejaban que en el país, millones de argentinos no pudieran elegir
libremente ni ser candidatos. Que miraron para otro lado ante secuestros
y crímenes, justificándolos con frases como “por algo será” o “en algo
andaría”.
Que
discriminaban a los enfermos de Sida. Que reclaman “mano dura” en la
convivencia diaria, pero a la vez piden la “libertad” de los genocidas
condenados.
Las
emergencias, las crisis, las emergencias hacen que aparezcan este tipo
de actitudes. Frente a ello deben primar las actitudes solidarias, y
aislar a este tipo de discriminadores que son caldo de cultivo para
quienes impulsan acciones violentas.